SANTA MADRE DE DIOS.
LETANÍAS Lauretanas:
Peperit filium suum
primógenitum. (Luc. 2,7)
Dio a luz a su hijo
primogénito.
CONSIDERACION I.
María
santísima puede decir de sí misma con toda propiedad: el que me crio descansó en mi tabernáculo. A
la verdad que por estas palabras no se entiende otra cosa que la Madre de Dios, y en realidad lo fue María. Por tanto este título es en gran
manera admirable; porque así como Dios
Padre produjo a su Hijo ab aeterno sin Madre, así María concibió al Hijo de Dios en tiempo sin Padre. Además de esto, así como Dios por
una palabra sola fiat, crio
al mundo, así también a la misma palabra fiat pronunciada
por María, se hizo carne el Verbo Divino, lo que ciertamente es un
misterio incomprensible y en gran manera admirable.
CONSIDERACION II.
El tituló de Madre de Dios contiene igualmente una cierta incomparable dignidad
y excelencia; lo que se conoce, porque Dios
aunque Todopoderoso, no puede criar
una Madre más excelente. A la verdad, María es el
huerto de Salomón, y Cristo la flor de tan hermoso huerto, María es templo, y
Cristo el Sacerdote: María es la aurora, y Jesucristo el sol, y así como esta flor
no puede ser más amena, ni este sacerdote mayor, ni este sol más
resplandeciente de la misma suerte no puede ser criado huerto más hermoso, templo
más precioso, ni aurora más brillante que lo fue María Madre de Dios.
CONSIDERACION III.
Finalmente, el titulo de Madre de
Dios
es también en gran manera
fructuoso, esto es, para los hombres,
pero principalmente para los reverentes
devotos
de esta Señora. En verdad
que
vino grande utilidad a los Judíos cuando
Ester fue electa Reina: gran comodidad
sintieron
los Egipcios cuando
José
fue constituido como Virrey
de Egipto, pero mucho mayor fruto vino y aun viene a los hombres de que María sea Madre de Dios como que nuestra mayor misericordia para con nosotros, que José para con los Egipcios y a
innumerables libra de la muerte eterna y no solo de la temporal como Ester en otro tiempo a los Judíos.
ORACIÓN
¡Oh María! Yo te reconozco y venero como
verdadera Madre de Dios; pero también te llamo Madre mía, y humildemente te
ruego me alcances dé tu Hijo Santísimo el perdón y misericordia a mí y a todos
los pecadores. Te ruego digas a tu Hijo: ¡O Hijo mío! Mira a estos pecadores, y
advierte que aunque lo sean, son con todo eso mis hijos y tus hermanos. David
lloró por Absalón, aunque fue hijo inobediente; así yo me compadezco de los
hombres, aunque sean pecadores; y así ¡oh hijo mío! perdona a estos mis hijos:
de esta manera.
Santa María Madre de Dios, ruega
por nosotros.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER (1834).
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