MADRE DE LA DIVINA
GRACIA.
Adeamus ad thronum
gratiœ- Hebr.
4.
Acerquémonos al trono de
la gracia.
CONSIDERACION I.
Representémonos a María Santísima como Madre
de la Divina gracia, a manera de una hermosísima fuente rebosando por todas
partes, como que según la salutación angélica, está llena de gracia, y de sí en
cierto modo puede decir: en mi está toda la gracia, porque así como el mar abunda
de aguas, según hemos explicado antes, así María que se deriva AMARÍ, del mar,
abunda de gracias: y aun mas así como todos los ríos corren a el mar, así
todas las gracias que se hallan dispersas en Ángeles y Santos, se congregan en
María.
CONSIDERACION II.
Pero ¿de dónde o en qué modo adquirió María tantas gracias? Fácil es la impuesta a tal pregunta. Conviene a
saber; que así como una grande suma de dinero produce grandes réditos, por los
cuales la misma suma crece siempre más y más; así María Santísima que en el principio de
su vida obtuvo ya más y mayores gracias que todos los Santos, en el fin de ella
y habiendo cooperado siempre a dichas gracias, fue casi infinito el aumento que
logró multiplicándolas siempre por una especie de sagrada usura. Agréguese a esto que el Divino Padre a su Hija, el Divino
Hijo a su Madre ¡y finalmente! El Divino Espíritu a su Esposa, siempre la han colmado de
nuevas gracias.
CONSIDERACION III.
Finalmente, de todo lo dicho hasta aquí,
resulta a los hombres el mayor consuelo; pues
así como una fuente llena de aguas fácilmente derrama como el mar que por la
copia de ellas se difunde en grandes ríos; así María como fuente y mar de gracias nos
da abundantemente sus favores. Por lo que si no nos atrevemos a
suplicar al mismo Dios, imitemos a los Israelitas que de mejor gana hablaban
con el Señor por medio de Moisés que por sí mismos; y según el texto citado
arriba: lleguémonos
al trono de la gracia, conviene a saber al trono del Señor que es María llena
de gracia.
ORACIÓN.
¡Oh
María! Yo hombre miserabilísimo y grandísimo pecador ya
casi empiezo a desesperar por mis maldades y delitos cometidos; pero por esto
mismo que empiezo a desesperar determiné arrojarme al mar; conviene a saber a
ti ¡oh
María! Mar dé las gracias ¡Feliz yo! si todo me
sumergiere en este mar de gracias, pues mi alma por el segurísimamente saldrá
nadando al puerto de la salud: ¡O María!
Madre de la Divina gracia
ruega por nosotros.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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