lunes, 9 de abril de 2018

Vamos... pues ¡Dios lo quiere!




   “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón” (13 de junio 1917). Dicho de otra forma, es voluntad de Dios que luchemos todos los días y que lo hagamos junto al Corazón de María. En Fátima, María se muestra como educadora; hoy, María es jefe de guerra. Todos los miembros del Cuerpo Místico tienen un papel que desempeñar. El llamado es general, y nos concierne a todos. Nuestra Señora del Rosario nos muestra el objetivo que tenemos que alcanzar: hacer descender los “méritos infinitos de su Corazón Inmaculado y del Corazón de Jesús”, adquiridos el día de la Pasión, sobre la humanidad pecadora. La batalla es dura, sin duda un poco larga y penosa. “Tendréis mucho que sufrir”, previno María. Pero el desenlace es cierto: Dios otorgará la paz al mundo y las gracias de salvación a los pecadores.


   Sí, Dios dará al Corazón Inmaculado de María la victoria sobre las tinieblas, sobre la aridez, sobre el pecado. Y con el auxilio del Corazón Inmaculado, Corazón de la Iglesia, veremos convertirse a las naciones, Rusia primero, y a los hombres, dejar muchos las filas de “los que no creen, no adoran, no esperan y no aman” y pasarse a las filas victoriosas de los que creen, adoran, esperan y aman a Dios.


   Después de esta victoria completa vendrá la aclamación triunfal. Sí, llegará el día en que el Hijo Redentor, el Dios de los Ejércitos, cubrirá de gloria y honor al Corazón Inmaculado de su Madre. Entonces veremos en el concierto celestial, a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, retirar para siempre del Corazón Inmaculado la corona de espinas que le hiere tan intensamente y colocarle de nuevo aquella corona de rosas, que más conviene a su Corazón maternal.


   Así coronada, María, acompañada de su corte celestial, vendrá a buscar a todos aquellos que hayan abrazado la devoción a su Corazón Inmaculado. Y cumplirá su promesa de poner Ella misma esas almas queridas de Dios como flores para adornar el trono divino.


   Pero todavía es la hora del combate. El Corazón Inmaculado de María es nuestro Jefe. Nosotros somos sus soldados. Elevemos este saludo a nuestra Capitana: 

              Ave Cor Mariae!   Salve Corazón de María!

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