MADRE VIRGINAL
LETANÍAS Lauretanas:
Eò quód castitatem
amaberis, ideo eris benedicta in aeternum. Judith. 15-
Porque haz amado la
castidad serás eternamente bendita.
CONSIDERACION I.
Representémonos al Zodiaco, o circulo
maesimo celeste que contiene los doce signos, y en éste, figurado el sol en el
signo Virgo, para, indicar al sol de justicia Cristo, que como sol nació de una
Virgen.
Conviene
a saber, cuando Cristo fue concebido en el vientre de María, entonces estuvo el
sol en el signo llamado la Virgen, y también en cierto modo, estuvo la Virgen
en el Sol: de verdad, que así como el raya sale del sol, sin lesión o
Violación del sol, así Cristo como luz del mundo, nació de María sin lesión de
su Virginidad.
MEDITACIÓN II.
Está
integridad de la Virginidad Mariana, parece que se puede explicar de algún modo
por la semejanza de un espejo ustorio, porque así como el sol despidiendo hacia
él sus rayos, y reflejándolo éste levanta llama sin lesión del espejo, así el
Espirita Santo difundiendo en María, el rayo de gracia o de protección, éste
mediante el espeje Mariano enciende la luz del mundo, esto es, Cristo: pero de tal
suerte, que el espejo o virginidad de María queda del todo ilesa y entera.
MEDITACIÓN III.
A la
verdad, no hubiera sido conveniente que la integridad de la Madre se hubiese
corrompido por la venida del Hijo que vino a sanar la corrupción de los
hombres: más
antes fue decente que el Criador de todas las cosas naciera de un modo no
acostumbrado sino admirable.
A Dios, dice san Bernardo, convenía tal
natividad que naciera, no menos que de una Virgen; y a la Virgen le era
congruente tal parto que no pariera sino a Dios.
De
estas cosas, pues, se infiere que María fue en su parto Madre inviolada y que
de ella se puede decir: por cuanto amaste la
castidad, serás bendita eternamente.
ORACIÓN.
¡Oh
María! Madre inviolada, así como el oro no admite
hollín, como el cedro aborrece la podredumbre, como el laurel repele los rayos;
así tú no admitiendo mancha alguna de tu castidad o violación de tu virginidad,
siempre permaneciste inviolada. ¡Ah! Yo hombre miserable, humilde, te ruego y
por tu admirable pureza te suplico, quieras limpiar mi corazón y mi carne, y
conservarme puro de toda mancha de pecado ¡O María!
¡Madre inviolada! ruega por nosotros.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
No hay comentarios:
Publicar un comentario