miércoles, 17 de octubre de 2018

ANUNCIACIÓN Y ENCARNACIÓN.



   Enviad, Señor, os lo ruego, al que debéis enviar.
   Van a cumplirse las promesas hechas a los Patriarcas......

   El ángel Gabriel, dice el Evangelio, fué enviado por Dios a una Virgen que vivía en un pueblo de Galilea llamado Nazaret; María era el nombre de la Virgen. Y habiendo entrado el ángel en su habitación, le dijo: Te saludo; llena eres de gracia, el Señor es contigo y bendita eres entre todas las mujeres.

   Te saludo, exclama san Gregorio Taumaturgo, te saludo, templo de Dios vivo; parirás al que será la suprema alegría del Universo, y serás la gloria de las Vírgenes y la dicha da las madres.

   Llena de gracia: “Gratia plena”. Todas las ha recibido. Maria es la predilecta de Dios… La gracia ha bajado sobre ella como un rio inmenso...

   Esta es, dice S. Pedro Crisólogo, esta es la gracia que ha dado la gloria al Cielo un Dios a la tierra, fe a las naciones, muerte a los vivos, orden a la vida y regla a las costumbres.

   El ángel trajo esta gracia, continúa aquel gran Santo, y la Virgen la recibió, ella que debía dar la salvación a todos los siglos.

   Maria está llena de gracias, dice S. Agustín. Eva está purificada de su falta, y la maldición de Eva se convierte en bendición en María.

   El Señor está contigo: “Dominus tecum”. Estas palabras del ángel explican la plenitud de gracias con que estaba enriquecida María.

   Por esto dice S. Agustín al comentar estas palabras: El Señor, oh Maria, está con vos, está en vuestra alma, ha venido en auxilio vuestro, está en vuestro seno.

   ¿Qué extraño es, dice S. Bernardo, que María estuviera llena de gracia, estando Dios con ella? Lo que más bien debe admirarnos, añade aquel gran Doctor, es que el que había enviado el ángel fuese ya hallado presente por éste en Maria. Dios fué más ágil que el ángel, y se le adelantó. En verdad, Dios está con lodos los Santos; pero estaba especialmente con Maria, a la que se unió tan estrechamente que, no sólo dejó en ella su voluntad, sino su cuerpo, como si de su sustancia y de la de la Virgen formase un Cristo, que sin ser enteramente obra de Dios ni di; María, fuera a la par todo de Dios y todo de María, y no fuera dos hijos, sino un sólo hijo de uno y otra.

   San Bernardo enseña también que la Santísima Trinidad está con María. Dios el Hijo a quien cubrís con vuestra carne, exclama, no está sólo con vos, oh María; sino también Dios el Espíritu Santo por quien concebís, y Dios el Padre que ha engendrado al que concebís. Con vos está el Padre que ha hecho hijo vuestro a su Hijo; con Vos está el Hijo que cumple un admirable misterio de la Encarnación; y con Vos está el Espíritu Santo que, de acuerdo con el Padre y el Hijo, santifica vuestro seno virginal.

   Bendita eres entre todas las mujeres: “Benedicta tu in mulieribus”.

   María es verdaderamente bendita, dice S. Pedro Crisólogo: ella fué más elevada que el cielo, fué más poderosa que la tierra y más grande que el universo; pues ella sola ha abrigado en su seno al que el mundo entero no puede abrigar. Ha llevado al que lleva el mundo; ha engendrado a su Creador; ha alimentado al que alimenta todo lo que vive. En otro tiempo la bendición de los Patriarcas estribó en la fertilidad de la tierra. Ved ahí que a su vez nuestra tierra, el seno de María, da su divino fruto.

   Habiendo María oído al ángel, quedó turbada con sus palabras, y pensaba en si misma que salutación podía ser aquélla. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, has hallado gracia ante el Señor”.

   No temáis, oh María, dice S. Bernardo, ni os admire la llegada del ángel  Aquel que es más grande que el ángel viene también.

   No os admire la llegada del ángel, ¡con vos está el Señor del ángel! ¿Por qué no habéis de ver a un ángel, vos que vivís de una manera angélica? ¿Por qué no ha de visitar el ángel a la que imita su vida? La virginidad es la vida misma de los ángeles: los que permanezcan vírgenes, dice la Escritura, serán como ángeles de Dios. 



   Ved dijo el ángel a María, ved que concebiréis en vuestro seno, y pariréis a un Hijo a quien daréis el nombre de Jesús. Será grande y será llamado hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin. María contestó al ángel: ¿Cómo sucederá esto? porque no conozco a varón. (Luc. 1, 31-34). Y el ángel continuó: Bajará sobre vos el Espíritu Santo, y la virtud del Altísimo os cubrirá con su sombra. Por cuya razón, el santo fruto que de vos nacerá, ha de ser llamado hijo de Dios. (Luc. 1, 35).

   Por consiguiente la concepción de Jesucristo es santa.

   El Señor, dice S. Cirilo de Jerusalén, quiso nacer de una virgen, para indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu Santo, de la Iglesia, que también es virgen.

   Un Dios, dice S. Bernardo, no podía nacer sino de una virgen; y una virgen no podía concebir y parir más que a un Dios.

   Y la virtud del Altísimo os cubrirá con su sombra. (Luc. 1, 35). Es decir, según la explicación de S. Gregorio, el Verbo de Dios tomará en vos un cuerpo que será como la sombra de la Divinidad, y ésta quedará velada y oculta como una sombra. (Lib. XXX III. Moral., c. II).


   San Ambrosio entiende por la palabra sombra, la vida presente y moral que el Espíritu Santo dió a Jesucristo: ella es, en efecto, como la sombra de la verdadera vida de la eternidad. S. Ambrosio, S. Agustín. S. Hilario y muchos otros Padres, comentan estas palabras del Evangelio del modo siguiente: Como una sombra refrescante, la gracia del Espíritu Santo os defenderá, oh Virgen santa, del fuego de la concupiscencia carnal para que concibáis a Jesucristo bajo la sola impresión de un purísimo amor. El Espíritu Santo os cubrirá con su sombra, es decir, ocultará el secreto de los secretos, el misterio de los misterios que en vos se ha verificado, ¡oh María!

   Oigamos ahora a S. Bernardo: La maravillosa encarnación del Verbo era un misterio, y la Trinidad sola ha querido operarlo por sí misma en María sola, y con María sola. Sólo a la bienaventurada Virgen ha sido dado comprender lo que ella sola debía experimentar. ¿Por qué me preguntáis, le dijo el ángel, lo que pronto hallaréis en vos? Lo sabréis a ciencia cierta y lo sabréis con dicha infinita; pero lo sabréis por el que es autor del prodigio. Sólo he sido enviado para anunciaros vuestra concepción virginal y divina. (Serm. IV. Super Missus est).

   El fruto de la Virgen fue santo por la operación del Espíritu Santo y por su unión hipostática con el Verbo: fué hijo de Dios por naturaleza, al paso que nosotros lo somos sólo por gracia y por adopción...

   Y ved, continuó el ángel, que vuestra parienta Isabel ha concebido también en su vejez a un hijo; porque nada es imposible a Dios. (Luc. 1, 36 -37). El ángel confirma el milagro de la encarnación con otro milagro, a fin de que, como dice S. Bernardo, agregándose un milagro a otro milagro, fuera más intenso el regocijo y llegase a su colmo.

   Nada es imposible a Dios. En Dios, dice S. Bernardo, la palabra no es diferente de la intención: porque es la verdad; ni la acción de la palabra, porque es la omnipotencia, ni la manera del hecho, porque es la sabiduría.

   El ángel se detiene y se calla, aguardando respetuosamente la respuesta y el consentimiento de la Virgen. Adán, dice S. Bernardo, Abraham, David y todos los patriarcas y profetas, deseosos de la venida del Mesías y de la salvación de los hombres, aguardan aquel consentimiento. El universo entero, oh bienaventurada Virgen, lo espera prosternado a vuestros pies. (Serm. IV. Super Missus est). Y con muchísima razón, puesto que de vuestros labios ha de venir el consuelo de los desgraciados, la redención de los cautivos, la libertad de los hombres condenados, y finalmente la salvación do todos los hijos de Adán de todo el género humano.

   Dad, oh incomparable Virgen, dad pronto una respuesta afirmativa. (Serm, ejusd.). ¡Oh Señora mía, pronunciad la palabra que aguardan la tierra, los limbos y el cielo!  El Señor y el mismo Rey del universo desea vuestra respuesta y vuestro consentimiento, con tanto ardor como ha deseado gozar de vuestra hermosura; porque con este consentimiento quiere salvar al mundo.

   Cielos, limbos y tierra, alegraos, ¡María consiente! María dice: He aquí la criada del Señor; hágase según vuestra palabra. Fiat y en aquel momento dichoso y supremo se encarnó el Verbo: “Et Verbum caro factum est”. (Juan 1, 14). Dios se hace hombre, el hombre llega a ser Dios; el Cielo se baja, la tierra se eleva; Dios tiene una Madre, y una Virgen tiene por hijo a Dios. Los ángeles se admiran, la tierra se estremece y el infierno se espanta. ¡Todo se ha salvado!...



   Hágase según vuestra voluntad: “Fiat mihi secundum Verbum tuum”. (Luc. 1, 38). María llega a ser esposa de Dios y nuestra carne esposa del Verbo.

   Un ángel anuncia, dice S. Bernardo: la virtud de lo alto cubre a María, el Espíritu Santo obra, la Virgen cree, concibe, pare y permanece virgen.

   El ángel la dejó. El ángel se despidió después de haber terminado su misión y obtenido el consentimiento de María, y por consiguiente despues de la encarnación del Verbo. Se cree que al retirarse, el ángel Gabriel se prosternó a los pies de María, ya para venerar a la Madre de Dios, ya para adorar al Verbo divino encarnado en Ella. Por esto al pronunciar estas palabras: “Et Verbum caro factum est”, debemos inclinar la cabeza y doblar la rodilla...

   El milagro de la Encarnación encierra muchos milagros. El primero es que una virgen concibió permaneciendo virgen..., el segundo fue que el Espíritu Santo cubrió a María con su sombra, formó al punto en ella el cuerpo entero de Jesucristo, y colocó allí un alma perfecta…; el tercero es que el Verbo se unió de repente a aquella alma y a aquel cuerpo...; el cuarto es que se hizo hombre...; el quinto es que el hombre llegó a ser Dios...; el sexto es que en el mismo instante de la Encarnación el niño Jesús quedó lleno de sabiduría y de inteligencia...; el séptimo que fué concebido sin mancha original y lleno de gracia...; el octavo que el alma santa de Jesucristo, desde el momento de su creación, vio la esencia de Dios y se ofreció a Él para sufrir el suplicio del calvario y rescatar a los hombres...

   Eva, la primera virgen, fué formada del cuerpo del primer hombre virgen, y por el contrario Jesucristo, el primer hombre virgen, fué formado del cuerpo de la segunda virgen, la bienaventurada María.



TESOROS
de CORNELIO Á LÁPIDE.

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