Artículo basado en una charla dada por
el Padre Paul Kramer, B.Ph., S.T.B.,M.
Div., S.T.L. (Cand.)
La liturgia de la Iglesia conmemora la
dedicación de la Basílica Laterana,
la catedral del sucesor del Apóstol San
Pedro, y de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, donde está la tumba de
San Pedro, el primer Vicario de
Jesucristo. Estos monumentos son un recuerdo visible de la promesa de Nuestro Santísimo Señor dada
personalmente a San Pedro, que “las puertas de infierno” nunca prevalecerán contra la Iglesia. La Iglesia Católica, por lo tanto, es
infalible (es decir, no puede equivocarse), y por lo tanto, también es
indefectible, es decir, no puede nunca apartarse de las verdades divinamente
reveladas y transformarse en una falsa religión.
La Iglesia Católica será
perseguida
Como
católicos, nosotros profesamos nuestra Fe en que la Santa Iglesia Católica permanecerá
fiel hasta el fin de los tiempos, cuando Cristo venga nuevamente a juzgar a los
vivos y a los muertos.
La Iglesia, sin embargo, será empujada a la
clandestinidad por una violenta persecución. Una sangrienta persecución de la Iglesia ha
sido profetizada por el Mensaje de Fátima. Cuando esto tenga lugar, la Iglesia
Una, Santa, Católica y Apostólica será forzada a volver a las catacumbas de la
Cristiandad de la iglesia primitiva, como en los tiempos de las persecuciones
de la antigua Roma.
La Iglesia falsificada
Eso
será cuando parezca falsamente que la Iglesia ha apostatado, cuando la iglesia
falsificada – nominalmente católica pero en verdad
una falsa secta ecuménica de inspiración masónica – parezca ocupar el
lugar de la “antigua” Iglesia.
Ese
será el aspecto más espantoso del Gran Castigo: la aparente defunción del catolicismo
tradicional y su ‘reemplazo’ por la “nueva Iglesia Católica ecuménica”, una
monstruosidad pan-religiosa, pan-cristiana.
Esa es la ‘Gran Apostasía’ predecida en la Sagrada Escritura y en el Tercer Secreto de
Fátima. Eso ya está en proceso de
concretarse y de ocurrir – la “Casa de Dios” está
siendo profanada y violada por la herejía ‘cristiana’ y la idolatría pagana.
La profanación de la Iglesia de Dios es la gran abominación predecida en la
Sagrada Escritura.
Impresionante es el lugar
La
Consagración de una iglesia se conmemora en la liturgia con estas palabras,
“terribilis
est locus iste”, terrible es el lugar. En
el propio sentido de la palabra, el Templo
del Señor, Su Santuario, es un lugar tremendo, impresionante, donde uno es
inducido a comprender y experimentar el Temor
de Dios.
El 9
de noviembre es la Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, la iglesia del Salvador,
donde por siglos y siglos, ha sido la Iglesia Catedral del Romano Pontífice,
el Obispo de Roma, quien es el Papa de la Iglesia Universal. El 18 de noviembre es la Fiesta de la
dedicación de la Basílica Vaticana de San Pedro. Y así, conmemorando la
dedicación de esas antiguas iglesias, la liturgia de la Iglesia invoca esas
palabras “terríbilis
est locus iste”, terrible es el lugar, porque la Iglesia es, como nos dice la liturgia, “la Casa de Dios y la Puerta del Cielo”. La Sagrada Liturgia refleja la naturaleza
celestial y la santificación del Lugar Santo que es la “Casa de Dios y Puerta del Cielo”.
Por lo tanto, el lugar es sagrado, puesto
aparte, y por consiguiente cuando una iglesia está dedicada, está consagrada a
Dios: apartada de todo lo que es mundano, de todo
lo que es profano, de todo lo que es pagano, de todo lo que es falso, herético
o apóstata. En tiempos antiguos, durante la
Cristianización del Imperio Romano, los templos que habían sido construidos
para los falsos dioses, más que destruidos, fueron remodelados y hechos lugares
apropiados para morada de Dios. Santificados primero por estar exorcizados de sus
demonios, dedicados al servicio de Dios, y luego santificados por la misma
presencia de Jesucristo Nuestro Señor. El, quien es el Dios encarnado, baja en
el Santísimo Sacramento y confiere a los Lugares Santos la definitiva
santificación y glorificación de Dios.
La glorificación de Dios es uno de los temas
más prevalentes del Antiguo Testamento. Porque la gloria a Dios es para manifestar Su gloria y
santificar Su nombre sobre la tierra, para hacer participar a la raza humana en
Su santidad y en Su vida divina. Y así, Dios manifiesta Su Gloria, e impone la
santificación de todo lo que está apartado y hecho sagrado, dedicado al
servicio de Dios para la santificación de los hombres.
Todos los demonios deben
salir
Cuando
Dios toma posesión de Su santo Templo, todos los falsos dioses deben salir.
Cuando los
españoles llegaron a México, destruyeron los ídolos, y pusieron en su lugar la
imagen de la Santísima Virgen y del Niño Jesús. Los ídolos fueron todos
derribados y destruidos, y aparentemente por intervención divina, Cortés y sus
hombres quienes hicieron eso, resultaron indemnes contra una multitud
enfurecida de paganos e idólatras.
La
manifestación del poder de Dios a través de Sus instrumentos humanos ha tenido
lugar a lo largo de la historia de la Iglesia Católica y de la Cristianización
de las naciones. Esa fue la orden de Jesucristo a Sus Apóstoles. Poco antes de
ascender a los Cielos, Él dijo “id, pues; enseñad a
todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado”. “El que
creyere y fuere bautizado se salvará, más el que no creyere se condenará”. “Yo
estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo.” (Mt.
28:19-20; Mc. 16:15-16)
La Iglesia Católica es
indefectible
Con
esta promesa, Jesús dejó en claro que Su Iglesia sería indefectible. Que Su Iglesia permanecería fiel hasta el
fin del mundo. Dios no admitirá, no permitirá que Su Iglesia sea
totalmente subvertida y ocupada por el diablo, y sea transformada en la Iglesia
del Anticristo, de Satán, del diablo y sus ángeles, los falsos dioses de los
paganos.
Es por eso que nosotros
sabemos que el gran castigo del que Nuestra Señora de Fátima nos advirtió, está
muy cerca. Nosotros leemos en la
escritura, en los Salmos, que Dios no permitirá que el cetro caiga en manos de
los malvados, a menos que los justos tiendan sus manos a ellos. Dios no
permitirá que Sus elegidos caigan en la deslealtad y se transformen en
infieles.
Nuestro Señor dice que las almas han sido puestas en Sus
manos por Su Padre Celestial, y nadie las arrebatará de Su mano (Jn.
10:28-29). Así, Jesús promete que los elegidos permanecerán fieles,
sin importar que puedan tener la apariencia del resto de mundo cristiano.
La defección de naciones
enteras
La
defección de naciones enteras está profetizada en el Secreto de Fátima. El Tercer Secreto, la tercera parte de ese Secreto que Nuestra
Señora reveló el 13 de julio de 1917, permanece oculta porque aquellos que
tienen la custodia del Secreto son los mismos que son acusados por las palabras
de Nuestra Señora de Fátima.
Nosotros sabemos esto por ser el caso, que la porción del
Secreto que fue revelada en junio de 2000 fue un fraude, presentado
intencionalmente como todo el Tercer Secreto, porque el texto que fue revelado
no contiene las palabras de Nuestra Señora. El Tercer Secreto, como es bien sabido, comienza efectivamente con las
palabras de Nuestra Señora, “En Portugal se conservará siempre el dogma
de la Fe,” y luego el texto del Secreto continúa
con la misteriosa palabra, “etc.”
Esas son las palabras del Secreto confiadas
por Nuestra Señora a los niños de Fátima, “las palabras
de Nuestra Señora confiadas como un Secreto,” a las que hace referencia
el anuncio de prensa que hicieran desde el Vaticano en febrero de 1960, cuando
anunciaron que el Secreto tal vez nunca sería revelado, nunca sería publicado.
Ese, por supuesto, es su deseo, que nunca
sea publicado, porque las palabras de Nuestra
Señora confiadas a los tres niños
pastores, Lucía, Francisco y Jacinta, son una acusación de su infidelidad. El Cardenal Ciappi, quien fue el
teólogo papal, y que por eso conocía cual era el texto del Tercer Secreto, pero obligado por juramento de secreto, no podía
decir nada más, excepto que en el Tercer
Secreto de Fátima, “estaba profetizado,
entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzaría por la cima.”
Un día de campo para los
herejes
Eso
es algo que nosotros vemos ocurrir hoy ante nuestros propios ojos. Los herejes,
por ejemplo, están dando un rodeo y diciendo que no solo la Santísima Virgen no
permaneció virgen después del nacimiento de Jesús, sino que Su divino Hijo
Jesucristo, Nuestro Señor, vivió en estado o de matrimonio o de algo menos que
matrimonio. Algo no lo bastante legítimo como matrimonio, como si Él
hubiera vivido en estado de vida conyugal secreta.
Eso es, por supuesto, absolutamente absurdo, y no
necesita ser refutado en ese punto, porque cualquiera que tenga un sólido
conocimiento de la Escritura sabe muy bien que tal proposición no es solo
falsa, sino absolutamente ridícula.
Pero
la respuesta de la Conferencia de Obispos Americanos es la que encuentro
interesante. Eso es lo que debería ser alarmante para cualquiera, esa es una señal
que ellos han perdido su Fe. ¿Cuál fue su
respuesta? Fue algo totalmente evasivo, si yo pudiera parafrasear lo que
ellos dijeron muy claramente: “No parece haber
evidencia de uno u otro asunto en la Escritura”. Y allí es donde lo dejaron.
¿Sostener la verdad divinamente revelada? ¡De ninguna manera! Los obispos
norteamericanos son cobardes, en el mejor de los casos; e infieles, parecería
ser. Por si eso no fuera lo suficientemente malo, recordemos que no es de los
más altos niveles de la Iglesia de quienes estamos hablando, después de todo,
sino de los obispos americanos. El más alto nivel es el Papa en Roma y los
miembros de la Curia Romana, quienes han sido delegados para participar en el
ejercicio de la suprema autoridad del Papa.
La apostasía de los réprobos comienza
en el
Vaticano
El Secreto de Fátima nos
lo dice, Nuestra Señora nos lo dice, la Madre de Dios revela que la gran
apostasía en la Iglesia comenzará desde allí, desde el Vaticano. Nosotros
podemos conjeturar, y eso ha sido profetizado a lo largo de los siglos por los
santos, que eventualmente Roma sería ocupada por un Anti-papa, quien no tendría
absolutamente la Fe Católica, absolutamente hereje, a diferencia del actual
ocupante de la Sede de Pedro, quien en su corazón quiere preservar y salvar la
Iglesia, pero en su intelecto se comporta como si fuera el peor enemigo de la
Iglesia, al promover las mismas cosas que llevarán a la destrucción de la
Iglesia.
El Ecumenismo
y la libertad religiosa fueron proclamados por el Concilio Vaticano Segundo
como algo católico, como algo perteneciente debidamente a la Santa Iglesia
Católica. Sin
embargo muchos de esos mismos errores han sido condenados solemnemente por la
Iglesia, por los Papas de épocas anteriores. Esos errores fueron proclamados de
manera no solemne, no definitiva, como si el Papa Paulo VI en su tiempo, y los
obispos del mundo hubieran intentado proclamar esos errores en nombre de la Fe
Católica; ellos no hablaron infaliblemente en nombre de Cristo.
Y aunque ellos hubieran abusado de su oficio
de Magisterio, fue Nuestro Señor
Jesucristo quien instituyó el Magisterio docente de la Iglesia exclusivamente
para enseñar la verdad. Por lo tanto, nunca puede decirse que un obispo, un
concilio o incluso un Papa, ejerciendo su Magisterio – que es ejercer su oficio
docente – si enseña el error, que su pronunciamiento es de algún modo
perteneciente al Magisterio de la Iglesia. Eso puede compararse a cuando una
persona lee la Sagrada Escritura y encuentra un texto en la Biblia que él
comprende que significa algo, y acepta ese significado en verdad, o como él lo
piensa.
Pero la propia
sustancia de la Fe es la verdad revelada. Y si la persona comete un error en su
comprensión de la verdad revelada, sea en la Sagrada Escritura o en la Sagrada
Tradición, una mala interpretación, una doctrina errónea, no es creída por la
virtud de la fe porque es por la virtud teológica de la fe que nosotros estamos
unidos a Dios como la verdad primera. La propia sustancia de la Fe es la verdad
divina, y por consiguiente es imposible creer cualquier error en la Fe. Es el
error de la mente humana, del intelecto humano, no es un acto de Fe profesar un
error.
De la misma manera,
cuando un Papa o un obispo, ejerciendo su oficio de Magisterio, si enseña un
error, él ha errado en su intento de ejercer su oficio de Magisterio. Porque su
enseñanza no es el Magisterio de la Iglesia, su enseñanza es su propio error.
Los lamentables errores
actuales enseñados
desde la cima
Tal es el caso de las enseñanzas no
infalibles, desafortunadamente, y muy deplorablemente, incluso del Papa de hoy,
Juan Pablo II. Dos ejemplos asoman en mi mente: cuando el Papa estaba dando una
instrucción catequética el 11 de enero de 1989, él explicó el artículo del
Credo de los Apóstoles refiriéndose a Nuestro Señor Jesucristo: “Descendió a
los infiernos”. Su explicación de
ese artículo, “descendió
a los infiernos,” es precisamente
esa enseñanza que fue explícitamente condenada
por el Papa San Pío V, en el Catecismo del Concilio de Trento. Ese
catecismo explica que el artículo de Fe, “descendió a los infiernos” no
significa que fue enterrado en la tierra, como Juan Pablo II afirmó erróneamente,
porque el Credo ya profesa que fue crucificado, muerto y sepultado; y por lo
tanto, los Apóstoles no iban a repetir dos veces el mismo artículo. Lo que
significa ese artículo es que cuando Jesucristo, Nuestro Señor, murió en la
Cruz, mientras su cuerpo fue puesto en el sepulcro, Su alma fue al limbo de los
Santos Padres, el cual es designado por la palabra general “infierno”, no
el infierno de los condenados, sino el mundo de los muertos, que era algo
separado del Cielo. Porque hasta que
Jesucristo, Nuestro Señor abrió las puertas del Cielo, ninguna de las almas de
los difuntos pudo entrar en el Cielo, y ellas debieron mantenerse en ese limbo
que está referido en el Credo como el Infierno.
El
Catecismo del Concilio de Trento explica que mientras que el cuerpo de Cristo
Nuestro Señor estaba en el sepulcro, Su alma estaba en el Infierno. El 11 de enero de 1989, el Papa Juan Pablo II enseñó la herejía
que cuando Nuestro Señor murió en la Cruz, Su alma fue al Cielo, directamente
al Cielo. Eso es herejía, uno no puede profesar eso, sabiendo que es contrario
a la Fe Católica, y permanecer miembro de la Iglesia.
La única forma en que uno puede permanecer
miembro de la Iglesia es si uno es tan absolutamente ignorante de su Fe
Católica, que no sabe que él está enseñando herejía. Dejo a Dios
juzgar. Pero por mucho que nosotros pudiéramos juzgar, el Papa no conoce su
doctrina católica.
Entonces, él profesó la herejía de Pedro Abelardo, que
las almas en el limbo fueron tocadas por el poder de la gracia de Cristo. De esa manera, Cristo no descendió en Su alma, sino en Su poder, por el poder de Su
gracia. Esa
es la herejía condenada, la enseñanza anatematizada de Pedro Abelardo.
La
proposición enunciada por Juan Pablo II el 11 de enero de 1989, a saber, que
las palabras, “descendió a los infiernos” significan
que Jesucristo descendió a los infiernos, significan que fue sepultado en la
tierra: el Catecismo del Papa San
Pío V las declara no solo ser un error, sino una enseñanza perversa. Esa
es la enseñanza de un catecismo promulgado por el gran Papa San Pío V, que
afirma clara y autorizadamente que la proposición enunciada por Juan Pablo II no es falsa o errónea, sino es una enseñanza perversa.
Los pecados más graves contra
el Primer
Mandamiento de la Ley de Dios
La
reunión de oraciones que tuvo lugar en Asís es algo que merece la venganza
divina, aunque Dios, en Su divina misericordia, todavía es paciente. Pero El manifestó su ira en forma de un destructivo terremoto
poco después que el Papa se reunió con los paganos para rezar juntos a su Dios,
y ellos para rezar a sus dioses.
El
Primer Mandamiento dice: No tendrás dioses
extraños ante Mí, y
sin embargo el Papa invitó a los paganos a ir y a rezar a sus ídolos. Y el ídolo de Buda fue colocado sobre el tabernáculo, sobre
el altar consagrado, en Asís. La iglesia fue así profanada, por este acto de culto pagano, en
el lugar que había sido dedicado y consagrado a Dios para el servicio sagrado,
para el servicio divino, del eterno Sacrificio de la Santa Misa, cual es el único
acto de culto debido donde la divina Víctima es ofrecida a la Divinidad.
El
Papa invitó a todos los practicantes de las falsas religiones, dentro de las
sagradas premisas católicas, a practicar todos los absurdos y abominaciones del
misterio de Babilonia, en el Lugar Santo.
El Papa también declaró
en 1987, a una reunión judía en Mainz, Alemania, que el Antiguo Testamento no
ha sido revocado. “Nunca
revocado por Dios”, para usar sus propias palabras.
Otra vez el Papa habló herejía. Es enseñanza
definida de la Iglesia Católica, profesada solemnemente en el Concilio de
Florencia, que el Antiguo Testamento terminó con la venida de Jesucristo, y
comenzó el Nuevo Testamento.
Esa
es la enseñanza, después de todo, de los Apóstoles, de San Pablo, quien afirma
claramente bajo inspiración divina en la Escritura, que nosotros profesamos por
verdad divinamente revelada, que la Antigua Alianza llegó a su fin. Juan Pablo
II no dice eso, sino “nunca revocada por
Dios”.
Esa
no es solo la herejía personal de Juan Pablo II, sino que es promovida, aunque
cautamente, pero sin embargo vigorosamente, por el Vaticano, al que nosotros
podemos verdaderamente llamar hoy ‘Roma apóstata’.
Nuestra
Señora de La Salette dijo, “Roma perderá la Fe y será sede del Anticristo”. Las
naciones católicas que estuvieron sujeta a la ley de Dios y en las cuales la
Iglesia Católica fue legalmente establecida, llegaron a secularizarse, debido a
las presiones diplomáticas del Vaticano. Juan Pablo
II proclama la separación de la Iglesia y el Estado, y el Vaticano promueve
vigorosamente ese abominable error.
El
Papa San Pío X, por otra parte, condenó la Doctrina de Separación de la Iglesia y del
Estado y señaló que el error de la separación de la Iglesia y del Estado había
sido repetidamente condenado por los Papas, a tiempo y a destiempo.
La profanación de Fátima
En
nombre de la libertad religiosa, el Vaticano II enseña que todos tienen el derecho de
profesar abierta y públicamente su religión, de acuerdo a su conciencia,
cualquiera fuese esa religión, de acuerdo con esas enseñanzas condenadas y
abominables, la libertad de conciencia, la libertad religiosa y el ecumenismo,
ellos profanarían el lugar a donde fue Nuestra Señora, el que la Madre de Dios
santificó con Su presencia. Ellos profanarán ese santo lugar con paganismo. El
Vaticano tiene la intención de permitir que ese lugar se vuelva un ‘santuario’
diabólico del paganismo.
RITUAL HINDÚ EN EL SANTUARIO DE FÁTIMA. |
Ahora
ellos quieren hacerlo un ‘santuario’ –
o así ellos lo llaman, es una contradicción en los términos – para todas las religiones; donde todas las
religiones puedan unirse. Eso es precisamente de lo
que Nuestra Señora quiere salvar al mundo. Eso, después de todo, es la gran
apostasía profetizada en el Tercer Secreto de Fátima. Y ahora el Vaticano
permitiría la transformación de ese lugar santo en un santuario para la
apostasía.
El ejemplo de San Columbano
Cuan
diametralmente opuesto es su programa para el Evangelio de Jesucristo. Los santos fueron a cristianizar el mundo, y condenaron
la idolatría de los paganos. El Imperio Romano no fue cristianizado por
el diálogo, sino por la intrépida predicación del Evangelio de Jesucristo, y de
la audaz denuncia de la abominación del paganismo. Y luego, cuando se derrumbó
el Imperio Romano, y fue invadido por paganos bárbaros, otra vez más fueron los
santos quienes comprendieron la naturaleza de su llamado sacerdotal, y salieron de los monasterios y recristianizaron la Europa
descristianizada.
San
Columbano dejó Irlanda y viajó a través de Europa estableciendo monasterios, y
sus discípulos también establecieron monasterios. Y esos lugares se convirtieron en los
grandes centros católicos de Europa. Si los monjes no hubieran recorrido
Europa, llevando las Escrituras con ellos, el Imperio Romano hubiera sido
derrotado, y la Cristiandad, con ese imperio hubiera muerto.
Pero
la Divina Providencia, cuando todo estaba
siendo destruido por los bárbaros, a lo largo del antiguo imperio, todos los
tesoros de la cultura latina, de la literatura latina y del saber sacro, fueron
concentrados en Irlanda.
Y los monjes de Egipto, y de muchos de
aquellos lugares lejanos en el cercano Oriente, huyeron y se refugiaron en
Irlanda. Y desde allí los monjes salieron y recristianizaron Europa, la que
ahora había sido invadida por los bárbaros paganos. Ellos
no dialogaron con los adoradores de Thor, y otros falsos dioses, ellos
predicaron vigorosamente el Evangelio y alejaron a la gente de los errores de
su idolatría.
Los obispos de la Iglesia Romana permanecieron en la
comodidad de sus palacios con unos pocos funcionarios del antiguo Imperio, la
nobleza del Imperio que ya no existía en el Occidente. Ellos no se arriesgaron
para predicar a los paganos, a los bárbaros, ellos se contentaron con
permanecer en casa y vivir en la comodidad.
Los monjes comprendieron que era su deber como sacerdotes
de Jesucristo bautizar a las naciones; rescatarlas de la idolatría. San
Columbano fundó monasterios, él y sus monjes predicaron en todo lo que es hoy
Francia, Alemania y Austria, y llegaron hasta Kiev. ¿Qué recompensa recibieron? Fueron
convocados a presentarse ante el sínodo de obispos en el año 603, porque
aquellos que se llamaban a sí mismos los legítimos pastores no los habían
autorizado a hacerlo así.
Fue
como que él no fue incardinado en una de sus diócesis, no autorizado por ellos,
los obispos locales, y por consiguiente lo consideraron ilegítimo, irregular. San Columbano comprendió, sin embargo, que el sacerdocio
es un llamado divino. Los sacerdotes no sirven a voluntad del obispo, ellos
fueron enviados por Jesucristo.
El
sacerdote no puede simplemente permanecer en silencio porque el obispo dice
“yo no
quiero que usted predique más”. “¿Por qué no?” “Porque
usted no me gusta”.
El error de cualquiera debe
ser resistido
Si
el sacerdote está enseñando alguna herejía, entonces el obispo tiene la
autoridad para detenerlo. Pero si el obispo y la
alta jerarquía en Roma están promoviendo la herejía y el error y abominaciones,
luego el sacerdote, tiene aún más el deber de combatir el error. Como dice San Roberto Belarmino, “el Papa, si está atacando la Fe debe ser resistido: y el
instrumento divinamente señalado para resistir el error es la predicación del
Santo Evangelio”.
No
importa si el Papa está tratando maliciosamente de destruir la Fe, o si en su
ignorancia está haciéndolo inconscientemente. La Iglesia nos enseña que él debe ser
resistido si está creando un peligro para la Fe.
El
peligro para la Fe en tiempos de San Columbano fue el incumplimiento total por
parte de la gran mayoría de la jerarquía de obedecer la orden divina: “id, pues; enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. (Mt. 28:19) Casi todos los obispos parecieron pensar
que esa orden no se aplicaba a ellos.
Pero ellos eran los sucesores de los Apóstoles y tenían
ese deber, y ellos no lo estaban cumpliendo. Fueron los monjes celtas quienes tomaron las cosas seriamente, bajo el
liderazgo de santos como Columbano, y ellos iban a ser castigados por cumplir
su deber ante Dios, por obediencia al divino mandato.
Y
así, San Columbano no compareció a la convocatoria ordenada por la autoridad de
los obispos de la Iglesia Católica de presentarse y contestar a los cargos con
una carta, como relata Thomas Cahill:
“Columbano, quien no
puede ser molestado para tomar parte en tal parodia, envía un carta de gran
utilidad – una carta calculada para enviar a los obispos tras sus paredes bien
enyesadas:
‘A los santos señores y
padre – o mejor, hermanos – en Cristo, los obispos, sacerdotes y restantes
ordenes de la Santa Iglesia, yo, Columba el pecador, envío saludos en Cristo.
‘Doy gracias a mi Dios
porque por mi muchos hombres se han reunido para tratar la verdad de la Fe y
las buenas obras, y, como tal corresponde, para juzgar sobre los asuntos bajo
disputa con justo juicio, por juicios ajustados al discernimiento del bien y
del mal. ¡Podrían hacerlo más a menudo’.”
Y, por supuesto, él ignoró la convocatoria
y continuó la obra divina de la evangelización de los paganos.
Los errores de los altos
dignatarios de la Iglesia
al presente
La
Iglesia Conciliar ha reemplazado el proselitismo con el diálogo ecuménico –
ellos han rechazado la orden divina de “hacer discípulos en
todas las naciones”. (Mt. 28:19)
La
herejía de la Iglesia Conciliar es ver a todas las religiones como buenas, y
por lo tanto como verdaderas religiones, pero imperfectas y profesando errores.
La Fe Católica admite que hay solo una
verdadera Iglesia, una verdadera Fe y una verdadera religión. Todas
las otras religiones son falsas. Fuera de la
Iglesia solo hay herejes, infieles y paganos. La apostasía en la Iglesia, como
profetizó Nuestra Señora de Fátima, se alza ante nosotros en la abominación de
la mezcla de la sagrada religión de Cristo con la abominación del paganismo. La
apostasía es precisamente eso: el intento de unir
todas las religiones en una gran iglesia paganizada. Eso es lo que la Sagrada
Escritura llama la abominación, el misterio de Babilonia.
Esa clase
de iniquidad es la que está siendo promovida por el Vaticano, y por muchos de
los obispos; ellos van a transformar el santuario de Nuestra
Señora de Fátima en un santuario pagano. Ella, quien es más terrible que un
ejército formado para una batalla, cuyo Corazón Inmaculado triunfará, triunfará
sobre la iniquidad paganizada que la Roma apóstata tratará de erigir. Es
precisamente en el lugar donde Ella reveló el misterio de iniquidad en nuestros
tiempos donde ellos intentan promover las abominaciones de la iniquidad pagana.
Ellos convertirían ese
lugar santo en un santuario para el diablo, para los falsos dioses quienes,
como dice la Escritura, son demonios; el lugar donde todos los falsos dioses
recibirán culto junto con Jesucristo Nuestro Señor. “No tendrás dioses extraños ante mí”. Como
católicos, nosotros solo podemos ponernos de pie y denunciar eso como una
abominación herética, como un acto de apostasía. La
verdadera religión no puede ser practicada junto con las falsas religiones.
Nosotros debemos resistir
activamente la
apostasía
Los que promueven o
participan en tal abominación deben perder todo derecho moral a ejercer
cualquier autoridad contra aquellos que todavía tienen la Fe Católica; aquellos
que no se les unirán en la apostasía. Y aquellos de nosotros que lo comprendan,
sean sacerdotes o laicos, tienen el deber de resistir. Resistir a los pastores,
resistir a los obispos, y si es promovida por el Papa, resistir al mismo Papa,
porque a nosotros se ha mandado aferrarnos a la Fe Católica, inviolada e
íntegra: “íntegra e inviolada”, porque el Credo nos dice que a menos que perseveremos en
nuestra Fe, íntegra e incontaminada, pereceremos por la eternidad.
Especialmente a aquellos que son ministros
del Santo Evangelio, es su deber denunciar la abominación, condenarla
incondicionalmente y claramente. Porque, como sabemos por el Mensaje de Fátima,
la apostasía comenzará desde la cima, desde el Vaticano. Y eventualmente de un Antipapa que abiertamente
proclamará el misterio paganizado de Babilonia como la Iglesia Católica
falsificada. Será católica en nombre, pero será pagana en su misma
esencia.
La sangrienta persecución
justo a la vuelta de la
esquina
Nosotros vemos que esa transformación ya
está teniendo lugar. Y cuando cristalice, cuando tome su forma, tendrá lugar
entonces la sangrienta persecución, la exterminación en masa de los católicos.
Y se cumplirán las palabras de Nuestra Señora: “los buenos serán martirizados, el
Santo Padre (el verdadero Papa) tendrá mucho
que sufrir”. Nuestra Señora de Fátima dice, “Al fin Mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará
Rusia”.
Por ese acto de consagración, Rusia será
transformada de ser un instrumento de persecución en un instrumento para
sostener y salvar la Iglesia Católica y la Fe Católica de la iniquidad pagana
que ha socavado la Iglesia de Roma. La Ortodoxia Rusa, incluso hoy, rechaza
resueltamente cualquier diálogo con la Iglesia Romana, porque ellos ven que la
Iglesia Romana está siendo paganizada.
Ellos ni siquiera tolerarían un cambio menor
de lenguaje en su liturgia. Eso para ellos es anatema. Cuando
ellos ven la protestantización y la paganización de la Iglesia Romana, ellos
tiemblan.
Cuando el Papa consagre Rusia al Inmaculado
Corazón de María, cuando Rusia se vuelva católica, ellos serán verdaderamente
la Santa Rusia, una Rusia católica, tradicional, intransigente, enemiga
implacable de los errores del Vaticano II, que nos salvará de la iniquidad del
paganismo que amenaza ahogar lo que una vez fue llamado Cristiandad.
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