MADRE
DEL SALVADOR.
Pariet
Filium, et vocabis nomen ejus Jesum: ipse enim salvum faciet populum suum. (Matth.1).
Parirás
un hijo y le llamarás Jesús, porqué él mismo salvará a su pueblo.
CONSIDERACIÓN I.
Representémonos a la Virgen santísima rodeada de los instrumentos de la
pasión, para indicar al Salvador del mundo, a quien María engendró en el mundo,
según el texto: “parirás
un hijo, y le llamarás Jesús, porque él mismo salvará a su pueblo”. Por tanto, así
como Eva introdujo la muerte al mundo por el pecado, así María, como Madre del
Salvador le parió para el mundo la vida.
CONSIDERACIÓN II.
Esther en otro tiempo se llamaba salvadora, pero
solamente del pueblo judaico. Judith se gloriaba
igualmente de este título; pero salvó esta heroína a
sola la ciudad de Betulia; más la santísima Virgen
es Madre de aquel que salvó, no una ciudad o reino; sino al universo entero, lo
que ciertamente es más glorioso. Por tanto, si los judíos dieron grande honor
a su salvadora Ester; si los habitantes de la ciudad de Betulia manifestaron suma
gratitud a su libertadora Judith, mucho
mayor honor y gratitud merece María Madre del Salvador.
CONSIDERACIÓN III.
Los pastores al punto que les fue anunciado por el ángel el nacimiento
del Salvador, corrieron al establo de Belén, y allí, no solo adoraron al recién
nacido infante; mas también dieron grande honor a su Madre, y cuan justamente a
la verdad; porque María como que dió armas a Cristo su Hijo con las cuales venció
a la muerte y al diablo, y así nos redimió a los hombres. ¿Más cuáles son estas armas? Ninguna cosa se entiende por ellas qué el santísimo
Cuerpo de Cristo que fue formado de la purísima sangre de María, y padeció por
nosotros.
ORACIÓN
¡Oh
gloriosísima María Madre del Salvador! Yo Sé que
los padres y justos del antiguo testamento, esperaron ardientemente por muchos
siglo la venida del Mesías, clamando sin cesar: cielos, mandadnos el roció, y
las nubes lluevan al justo: mas no tenía efecto su clamor; pero tú, mujer
fortísima, por la virtud de la humildad bajaste al Mesías del cielo al suelo
para que el hombre subiera del suelo al cielo. Por esta tu virtud te ruego que
me alcances la salud; oh
¡María!
Madre
del Salvador, ruega por nosotros.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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