viernes, 26 de octubre de 2018

MATER SALVATÓRIS.




MADRE DEL SALVADOR.


Pariet Filium, et vocabis nomen ejus Jesum: ipse enim salvum faciet populum suum. (Matth.1).

Parirás un hijo y le llamarás Jesús, porqué él mismo salvará a su pueblo.


CONSIDERACIÓN I.


   Representémonos a la Virgen santísima rodeada de los instrumentos de la pasión, para indicar al Salvador del mundo, a quien María engendró en el mundo, según el texto: “parirás un hijo, y le llamarás Jesús, porque él mismo salvará a su pueblo”. Por tanto, así como Eva introdujo la muerte al mundo por el pecado, así María, como Madre del Salvador le parió para el mundo la vida.

CONSIDERACIÓN II.


   Esther en otro tiempo se llamaba salvadora, pero solamente del pueblo judaico. Judith se gloriaba igualmente de este título; pero salvó esta heroína a sola la ciudad de Betulia; más la santísima Virgen es Madre de aquel que salvó, no una ciudad o reino; sino al universo entero, lo que ciertamente es más glorioso. Por tanto, si los judíos dieron grande honor a su salvadora Ester; si los habitantes de la ciudad de Betulia manifestaron suma gratitud a su libertadora Judith, mucho mayor honor y gratitud merece María Madre del Salvador.


CONSIDERACIÓN III.


   Los pastores al punto que les fue anunciado por el ángel el nacimiento del Salvador, corrieron al establo de Belén, y allí, no solo adoraron al recién nacido infante; mas también dieron grande honor a su Madre, y cuan justamente a la verdad; porque María como que dió armas a Cristo su Hijo con las cuales venció a la muerte y al diablo, y así nos redimió a los hombres. ¿Más cuáles son estas armas? Ninguna cosa se entiende por ellas qué el santísimo Cuerpo de Cristo que fue formado de la purísima sangre de María, y padeció por nosotros.


ORACIÓN


¡Oh gloriosísima María Madre del Salvador! Yo Sé que los padres y justos del antiguo testamento, esperaron ardientemente por muchos siglo la venida del Mesías, clamando sin cesar: cielos, mandadnos el roció, y las nubes lluevan al justo: mas no tenía efecto su clamor; pero tú, mujer fortísima, por la virtud de la humildad bajaste al Mesías del cielo al suelo para que el hombre subiera del suelo al cielo. Por esta tu virtud te ruego que me alcances la salud; oh ¡María!

Madre del Salvador, ruega por nosotros.


P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).   

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