Las razones simbólicas o místicas...
Empezaré por una que siempre me ha encantado.
En un antiguo rezo que acostumbraban nuestros padres con el nombre de “Sábado mariano” se le decía a la Santísima Virgen: “Dios te salve,
Sábado del divino descanso” etc.
No sé si los que rezaban comprenderían el sentido de esta expresión. Es poco
comprensible, pues no es costumbre saludar a nadie diciéndole: Dios te salve, lunes,
o martes, o jueves. Pues bien; ya que sábado significa descanso, nada más bello que
llamar a María el descanso o el reposo de Dios. He acostumbrado en la predicación, desarrollar está
idea a los fieles de este modo. El pecado
cansa al Señor, le fatiga y aun le mata; por eso le dice la Iglesia en una
hermosa secuencia: “Buscándome, te cansaste;
en la cruz me rescataste; ¡Pena tal, no en vano gaste!» Pues como todos pecamos, todos
somos para Dios cansancio y fatiga. Aun los más grandes santos que evitaron los
pecados graves, los tuvieron leves, y sobre todo el original, cansancio y torre
pesada para el Señor: “Sobre mis espaldas fabricaron los pecadores”
(Salmo 128.)
¿No habrá un alma, una sola, que no le sea fatiga y cansancio? Sí la hay;
la Virgen María; sin la
culpa original concebida, y sin pecado actual ninguno, fue su único descanso, fue
su tranquilo reposo. ¿Cómo no consagrar el día del sábado, o descanso a la que
fue el Sábado del Señor?
—En verdad esa razón es muy hermosa, tomada de la
significación de la voz sábado.
Pues
no lo son menos, otras dos tomadas de sus prerrogativas. Escuchemos al Génesis:
“Completó Dios el día
séptimo, su obra que había hecho: y descansó el día séptimo de toda la obra que
había ejecutado. Y bendijo al día séptimo, y lo santificó, porque en él había
cesado de toda su obra que creo Dios para hacer.” (Génes.
Cap. II.) Por
estas palabras consta que desde el principio del mundo fue el sábado bendecido
y santificado por Dios, es decir, destinado para ser día festivo y de descanso,
en memoria del descanso de las obras de la creación.
El
sábado fue bendecido por Dios de un modo especial, que no lo fueron los otros días,
así la Virgen María fue bendecida por el Señor de
un modo especial que no lo fueron las otras criaturas. Por eso el
arcángel la saluda bendita entre las mujeres, y lo mismo dijo con gran voz
santa Isabel, y la Iglesia le canta diciéndole: “Hija bendita tú por el Señor pues por ti el fruto de la vida
comunicamos”. Y
David en espíritu, en un salmo, que se aplica admirablemente a la Virgen Santísima,
dice: “Señor tú has bendecido a
la tierra que es tuya, has apartado la cautividad de Jacob”, (Sal.
84.) La tierra del Señor es María Inmaculada,
que ni un solo instante fue del demonio por el pecado; apartó de esa tierra la
cautividad de Jacob, porque la libró del cautiverio del pecado original; y la
bendijo, porque la libró de las maldiciones en que incurrieron los hijos todos
de Adán. Ella
es pues bendita como el sábado fue bendito. Y por eso el sábado se le ha
dedicado. Segunda razón.
—¿De
qué modo fue el sábado, santificada?
La santidad
o santificación, de tres modos suele entenderse en la Sagrada Escritura: o por
la segregación y el apartar de una cosa para que pertenezca al culto divino exclusivamente;
o por una grande castidad y pureza; o por la santificación de las virtudes y
gracias y dones que hacen al alma acepta a los ojos de Dios. De estos tres
modos fue la Virgen María santificada:
1-
como segregada de todos los hombres por su
predestinación única y especial para ser Madre de Dios, por lo cual la llama la
Iglesia “Virgen singular”, o que en todo es
eminente sobre todos los hijos de Adán.
2-
fue santificada por la
castidad y la pureza, como que es la Virgen anunciada por Isaías; y la
Iglesia emplea todos los títulos en las letanías, para proclamar su pureza,
llamándola Virgen y Reina de las Vírgenes, Madre Purísima
y Castísima, Madre Intacta, Madre Inmaculada, etc.
3-
fue santificada con todos los dones, gracias y virtudes, por lo cual le dice la
Iglesia: “Muchas hijas amontonaron riquezas; pero
tú las has superado a todas juntas”. Así pues, fue ella santificada como
el sábado fue santificado; y por eso se le ha consagrado el día del sábado. Tercera razón.
—¿Qué
se podría notar en estas tres figuras tomadas del sábado?
Que así como Dios, porque descansó en el sábado, lo bendijo
y santificó, y juntamente esta bendición y santificación sirvieron
para hacerlo día suyo y consagrado a su culto; así también porque descansó en el seno virginal de María la bendijo y
santificó, pues como sol, a su entrada, todo lo transfiguró con sus rayos, y
eso significa cuando al decir en el Ave María: “bendita tú entre las mujeres”, se añade con Santa Isabel: “y bendito el fruto de tu vientre”,
sino porque toda la bendición de María, viene
de ser Madre de Jesús. Pero también la santificación de María desde el primer
instante de su Concepción fue para que llegase a ser el descanso del Señor en
la Encarnación; y por eso dice en una oración la Santa Iglesia, que “el Señor, cooperando el Espíritu Santo
preparó el cuerpo y el alma de la Bienaventurada Virgen para que se hiciese
digna habitación de su Hijo”, y en la colecta de la fiesta de la Inmaculada Concepción, dice las dos
cosas: que
por medio de su Concepción sin mancha ha preparado a su Hijo una digna morada;
y que por su redención prevista, la preservó de toda mancha. La santificó para
hacerla su descanso, y la hizo su descanso para más y más santificarla. Con razón,
pues, repetimos, el sábado le ha sido universal y perpetuamente consagrado.
—Nos
preguntamos… ¿Y no hay algún Santo Doctor que haya notado tan bellas
armonías?
Sí que lo
ha habido: San Pedro Damiano en uno de sus Opúsculos escribe:
“Puesto que sábado se interpreta descanso, porque Dios
descansó en ese día, como se lee en la Sagrada Escritura, muy convenientemente se
le dedica a la Virgen Santísima, porque ella fue la casa que para sí edificó la
divina Sabiduría; y el Señor, en el misterio de la Encarnación, por la que se
humilló hasta vestir nuestra naturaleza, tomó en ella su descanso como en un lecho
¡sacratísimo”. (Op.XXXÍII.)
Y en cuanto a
llamarla descanso de Dios, bellamente dice Ricardo de San Lorenzo:
“María es el
glorioso descanso del Señor que buscaba el Hijo de Dios en todas las cosas, pues
él es la Sabiduría que dice en la Escritura: en todas las cosas busqué el
descanso”, (Ecles. XXIV.) y vino a encontrarle, en la Santísima
Virgen, como ella misma también lo dice: “el que me crio, descansó en mi tabernáculo”, es decir
“el Hijo de Dios, por
quien fueron hechas todas las cosas, descansó, en cuanto Hombre en mi seno por
nueve meses”. (De Laud.Virg. lib. X.)
CATECISMO SABATINO-MARIANO
Presbítero Gabino Chávez-1893
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