viernes, 9 de noviembre de 2018

LA MIRADA Y EL LENGUAJE BONDADOSO DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA.




    Las emociones —el miedo, la alegría, la tristeza— están muy presentes en las apariciones de la Virgen María en Fátima. Las conversaciones entre María y los tres pastorcitos están impregnadas de estos aspectos muy humanos. Así la reina del cielo se inclina hacia Jacinta, Lucía y Francisco con la delicadeza de un corazón maternal. Su mirada es tan bondadosa como su lenguaje. La bondad se refleja en sus ojos y en sus palabras; brilla tanto como la luz, para dirigirse directamente al corazón de los tres niños. María crea así un clima de confianza con los pastorcitos: ahora la enseñanza puede desarrollarse, los alumnos sólo tienen que adherirse.




La mirada bondadosa
del Corazón Inmaculado:
la emoción reconocida y guiada



   Estamos en el 13 de mayo de 1917. Los pastorcitos deciden llevar a pastar su rebaño a Cova da Iría. Se encuentran allí divirtiéndose cuando ven un relámpago. Entonces deciden guardar su rebaño temiendo una tormenta. Otro relámpago los sorprende y sobre un roble verde, ven a una dama vestida de blanco. Los tres pastorcitos están acostumbrados a los ruidos del campo, al movimiento de los árboles, al soplo del viento; así que esto los sorprende no podían estar más que emocionados: “Nos quedamos quietos, dice Lucía, sorprendidos por esta aparición”. 

   Con su mirada bondadosa, María observa la sorpresa y adivina el miedo. En consecuencia sus primeras palabras se dirigen derecho a los corazones emocionados de los tres niños a fin de aplacar su temor. Entonces poniéndose al nivel de los pastorcitos, María va a evocar la emoción pasada, reconocerla, comprenderla y buscar dominarla: “No tengáis miedo, no voy a haceros daño”.

   María no podía sino adivinar el miedo y la angustia de los tres niños ante la manifestación de una visión y de una presencia sobrenatural. Dos mil años antes, ella también había vivido una sorpresa, un desconcierto en el día de la Anunciación. El Ángel Gabriel, adivinando su temor, le había dicho en esta ocasión: “No temas Maria”. La Virgen Maria conoce muy bien nuestra naturaleza humana. Ella también ha experimentado emociones: la alegría del pesebre, el miedo de saber que su hijo estaba perdido en el templo, la angustia de que no hubiera más vino en Caná, la inmensa tristeza al ver a su hijo sufrir y morir en la Cruz… ¡y tantas otras más! María ha conocido las emociones pero nunca se ha dejado invadir por ellas. Siempre las ha dominado y ordenado hacia el servicio de Dios. En Fátima, va a mostrar a los niños un camino, enseñándoles a ser dueños de los movimientos de su alma para no dejarse dominar por ellos.

   Así pues en la segunda aparición, cuando María anuncia a Jacinta y a Francisco que ellos van a ir pronto al cielo, Lucía siente una gran tristeza. Tristeza de ver que ella va quedarse sola sobre esta tierra, sin sus primos. Tristeza de no poder reunirse más pronto en el Cielo ya prometido dos veces por María. Desánimo y sufrimiento ante las dificultades futuras que ella adivina. Escuchémoslos: 

   “— ¿Voy a quedarme aquí sola?— pregunta Lucía.

   No, hija mía —responde María— ¿Sufres mucho? ¡No te desanimes, yo no te abandonaré jamás! Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.”

   Hay una gran lección en esta conversación. Lucía nos enseña que es posible y necesario contar a María nuestras penas, tristezas y sufrimientos. Como el Corazón de Jesús, “el Corazón de María está atento a la voz de vuestras súplicas” había dicho el Ángel en la primera aparición. Este Corazón es bondadoso, se entera, escucha y al comprender nuestra pena, tiene una respuesta para ayudarnos a sobrellevarla. María nos enseña pues que su Corazón Inmaculado está siempre para escucharnos y que siempre está con nosotros; no nos abandonará jamás y dentro de su Corazón podremos encontrar refugio. Ella nos enseña que nos mantendrá en el camino de Dios si tenemos la humildad de confesarle nuestros desalientos. La mejor manera de no dejarse invadir por nuestras emociones, es la de confiar humildemente nuestra alegrías, tristezas y temores al Corazón Inmaculado de María.







El lenguaje bondadoso
del Corazón Inmaculado:
la emoción expresada
y compartida



   Si María tiene una mirada bondadosa sobre sus niños, así también va a dirigirse a nosotros utilizando nuestro propio lenguaje: va a evocar su propia tristeza y la de Dios, su propia alegría y la de Dios. Para hacer entender las realidades celestes, para corresponder con sus alumnos, María no sólo emplea nuestras palabras sino también nuestras emociones. Yo me atrevo a decir que María va aún a provocarlas para empujar a los niños a la acción.

   Por naturaleza Dios es impasible, no tiene emociones y no siente ni tristeza, ni alegría, ni cólera. No podemos comprender esto. Y por lo tanto Él va mostrar a los niños su tristeza. En efecto, el 13 de mayo de 1917, la Santísima Virgen extiende los brazos al final de la aparición y deja entrever el reflejo de Dios, de Dios triste.

“Lo que impresionaba a Francisco y sobretodo lo absorbía, dirá Lucía, era Dios y la Santísima Trinidad, en esta luz inmensa que nos penetraba hasta lo más íntimo del alma. Nosotros estábamos allí, quemándonos en esta luz que es Dios, pero no éramos consumidos. ¿Cómo es Dios? ¡No podemos decirlo! Sí, verdaderamente, no podremos jamás decirlo. Pero da pena que esté tan triste ¡Si pudiese por lo menos consolarlo!”. María mostró a sus alumnos la tristeza de Dios; invadido por esta tristeza, Francisco no tenía más que una idea en la cabeza: consolar a Dios. Esta fue su vocación. “Francisco parecía pensar solamente en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora que le habían parecido tan tristes, dirá Lucía”. La bondad puede llevar a la compasión.

   Un día Jacinta pregunta a su hermano: “Francisco ¿Qué prefieres: consolar a Nuestro Señor o convertir a los pecadores para que haya menos almas que vayan al infierno?- Prefiero consolar a Nuestro Señor ¿No te has dado cuenta cómo Nuestra Señora se ha puesto triste cuando, en el último mes, nos ha dicho que no había que ofender más a Nuestro Señor porque ya está demasiado ofendido? Yo quisiera consolar a Nuestro Señor y también convertir a los pecadores para que no lo ofendan más.”

    Por otro lado María igualmente hace partícipes a los niños de la alegría de Dios. Esto sucede en la quinta aparición del 13 de septiembre de 1917. María ha acabado su enseñanza. Ya ha podido comprobar cuánto había sido escuchada: su enseñanza ha sido comprendida y puesta en práctica; ha podido medir cuánto han crecido los niños en el ejercicio de las virtudes de religión y caridad. Ella sabe la fecundidad de su obra sobre los pecadores ¿Cuántos pecados han sido ya reparados? ¿Cuántas almas han sido salvadas del infierno por las oraciones y los sacrificios de estos tres alumnos? ¿Cuántas gracias ya han caído sobre “los que no creen, no adoran, no esperan y no aman”? ¿Cuánta entrega en la misión confiada? ¿Cuánta generosidad en la devoción al Corazón Inmaculado? Ha llegado el tiempo de expresar la alegría de Dios: “Dios está satisfecho con vuestros sacrificios”, dirá Nuestra Señora a los tres niños. Esto es un gran aliento para estos tres pastorcitos. Ellos conocían a Dios triste y ahora conocen su alegría. La alegría de Dios que es una fuente de aliento para los pastorcitos. Por otro lado estos niños, contentos de saber que Dios está contento con ellos, no deben detenerse aquí y la Virgen se preocupa por comunicárselo: “llevad la cuerda solamente durante el día”. Dicho de otro modo: “Dios está contento pero debéis continuar con vuestros sacrificios de manera mesurada”. Las emociones, aunque positivas, deben ser igualmente dominadas.








Conclusión



   La bondad reina en Fátima. La naturalidad de los tres niños, la vivacidad de Jacinta, la tristeza del pequeño consolador de Dios, la madurez de Lucia, nos conmueven a todos. El Corazón de María es educador y maternal. Desciende hacia nuestra humanidad con nuestras palabras y emociones para elevarnos mejor a Dios. Ella nos toma de donde estamos para conducirnos “al trono del mismo Dios”.

   Ser alumno del Corazón Inmaculado no puede sino arrastrar nuestro entusiasmo ya que expande un calor radiante y comunicativo. Está lleno del fuego del Espíritu Santo: “Ah, si pudiera poner en todos los corazones el fuego que tengo en mi pecho, que me quema y que me hace amar tanto el Corazón de Jesús y el Corazón de María” —exclamaba Jacinta.








Estanislao Muel
Cruzado Francés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...