1. ° Respuesta de María.
— Represéntate
la escena y asiste a ella en espíritu todo lo más cerca posible..., el Ángel ha
terminado ya su embajada; ha cumplido su misión y guarda silencio..., espera la
respuesta de María.
— Mira al universo todo... al mismo Dios, en
este momento solemnísimo..., ¡qué espectáculo más emocionante!
—Acércate a María y suplícala que no retarde la respuesta..., dila
que todos los hijos, infelices hijos de Eva, que hemos nacido esclavos del pecado,
esperamos su palabra de redención y de gracia..., que el mundo todo y el mismo
Cielo, están en suspenso esperando su respuesta.
— Y,
efectivamente, el silencio se rompe... María va a hablar..., el Ángel tiembla
de emoción... María se ha postrado en tierra, y del fondo de su alma han brotado
estas sencillas y sublimes palabras: «He aquí la esclava del
Señor»...
Ahora es el Ángel el que se turba; con todo
su entendimiento angélico, no acierta a comprender tanta humildad, tanta
santidad.
— La Reina de todas
las Reinas, la Señora del Cielo y de la tierra, la bendita entre todas las
mujeres..., es una esclava..., y Ella lo reconoce, lo cree así, no se avergüenza,
no lo oculta.
— Ella misma, a
la faz de todo el mundo lo proclama, y parece tener gran empeño en que sepamos
que con toda su grandeza es siempre la esclava del Señor.
— Entra en el Corazón del mismo Dios, ¿qué sentiría Dios al ver esta conducta, al escuchar
estas palabras?...
Si a
los humildes y pobres de espíritu llena de sus bienes, ¿qué haría con aquella su esclavita?... Con
qué gusto la diría: ¿Tú te haces esclava?
Yo te hago Reina... y mandaría a todos los ángeles del Cielo
que la adorasen en aquel mismo instante como a tal.
— Haz tú lo mismo y adora tanta grandeza en tan profunda humildad.
2. ° Esclavitud verdadera.
— Más
no te detengas en esta esclavitud de palabras.
— Tú también has dicho a Dios palabras de ofrecimiento, de
entrega, de esclavitud a Él, pero, luego...
¿cómo
las has cumplido?
— Más
en María no es así..., dice lo que siente y obra como dice..., por eso añade «hágase en mí según tu palabra».
Medita mucho y saborea toda la significación
de esta palabra hágase que es la fórmula de la verdadera esclavitud.
— Soy esclava y por eso no tengo nada, ni puedo querer nada, fuera
de Dios.
— Todo ha de venir del Señor, nada de la esclava.
— Por
tanto, esa palabra supone una renuncia total, completa, perfecta, absoluta de su
ser... Ni voluntad, ni libertad, ni querer nada, sino sólo lo que Dios quiera y
disponga... ¡Qué
esclavitud!
Pero aún más, esa esclavitud no se ha de
detener ni aún ante el sacrificio por muy grande y doloroso que sea.
— María, en este paso, obra conscientemente, esto es,
dándose perfecta cuenta del paso que va a dar..., obra sin precipitación...,
piensa, discurre, objeta al ángel, pone sus razones y sus soluciones, etc...,
luego señal clara de que obra con todo conocimiento de causa; por tanto, conoce
ya desde ahora todo lo que ha de sufrir, si ha de ser Madre de Dios..., sabe
que la aguardan tormentos que la harán la reina de los mártires..., que será un
verdadero mar de amarguras, y, no obstante..., sabe que es esa la voluntad de
Dios y le basta.
— Hasta
que conoce claramente lo que Dios quiere, pone reparos, pero cuando ya sabe el
deseo de Dios, no tiene más que una palabra: Hágase.
— Recuerda
las palabras de Cristo en su Pasión, también dice «hágase tu voluntad y no la
mía». ¿No
es lo mismo que el «hágase» de la Virgen?... ¡Qué coincidencia entre
el Hijo y la Madre!
—Esta es la esclavitud, esta es la santidad, esta es la única
solución que puedes encontrar a tu amor propio.
— ¿Eres tú así?
— ¿También
tienes tú el hágase práctico, sobre todo cuando el amor propio se rebela? Pide a María que la imites en el cumplimiento de esta palabra.
“MEDITACIONES
SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.
ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.
No hay comentarios:
Publicar un comentario