Es este paso de la vida de la Santísima Virgen, uno de los más hermosos, donde resplandece, de modo admirable, la heroicidad de sus virtudes.
1. ° El recogimiento.
— Así mandaba la ley que las madres
estuvieran recogidas cuarenta días en sus casas antes de su purificación
legal...
¡Con qué gusto
cumpliría la Santísima Virgen esta parte de la ley!
— ¡Qué amor el suyo al recogimiento y a la oración, pero sobre
todo, ahora, que tenía consigo a su Hijo!...
¿Qué podía buscar y apetecer fuera de su casa, si
en ella lo tenía todo?... Piensa que algo
semejante debe ocurrir contigo...; trabaja por tener a Jesús en tu corazón, y
después que lo tengas, ¿qué más quieres...,
qué más deseas? Luego si algo apeteces, es
señal de que no tienes a Jesús, no sabes gozar de su presencia...
2. °La pureza.
—
Recuerda que María fue concebida sin mancha..., que
siempre fue pura y limpia más que el sol..., que nunca pudo manchar ni con la
más pequeña imperfección su belleza y hermosura inmaculada... y, sin embargo,
aquí aparece ¡purificándose!
—
¡Qué ejemplo para ti!... Ella, la que no tiene mancha, la que no tiene nada que
purificar, quiere purificarse.
— Esto
es, que ama tanto esta limpieza de corazón, que parece que aún no está
contenta, y desea, si pudiera ser, purificarse más y más. ¡Ah!, ¿amas así tú la
pureza santa?... ¿Con ese espíritu procuras frecuentar la santa confesión y los
demás medios que la Iglesia te pone para santificarte y limpiarte?... Y si Ella no está contenta de su pureza, y aún quisiera,
si pudiera ser más, ¿lo estás tú de la tuya?...
¿Lo estará María al verte a ti y mirar tu alma?..., ¿encontrará allí la
limpieza que Ella desea?...
Medita mucho en esto,
avergüénzate y pide a María este amor a tan delicada y preciosa virtud como es
la pureza, hasta llegar a apasionarte por su hermosura, como Ella lo estaba.
3. ° La obediencia.
— No
estaba obligada a esta ley.
—
Ella bien lo sabía.
— Toda
su concepción y parto milagroso, había sido obra del Espíritu Santo.
— Ella
había sido saludada como la «Bendita entre todas las
mujeres», y
de Sí misma había dicho «que la llamarían bienaventurada
todas las generaciones»
por las maravillas que en Ella obrara el Todopoderoso... y a pesar de toda esta
grandeza no se considera exceptuada de la Ley.
—
No quiere privilegios cuando se trata de obedecer... y obediente como una mujer
cualquiera..., como si en Ella no hubiera nada de extraordinario..., se somete
gustosa a la Ley común, y así..., pasados los cuarenta días, con toda presteza
se pone en camino hacia Jerusalén, para ser, con su Hijo, modelo de obediencia.
Mira cómo este ejemplo nos confunde…, qué diferencia de este
modo de obedecer de la Virgen al nuestro..., cuántas veces, sin razón, nos creemos
dispensados de obedecer y eso que la obediencia no nos exige ni humillaciones
ni sacrificios... como los que a María exigió en esta ocasión..., porque lo que
hace heroica esta obediencia de María, fue el sacrificio que la exigió tan
humillante como ahora veremos.
4. ° La humildad.
—
He aquí lo principal y lo incomprensible de este misterio.
—
María es en todo extraordinaria, pero por eso había
de ser extraordinaria su humildad.
Recuerda el amor
de María a su virginidad..., cómo ante el ángel del Señor, estuvo dispuesta a
dejar de ser Madre de Dios antes que dejar de ser virgen...; es para Ella la
ilusión más divina de toda su vida... y, sin embargo, ahora por la humildad,
llega a sacrificar hasta las apariencias de su virginidad... apareciendo como una
mujer manchada que necesita ser purificada.
— Parece
que por amor a la humildad, se despoja de todo, hasta de ese concepto y gloria
exterior de su virginidad... y se humilla hasta no aparecer ni Madre de Dios...,
ni Virgen..., sino una mujer inmunda... ¡Qué
admirable y sublime es esta virtud en María! ¡Qué obediencia más humillante
para Ella, y, sin embargo, con qué alegría obedece! ¡Con qué gusto se humilla!
Mírala bien, tanto más grande, cuanto más humilde.
— Contémplala
confundida con todas las demás mujeres y como una de tantas..., pero mira cómo
Dios no la confunde..., bien la distingue; es el
lirio de candor, pero a la vez la violeta escondida de la más sublime
humildad... ¡Qué gloria recibiría el Señor
con el ejercicio de estas virtudes! ¡Cuánto se gozaría en Ella!
Medita profundamente...,
compárate con Ella..., pon a sus plantas tu soberbia..., tu orgullo..., tu amor
propio..., trabaja por imitarla.
5. ° Su pobreza.
—
No puede llevar la ofrenda de un corderillo que llevaban todas, y únicamente
para las más pobres se permitía llevaran dos palomitas...; la pobreza siempre
es humillante, pero mucho más cuando aparece delante de los demás.
—
María no se avergüenza de ser pobre y de que la tengan por tal, y la desprecien
como se desprecia a los pobres... ¡Qué dichosas se
hubieran considerado aquellas palomitas si hubieran podido comprender para lo que
valían!... ¡Para ser la ofrenda del sacrificio de María!
Ofrécete tú a María como ofrenda de su sacrificio.
—
Dila que quieres consagrarte a Ella..., pero para
que tu sacrificio valga algo, ha de ser imitándola a Ella, siendo como Ella.
—
Dedícate a copiar estas virtudes en tu corazón, y
especialmente las que más te cuestan..., las más humillantes..., las más
sacrificadas.
—
Ejercítate mucho en ellas.
“MEDITACIONES
SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.
ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.
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