Jacob engendró a
José, esposo de María de la que nació Jesús conocido por Cristo (Mateo, 1,16). El Evangelio no dice: José engendró a Jesús, como dijo de los antepasados del
Mesías: Abraham engendró Isaac; Isaac, engendró a Jacob, etc. El
Evangelio no dice tampoco: María engendró a Jesús,
aunque esto es verdad; sino que dice textualmente; María de la que ha nacido
Jesús. Este lenguaje nos indica:
1—“que Jesús nació de María, no por virtud
natural, sino por virtud sobrenatural, por el poder y la obra del Espíritu
Santo”;
2—“que Jesús no ha sido engendrado por José,
sino que nació solamente de su Madre, y por consiguiente de una Virgen”;
3—“que la Encarnación se ha verificado por
medio del Espirita Santo, que es la causa principal. María fue la causa
secundaría, activamente por el consentimiento que dio al ángel, pasivamente
dando su sangre para ser materia del cuerpo de Jesucristo”.
“Bendita eres
entre todas las mujeres”, dijo el ángel a María; (Luc. 1, 28). Las mismas palabras han sido
pronunciadas respecto de Jael, que mató a Sisara, y respecto de Judith, que acabó
con Olofernes; pero se aplican a María de una
manera mucho más verdadera y perfecta......
“Bendita eres entre todas las mujeres”. El
ángel saluda de este modo a María para manifestar que hay en ella cuanto de más
perfecto existe y se alaba en los tres estados de una mujer, es decir: en la virgen, en la casada y en la viuda.
Eres, oh Virgen santa, aquella mujer dichosa de quien había hablado
setecientos años antes el profeta Isaías lleno de inspiración y sorpresa:
He
aquí que una virgen concebirá y parirá un Hijo”. Y aquel hijo tendrá por nombre
Emanuel”. (Is. 7, 14). “Será grande, y le llamarán hijo del
Altísimo; reinará eternamente en la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin”. (Luc. 1, 32-33).
Oigamos a la Virgen sin mancha, dice S. Gregorio de Niza: El
ángel le anuncia que será madre; pero ella se abraza a su virginidad, y la prefiere
a todos los demás títulos.
María es la primera que ofreció a Dios el don incomparable de su
virginidad. Y no consintió a ser madre sino después de haberle prometido el
ángel, de parte de Dios, que concebiría por obra del Espíritu Santo. Sólo
entonces dijo: “He aquí
la sirvienta del Señor, hágase según vuestra palabra. (Luc. 1, 38).
María, dice S. Agustín, era esposa de un hombre justo, que se había unido a ella;
no para arrebatarle su virginidad, sino más bien para custodiarla. S. José conocía
el voto que María había hecho antes de casarse, y consintió en que lo
observase. María no se casó sino con la condición formal de que había de
permanecer virgen y guardar su voto.
La prueba incontestable de que José respetó el voto de María, es que
tuvo el proyecto de abandonarla cuando, no conociendo aun el misterio de la
Encarnación se apercibió de su preñez. Fue menester
que el ángel lo desengañase. (Mt. 1, 19-25).
San José vivió y murió virgen. Por esto le
representan con un lirio en la mano, flor que es el emblema de la virginidad.
La virginidad de María, dice S.
Bernardo es superior a la pureza de los ángeles. (Serm. De Nativ.).
Era conveniente, dice S. Anselmo, que la bienaventurada Virgen brillase con una pureza sin
igual, puesto que Dios Padre quería darle por hijo a su único Hijo, que había
engendrado semejante a Él, y que amaba como a sí mismo. (De Concept. Virg., c. XVIII).
¿Quién hubiera podido, dice S. Pedro
Crisólogo, herir el pudor y la virginidad do María,
habiéndose unido la Divinidad a aquella Virgen amada, habiendo sido un ángel el
intérprete de Dios ante ella, y siendo así que la fe presidió a aquella unión,
la castidad la vio llevarse a cabo, la virtud fue su dote, la conciencia su
lazo, y Dios el autor, y la virginidad concibió y parió, y la madre y la esposa
permaneció virgen?
Yo estoy representada por la esposa de los cantares, dice María; soy la flor de los campos y la azucena de los valles.
María dice la Sabiduría, nació de la virtud de Dios; es una pura emanación de la
gloria del Omnipotente; por eso no tiene mancha alguna. (Sab. 7, 25)
¡Oh milagros, oh
prodigios! exclama S. Agustín. Las leyes de la naturaleza se han cambiado; un Dios se
hace hombre; una virgen concibe, permaneciendo virgen; la palabra de Dios basta
para hacer madre a aquella que no conoce varón; y aquella madre, virgen y madre
a la vez, pare permaneciendo intacta y sin macha: una virgen tiene un hijo, y
aunque virgen, es fecunda.
El Señor promete, por medio de Isaías, un prodigio al rey Acbaz; este prodigio es que una virgen ha de concebir y parir a
un hijo
María, dice un poeta en los cánticos
de Iglesia, tiene los goces de una madre y el honor
de la virginidad; no ha conocido igual en el pasado, ni verá otro en el futuro.
San Crisóstomo, S. Basilio, S. Prudencio. S. Bernardo y después Canisío.
enseñan que con su virginidad angélica del alma y cuerpo la bienaventurada
Virgen merecía ser madre do Dios.
He aquí que concebirá la Virgen. (Is. 7, 14). He
aquí. ¡Acercaos, patriarca y profetas, judíos y naciones del universo; escuchad,
¡mirad y admiraos! He aquí un nuevo prodigio: la más grande maravilla de que
hayan sido testigos los siglos, la obra maestra de la mano de Dios: Una virgen
concebirá y parirá. (Jerem. 31, 22).
Esta virgen que es Hija, Esposa y Madre de
Dios, es también reina de los ángeles.
El cuerpo de la Virgen es el Cielo de Dios, dice
S. Ambrosio.
Habiéndose Eva dejado corromper, dice
S. Fulgencio, indujo a error al primer hombre;
María, que permaneció virgen y sin mancha, concibió al segundo hombre. La maldad
del demonio corrompió el alma de la esposa de Adán, ya seducida, la gracia de
Dios conservó perfectamente en la pureza el alma y el cuerpo de la Madre del
nuevo Adán.
¡Oh
nacimiento, único que se verificó sin dolor, que fue el sólo puro y sin pecado,
y que consagró el seno virginal como un templo! exclama
S. Bernardo. (Serm. I. in Vigil. Nativ.).
TESOROS
de CORNELIO Á LÁPIDE.
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