martes, 17 de noviembre de 2020

ROSARIO MES DE NOVIEMBRE. DÍA 17.


 

DEL 8 DE NOVIEMBRE AL 8 DE DICIEMBRE: MES DE MARÍA INMACULADA.

 

 

¡¡¡SI A LAS DOS VIDA!!!

 

MES DE NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO.

 

 

SANTOS DE HOY: SANTA GERTRUDIS LA MAGNA, VIRGEN. (+ 1292). —17 de noviembre.

 

Nació en Eisleben, en la alta Sajonia. A los cinco años de su edad ingresó en el monasterio benedictino de Rodalsdonf, siendo elegida abadesa el año de 1251, a los treinta de su edad. Su intenso amor a Jesucristo la hizo muy devota de la santísima Virgen María, su Madre, como también del gloriosa San Juan Evangelista, su discípulo predilecto, de los cuales recibió Gertrudis singulares favores, que dejó consignados la Santa Virgen en sus admirables escritos. En su libro de las Divinas insinuaciones poseemos un retrato de su alma pura y santa, siendo esta obra una de las más útiles y hermosas producciones con que una mujer haya enriquecido a la Iglesia para fomentar la piedad. Fué devotísima de las almas benditas del Purgatorio, sacando multitude de ellas con el socorro de sus oraciones. Asistida de su celestial Esposo Jesús, de su santísima Madre, de San Juan Evangelista y de los espíritus angélicos, murió Gertrudis el día 17 de Noviembre de 1292.

 




—Y en otras partes se hace la fiesta y la conmemoración de otros muchos santos Mártires, Confesores y santas Vírgenes.

 

 

 

HERMANOS: Voy a proponeros un misterio: todos hemos de resucitar; mas no todos seremos mudados. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta, porque sonará la trompeta y los muertos resucitaran incorruptibles, y entonces nosotros seremos renovados. Porque es menester que este cuerpo corruptible se revista de incorruptibilidad y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad. Pues, cuando este cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. Pero demos gracias a Dios, que nos dio la victoria por Nuestro Señor Jesucristo.

 

Rezaremos pidiendo, este mes de noviembre, en reparación a las cinco especies de ofensas que se profieren a nuestra Madre Santísima y que son:

 

1—Blasfemias contra la Inmaculada Concepción.

 

2—Blasfemias contra su virginidad.

 

3—Blasfemias contra su maternidad divina, rechazando al mismo tiempo reconocerla como Madre de los hombres.

 

4—Blasfemias de aquellos que buscan públicamente sembrar en los corazones de los niños la indiferencia o el menosprecio, o hasta el odio hacia esta Madre Inmaculada.

 

5—Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en sus santas imágenes.

 

 

ORACIÓN:

 

A Ti, oh Dios, se deben himnos en Sión, y se te ofrecerán votos en Jerusalén: escucha mi oración, a Ti vendrá a parar toda carne.

 

Las intenciones y pedidos de este mes de noviembre en nuestro rezo del Santo Rosario en este grupo a nuestra Madre Santísima, será muy especialmente ante que nada por las Benditas Almas del Purgatorio, sobre todo por la más olvidada. También pedimos:

 

—Por la curación de nuestro cuerpo, pero en forma especial por la de nuestras

almas.

—Por las vocaciones Sacerdotales y religiosas.

—Por los buenos sacerdotes.

—Por un año más de vida de mi hijo Matías, para que la Virgen lo ilumine en su andar.

—Pedimos se quiten toda imagen que atente contra nuestra Madre Santísima en todos los lugares en que se la coloquen.

—Por mis hijas y yerno, por sus estudios para que todo termine en un buen año.

—Por mi nieta que no pudo estar en este mundo, María Agustina, que también ella se encuentre muy cerca de nuestra Madre.

—Por el alma de mi madre Ana Josefa, y de mi padre que ambos estén cerca de nuestro Padre celestial.

—Por la salud de mi suegra y mis hermanas.

—Por la mía y la de mi esposo.

—Por mis cuñados y mis sobrinos.

—Por muchas familias católicas.

—Por los católicos perseguidos en el mundo por defender nuestra FE.

—Por las familias y los matrimonios.

—Por todos los grupos que tenemos y por sus miembros.

—Por el hermano país de Venezuela, Chile, Colombia, Ecuador, por todos sus habitantes.

—Por nuestra Argentina y sus gobernantes.

—Rezamos por la persona de su Santidad Francisco I.

—Por el alma del Padre Carlitos, Dios y María Santísima lo tengan en su gloria.

—Ponemos en nuestros rezos las intenciones de todas las personas que nos piden humildemente se rece por ellos, ya nuestra Madre Santísima lo sabe.

 

 

 

—Hacemos nuestras intenciones personales a María …

 

 

ORACIÓN:

 

Oh Dios, Hacedor y Redentor de todos los fieles: concede la remisión de todos sus pecados a las almas de tus siervos y siervas, para que, por nuestras piadosas suplicas, consigan el perdón que siempre desearon,

 

 


 

—REZAMOS HOY LOS …

 

 

MISTERIOS DOLOROSOS

 

1. La Agonía de Nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní. Fruto: La contrición por nuestros pecados.

 

2. La Flagelación de Jesús atado en la columna. Fruto: La mortificación del cuerpo y el espíritu de penitencia.

3. La Coronación de espinas. Fruto: La mortificación del orgullo y del amor propio.

4. Jesús lleva la cruz a cuestas. Fruto: La paciencia en las dificultades.

5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor. Fruto: El don de uno mismo para la obra de la Redención.

 

 

ORACIÓN FINAL:

Oh Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libra a las almas de todos los fieles difuntos de las penas del infierno y del profundo lago; líbralas de la boca del león, para que no las trague el abismo, ni caigan en las tinieblas, sino que el abanderado de los Ángeles, San Miguel, las conduzca a la luz santa.

 

 

Dales, Señor, el descanso eterno, y la luz perpetua los alumbre. La memoria del justo será eterna: no temerá oír nada que lo aflija.

 

 




ORACIÓN A MARÍA INMACULADA.

 

¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena Madre!, nosotros venimos a ofreceros con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones deseosos de seros agradables y a solicitar de vuestra bondad, un nuevo ardor en vuestro santo servicio.

 

   Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe, sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro.

 

   Que confunda a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.

 

 

 

 

 

—VIRGEN DE FÁTIMA…………………Ruega por nosotros y bendice nuestra familia.

 

—MARÍA INMACULADA…………………Ruega por nosotros y bendice nuestra familia.

 

—SANTOS Y SANTAS……………………Rueguen e intercedan por nosotros.

 

—SAN BENITO……………Ruega por nosotros y protege a nuestra familia.

 

—SAN MIGUEL ARCÁNGEL……………Protégenos siempre.

 

—SANTA MARÍA MAGDALENA…………. Ruega e intercede por nosotros.

 

—VIRGEN DE LOURDES………………Ruega por nosotros y bendice nuestra familia.

 

 

—SEÑOR, danos sacerdotes.

 

—SEÑOR, danos santos sacerdotes.

 

—SEÑOR, danos muchos santos sacerdotes.

 

—SEÑOR, danos muchas santas vocaciones religiosas.

 

—SAN PÍO X, ruega por nosotros.


martes, 10 de noviembre de 2020

MES DE MARÍA INMACULADA: DÍA TERCERO.


 

10 de noviembre

 

 

CONSAGRADO A HONRAR LA NATIVIDAD DE MARÍA.

 

 

Rezar la Oración inicial para todos los días 



   ¡Oh María! durante el bello Mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro nombre y alabanza. Vuestro santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos.

 

   Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestra frente con guirnaldas y coronas. Mas ¡oh María! no os dais por satisfecha con estos homenajes: hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes.

 

   Sí; los lirios que Vos nos pedís son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos pues, durante el curso de este Mes consagrado a vuestra gloria ¡oh Virgen santa! en conservar nuestras almas puras y sin mancha y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

 

   La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos: nos amaremos, pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia, cuya madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este Mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que os es tan querida; y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados.

 

   ¡Oh María! haced producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.

 



 

CONSIDERACIÓN

 

 

   En una modesta estancia de la ciudad de Nazaret vivían olvidados del mundo dos ancianos esposos: Joaquín, descendiente de la familia de David y Ana, vástago ilustre de la familia de Aarón. Ambos eran justos en la presencia de Dios y observaban su ley con un corazón puro. Sin embargo, faltaba a su vida una gran bendición; eran ancianos ya, y el cielo les había negado el consuelo de la paternidad. Ningún hijo que endulzase las amarguras de la decrepitud crecía en su solitario hogar. Esto turbaba la paz de sus tranquilos días y les arrancaba copiosas lágrimas, porque la esterilidad era un oprobio en Israel. Para obtener la gracia de la fecundidad, ellos se habían obligado en voto a consagrar a Dios el primer fruto de su unión, si se dignaba bendecirla.

 

   Después de veinte años de fervorosas plegarias, se presenta un ángel a Joaquín y le dice: “Tus oblaciones han sido agradables al Señor y tus oraciones y las de tu esposa han sido oídas. Ana dará a luz una hija, a la cual pondrás el nombre de MARÍA; ella pertenecerá al Señor desde su infancia, y será perpetuamente virgen.”

 

 

   Eran los primeros días del sexto mes del año 734 de la fundación de Roma. Mil demostraciones de alegría se hacían notar dentro de la antes desierta y silenciosa casa de Joaquín. Ana acababa de dar a luz a una hija más hermosa que la azucena del valle y más pura que las primeras luces del alba.

 



 

   Sólo algunos parientes y amigos rodeaban su cuna uniéndose al gozo de los felices padres. El mundo no estaba allí, sólo se ostentaba el dulce gozo de la familia, que bendecía la mano bienhechora que hacía nacer la felicidad en un hogar tanto tiempo habitado por el dolor.

 

 

   Pero si este acontecimiento se realiza ignorado del mundo, en cambio los ángeles lo celebran en el cielo con cánticos de júbilo, y el infierno se estremece, presintiendo su próxima derrota. Acababa de nacer la Reina de los ángeles y la mujer destinada a quebrantar la cabeza de la serpiente. Se levantaba sobre el oscuro horizonte del mundo la bella aurora que anunciaba la venida del Sol de justicia. Pero, aquella que en el teatro mismo de la muerte y del pecado, se levantó como una promesa de vida y de salvación, apareció en el mundo cercada de pobres y humildes apariencias.

 

 

   María se regocijaba de este olvido y se gozaba en su oscuridad. Nacida para Dios, nada le importaba la estimación del mundo. Deseosa sólo de dar gloria a Dios, despreciaba la efímera gloría y los vanos honores de los hombres.

 

 

   ¡Qué elocuente lección para nosotros, que tan prendados vivamos de los falsos honores y pasajera gloria del mundo! Riquezas, honores, renombre, estimación, he aquí lo que ansiosamente buscamos, sin parar un momento la atención en la nada y vanidad que envuelven. Las arcas repletas de oro, si nos prestan comodidades temporales, están muy lejos de darnos la verdadera felicidad, que consiste en la paz del alma y en la tranquilidad de la conciencia; antes bien su posesión no nos satisface, el cuidado de conservarlas nos turba, su adquisición nos impone duros sacrificios y su pérdida nos desespera. Muchas veces el rico que sobrenada en riquezas es más desgraciado que el pobre labriego que vive bajo un techo de paja, que come un pan escaso y reposa de sus fatigas en desabrigado lecho. Si Dios se digna concedernos las riquezas, no encerremos nuestro corazón en las arcas que las guarda, y no busquemos en su posesión el bien supremo de la vida. Si no somos pobres en el efecto, seámoslo en el afecto.

 



 

 

EJEMPLO

 

 

María consoladora de los afligidos.

 

 

   Uno de los más insignes devotos de María, de los que en el seno de la Iglesia se han distinguido más por su fervor en honrarla, ha sido San Francisco de Sales, honra y lumbrera del episcopado católico. Cuando este ilustre Santo era todavía estudiante en París quiso Dios aquilatar su virtud, permitiendo que fuera tentado en orden a su predestinación.

 



 

   El espíritu de las tinieblas le sugirió la idea de que era inútil cuanto hacía por adelantar en los caminos de la santificación, porque estaba irremisiblemente condenado.

 

 

   Se comprende fácilmente cuán horribles serían las angustias del santo joven, estando en la persuasión de que él, que tanto amaba a Dios, se hallaría en la necesidad de odiarlo, maldecirlo y blasfemarlo, por toda una eternidad en el infierno. Esta consideración, que para cualquier alma que tiene fe, bastaría para convertir la vida en un infierno anticipado, era para Francisco un martirio más cruel que las torturas de los mártires. Aquella idea, clavada día y noche en su mente, alejaba el sueño de sus ojos y le hacía olvidar el alimento y el reposo no permitiéndole hacer otra cosa que llorar. Pálido, triste, agitado, se arrastraba como un espectro por las calles de París sin rumbo fijo y abismado en profunda meditación.

 

 

   Agobiado bajo el paseo de esta enorme montaña y buscando en todas partes un consuelo que no hallaba en ninguna, penetró un día en el templo de San Esteban para ir a postrarse a los pies de la Santísima Virgen, su protectora, su refugio y su madre. Allí, deshecho en un río de lágrimas, levantó hacia ella sus ojos cansados de llorar, y, con todo el amor que ardía en su corazón, le dijo; “Si es tanta mi desdicha que he de condenarme y estar en la desgracia de Dios después de mi muerte, a lo menos concédeme el consuelo de poderlo amar durante toda mi vida.”

 

 

   Y tomando en su mano una tablilla que estaba colgada al lado del altar y en la cual se hallaba escrita la bella oración de San Bernardo, Acordaos, oh piadosísima Virgen María, la reza con un fervor que conmovió, sin duda, las entrañas maternales de la que con tanta razón es llamada Consoladora de los afligidos. Y a fin de interesar más y más su protección hizo allí voto de perpetua virginidad y la promesa de rezarle todos los días de su vida una tercera parte del Rosario.

 

   Tan tierno, tan puro y tan probado amor merecía ciertamente una recompensa digna de tanta fidelidad. tomando en dulcísima paz los tormentos que martirizaban aquel corazón tan desinteresado en amar como constante de sufrir. Como el navegante que, tras de larga y tormentosa noche, ve amanecer un día sereno en un mar de calma, así sintió Francisco que tras de dos meses de crueles padecimientos, renacía el sosiego del alma y se disipaban al soplo del cielo aquellos negros temores que, a no estar precipitado por la gracia, lo habrían precipitado en el abismo de la desesperación. El que momentos antes creía que su destino habría de ser odiar a Dios eternamente en el infierno, tuvo la dulce certidumbre que lo amaría y bendeciría eternamente en el cielo. Cierto que esta gracia le había sido alcanzada por la intercesión de María a quien acababa de invocar en el extremo de su aflicción, redobló su amor y su confianza hacia tan bondadosa Madre; y fiel a sus promesas, la amó y honró toda su vida con la ternura del hijo más amante.

 


 

   En medio de las aflicciones y adversidades que siembran el camino de la vida busquemos en el regazo de María, siempre abierto para los desgraciados, consuelo y amparo.

 

 

 

JACULATORIA

 

¡Oh amable Reina del Cielo!

Se en la desgracia mi aliento

y en la aflicción mi consuelo.

 

 

ORACIÓN

 

 

   Llenos nuestros corazones del más puro regocijo, venimos ¡oh tierna y hermosa Niña!, a presentarte nuestros homenajes de amor al pie de la pobre cuna en que dulcemente te dormías durante las bellas horas de tu infancia. Si el mundo te desconoció y si los hombres no vieron en ti sino a una pobre hija de Adán, porque no eran de púrpura tus pañales ni fue tu cuna recamada de oro, nosotros te saludamos como a la aurora de bendición que anuncia la salida del sol de justicia. Entre las modestas apariencias que te cercan, vemos en ti a la corredentora del linaje humano y a la Madre del Salvador del mundo.

 

 

   Tú viniste a la tierra para ser la consoladora de los afligidos, el amparo de los débiles y el sagrado asilo de los desventurados. Tú naciste para ser un puerto de salvación para los infelices náufragos de la vida, un escudo de protección contra las asechanzas del infierno y una estrella cuya luz apacible guía los pasos de los peregrinos de este valle oscuro y desolado; por eso tu nacimiento es para nosotros un motivo del más ardiente júbilo, Él ha glorificado a la Trinidad, ha regocijado a los ángeles y ha hecho temblar al infierno.

 

 

   Dígnate ¡oh María! nacer nuevamente en nuestros corazones por el amor y hacer brotar en nuestras almas las convicciones que abriga la tuya cuando naciste al mundo. Inspíranos un santo desprecio por los honores, riquezas y vanos placeres de la tierra para que, ardiendo sólo en las llamas del amor divino, no busquemos ni otros tesoros que los del cielo. Amén.

 

 

 —Rezar la oración final para todos los días:

 

 




 

Oración final para todos los días

 

 

 

  ¡Oh María!, Madre de Jesús, nuestro Salvador, y nuestra buena Madre nosotros venirnos a ofreceros con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros corazones, deseosos de seros agradables, y a Solicitar de vuestra bondad un nuevo ardor en vuestro santo servicio.

 

   Dignaos presentarnos a vuestro divino Hijo; que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud; que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia él y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro.

 

   Que confunda a los enemigos de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.

 


 

 

 

PRÁCTICAS ESPIRITUALES

 

 

1—Desprenderse de algún objeto que sea ocasión de vanidad, a lo menos dejar de usarlo este día.

 

 

2—Rezar devotamente las letanías de la Santísima Virgen, para honrarla en su gloriosa Natividad.

 

 

3—Dar una limosna a los pobres.

 

 

 

Presbítero Vergara Antúnez

 


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