viernes, 20 de julio de 2018

MATER INTEMERÁTA.



MADRE INCORRUPTA.


Posedit me in initio. Prov. 8.
Me poseyó desde el principio.


Portae inferí non prevalebunt adversus eam.
Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.


CONSIDERACION I.


Imaginémonos cuatro monstruos infernales como vencidos y postrados a los pies de la Virgen Santísima, y a un león teniendo el estandarte de la Cruz. De verdad que por dichos monstruos se diseñan cuatro victorias que María alcanzo de sus enemigos, por la asistencia del león de la Tribu de Judá. María dice de sí; “el Señor me poseyó desde el principio”: por cuyas palabras se indica, que en el principio o al punto de su concepción inmaculada, quebrantó la cabeza de la serpiente infernal;  ¡he aquí la primera victoria!
Además de esto María siempre conservó inviolada su virginidad, antes del parto, en el parto, y despues del parto: pregunto ¿no son estas otras tres victorias?


CONSIDERACION II.


Mas aunque esta verdad sea muy congruente a la escritura y a la razón, no obstante alguna herética pluma se ha atrevido a escribir que María Santísima despues de Cristo, todavía tuvo muchos hijos siendo el padre San José: pero ¡o temerario aserto! Di hombre embusterísimo, ¿cuál era el nombre de estos hijos? ¿Cuál su patria? ¿En dónde habitaron? ¿Cuantos fueron? ¿De qué modo murieron? y ¿en dónde están sepultados? Di, ¿Por qué encomendó Jesucristo en la cruz  a María a Juan, y no más bien a sus hijos?


MEDITACION III.


Dirás acaso, que Cristo cuando resucitó de entre los muertos, dijo: “id, y anunciad esto a mis hermanos”: luego es verdad que Jesucristo tuvo muchos hermanos. A esto se responde: que unos son hermanos por naturaleza, como Abel y Caín: otros se dicen hermanos por ser de una misma nación: y así San Pablo llamaba hermanos a todos los judíos: finalmente, otros se dicen hermanos por el afecto y mutua caridad; y por esta llamaba Jesucristo de hermanos a sus Apóstoles.


ORACIÓN.


¡Oh María Madre incorrupta! que en pureza, virtud y gracia en gran manera excedes y aventajas a todos los ángeles y santos; pero no menos padeces gravísimas injurias y detracciones por tus enemigos. Yo en gran manera me duelo contigo, y te ruego también me des poder contra estos mismos enemigos para que defienda siempre tu honor, predique sin cesar tus alabanzas y de día en día aumente tu gloria. ¡Oh María!

Madre incorrupta, ruega por nosotros.


P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).   

lunes, 16 de julio de 2018

LA CORONACIÓN PONTIFICIA DE LA VIRGEN DE ITATÍ.




Fue el suceso más notable y apoteótico desde los tiempos de los festejos del III Centenario de la Fundación de Corrientes en 1888, y no tendría continuidad con otro suceso de su jerarquía hasta la Consagración de Monseñor Luís María Niella como Primer Obispo de Corrientes en 1911.




El 16 de julio de 1900, en las puertas del Santuario de la Santísima Cruz de los Milagros de Corrientes, la Imagen Taumaturga de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí, traída en barco desde su trono en una marcha cargada de hondo sentimiento, fue solemnemente coronada por el Obispo de Paraná Monseñor Rosendo de la Lastra y Gorillo, ante los Obispos del país, de Paraguay y Uruguay. El Presidente de la República, Gral. Julio Argentino Roca, de puño y letra, envió una misiva; asistieron o enviaron representaciones mandatarios provinciales. Apadrinó el acto el Gobernador de Corrientes y fue Madrina Da. Josefina Hardoy de Gallino, Presidenta de la Comisión Central de Damas.

La corona impuesta sobre las sienes de la Imagen de la Virgen, había sido concebida por Forment Maurice como una exquisita joya al estilo de las coronas imperiales del Renacimiento, en oro, con incrustaciones, en sus engarces, de amatistas y topacios de gran tamaño, y dibujos afiligranados de artística expresión.




Al momento solemne de la Coronación, ante una multitud que llenaba el atrio del Santuario, la plaza adyacente y la manzana siguiente, sonaron cañonazos en el puerto de la ciudad, bombas de estruendo, se soltaron palomas y repicaron jubilosamente todas las campanas de las Iglesias de la ciudad de Corrientes, en el preciso momento en que el Obispo de la Lastra y Gordillo, a nombre de S.S. León XIII, colocaba sobre las sientes de la Virgen, la corona ante el llanto incontenible de la muchedumbre emocionada asistente al acto. Después sobrevinieron los festejos que siguieron por varios días y no concluyeron sino hasta el retorno final de la Imagen de la Virgen a su trono del Santuario de Itatí, terminando así el suceso más notable y conmovedor de una época.



HISTORIA DE LA ADVOCACIÓN DE LA VIRGEN DEL CARMEN




El día 16 de julio es la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, advocación muy popular de la Virgen, por ser la Patrona de una de las más insignes Órdenes religiosas, y por habernos dado el Santo Escapulario, que es una de las devociones marianas más queridas del pueblo fiel.


1º Historia de la Orden del Carmen.


La Orden del Carmen y la advocación de Nuestra Señora del Carmen, según antiguas tradiciones, se remonta al profeta Elías, que vivió en el siglo IX a.C. Este profeta vivía en el monte Carmelo, situado en Palestina, en un promontorio que entra en el mar Mediterráneo, y es famoso por dos acontecimientos de la vida del profeta Elías:

La victoria contra los sacerdotes idólatras de Baal, en tiempo del impío rey Acab (860-852 a.C.), a los que el profeta hizo matar después de castigar a Israel con una sequía de tres años y medio.
La visión de la nubecilla misteriosa que trajo la lluvia: después de matar a los sacerdotes de Baal, Elías volvió a abrir el cielo que antes había cerrado; y fue entonces cuando vio venir del mar una nube misteriosa, muy pequeña al principio, pero que fue creciendo progresivamente, hasta traer una lluvia abundantísima; y por revelación divina supo Elías que esta nube era una figura de la futura Madre del Mesías.

San Antonio María Claret enseña que más tarde, por divina inspiración, Elías se retiró al monte Carmelo con sus discípulos para venerar allí a la futura Madre de Dios. Su sucesor Eliseo siguió morando allí, recogiendo a toda una compañía de santos personajes, llamados «hijos de los profetas», a los que prescribió ciertas reglas de abstinencia, ayunos, oraciones y otros ejercicios de piedad, que los distinguían del común de los judíos. Ellos formaron lo que podríamos llamar la «Orden del Carmelo», que se perpetuó hasta la venida del Señor, tanto como lo permitió la dominación de los reyes de Babilonia, Siria, Persia y Egipto.

«Cuando el día de Pentecostés los Apóstoles, inspirados por el Espíritu Santo, hablaban diversas lenguas y hacían multitud de prodigios por la sola invocación del nombre de Jesús, muchos hombres que, según la tradición, habían seguido los ejemplos de los santos profetas Elías y Eliseo, y que habían sido preparados a la venida del Mesías por la predicación de San Juan Bautista, convencidos de la verdad de la doctrina apostólica, abrazaron la fe evangélica y empezaron a honrar con ternura filial a la Santísima Virgen, de cuya presencia y conversación pudieron gozar mientras Ella estuvo en vida; y fueron los primeros que elevaron una capilla a la Madre de Dios, en el mismo lugar del Monte Carmelo donde el profeta Elías había visto elevarse en otro tiempo una brillante nube en el cielo, figura de esta augusta Virgen. Reuníanse varias veces al día en la nueva capilla, y allí honraban con toda suerte de oraciones, cánticos y piadosos ejercicios a la Santísima Virgen como a la soberana protectora de su Orden, por lo que empezaron a llamarse “hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”; y los Sumos Pontífices no sólo confirmaron dicho título, sino que concedieron particulares indulgencias a los que honrasen con este nombre a la Orden o a sus miembros» (Breviario Romano, lecciones de la fiesta del 16 de julio).

En la foto los profetas Elías, Eliseo y Juan Bautista encabezando la lista de los santos carmelitas 


Así, pues, los religiosos provenientes de Elías se convirtieron a la fe a partir de Pentecostés, conocieron a la Madre de Dios, a quien ya antes habían consagrado su vida, y empezaron a llevar una vida religiosa totalmente consagrada a la Santísima Virgen.


Esta Orden no tardó en ser muy floreciente, pues ya a fines del siglo I el Monte Carmelo se encuentra poblado de monjes y llama la atención de los mismos paganos; y en el año 400 el número de religiosos aumentó considerablemente, por haberse retirado multitud de monjes a Palestina, al Monte Carmelo, donde abrazaron fervorosamente los ejercicios de la vida religiosa, unos en comunidad, otros en lugares solitarios. Los fieles que acudían al Monte Carmelo visitaban asiduamente la capilla en honor de la Virgen, asistían a los ejercicios de los religiosos y rendían en común sus cultos a la Reina del Cielo; de ahí nació la Cofradía de Nuestra Señora del Monte Carmelo, que debió ya existir a principios del siglo IX, puesto que el Papa León IV le concedió indulgencias en el año 847. Esta Cofradía fue, por lo tanto, la más antigua y la más favorecida de Dios, de la Virgen María y de la Santa Sede.


Los religiosos del Carmen, célebres desde hacía siglos en Palestina, vinieron al Occidente antes de las Cruzadas, para escapar a la persecución sarracena, y se establecieron en Italia, Francia e Inglaterra, pero no fueron bastante conocidos en Europa hasta que San Luis, que había visto en Palestina su vida angelical, los trajo a Francia al volver de su primera Cruzada.


Los buenos religiosos gozaban en paz del glorioso título de Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo, que los Sumos Pontífices habían confirmado, y se extendía su Orden en Europa, cuando arreció una dura persecución contra ella por parte de algunos hombres influyentes que quisieron suprimirla; tan furiosa fue la persecución, que el Papa Honorio III (1216-1227), vacilando, decidió suprimirla. Entonces se le apareció en sueños la Santísima Virgen y le manifestó que tenía a dicha Orden bajo su especial protección, y que de ningún modo cediese a las instancias de sus adversarios, antes bien la honrara y favoreciera, y confirmara su regla, su título y sus privilegios. Y para mostrarle la verdad de sus mandatos, dijo a Honorio III que esa misma noche dos de sus íntimos consejeros, los mayores adversarios de su Orden, encargados de preparar el Breve de disolución, morirían durante el sueño de manera imprevista. Efectivamente, cuando el Papa despertó, le notificaron la muerte de sus dos consejeros. El Papa mandó entonces reunir el Sacro Colegio de Cardenales, refirió la aparición de la Santísima Virgen y sus deseos, y aprobó la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, dándole una Regla por medio de una Bula especial (30 de enero de 1226).



2º Historia del Santo Escapulario.


Como a pesar de todo no cesó la persecución contra la Orden Carmelita, decidió la Santísima Virgen conceder un nuevo privilegio a sus queridos Hermanos, con que la Orden quedara de nuevo enaltecida: fue el Santo Escapulario. El 16 de julio de 1251 se apareció a San Simón Stock, carmelita inglés y General de los Carmelitas de Occidente, para entregarle la insignia del Santo Escapulario con las siguientes palabras:


«Recibe, hijo mío amadísimo, este escapulario de tu orden, como el signo distintivo de mi Cofradía y la señal del privilegio que he obtenido para ti y para todos los carmelitas: quien muera revestido de él no padecerá el fuego eterno. He aquí el signo de salvación, salvaguardia en los peligros, y la prenda de una paz y de una protección especial hasta el fin de los siglos».



San Simón envió al punto una circular a todos los conventos de la Orden, en que les notificaba la buena nueva. Cuando el pueblo fiel conoció el privilegio concedido por la Virgen a esta su Orden, el nombre de sus devotos se multiplicó considerablemente, desapareció de repente la feroz persecución que se le hacía, y la Orden del Carmen pudo prosperar en Occidente, en todos los países.

Sesenta años más tarde, en 1314, la Santísima Virgen se apareció de nuevo al Papa Juan XXII diciéndole estas consoladoras palabras:


«Quiero que anuncies que a todos los que por devoción entraren en mi Cofradía del Carmen y llevaren puesto mi Escapulario..., Yo, como Madre de misericordia, por medio de mis oraciones, méritos y protección especial, les concederé que sean libres de sus penas en el Purgatorio el sábado inmediato a su muerte, trasladándolos de allí a la eterna bienaventuranza».


Juan XXII promulgó este favor en la Bula llamada «sabatina»; y desde entonces los Papas que le sucedieron, como Alejandro V, Clemente VII, Pablo III, San Pío V y Gregorio XIII no dejaron de añadir nuevas indulgencias al Escapulario del Carmen.




Dos son, pues, los principales privilegios que la Virgen nos obtiene por el porte devoto del Santo Escapulario:
—el primero es la salvación eterna;
—el segundo es la liberación del Purgatorio el sábado siguiente a la muerte.
Para ganar dichos privilegios, la Santísima Virgen pidió varias condiciones, que podemos resumir a cuatro:

1º recibir la imposición del Escapulario de un sacerdote con poder para imponerlo, y llevarlo siempre puesto devotamente, esto es, como expresión de la devoción a Nuestra Señora (esta primera condición es la única requerida para ganar el primer privilegio; para ganar el segundo se requieren otras tres);
 guardar castidad según el propio estado de vida;
3º rezar diariamente el Oficio Parvo, para los que saben leer, el cual suele conmutarse ya habitualmente por el rezo diario del Santo Rosario;
4º para los que no saben leer, observar ayuno y abstinencia todos los miércoles, viernes y sábados del año.


3º Espíritu de la devoción a Nuestra Señora del Carmen.


Pero hay más.

El Escapulario ha de conducir al fiel a una tierna devoción a la Santísima Virgen, asimilándose el espíritu de la Cofradía del Carmen, que es unirse a los religiosos y religiosas del Carmen, en la profesión particular que hacen de honrar a la Madre de Dios, esto es, a la más pura de las Vírgenes, a la más gloriosa de todas las Madres; en una palabra, a lo que hay de más grande después de Dios, según la frase de San Bernardo: «Sobre ti, sólo Dios; por debajo de ti, todo lo que no sea Dios».



Los cofrades, en señal de su devoción a esta gloriosa Virgen, se revisten de su hábito, para profesar por medio de él el culto que quieren dar a Nuestra Señora.
De este modo enarbolan las señales de su dependencia, la librea de su Soberana; anuncian públicamente que pertenecen a María, y que no sólo quieren honrarla y respetarla, sino ser protegidos por ella, y vivir bajo su manto.


Conclusión.


La devoción a la Santísima Virgen ha sido siempre considerada en la Iglesia como señal infalible de predestinación: «Un siervo de María no perecerá jamás». Y la fiesta de Nuestra Señora del Carmen confirma este sentir. En efecto, Nuestra Señora promete a sus devotos, en este caso a través del porte devoto del Santo Escapulario, la gracia de la perseverancia final. Lo mismo sucede con otras prácticas marianas, tales como el rezo diario del Santo Rosario, y la comunión reparadora de los primeros sábados de mes:

«Prometo asistir en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de su alma, a todos los que el primer sábado, durante cinco meses, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando sobre los misterios del Rosario, con espíritu de reparación».


Al aferrarnos, pues, al Santo Escapulario, no nos aferramos a una simple tela de lana, a modo de amuleto, sino a la promesa de Nuestra Señora del Carmen, que ha prometido salvar a los que lo lleven devotamente; esto es, a quienes lo lleven como señal externa de su devoción interior hacia la Santísima Virgen, de la confianza depositada en su protección, y de una vida santa, como conviene a un devoto hijo de María Inmaculada. 



HOJITAS DE FE.
Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora.
Moreno, Pcia. de Buenos Aires

NOVENA DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL CARMEN






Por la señal…

Acto de contrición: Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma, y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confió me has de perdonar mis culpas y dar tu gracia y perseverancia en ella y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso  mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la Santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en esta Novena pido, si ha de ser  para mayor  honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo, me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: 

Rezar tres Avemaría.


Rezar a continuación la oración del día que corresponda. 




DÍA PRIMERO.



ORACIÓN.
                 ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta, vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve Reina y Madre de Misericordia… 


Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.



ORACIÓN FINAL



Virgen Santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu Santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu Divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte, ahora y por toda la eternidad. Así sea.  





DÍA SEGUNDO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber cómo debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversión sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia… 

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.  





DÍA TERCERO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde Él habite siempre amado, adorado y alabado por mí, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno. Asa, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.



                  

DÍA CUARTO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires, como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscripto en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.




DÍA QUINTO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta era tu voluntad y la de tu divino Hijo, la repentina muerte de dos que especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.




DÍA SEXTO


¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para señalar a los Carmelitas por especiales hijos tuyos, los enriqueciste con la singular prenda del santo escapulario, vinculando en él tantas gracias y favores para con los que devotamente lo visten y cumpliendo con sus obligaciones, procuran vivir de manera que imitando tus virtudes, muestran que son tus hijos. Te ruego, Señora, me alcances la gracia de vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario, a fin de que merezca lograr los frutos de esta hermosa devoción. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. 




DÍA SÉPTIMO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre tu especial asistencia para conseguirlo. Así, Señora, te lo suplico humildemente diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. 





DÍA OCTAVO


¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para que con los que devotamente visten tu santo escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

 Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. 







DÍA NOVENO



¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que extendiendo tu amor hacia los Carmelitas, aun después de la muerte, como piadosísima Madre de los que visten tu santo escapulario consuelas sus almas, cuando están en el purgatorio, y con tus ruegos consigues salgan cuanto antes de aquellas penas, para ir a gozar de Dios, nuestro Señor, en la gloria. Te ruego, Señora. Me alcances de su divina Majestad cumpla yo con las obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario, de modo que logre este singularísimo favor. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia…

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. 








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