miércoles, 29 de agosto de 2018

DEL SÁBADO: CONSAGRADO A LA VIRGEN MARÍA




¿Cuáles son las razones porque el día del sábado ha sido consagrado a la Madre de Dios?


     Quiero hablar detenidamente de esas razones o motivos, y los divido en dos grupos: uno que llamaré motivos literales, y otro, motivos simbólicos o místicos:

      El primero y profundísimo, es la inspiración del Espíritu Santo. Pues que la Iglesia por medio de los Apóstoles así lo instituyó, como la Iglesia está gobernada por el Espíritu Santo, claro es que con su inspiración procedió en ello, y por consiguiente, que aun cuando no halláramos otro motivo, ese sería bastante para inspirarnos grande veneración y respeto.

     La segunda razón, (después de la divina ordenación,) es la que muchos doctores dan con San Bernardo, y la diremos con sus propias palabras: “María, la única bendita entre las mujeres, fue también la única que permaneció constante en la fe, en aquel tristísimo sábado que siguió a la pasión del Señor, por lo cual muy convenientemente la Iglesia toda acostumbró celebrar en el curso del año entero, el día del sábado, en honor y alabanza de la Virgen María”.



     Pero pregunto: ¿qué razón hay de celebrar sus dolores más bien que sus gozos?


     Hoy todo se venera y solemniza; pero en los primeros tiempos de la Iglesia, no se celebraban más santos que los mártires, y pues esos dolores formaron como el martirio de Nuestra Señora, por eso se consagró un día á celebrarlos. Mártir la llaman San Bernardo, San Buenaventura, San Gerónimo, San Bernardino de Sena, y otros Doctores.

Y otros santos ¿confirman esta razón de San Bernardo? Escuchémosle: Santo Tomás: “Guardamos el sábado en veneración de la gloriosa Virgen en la cual en tal día permaneció toda la fe”.  (Óp. 4 explic. 3 Decálogo. praecept.)

San Buenaventura: “Sepultado el Señor, y dispersos los discípulos, solo en María permaneció la fe de la Iglesia universal”.

San Antonino en su Suma: “Así como se honra al Señor en el Oficio dominical, por su resurrección, así también se honra a Nuestra Señora en el día del sábado, porque en ese día, muerto su divino Hijo, y extinguida en sus discípulos, y en todos, la fe de su Divinidad, descanso en ella sola”.


¿Cuál es la tercera razón literal? La de Alejandro de Halés, célebre doctor, cuya razón aunque muy semejante a la pasada, es empero distinta; la diremos con sus palabras: “Porque así coma en la feria sexta se honra y celebra la pasión del Señor, puesto que María Santísima también padeció con él, justo es honrar su compasión; y como el viernes se honraba la del Hijo, convenía en el día siguiente honrar la de la Madre, que aunque sufrida en el mismo día, duraba aun el sábado en toda su vehemencia”.



¿Hay alguna otro, razón de la misma clase? Sí; la cuarta es, dice el Padre Costero, jesuita, “para que acordándole los sábados a la Santísima Virgen lo que en favor nuestro sufrió en ese día, la hagamos más solícita y propicia para consolarnos en nuestras penas y aflicciones”. La quinta, del mismo piadoso Padre, “para que ya que la gentilidad consagraba el sábado a Saturno, que creía padre de los dioses, aboliendo tal superstición, fuese consagrado a la verdadera Madre del Dios verdadero”. La sexta “para preparar y disponer el culto del Señor en Domingo, con el de Nuestra Señora en el sábado”; la séptima, “para honrar ese día que fue festivo durante cuatro mil años, y cesó de serlo en la Ley nueva por divina inspiración”. Tales son las razones literales.

CATECISMO SABATINO-MARIANO
Presbítero Gabino Chávez-1893


viernes, 24 de agosto de 2018

EL CORAZÓN ADMIRABLE DE LA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS.





de san Juan Eudes


   Para explicar y expandir la devoción al Corazón de María, San Juan Eudes publicó en Autun, en 1648, un opúsculo titulado La devoción al santísimo Corazón y al santísimo Nombre de María. La reeditó en Caen en 1650, y luego en 1663, agregando un Discurso donde explica el origen, el objeto, las razones de ser y la práctica de esta devoción. Pero esta obra no era a los ojos del santo más que un primer ensayo:

   “Si amáis verdaderamente el muy amable Corazón de la Madre del amor hermoso, escribe en el Aviso al lector de la edición de 1663, mucho os agradará saber que lo que se escribe a continuación no es más que una muestra de una obra mayor y una pequeña parte de un libro mucho más amplio que éste, que he comenzado hace algún tiempo y que tengo gran deseo de concluir si a Dios place”.

   A esa nueva obra quería darle por título El Corazón admirable de la santísima Madre de Dios. En ella trabajó hasta el fin de su vida, y le dio la última mano el 25 de julio de 1680, algunas semanas antes de su muerte, que sobrevino el 19 de agosto siguiente. Publicado en Caen en 1681, el libro fue reeditado en París en 1834, y en las Obras Completas (12 tomos) en 1908.

   El Corazón admirable es la más considerable de las obras de San Juan Eudes. Allí estudia al Corazón de María en sí mismo, traza la historia de la devoción desde los orígenes del cristianismo, y enseña cómo practicarla.

   Se basa en la Sagrada Escritura, especialmente en el Cantar de los Cantares, en la liturgia, en las enseñanzas de los Padres y doctores de la Iglesia, así como en las revelaciones hechas a Santa Gertrudis, Santa Matilde, y, sobre todo, a Santa Brígida.

   Es una verdadera suma que contiene todo lo que se ha podido escribir de notable sobre el Corazón de María.

   La obra está dividida en doce libros. El plan es de los más grandiosos, lo iremos viendo al dar las grandes líneas del tratado.

SAN JUAN EUDES Y LA VIRGEN MARÍA.


Libro primero


   Que hace ver lo que es el Corazón de la bienaventurada Virgen.

   San Juan Eudes comienza por decirnos que:

   “Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, habiendo elegido a esta incomparable Virgen entre todas las creaturas para que fuera su Madre,… quiso que nosotros la honremos como El la honra, y que la amemos como El la ama”.

   El santo muestra a continuación que el Corazón de la Santa Virgen es llamado admirable en razón de todos los privilegios de la Madre de Dios:

   “(María) es la más ilustre obra maestra del cielo, la emperatriz del cielo, la gloria y el gozo del cielo; nada hay en ella que no sea celeste. … Ella está revestida del sol de la divinidad y de todas las perfecciones de la divina Esencia, de la que ella está de tal modo rodeada, colmada y penetrada, que está completamente transformada en la luz, en la sabiduría, en el poder, en la bondad, en la santidad de Dios, y en todas sus otras grandezas.
   La luna está bajo sus pies, para mostrar que todo el mundo está debajo de ella, no estando más que Dios por encima de ella, y que tiene un poder absoluto sobre todas las cosas creadas.
   Ella está coronada con doce estrellas, para representar todas las virtudes que brillan soberanamente en ella.
   Pero lo que hay de más admirable en María es su corazón virginal. … Pues fue por la humildad, por la pureza y por el amor de su santísimo corazón, que ella llegó a la sublime dignidad de Madre de Dios, y que ella se hizo digna por consiguiente de todas las gracias, favores y privilegios con que Dios la ha colmado en la tierra”.

   San Juan Eudes distingue luego tres Corazones de María:

 — Su corazón de carne, ya “espiritualizado por el espíritu de gracia y por el Espíritu de Dios del que está repleto”;
 — Su corazón espiritual, “el corazón de su alma, que es designado por estas palabras del Espíritu Santo: Toda la gloria de la hija del rey está en su interior (Ps 44, 14);
 — En fin, su corazón divino: el Hijo de Dios mismo que está en Ella.

   “Estos tres corazones de la Madre de Dios no son más que un solo corazón, por la más santa y más estrecha unión que existió y que jamás existirá después de la unión hipostática…
   He aquí lo que se entiende por el Corazón admirable de la muy amada de Dios, la que es una imagen perfecta del Corazón adorable de Dios y del Hombre Dios”.

   San Juan Eudes describe seguidamente cada uno de esos corazones. Detengámonos en el corazón espiritual:

   “En primer lugar, la divina bondad preservó milagrosamente ese corazón de la Madre de Dios de la herida del pecado,… lo revistió de tan grande pureza que no se puede imaginar mayor después de la de Dios…
   En segundo lugar, el Padre de las luces colmó ese bello sol de todas las luces más brillantes de la naturaleza y de la gracia”.

   Después de haber expuesto en detalle los conocimientos de los que fue colmado el Corazón de María y señalado su muy ardiente amor, que expondrá en el tercer y noveno libros del tratado, el santo concluye que el Corazón de María es “un retrato vivo de todos los divinos atributos, una imagen viviente de la Santa Trinidad”.



Libros segundo y tercero


    Que contiene el primer fundamento de la devoción al Corazón admirable de la santísima Madre de Dios, esto es el corazón adorable del Padre eterno, el cual nos presenta doce bellas imágenes de ese Corazón virginal.

   “El primer fundamento y la primera fuente de la devoción al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen, es el corazón adorable del Padre eterno, y el amor insondable del que ese corazón inmenso está colmado respecto a la muy amable Madre de su Hijo bien amado”.

   San Juan Eudes pasa entonces revista a las numerosas imágenes de Nuestra Señora que a Dios Padre plugo representar en todas las partes del universo y en los misterios, sacrificios y ceremonias de la Antigua Ley.

   Luego se detiene más largamente sobre las doce imágenes que representan simbólicamente al Corazón de María:

— “seis de las principales partes del mundo” (el cielo, el sol, la tierra, la fuente que riega toda la tierra, el mar y el paraíso terrestre);
— “y las otras seis, de las seis cosas más considerables que se vieron desde el tiempo de Moisés hasta la muerte de Nuestro Señor” (la zarza ardiente, el arpa misteriosa de David, el trono de Salomón, el templo de Jerusalén, el horno ardiente, el calvario).


Libros cuarto y quinto


   Que contienen el segundo fundamento de la devoción al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen, que es el divino Corazón de Jesús.

   “El amor ardentísimo con que el Corazón adorable de Jesús está abrasado para con el Corazón de su queridísima Madre, lo lleva a recomendarnos esa devoción, y a recomendárnosla de dos maneras muy poderosas, por sus palabras y por su ejemplo”. Sus palabras, tales son por ejemplo las revelaciones que le hizo a Santa Matilde para exhortarla a venerar el Corazón de su Madre.

— Nuestro Señor sabe lo que debe al Corazón de María. Él sabe que es antes el fruto de su corazón (gracias al Fiat de la Virgen) que el de su seno: “Ella no se hizo digna de formarme y de llevarme en su vientre, más que por que me ha formado y llevado primeramente en su corazón, por la excelencia de la humildad, de la pureza y del amor de ese mismo corazón”.
— Su ejemplo, es el amor ardentísimo con que el corazón de Jesús está abrasado por el corazón virginal de María. Él la ha amado y honrado tanto que, desde el primer instante, la hizo partícipe de las mismas perfecciones divinas que recibió de su Padre, “y con tanta plenitud que ese santísimo corazón lleva en sí una maravillosa semejanza de todas las excelencias de ese adorable Salvador”.

   Y San Juan Eudes explica cómo se encuentran en María la simplicidad, la infinitud, la incomprensibilidad, la inmensidad, la inmutabilidad, la eternidad y la plenitud de Dios.

   Explica también cómo el Corazón de la preciosa Virgen es una imagen viva de la pureza, la santidad, la fuerza y el poder, la sabiduría y la verdad, la bondad, la providencia, la misericordia, la mansedumbre, la paciencia, la clemencia, la justicia de Dios, el celo divino por su propia gloria y por la salvación de las almas, y la soberanía divina.

   Él es una expresión perfecta y un maravilloso compendio de la vida de Dios; lleva en sí una excelente semejanza de la paz de Dios, una imagen viva de la gloria y de la felicidad divinas. Es una maravillosa imagen de la Santísima Trinidad y de cada una de las tres Personas. Es la fuente, con el Hijo de Dios, de todos los bienes que proceden del misterio de la Encarnación. Está, en fin, totalmente transformado en Dios y en sus divinas perfecciones.


Libros sexto, séptimo y octavo.


   El tercer fundamento de la devoción al Corazón de Nuestra Señora, es  “el corazón admirable del Espíritu Santo, completamente abrasado de amor por su dignísima Esposa, la divina María”.
   “Es ese infinito amor que tiene por ella, el que le lleva a descubrirnos los tesoros inestimables que están escondidos en ese maravilloso corazón, y a publicarlos alto y claro de muchas maneras:

1. Por las sentencias de las divinas Escrituras;
2. Por la voz de las sagradas bocas de la
Iglesia, que son los santos Padres;
3. Por los escritos de muchos sabios teólogos;
4. Por los soberanos pontífices y otros prelados de la Santa Iglesia, que son vicarios de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, y los órganos de su divino Espíritu;
5. Por el ejemplo de un gran número de santos que han tenido esta devoción en singular estima”.

   San Juan Eudes desarrolla a continuación cada uno de esos puntos.




Libro noveno


   Que contiene el cuarto fundamento de la devoción al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen, que son doce excelencias maravillosas de ese mismo Corazón.
“(Estas doce excelencias) nos comprometen a rendir (al Corazón de María) todos los deberes de respecto, veneración y amor que merece el más noble, el más digno, el más santo y el más amable de todos los corazones después del divino Corazón de Jesús”.

   Siguen doce capítulos que exponen las excelencias del Corazón de Nuestra Señora: siempre estuvo exento de pecado; es un mar de gracias; un milagro de amor; el espejo de la caridad; un abismo de humildad; el trono de la misericordia; el imperio de la divina voluntad; el sagrario de las gracias gratuitas; un tesoro inestimable que contiene todas las verdaderas riquezas de la tierra y del cielo; el santuario, la víctima, el sacerdote, el incensario y el altar del divino amor; el centro de la cruz y la aureola del mártir junto con la de los santos doctores y las santas vírgenes; el primer objeto del amor de la Santa Trinidad entre las simples creaturas.



Libro décimo


   Que contiene el cántico sagrado del santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen, con su explicación.
   San Juan Eudes comenta aquí el Magnificat versículo por versículo.


Libro undécimo


   Que contiene las razones y los medios para honrar al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen
   San Juan Eudes desarrolla aquí doce razones: el ejemplo del mismo Dios; el amor incomparable del Corazón de María por su Hijo Jesús; la solicitud de ese Corazón por nuestra salvación; su corredención; el culto de la Iglesia por el Santo Nombre de María; la veneración de la Iglesia por el seno que ha llevado al Salvador del mundo; el hecho de que el Corazón de Nuestra Señora es el templo santísimo de la Trinidad; el hecho de que el Corazón de María es el  depositario de los misterios de la vida de Nuestro Señor (Lc 2, 19 y 51); el hecho de que ese Corazón inocentísimo fue traspasado por nuestros pecados; es también el ejemplar y el modelo de nuestros corazones; es el rey de todos los corazones; está revestido de todas las perfecciones.

   Después San Juan Eudes nos da doce medios para honrar al Corazón de María:

1. ser fiel a las promesas de nuestro bautismo;
2. tener en nuestro corazón los sentimientos propios del Corazón de Nuestra Señora: horror al pecado; desprecio del mundo; desprecio de sí mismo; estima, respeto y amor a todas las cosas de Dios y de su Iglesia; veneración y afecto por la Cruz;
3. imitar las virtudes del Corazón de Nuestra Señora;
4. consagrarse al Corazón de Nuestra Señora;
5. practicar las obras de misericordia para con el prójimo;
6. trabajar por la salvación de las almas;
7. honrar especialmente a los santos que han tenido una devoción especial al amabilísimo Corazón de la Madre de Dios;
8. estudiar cuidadosamente ese Corazón que debe ser la regla de nuestra vida;
9. no tener sino un solo corazón con el Corazón de Nuestra Señora;
10. rendir todos los días algún honor al Corazón real de la soberana Señora del universo;
11. acudir al Corazón de Nuestra Señora en todos nuestros asuntos;
12. celebrar las fiestas de la Virgen María con una devoción absolutamente particular.



Libro duodécimo.


   El divino Corazón de Jesús

   No teniendo el Corazón de Nuestra Señora otro propósito que el de conducirnos al Corazón de Nuestro Señor, San Juan Eudes concluye su obra refiriéndose a este último.

   Este último libro está consagrado en gran parte a explicar ese pensamiento de San Bernardino de Siena, según el cual el Corazón del divino Maestro es una hoguera de amor destinada a abrasar el universo.

   Este libro termina con dos series de meditaciones para la fiesta y la octava del Corazón de Jesús.





Hno. Marie-Dominique O.P
Fuente: Le Sel de la Terre n°53 - año 2005.

jueves, 23 de agosto de 2018

APOSTASÍA CONTRA LA IGLESIA, CONTRA CRISTO Y CONTRA DIOS




Preparaciones históricas: 1517, 1717, 1917


     Desde hace medio milenio los combates librados por el mundo contra la verdad de la Iglesia Católica han conducido a errores cada vez más profundos y peligrosos, desencadenando hasta revoluciones. Es muy interesante notar que los procesos históricos más fundamentales de la era moderna se dieron en tres fechas semejantes: en los años 1517 (protestantismo), 1717 (masonería) y 1917 (comunismo), en los que se manifiesta, en Occidente, un avance verdaderamente sistemático de la apostasía de la Verdad de Dios, que irradia desde allí a todo el mundo.

     Jesucristo dice a sus Apóstoles:COMO ME ENVIÓ MI PADRE, ASÍ OS ENVIÓ YO” (Jn. 20,21). En esta palabra de Cristo tenemos tres niveles: el Padre- Cristo- los Apóstoles (la Iglesia). El Padre envía a Cristo. Cristo envía a los Apóstoles. Cristo dice: “QUIEN A VOSOTROS ME ESCUCHA, A MI ME ESCUCHA; Y QUIEN A VOSOTROS RECHAZA, A MÍ ME RECHAZA; AHORA BIEN, QUIEN ME RECHAZA A MÍ, RECHAZA AQUEL QUE ME ENVIÓ” (Lc. 10,16). Y justamente en estos tres pasos, tuvo lugar la apostasía de la Verdad durante los últimos siglos: apostasía contra la Iglesia Católica (1517), apostasía contra Cristo (1717), y apostasía contra Dios (1917). Este desarrollo es el de todo consecuente y, en su avance es, en cierto sentido, necesario. Aquel que rechaza a los enviados de Cristo, los sucesores de los Apóstoles (es decir la Iglesia Católica), rechaza en consecuencia también a Cristo. El que rechaza a Cristo, rechaza consecuentemente también a Dios Padre. La historia del último medio milenio ha confirmado así, y de manera aterradora, estas palabras de Cristo.


     En 1517, con la publicación de la TESIS DE LUTERO se marca, al menos exteriormente, el comienzo decisivo del protestantismo. De los dos “envíos” mencionados Lutero reconoce solamente uno: la mediación de Cristo hacia Dios. De aquí las sentencias programáticas de Lutero: “Sólo las Escrituras” y no el Magisterio de la Iglesia; “Solo la gracia” y no la mediación a través del sacerdocio y de los sacramentos. “Sólo Dios” y ninguna mediación a través de los Santos del Cielo.


     En 1717, con la fundación de la MASONERÍA en Inglaterra, se marca la siguiente etapa de la apostasía. El rechazo de la Iglesia y de su Magisterio por Lutero trajo como consecuencia ulterior el rechazo absoluto de la revelación de Dios dentro de este mundo. Como la ENCARNACIÓN de Jesucristo constituye el punto culminante de la revelación de Dios, será especialmente rechazada. La filosofía masónica no es atea: postula un ser superior, GRAN ARQUITECTO DEL MUNDO. Por lo tanto, los masones no son ateos, sino que abogan por el DEÍSMO (Dios ya no actúa más en el mundo después de la creación) y por el AGNOSTICISMO (es imposible conocer la verdad), y en el  campo de la ética postulan, consecuentemente, el LIBERALISMO (libertad en todo los ámbitos en lugar de autoridad o ley). Aquí se ve la realización del primer paso antes mencionado: “QUIEN A VOSOTROS RECHAZA, A MÍ ME RECHAZA”. Así como Lutero rechazó la mediación de la Iglesia, así también rechazan los masones a Cristo y con Él, toda mediación o puente hacia Dios. Es por eso que sostienen el DEÍSMO, que rechaza a priori no solamente la Divina Providencia y la posibilidad de milagros, sino también toda autoridad divina. 



     En  1917, con el estallido del COMUNISMO, se marca la tercera etapa en esta revolución social contra Dios, Ya que desde 1717 se ha negado categóricamente la actuación de Dios en el mundo y cualquier intervención suya después de la creación, llegamos como consecuencia al último paso: al perfecto ATEÍSMO Y ANTITEÍSMO. El comunismo es, efectivamente, en esencia, un ateísmo social combativo. No es, en ningún caso, un sistema meramente económico al que se agrega sólo externamente el ateísmo. El comunismo entronca con la Revolución Francesa, especialmente a través de Rousseau. También entre la masonería y el protestantismo existe una clara relación, fácil de deducir quiénes han sido sus artífices: los dos principales fundadores de la masonería son Jean Théophile Désaguliers y James Anderson, uno pastor protestante y el otro teólogo protestante.


     “QUIEN ME ODIA A MÍ, ODIA TAMBIEN A MI PADRE” (Jn. 15,23). El segundo nexo consecuente trazado claramente por Cristo, se hace realidad aquí. Esta última consecuencia que llega hasta el odio de Dios, se muestra claramente en el comunismo y de modo muy combativo. Se había anunciado en la masonería más avanzada. “QUIENQUIERA NIEGA AL HIJO, TAMPOCO TIENE AL PADRE” (1Jn. 2,23).

     Todos estos errores de la Era Moderna no permanecieron solo en el plano teórico, sino que transformaron la vida de la humanidad y de la sociedad en todos sus aspectos. Condujeron necesariamente a una persecución de cristianos sin precedentes. De acuerdo a recientes declaraciones rusas, 200.000 sacerdotes y religiosos (católicos y ortodoxos) perecieron víctimas del terror stalinista: fusilados, ahorcados, crucificados o expuestos a morir congelados.

     Martillo y hoz no se limitaron solamente a derramar la sangre de mártires sino que también aplicaron a sus pueblos subyugados, sin el menor escrúpulo, medidas de terror de una violencia y crueldad monstruosas. Según las prudentes estimaciones de los autores del “Libro Negro del Comunismo” la erección de la utópica visión de la sociedad sin clases sociales costó alrededor de 100 millones de víctimas humanas: 20 millones de muertos en la Unión Soviética; 65 millones en China; 1 millón en Vietnam; 2 millones en Corea del Norte; 2 millones en Camboya; 1 millón en Europa del Este; 150.000 muertos en América Latina; 1,7 millones en África y 1,5 millones  en Afganistán, lo cual suma casi 100 millones de víctimas humanas. Estas masacres se llevaron a cabo de tres maneras diferentes: mediante EJECUCIONES de todo tipo como fusilamiento, horca, ahogamiento, apaleo, envenenamiento, cámara de gas; por HAMBRUNAS intencionalmente provocadas o no evitadas deliberadamente y por DEPORTACIONES, ya sea por prolongadas marchas a pie, ya por hambre, enfermedad o frío dentro de vagones de transporte de ganados, ya por agotamiento en trabajos forzados. El intento ateo de establecer un cielo sin Dios aquí en la tierra conduce siempre al infierno.

     La Santa Iglesia, previendo las consecuencias de las explosivas ideas marxistas, ha condenado el sistema comunista ya 71 años antes del estallido de la Revolución de Octubre de 1917. Así, en el año 1846, el Beato Papa Pío IX  alza la voz a través de su encíclica QUI PLURIBUS, condenando “la nefanda doctrina del comunismo contraria al derecho natural que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad y la misma sociedad humana”. Pío IX reafirma después esta reprobación en el SYLLABUS.

     León XIII, su sucesor, en la encíclica QUOD APOSTÓLICI MUNERIS, desenmascara el comunismo como “MORTAL PESTILENCIA QUE SE INFILTRA POR LOS MIEMBROS ÍNTIMOS DE LA SOCIEDAD HUMANA Y LA CONDUCE A UN EXTREMO PELIGROSO”.

     También Pío XI dedica una encíclica entera a condenar y advertir solemnemente contra…
      “el comunismo bolchevique y ateo que tiende a derrumbar el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana […] contraponiendo a estos falsos principios la luminosa doctrina de la Iglesia e inculcando de nuevo con insistencia los medios con los que la civilización cristiana, única “civitas” verdaderamente “humana”, puede librarse de este satánico azote y desarrollarse mejor para el verdadero bienestar de la sociedad humana”.

     El error del comunismo lo lleva, en su exigencia absoluta y exclusiva, a pretender no sólo una reforma social, sino, y eso desde el primer momento, a promover una revolución mundial para lograr el poder mundial total.

     “Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas sostienen que los hombres pueden acelerar el conflicto que ha de conducir  al mundo hacia la síntesis final. De ahí sus  esfuerzos por hacer más agudos  los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la sociedad; la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, toma el aspecto  de una cruzada por el progreso de la humanidad. En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren, que resistan a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como enemigos del género humano”.

     Es interesante constatar la coincidencia casi exacta entre los cinco meses de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima (desde el 13 de mayo de 1917 al 13 de octubre de 1917) y el tiempo de los preparativos revolucionarios de Lenín en Rusia. Los niños videntes, en aquella época, no podían saberlo. Al respecto, el Padre Josef Schweigl SJ escribe: 




     “El 16 de abril volvió Lenín de su exilio y comenzó de inmediato su lucha contra el gobierno liberal. Ya después de tres meses había ganado tal influencia que podía arriesgar un primer intento de revolución. El 17 de julio, algunos días después de aquel 13 de julio  en el que María había entregado su mensaje a los tres pastorcitos, tuvo lugar en San Petersburgo una manifestación de casi medio millón de trabajadores, los que bajo la conducción  de Lenín, transformaron la manifestación en un alzamiento armado con el objetivo de hacer caer al gobierno provisorio  y proclamar el gobierno de los Soviets. Los bolcheviques fueron los dueños de la ciudad por tres días. La situación era tan crítica que el gobierno se vio en la obligación de retirar parte de las tropas del frente, con cuya ayuda pudo sofocar la revuelta. […] Justamente el 13 de octubre, el día de la última aparición de Nuestra Señora en Fátima, Kerenski público en su diario Delo Naroda un artículo con el encabezamiento: “Perseverar, Resistir”, en el que exhortaba al pueblo a perseverar en la guerra hasta la victoria final. Al leer este artículo, Lenín se puso tan furioso que decidió ese mismo día consumar la revolución. Todo lo que siguió fue nada más que la consecuencia práctica de esta decisión. Primeramente, la revolución del 7 de noviembre [el 25 de octubre según el calendario Juliano, de donde el nombre de la Revolución de Octubre], y luego el armisticio de Brest-Litowsk con Alemania el 5 de diciembre; y, al año siguiente, la paz especial, que fue concluida en la misma ciudad”.   


“FÁTIMA ROMA MOSCÚ”
Padre Gérard Mura.

 


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...