domingo, 30 de diciembre de 2018

MEDITACIÓN: PROFECÍA DE SIMEON.



1. ° Simeón.

 Era un varón justo, dice el Evangelio, temeroso de Dios y que esperaba la consolación de Israel... de este modo, con la santidad de su vida, se había preparado y hecho digno de ver y conocer al Mesías... El Espíritu Santo le había prometido interiormente en su corazón, que no moriría sin que fuera así... Sólo esa promesa fue bastante para estimularle a ser un santo... ¿No te bastan a ti las promesas regalaladísimas de Jesús para lo mismo?...

   ¿No sabes que con la santidad poseerás a Jesús y a María en vida y en muerte y en la eternidad?... ¿Qué más quieres?... ¿Qué otro bien mayor puedes apetecer?... ¿Por qué, pues, no te decides a la santidad, como lo hizo Simeón, sólo por merecer la dicha de ver y tener en sus brazos a Jesús y conocer a su Madre Santísima?



2. ° La Revelación.

Y llegó, efectivamente, el día.

Iluminado Simeón por la luz del Cielo, en aquella Mujer confundida con todas las demás..., como una de tantas..., reconoce a la Madre del Señor, y en el Niño que lleva en brazos, al Mesías verdadero.

Fíjate bien, por María conoce a Jesús..., por la Madre al Hijo...; siempre, siempre lo mismo..., nunca Jesús sin María.

   Entonces Simeón, se adelanta y pide el Niño a la Madre... ¡Con qué respeto tomaría en sus brazos al Niño Jesús!... ¡Con qué fervor le miraría y le estrecharía entre sus brazos, mientras se abismaba en alegría y amor!

Mira a aquel santo viejo sosteniendo en sus brazos al que con los suyos sostiene toda la creación... ¡Qué bien empleada dio toda su vida de austeridad y santidad por el placer de este momento!...; sólo con esto se daba por bien pagado... y por eso, entusiasmado, entona aquel cántico hermosísimo de agradecimiento al Señor: Nunc dimíttis... « ¡Señor!, ahora ya puedes disponer cuando quieras de tu siervo»...


   Después de ver a María y de tener a Jesús, ya no quiere más en este mundo..., está seguro que en todo él, no habrá nada semejante..., ya todo le cansa, todo le hastía...; ya no quiere ver más y desea morir.


Y tú, que ves con la fe diariamente a Jesús y le tocas y te alimentas de Él, ¿por qué tienes gusto de otras cosas que no son Él?..., ¿por qué no has muerto a todas las cosas, incluso a ti mismo, para vivir sólo de Él y sólo para Él?




3. ° La Profecía


Y entonces, lleno del Espíritu Santo, dirigiéndose a María, la dice: «He aquí que Éste será causa de ruina y resurrección para muchos en Israel y señal de contradicción»... ¡Qué efecto causarían estas palabras en la Santísima Virgen!... ¡Cómo las meditaría para comprender bien su íntimo y misterioso significado, ya que veía claramente que eran palabras dictadas por el mismo Dios!

Trata de comprender tú, como María, este último significado... ¡Jesús, causa de ruina y de salvación para muchos!..., es decir, desde ahora ésta será la única razón de salvación y condenación de la humanidad... Todo el que se salve, será por Jesús...; todo el que se condene, será por ir contra Jesús.

   Por tanto, es salud y vida para quien lo desea... Él llama a todos..., a todos busca..., por todos muere y derrama su sangre..., para todos funda su Iglesia y en ella coloca sus Sacramentos, fuentes de vida y de salud... Él es, por consiguiente, el único Salvador del mundo.

   Todas las almas que se han santificado y han adquirido la posesión gloriosa del Cielo..., todas lo han conseguido por Él...; ni una sola lo hubiera podido hacer por sí misma.

Pero, en cambio, todo el que no quiera aprovecharse de la sangre de Jesús, se perderá irremisiblemente, ésta será la razón de la condenación eterna de los malos.

   Penetra en el corazón de María y trata de comprender lo que pasaría por Ella, al escuchar estas palabras...; aquel corazón vio de repente todo lo que Jesús estaba haciendo e iba a hacer por todos los hombres..., le vio desangrado en la Cruz, muriendo por todos... y a la vez vio a la inmensa mayoría de los hombres no aprovecharse de esos méritos y gracias de Jesús...; vio cómo pisoteaban su sangre... y vio cómo esa sangre eternamente clamaría venganza contra ellos y eternamente pesaría sobre sus cabezas.

   Da gracias a Jesús y pídele sea salud y no ruina para ti, y al mismo tiempo procura sentir pena y dolor, como la Santísima Virgen, a la vista de tantas almas para quienes Jesús será su perdición.



4. ° Señal de contradicción.


Finalmente, añade Simeón: «será señal de contradicción».

Ante Jesús no hay términos medios: o con Él o contra Él.

Ya se ve esto, en su nacimiento... Pastores y reyes le adoran, pero Herodes le busca para la muerte...; su presencia no es nunca indiferente..., siempre excita o amores o rencores y odios enconados.

   La historia de la Iglesia confirma, en los veinte siglos, esta verdad...; siempre ha habido discípulos fieles que le siguen hasta la muerte y fariseos que le calumnian y tratan de perseguirle con odio implacable... ¡Cuántas almas enamoradas de Jesús!... ¡Cuántas desgraciadas que no viven más que para ultrajarle!...


   Convéncete de esta verdad... No hay, realmente, términos medios: el que no está con Él, está contra Él.


Fuera, pues, tibiezas y claudicaciones e inconstancias...; abrázate a Él..., júrale un amor intenso y eterno.

Pide a la Virgen te lo dé así a sentir y... sobre todo, a practicar, para que toda tu vida sea un continuo acto de amor a Jesús.





“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.

ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

MEDITACIÓN: LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO.



1. ° María entra en el Templo.

Ya ha sido purificada y ya es considerada digna de entrar en el Templo. ¡Con qué respeto y devoción entraría en él! 

Sabía que era el lugar de la oración, donde Dios se comunica con las almas..., la morada del Señor, aunque allí sólo estaba en símbolo y figura... y, no obstante, María reverencia y admira aquel Templo donde residía la majestad de Dios más que en parte alguna... ¿Qué hubiera hecho si hubiera entrado en nuestros templos?... ¡Qué lección para tus faltas de respeto tan frecuentes en el santo lugar! Al entrar Ella, con su Hijo en los brazos, santificó aquel lugar.

Nosotros vamos al Templo a santificarnos... Ella fue con su Hijo a santificar el mismo Templo.

   ¡Qué recuerdos para Ella!; en aquel mismo Templo fue presentada por sus padres a los tres años..., allí había pasado los primeros años de su niñez..., allí había hecho después de muchos ratos de oración su voto de virginidad al Señor... ¡Cuántas cosas decía aquel Templo a María!


   Y a ti, ¿nada te dice? ¿No recuerdas las gracias..., los sacramentos..., las inspiraciones..., las comuniones que en el Templo recibes?... ¿Te olvidas de que ante la imagen de la Virgen has recibido tantas manifestaciones del amor que Ella te tiene?

Ama, ama mucho el Templo: debe ser para ti el lugar más deseado de todos...; en ninguna parte has encontrado a Dios como allí.

Ten, sí, mucho amor al Templo... y al mismo tiempo reveréncialo.

No consientas en ti cosa que desdiga de la santidad de él...




2. ° Sacrificio de María.

Pero, sobre todo, el Templo es el lugar por excelencia del sacrificio, y allí va María a ofrecer al Señor el más hermoso y más penoso de los sacrificios...

   Según la Ley, se habían de ofrecer al Señor, todos los hijos primogénitos y rescatarlos mediante la limosna de cinco siclos de plata.

Jesús y María no se creen libres de esta Ley y pasan por su cumplimiento.

Jesús es presentado al Eterno Padre y rescatado por su Madre... ¡Qué sencillez y qué hermosura en este misterio tan sublime!

Pero misterio todo él de sacrificio...; no lo olvides, el sacrificio es inseparable de Jesús..., el Niño se ofrece voluntariamente a su Padre como víctima de expiación... Hoy repetiría las palabras del Salmo: «no te agradaron los sacrificios de animales y por eso vengo yo, aquí me tienes».

   Mas este sacrificio, no lo hace El solo..., con Él está su Madre, y es Ella la que le presenta al Eterno Padre para el sacrificio.

   Recuerda el sacrificio de Abraham dispuesto a inmolar a su hijo, por cumplir la voluntad de Dios.

Dicen algunos, que esta orden se dio al padre y no a la madre, porque hubiera sido incapaz de hacer ella misma este sacrificio... Pues bien, aquí es la Madre la que conscientemente..., dándose cuenta perfecta de lo que hacía..., Comprendiendo todo el significado y el alcance de esta ceremonia... ofrece a su Hijo para un sacrificio que más tarde se había de consumar. Este es el ofertorio de aquella primera Misa que Cristo dijo en la Cruz. ¡Cuántas veces en aquel día de su pasión y muerte se acordaría la Santísima Virgen de este día y de este momento!...

   ¡Qué bien aceptó el Padre Eterno este ofrecimiento y cómo no se contentó, como en el caso de Abraham, con la intención, sino que exigió su cumplimiento exacto hasta lo último!... ¡Qué generosidad y qué amor por parte de María y de Jesús!

   Dales gracias por este ofrecimiento, pues a él debemos nuestra salvación.

Ofrécete tú también al sacrificio, sea el que sea..., ofrécete como víctima de expiación y de amor... y alégrate si el Señor se digna aceptarte este ofrecimiento y quiere que te consumas sacrificándote.

Ten mucha generosidad en prometer y luego en cumplir lo que prometes, como María y Jesús...




3. ° La Mediación de María.


Mira en este misterio una confirmación de la mediación universal de María.

Jesús tomó carne humana en el seno de María.

En la Cruz será inmolado en unión de María, que estará junto a ella.

En la presentación hay algo más..., quiere Jesús que María le lleve y que Ella misma, en el Templo, le ofrezca al sacrificio.

Es decir, que aquí aparece la Santísima Virgen como el sacerdote que toma la hostia en sus manos para sacrificarla. Ella es el altar del sacrificio, donde se inmola su propio Hijo...; su corazón y sus brazos son el ara donde se consume la víctima... ¡Qué grande y magnífica es esta cooperación de María a la obra de la Redención! ¡Qué confianza no debe inspirarnos, pues así la veremos unida con Dios y en la obra más grande de Dios que es la Redención!

   Imítala en sacrificarte en tu corazón... y en ese altar inmola todo lo que la desagrade, para que así no haya nada desordenado en él...




4. ° El Rescate de Jesús.

Por último, piensa que la última parte de la ceremonia, era el rescate. Jesús es rescatado por su Madre, pero no para Ella..., no para gozar de su hijo..., sino para criarle y conducirle como siervo y esclavo nuestro..., que por nosotros algún día daría la vida.

Esto es, que en ningún momento podemos ver ni mezcla de egoísmo en lo que hacen la Santísima Virgen y su Hijo..., sino amor puro y desinteresado, que no mira para sí, sino para los demás...

   Ya sabía Ella que todos los trabajos que en su crianza había de pasar, no serían en bien propio, sino para nosotros... y, no obstante, se ofrece al trabajo, para darnos a nosotros este bien.

¡Qué gratitud hacia Jesús y hacia María!, y ¡qué enseñanzas para tu egoísmo, que siempre se mezcla en todas tus acciones! Buscar a Dios y al prójimo y nunca a ti mismo. Este debe de ser tu ideal...



“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.

ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

sábado, 29 de diciembre de 2018

MEDITACIÓN: LOS SANTOS INOCENTES.




     Este paso es la primera prueba de la profecía de Simeón.

Pasan Pocos días, quizá pocas horas, y ya Jesús aparece públicamente como señal de contradicción... Herodes le busca para la muerte.

La espada de dolor se clava en el corazón de María, causándola tormentos indecibles... Meditemos en este paso...



1. ° Herodes.

¿Quién era? Un tirano cruelísimo, célebre por las matanzas que hizo... sólo en su familia, a su esposa, a dos de sus hijos..., y a dos tíos suyos... y cinco días antes de morir, cuando estaba roído de gusanos, hace matar a otro tercer hijo.

Es un ejemplo claro de lo que es un alma víctima de una pasión... Herodes era esclavo de su ambición... y todo le parecía poco para conservar su corona y sostenerse en su trono.

Apenas oye que ha nacido un Niño Rey, concibe en seguida la idea de matarlo, y al verse burlado de los Magos, da la orden espantosa de matar a todos los niños menores de dos años.


  Escucha los gritos y lamentos de aquellas mujeres..., imagínate las escenas de dolor y de rabia y desesperación que tendrían lugar, al llevarse a cabo esta orden por los soldados de Herodes...; mira la sangre de aquellos niños inocentes... y corre a ver la angustia y sobresalto de María.

¡Cómo estrecharía Ella contra su corazón como si quisiera guardarlo y esconderlo en él a su Niño querido!..., sobre todo cuando oyera los gritos de otras madres y viera que la matanza ya había empezado... ¿Quién podría comprender las horas de angustia que pasaría su corazón?

   Pues bien, piensa ante este espectáculo de sangre y de dolor lo que es una pasión..., hasta dónde puede llegar..., qué efectos más lamentables y espantosos puede producir.

¡Qué mala es una pasión que se desborda!..., ciega por completo y arrastra al precipicio..., hace que se tema lo que no hay que temer, y que no se tema lo que se debe.

   Mira a Herodes cómo teme a un Niño pequeñito y pobre, y no teme la crueldad y el pecado que comete.

La pasión empuja al hombre a todo, hasta el crimen, y nunca se detiene, ni dice jamás basta.

Además, cuando se satisface, no consigue nada, no nos da nada..., ni dicha, ni felicidad.


¿Qué consiguió Herodes con esta orden?...


Piensa bien en esto, en lo infructuosa que es siempre la pasión, y, sin embargo, cómo nos dejamos fácilmente arrastrar por ella.


Examina si alguna quiere desbordarse en tu alma, y sujétala bien..., domínala para que ella no te domine a ti...



2. ° Los niños.


Qué simpáticos y atrayentes aparecen estos niños, primicias de los mártires...; humanamente hablando, son dignos de lástima, pero mirados con ojos de fe, qué dichosos son. Apenas nacen, y ya son santos. La Iglesia los canoniza y celebra su fiesta en los días de Navidad.

Son almas inocentes que gozan en el Cielo de todos los premios concedidos a la inocencia..., a la virginidad... y al martirio.



   En un momento, la espada del tirano segó sus vidas, pero Dios les dio otra mucho mejor que nadie se la podrá quitar... y todo ¿por qué?... Porque murieron por Jesús..., en sustitución de Jesús..., por causa de Jesús..., esa es la razón de su dicha, como es la razón de toda felicidad.

Trabajar..., sufrir..., sacrificarse... y hasta morir por Jesús..., he ahí lo único grande..., lo único que puede hacernos felices ahora y siempre.


   ¿Qué hubiera sido de estos niños si no hubieran muerto por Jesús?...

   Ni hubieran sido santos..., ni glorificados con ninguna corona... Probablemente obreros..., pastores..., soldados.... quizá verdugos de los que tomaron parte en la Pasión de Jesús..., eso hubieran sido..., pero, en realidad, mira lo que son, sólo por acercarse a Jesús... y a la Santísima Virgen. ¡Cómo les miraría Ella! ¿No guardaría en su corazón un recuerdo y un cariño, y un agradecimiento especial, hacia aquellas víctimas que morían por su Hijo?... ¡Cómo olvidarse nunca de ellos!

   Óyelo bien y grábalo profundamente en tu corazón... Si quieres que la Virgen te recuerde y nunca te olvide, y Jesús te premie..., acércate a Él, ámale y sufre y sacrifícate por Él...



3. ° El Niño Jesús.

Aquí nos enseña Jesús cómo los planes de los hombres son nada ante su poder y sabiduría..., cómo inutiliza todo lo que Herodes concibe y ordena.

   Además nos enseña, al rodear su cuna de lamentos y gritos de dolor de los niños inocentes, que la mortificación es inseparable de su vida... y que todos, aún los mismos inocentes, deben ir por ese camino..., de suerte que la misma inocencia debe ir acompañada de la penitencia.


   Mira, cómo todo cambia en un momento; lo que era dolores y desgracias, se cambia en alegría y gloria. El siempre triunfa, aunque sea perseguido... ¿Quién no se anima a seguirle, pues vemos en sus manos pequeñitas el poder para jugar con el destino de los hombres aunque sean perversos?

   Termina pidiendo a la Santísima Virgen luz para reconocer tus pasiones... y fuerzas y energías para dominarlas..., no para matarlas, que las pasiones pueden ser muy buenas.

Mira el ejemplo de Herodes..., con qué decisión obra y se lanza a todo..., cómo no retrocede ante nada... si esto lo hubiera hecho por lo bueno, ¡qué santo no hubiera sido!




Nadie más apasionado que Jesús y María... Procura lanzar hacia ellos tus pasiones, y así ámalos con pasión..., con locura..., con ambición..., con santa envidia de los demás... y verás qué fácilmente vences las dificultades que se encuentran en el camino de la santidad...


“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.
ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.



jueves, 27 de diciembre de 2018

MEDITACIÓN: PURIFICACIÓN DE MARÍA.


   Es este paso de la vida de la Santísima Virgen, uno de los más hermosos, donde resplandece, de modo admirable, la heroicidad de sus virtudes.



1. ° El recogimiento.

  Así mandaba la ley que las madres estuvieran recogidas cuarenta días en sus casas antes de su purificación legal...

   ¡Con qué gusto cumpliría la Santísima Virgen esta parte de la ley!

¡Qué amor el suyo al recogimiento y a la oración, pero sobre todo, ahora, que tenía consigo a su Hijo!... ¿Qué podía buscar y apetecer fuera de su casa, si en ella lo tenía todo?... Piensa que algo semejante debe ocurrir contigo...; trabaja por tener a Jesús en tu corazón, y después que lo tengas, ¿qué más quieres..., qué más deseas? Luego si algo apeteces, es señal de que no tienes a Jesús, no sabes gozar de su presencia...




2. °La pureza. 

Recuerda que María fue concebida sin mancha..., que siempre fue pura y limpia más que el sol..., que nunca pudo manchar ni con la más pequeña imperfección su belleza y hermosura inmaculada... y, sin embargo, aquí aparece ¡purificándose!

¡Qué ejemplo para ti!... Ella, la que no tiene mancha, la que no tiene nada que purificar, quiere purificarse.

Esto es, que ama tanto esta limpieza de corazón, que parece que aún no está contenta, y desea, si pudiera ser, purificarse más y más. ¡Ah!, ¿amas así tú la pureza santa?... ¿Con ese espíritu procuras frecuentar la santa confesión y los demás medios que la Iglesia te pone para santificarte y limpiarte?... Y si Ella no está contenta de su pureza, y aún quisiera, si pudiera ser más, ¿lo estás tú de la tuya?... ¿Lo estará María al verte a ti y mirar tu alma?..., ¿encontrará allí la limpieza que Ella desea?...


   Medita mucho en esto, avergüénzate y pide a María este amor a tan delicada y preciosa virtud como es la pureza, hasta llegar a apasionarte por su hermosura, como Ella lo estaba.




3. ° La obediencia.

No estaba obligada a esta ley.

Ella bien lo sabía.

Toda su concepción y parto milagroso, había sido obra del Espíritu Santo.

Ella había sido saludada como la «Bendita entre todas las mujeres», y de Sí misma había dicho «que la llamarían bienaventurada todas las generaciones» por las maravillas que en Ella obrara el Todopoderoso... y a pesar de toda esta grandeza no se considera exceptuada de la Ley.

No quiere privilegios cuando se trata de obedecer... y obediente como una mujer cualquiera..., como si en Ella no hubiera nada de extraordinario..., se somete gustosa a la Ley común, y así..., pasados los cuarenta días, con toda presteza se pone en camino hacia Jerusalén, para ser, con su Hijo, modelo de obediencia.

   Mira cómo este ejemplo nos confunde…, qué diferencia de este modo de obedecer de la Virgen al nuestro..., cuántas veces, sin razón, nos creemos dispensados de obedecer y eso que la obediencia no nos exige ni humillaciones ni sacrificios... como los que a María exigió en esta ocasión..., porque lo que hace heroica esta obediencia de María, fue el sacrificio que la exigió tan humillante como ahora veremos.





4. ° La humildad.

He aquí lo principal y lo incomprensible de este misterio.

María es en todo extraordinaria, pero por eso había de ser extraordinaria su humildad.

   Recuerda el amor de María a su virginidad..., cómo ante el ángel del Señor, estuvo dispuesta a dejar de ser Madre de Dios antes que dejar de ser virgen...; es para Ella la ilusión más divina de toda su vida... y, sin embargo, ahora por la humildad, llega a sacrificar hasta las apariencias de su virginidad... apareciendo como una mujer manchada que necesita ser purificada.

Parece que por amor a la humildad, se despoja de todo, hasta de ese concepto y gloria exterior de su virginidad... y se humilla hasta no aparecer ni Madre de Dios..., ni Virgen..., sino una mujer inmunda... ¡Qué admirable y sublime es esta virtud en María! ¡Qué obediencia más humillante para Ella, y, sin embargo, con qué alegría obedece! ¡Con qué gusto se humilla! Mírala bien, tanto más grande, cuanto más humilde.

Contémplala confundida con todas las demás mujeres y como una de tantas..., pero mira cómo Dios no la confunde..., bien la distingue; es el lirio de candor, pero a la vez la violeta escondida de la más sublime humildad... ¡Qué gloria recibiría el Señor con el ejercicio de estas virtudes! ¡Cuánto se gozaría en Ella!

   Medita profundamente..., compárate con Ella..., pon a sus plantas tu soberbia..., tu orgullo..., tu amor propio..., trabaja por imitarla.





5. ° Su pobreza.

No puede llevar la ofrenda de un corderillo que llevaban todas, y únicamente para las más pobres se permitía llevaran dos palomitas...; la pobreza siempre es humillante, pero mucho más cuando aparece delante de los demás.

María no se avergüenza de ser pobre y de que la tengan por tal, y la desprecien como se desprecia a los pobres... ¡Qué dichosas se hubieran considerado aquellas palomitas si hubieran podido comprender para lo que valían!... ¡Para ser la ofrenda del sacrificio de María!

Ofrécete tú a María como ofrenda de su sacrificio.

Dila que quieres consagrarte a Ella..., pero para que tu sacrificio valga algo, ha de ser imitándola a Ella, siendo como Ella.

Dedícate a copiar estas virtudes en tu corazón, y especialmente las que más te cuestan..., las más humillantes..., las más sacrificadas.

Ejercítate mucho en ellas.





“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.
ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

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