domingo, 9 de junio de 2019

MARÍA Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.




1.° Preparación.



— Los Apóstoles y discípulos se retiraron al Cenáculo para prepararse allí, con la Santísima Virgen, a la venida del Espíritu Santo.

— Examina esta preparación:

A) Primero se retiran, porque el retiro y la soledad es donde Dios se comunica con las almas.

— A Dios no le gusta hablar en medio de las cosas del mundo... y si habla, con ese ruido no se le oye... ni se entiende bien su voz.
 — Ama mucho el retiro..., el silencio, la soledad de tu alma, donde quiere el Señor hablarte.
— Por eso, esta soledad no sólo ha de ser exterior..., sino interior, acallando otros pensamientos..., negocios..., impresiones..., asuntos que traigas entre manos.
— Mira si no será esa, muchas veces, la razón de tus faltas en la oración, y el poco provecho de la misma... ¿Sabes retirarte exterior e interiormente?... ¿Sabes poner silencio en tu alma a todo lo que sea ajeno a la oración?

B) Se retiraron a orar todos a una... La oración es la solución para todo.

— Cristo nunca se dispensaba de ella.
— Oró en el Cenáculo..., en el huerto..., en la Cruz misma.
— Orando encontró el ángel a la Virgen en su Anunciación. Los Apóstoles, por indicación de la Virgen, se retiran a orar.
— También a ti te llama diariamente... ¿Cómo respondes?... ¿Eres alma de oración?... ¿Acudes a ella a buscar luz..., consuelo..., fuerza?...

C) En compañía de la Virgen. ¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen! Ella dirigiría la oración... Ella daría ejemplo de fervor... Sólo con mirarla a Ella, se disiparía el cansancio..., la tibieza..., las distracciones.

— Pero ¿es que tú, si quieres, no puedes hacer lo mismo?... ¿Por qué no oras con María..., mirando a María..., aprendiendo de María? ¿Haz un poco de examen y pregúntate si al comenzar... y al continuar... y al concluir la oración la haces con la Santísima Virgen?
Aprende aquí también a tener devoción a la oración común... ¡Cómo agrada a Dios!... ¡cuán provechosa es!

D) Finalmente, fíjate en la constancia.

El Espíritu Santo no descendió sobre ellos hasta pasados diez días en continua oración.
¡Pronto nos cansamos de orar!
Queremos conseguirlo todo en seguida... y si no, viene el desaliento..., la desilusión.
¡Qué falta de perseverancia!
Pídesela a la Santísima Virgen.
Que no un día..., ni dos..., sino siempre, sea tu oración fervorosa y así será eficazmente santificadora...






2.° La venida.


Y cuando así estuvieron preparados, es cuando vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés, en forma de fuego.

Penetra en el Cenáculo y contempla el estupor y espanto de los Apóstoles, al oír aquel viento impetuoso..., al ver que la casa toda temblaba y parecía venirse a tierra..., al percibir aquella lluvia misteriosa de lenguas de fuego, que se posaban sobre cada uno de ellos... y después, el gozo inmenso al sentirse llenos del Espíritu Santo y de sus dones y gracias... y, sobre todo, del amor encendido y abrasador que es el divino Espíritu.

Y ¿qué sentiría la Santísima Virgen?... Ella fue la primera en comprender la llegada del Espíritu Santo... y, sin asustarse por aquellas señales violentas que le acompañaron, se recogió fervorosamente en su interior, para mejor recibirle.

¡Que gusto no recibiría, por decirlo así, el Espíritu Santo al encontrar un alma tan bien dispuesta como la de María!... Si ya la había dado antes la plenitud de su gracia..., ¿qué más podía hacer con Ella el Espíritu Santo en este día?

Milagrosamente aumentaría su capacidad..., dilataría los senos de su alma..., ensancharía todo lo posible su corazón..., para tener la satisfacción de volverla a llenar de nuevas gracias..., de nuevos privilegios..., de nuevo y más encendido amor...

Póstrate ante tu Madre querida y admira esa grandeza inmensa..., casi infinita y divina, de que la ves revestida hoy al recibir al Espíritu Santo... Mírala hoy, si cabe más pura..., más blanca..., más resplandeciente..., más santa..., más llena de amor a Dios y a los hombres.

— Si ahora se le apareciera el arcángel, no hay duda que enmudecería..., pues en su lenguaje angélico, no encontraría expresiones para saludar dignamente a María.

Haz que salte de gozo tu corazón, ante esta consideración y pide a tu Madre un poquitín de lo muchísimo que Ella tiene y posee.






3.° Efectos.



— A) «Todos fueron llenos del Espíritu Santo». Con qué generosidad se nos da este llamado «Altísimo don de Dios».

— Y ¡qué transformación causa en las almas!

Mira a los Apóstoles, en un instante, trocados en otros hombres... son los mismos que huyeron hace unos días cobardemente... o negaron a Cristo como San Pedro... o dudaron de las palabras del Maestro, como los de Emaús y Santo Tomás.

— Pero ahora, de cobardes se vuelven animosos y valientes..., de débiles y miserables, en fuertes e invencibles..., de ignorantes y rudos, en dóciles y muy sabios..., de envidiosos, que no aspiraban más que a los primeros pues tos, en corazones llenos de ardiente caridad. ¡Oh mudanza extraordinariamente milagrosa!



B) «...y en seguida empezaron a hablar» ... Esto es, a predicar..., a trabajar por las almas..., a comunicarlas el fruto del don que habían recibido.

— Es propio de la caridad del Espíritu Santo difundir el bien por todas partes.

Pero comprende que esa actividad para ser fructífera, ha de ser inspirada y dirigida por el Espíritu Santo; de lo contrario, será completamente inútil y hasta a veces perjudicial.



C) «...hablaban las grandezas de Dios». Las almas llenas de Dios no
saben hablar de otra cosa.

¿De qué iban a hablar los Apóstoles así encendidos e impulsados por el Espíritu Santo?

Examina si te gusta hablar de Dios..., si en esas conversaciones encuentras complacencia..., y por ahí deducirás la cantidad que tienes de espíritu de Dios...; porque cada espíritu mueve a hablar como es él...: el del mundo, cosas mundanas y terrenas...; el espíritu carnal, cosas bajas y rastreras...; el espíritu propio, las cosas personales de cada uno, el yo a quien hace salir a relucir a cada paso...







4.° El Espíritu Santo en ti.



No olvides que tú también has recibido al Espíritu Santo en el Bautismo, que te hizo hijo de Dios... en la Confirmación, al confirmarte en la fe y tomarte bajo su protección..., en todos los Sacramentos, mediante la infusión de la vida divina por la gracia santificante... No olvides tampoco que el Espíritu Santo, habita en las almas como en su Templo vivo, y por tanto, que le tienes muy cerca..., en tu mismo corazón..., que es El, quien te sostiene... y ayuda... e ilumina y guía como de la mano por el camino de la perfección.

Agradécele su caridad inagotable, que no se cansa de ti..., ni de tus ingratitudes.

Prométele corresponder mejor a sus dones divinos..., trabajar más... y cooperar con más interés a la obra de la gracia.

Encomienda esto a la Santísima Virgen, para que sea Ella la que prepare tu corazón, como preparó el de los Apóstoles... haciendo más fructuosa y perenne la venida del Espíritu Santo.






“MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”.

ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR— 1940.

sábado, 1 de junio de 2019

BREVE PRÁCTICA, DEL MES DE MAYO CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS: MEDITACIÓN DÍA 31 DE MAYO.




POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.


ACTO DE CONTRICIÓN.


Por la señal, etc.

   A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y enojo mi indignidad?

   Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.


   Vuestro permiso imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente en este vuestro devoto Mes. Amén.

   ¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves puntos de meditación.




MEDITACIÓN DÍA 31 DE MAYO.

María en su trono de gloria. —Intercesión poderosa.


María reina en los cielos, en trono de luz superior al de todos los Santos, y sólo inferior al de la Trinidad Beatísima y al de la Humanidad Santa de su Divino Hijo. Ora allí é intercede por nosotros sus devotos, a fin de facilitarnos reinar en su compañía.

   No se te haga difícil, alma mía, ni creas imposible llegar al punto donde has visto llegar a la celestial Señora, y recorrer paso por paso los caminos que Ella recorrió. María no cesa de ayudarte desde el cielo, y su oración, poderosísima como de Reina y bondadosísima como de Madre, no cesa un momento de interceder por ti. No es el tesoro de las gracias, pero es su privilegiada Tesorera; no es la fuente, pero es el caño por donde se derraman del Corazón amorosísimo de su Hijo Jesús. Dada ha sido a los cristianos, primeramente, por ejemplo; después y para siempre por Abogada. Ama a sus hermanos, hijos de Adán como Ella, y no se olvida de los que dejó gimiendo y suspirando en el lugar que lo fue también un día de su destierro. Ama además a su Hijo, y quiere para El la mayor y más numerosa corona de bienaventurados. ¡Cuántos y cuan valiosos motivos para que sea constante y enérgica la intercesión de María por ti!


   Hazte, pues, digno con tus obras de su soberana adopción. No todo el que dice solamente: ¡Señor! ¡Señor! entrará en el reino de los cielos, ha dicho Jesucristo; lógico es, pues, deducir que no bastará clamar: ¡Señora! ¡Señora! para merecer su protección. Debe justificarse con la conducta obediente y reverencial el dictado de hijos con que nos honramos con respecto a María; otro modo de proceder sería irrisión y escarnio de su carácter de Madre. La ley de Dios y los ejemplos de María, he aquí la norma de vida que te ha de acreditar verdadero devoto suyo acá en vida y hacer eterno compañero suyo en la patria inmortal.

    ¡Alma mía! ¡Alma mía! Mira en los cielos a la Madre que te aguarda, y te convida y te señala el camino para subir allá.





DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.


   Ahora saludaremos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:

Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre pecador. Ave María.

Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y llorar mis pecados. Ave María.

Reina de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.

Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave María.

Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María y Gloria.


ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
(Memorare).


   Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente despacharlos. Amén.


OFRECIMIENTO DEL DÍA...


   Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.


   Aquí se leerá la Flor espiritual correspondiente al día, sacándola por suerte entre el catálogo que se hallará continuado al fin. Meditaciones Dará los diferentes días del mes.




FLORES ESPIRITUALES:


—31. Proponer hacer cada día el examen de conciencia, sobre todo de la falta más común en nosotros.


BREVE PRÁCTICA, DEL MES DE MAYO CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS: MEDITACIÓN DÍA 30 DE MAYO.





POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.


ACTO DE CONTRICIÓN.


Por la señal, etc.

   A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y enojo mi indignidad?

   Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.


   Vuestro permiso imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente en este vuestro devoto Mes. Amén.

   ¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves puntos de meditación.



MEDITACIÓN DÍA 30 DE MAYO.

María en su Asunción a los cielos. — La dichosa eternidad.


En brazos de Ángeles y sobre nevadas alas de Querubines es transportada en cuerpo y alma María a la región feliz. Vedla ascender por los aires sobre este esplendoroso carro de victoria, dejando atrás, muy atrás, los profundos valles de la tierra donde tanto gimió. Desdé aquel punto empieza para Ella la dichosa eternidad, que nunca jamás se acabará.


   Tampoco se acabará para ti, alma mía: eterna será tu dicha en cuerpo y alma en el cielo, como la de la Madre de tu Dios. Gozarás allí de su presencia visible, que ahora sólo en retrato y figura contemplas en los altares, y el gozoso aleluya con que allí se le saluda de continuo no cesará ya más. Eterno tu gozo, eterna tu paz, eterno tu gozar de Dios. Esta sola consideración ha de hacerte llevaderos como leve paja todos los sacrificios, y viles como asquerosa basura todos los terrenos contentamientos. ¡Qué puede temer en el mundo y que puede amar con él, quien está llamado a poseer eternamente la gloria de todo un Dios! Eternamente, pondéralo bien, alma mía; pésalo y repítetelo para tu consuelo diferentes veces. Eternamente, eternamente. No cien años, ni mil años, no un millón de años, no un millón de siglos, no un millón de millones de siglos, sino eternamente, por toda la eternidad. Siempre, siempre, siempre, sin acacharse jamás. ¡Y por un grano de arena detendrías tus pasos a ese siempre dichosísimo! ¡Y por un átomo de polvo trocarías este patrimonio que te guarda tu Dios! Mira a esa luz lo que arriesgas, lo que malbaratas pecando; mira lo que aseguras y atesoras obedeciendo a la divina ley. Por terrenas recompensas, por humanas fortunas, se entregan los hombres a fatigosos quehaceres y arrostran inauditos peligros. ¿Y ninguna fatiga ha de arrostrar por hacerse con esta fortuna del cielo el cristiano a quien, bajo su palabra, se lo prometió su Dios?


   Reflexiona, alma mía, algo aquí, y resuélvete a no perdonar fatiga ni sacrificio para asegurarte la posesión de esta feliz eternidad.





DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.


   Ahora saludaremos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:

Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre pecador. Ave María.

Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y llorar mis pecados. Ave María.

Reina de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.

Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave María.

Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María y Gloria.


ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
(Memorare).


   Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente despacharlos. Amén.


OFRECIMIENTO DEL DÍA...


   Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.


   Aquí se leerá la Flor espiritual correspondiente al día, sacándola por suerte entre el catálogo que se hallará continuado al fin. Meditaciones Dará los diferentes días del mes.



FLORES ESPIRITUALES:



— 30. Pasar de rodillas un cuarto de hora rezando por el Papa.
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