jueves, 25 de marzo de 2021

La Anunciación de la Santísima Virgen que antiguamente se llamaba también Anunciación del Salvador, Anunciación de Cristo. —25 de Marzo.





INTRODUCCIÓN

 

 

   Génesis y significación de la fiesta. En este día de la Anunciación, que es al mismo tiempo el de la Encarnación del Verbo, celebramos el principio y el fundamento de todas las alegrías cristianas, así como la razón de todas las grandezas de María. ¡Día tres veces bendito, en que el Hijo del Altísimo toma nuestra naturaleza, y en que María llega a ser Madre de Dios! Tres veces cada día en el angelus damos, a son de campana, gracias a Dios por el misterio celebrado el 25 de Marzo.

 

 

   La fiesta de la Anunciación se coloca entre las más antiguas de la Iglesia universal. Podemos, remontando las edades, seguir sus huellas en Oriente hasta el siglo V, y hasta el VII en Occidente. León XIII la ha elevado al rito doble de primera clase.

 

 

   Plan de la meditación.

   —La embajada de un arcángel a María, la elección que Dios hace de ella, conducen como por sí mismas a esta cuestión: ¿qué encantos hubo en María que atrajesen al Hijo de Dios? Siguiendo á Bossuet, en la sexta elevación para la semana duodécima, pondremos de relieve tres grandes virtudes de María. El primer punto estará consagrado a admirar esas virtudes, el segundo a examinar su recíproca alianza.

 

 





 

MEDITACIÓN

 

 

«Ave gratia plena» (Luc. 1, 28).

 

Dios te salve, llena de gracia.

 

 

1.ER PRELUDIO Entremos con el ángel San Gabriel en el humilde oratorio de María. La admirable santidad de la Virgen esparce en su pobre aposentillo celestial perfume.

 

2. DO. PRELUDIOPidamos instantemente la gracia de conocer mejor a nuestra Madre, y de comprender el conjunto de virtudes que adornan su alma santísima.

 

 

I. Virtudes de María. — Ya desde esta su primera entrada en escena, la Virgen Santísima se nos muestra adornada del brillo incomparable de tres virtudes: pureza perfectísima dedicada a Dios con voto y para la cual está dispuesta María a sacrificarlo todo conforme a la voluntad del Señor; humildad, que se abate en el momento de la suprema glorificación; fe con que cree sin dudar la más inverosímil maravilla, una virgen que engendra, y una madre que engendra a un Dios.

 

   Después de haber dirigido a María santas felicitaciones, procuraremos aprovecharnos de las tres grandes enseñanzas que nos da.

   1. No basta admirar y ensalzar la hermosura de la castidad para asegurar su posesión: hay que estimarla digna de ser adquirida aun a costa del sacrificio, y conquistarla generosamente.

 

   2. EI momento del éxito y del triunfo hace oportuna la humildad y la somete a la prueba.

 

   3. La fe es tanto más meritoria cuanto más el espíritu se siente abrumado por el misterio.

 

 

II. Recíproca alianza de estas virtudes. —La reunión de estas virtudes no era fortuita ni accidental en María.

    La una apoyaba y perfeccionaba a la otra. De haber sido menos humilde, no hubiera María aventurado, en favor de su virginidad, aquella objeción que podía impedir su elevación a la dignidad de Madre de Dios; de ser menos pura, hubiera sido menos humilde; si su fe hubiera sido menos perfecta, habría hallado mayor dificultad en el sacrificio de su humildad y el aparente de su virginidad; y estas dos virtudes, a su vez, facilitaban en gran manera la fe.

 

 

   —Por otra parte, estas tres virtudes reunidas preparaban una digna Madre de Dios. María, para gustar los inefables goces de la divina maternidad, había de renunciar para siempre a todo deleite de los sentidos; la humildad más profunda le era necesaria para no poner ningún obstáculo a la más grande de las gracias de lo alto; y como enseñan los Padres, le era necesario concebir espiritualmente al Verbo de Dios por una fe perfectísima antes de suministrarle la materia de su cuerpo.

 

   —Del mismo modo, en la vida cristiana, estas virtudes se aúnan santamente. Es el orgullo como una lujuria del espíritu, que recibe con frecuencia en la lujuria de la carne su justo castigo, y una y otra lujuria ofuscan la mirada que debe reconocer a Dios. «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mat. V, 8). Quitad el orgullo y los ilícitos placeres, y la fe penetrará sin obstáculo en el alma humilde y purificada.

 

 

   ¡Cuán útiles reflexiones, qué de saludables resoluciones puede hacer germinar la verdad de esta alianza de las virtudes! Consultemos nuestras propias necesidades. La esterilidad de nuestros esfuerzos por adquirir una virtud, ¿acaso no proviene de nuestra indiferencia hacia alguna otra que le es conjunta? Ciertas tentaciones son combatidas eficazmente por el ejercicio de una virtud que no es atacada. EI demonio de la impureza se ve ahuyentado por fervorosos actos de humildad.

 

 

   Trabajemos en imitar a María juntando en nuestra vida estas tres grandes virtudes de humildad, fe, castidad, para nuestra propia santificación y bien de los demás, «para incorporar en nosotros el Verbo y, mediante esta incorporación, participar de la dignidad de la Madre de Dios» (1).

 

 



 

COLOQUIO

 

 

   En un ferviente coloquio podemos, en primer lugar, dirigimos al ángel San Gabriel y, con él, saludar á María llena de gracia. Felicitemos luego a la Virgen Santísima por su elección y sus virtudes, y con ella y por ella adoremos al Verbo hecho carne y consagrémonos a su servicio. Pidamos por María a Jesús, ser semejantes a nuestra Madre, que lo es también suya.

 

 

 

“MEDITACIONES SOBRE LA

SANTÍSIMA VIRGEN”

por e!

R. P. A. Vermeersch, S. J.

Profesor de Teología (1911)

 


jueves, 18 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA NOVENO.


—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 



 

Oración para el día noveno.

 

 

   Al contemplar vuestra justicia y santidad, ¡oh, esposo castísimo de la Madre de Dios!; al oír al mismo Dios, que os apellida, varón justo y os reconoce como tal en el único acto de vuestra vida en que pudierais haber dado algún motivo a los fariseos para mancillar en algo vuestro proceder de no delatar a vuestra Esposa, y así pensabais hacerlo, porque la considerabais inocente e ignorabais el incomprensible misterio de la Encarnación del Verbo, no puedo dejar de tributaros un acto de admiración y alabanza y el deseo de que seáis glorificado por todo y por todos.

 

 

   ¡Ah! Bien merecisteis, como premio de vuestra justicia, y prudencia, perfectísimas, que descendiera del cielo un ángel para aseguraros, en nombre del Eterno Padre, que el altísimo misterio de la Encarnación del Verbo en las purísimas entrañas de la Inmaculada y siempre Virgen María, vuestra Esposa, era obra del Espíritu Santo. Admirando vuestra justicia prudentísima, y viéndoos dar a Dios lo que es de Dios, al prójimo mucho más de lo que le es debido y, a vos lo que os mandaba el Señor, deseoso de imitar vuestras virtudes, os suplico, varón justo y santo, según el sentir de Dios, me alcancéis la hermosa virtud de la justicia, para que, practicándola con la perfección con que vos la practicasteis, merezca alcanzar de Dios, por vuestra intercesión, el ser fiel devoto vuestro hasta el fin de mi vida: el aumento de vuestros verdaderos devotos: las gracias que os he pedido en esta novena: la exaltación de la fe, el triunfo de la Iglesia y del Vicario de Jesucristo, la unión en caridad perfecta del pueblo fiel y cristiano, bajo la dirección de los prelados de la Iglesia, la conversión de los herejes, cismáticos e infieles, y para todos vuestros devotos, la perseverancia final en la gracia, como prenda segura de nuestra salvación. Amén.

 

 

 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida. 



APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.

 

 

miércoles, 17 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA OCTAVO.

 


 

—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 





 

Oración para el día octavo.

 

 

   Excelsa, es, según lo que se ha dicho y mucho más que pudiera decirse, la grandeza que, cual antorcha divina, resplandece en San José por ser esposo de la Madre de Dios. ¿A qué alteza subirá por ser padre de Jesús? José, padre de Jesús... Así le llama la Escritura Santa, así los Santos Bernardo, Agustín, Juan Damasceno, Andrés Jerosolimitano, Epifanio y otros. Padre adoptivo de Jesús... Padre aceptado como tal por Jesús...; ¡Cuánta grandeza y plenitud de gracia supone este renombre!...

 

 

   Según Santo Tomás, cuando Dios da un nombre u oficio a una criatura, le da también las gracias que necesita y requiere el tal nombre y oficio. ¿Y quién podrá pensar siquiera los talentos y gracias que necesita el que hubo de ser padre de Jesús?

 

 

   ¡Qué sabiduría para enseñar! ¡Qué prudencia en dirigir! ¡Qué santidad en el ser!... ¡Qué amor y mutua correspondencia en amarse, en obedecer el Hijo al padre y el padre con más deber al Hijo!... ¡Qué llena de misterios está la correspondencia de amor!... Y la tiene que haber, según la promesa de Jesús: «Yo amo a los que me aman...» Y José amaba a Jesús como padre.

 

 

   Saludó un día la Madre de Dios a su prima Isabel, y esto bastó para llenarse de gozo la madre y quedar santificado el hijo antes de nacer. ¿Qué de gozo, gracia y santificación llevarían a José tantas salutaciones, abrazos y ósculos mutuos de amor del Hijo al padre y del padre al Hijo, especialmente cuando le llevaba en sus brazos y le mecía, en ellos? Y si se tiene en cuenta que el saludar de Jesús, y así el hablar, es infundir dones. y los ósculos y abrazos infunden en el alma amor. ¡qué lleno de dones y amor os considero, oh, padre tan amante de Jesús!...

 

 

   Santo mío, de esa, plenitud de gracia, y amor comunicadme la, que necesito para crecer en vuestra devoción, en la gracia y amor, como prenda de la gloria.

 

 

 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.


martes, 16 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA SÉPTIMO.


 

—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 



 

Oración para el día séptimo.

 

 

 

   Vengo hoy, Santo mío, a vuestra presencia a contemplar lo que alcance mi inteligencia de la santidad que os corresponde como esposo de la Madre de Dios. Y he dicho lo que alcance, porque ¿quién podrá delinear siquiera la, anchura, ni la, alteza, ni la profundidad, ni la hermosura, ni el mérito de vuestra santidad?

 

 

   ¡Ah! Vuestra santidad es pura, verdadera, perfecta. Se funda en la justicia: santificado antes de nacer, según creencia, general, merecisteis del mismo Dios el sobrenombre de: Justo, y justo, según el decir de Dios, es santo... Y podemos decir que sublimasteis la justicia y santidad en la escuela, para vos siempre abierta, de la que es el asiento de la sabiduría y Reina de todos los Santos y vuestra Esposa. En esa escuela estudiasteis y de esa sapientísima maestra aprendisteis la ciencia de los Santos por espacio de treinta años continuos. ¿A qué sabiduría y conocimiento de Dios, y las cosas celestiales y divinas, y de las virtudes todas, subiría vuestro entendimiento, y a qué grado de amor vuestro manso y humilde corazón con magisterio tan divino? Y si el maestro da más al que más ama, y después de Dios y de su Hijo al que más amó en el mundo fué a vos, como esposo; os dio, sin duda, de la santidad de que estaba, llena la que cupo en vuestra dichosa alma y correspondía a vuestros altísimos destinos.

 

 

   ¡Qué santidad la vuestra, oh, José, esposo de la Madre de Dios, con la cual tratabais íntimamente!... ¡Ah! Si una palabra suya a Isabel la llenó de gozo y santificó a su hijo...; si unas cuantas palabras de la Virgen, que ha consignado Dios en la Escritura Santa, en su cántico del «Magníficat», meditadas por almas justas, tanto las han santificado, ¿a qué santidad levantarían la vuestra tantas palabras como brotarían de su purísimo corazón para enriquecer el vuestro? Recibid mi parabién, mi amor, mi devoción, y, en retorno, que aumente yo vuestra gloria llevándome vos a ella.

 


 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.



APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.




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