—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el
Acto de contrición:
Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu
Santo, en
quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a
quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber
ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi
Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo,
como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón
por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole
para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de
la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en
el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con
lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere
a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo
amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y
devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José
y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.
—Se dirá la siguiente oración para
todos los días:
Oración para todos los días.
¡Oh,
bienaventurado San José, escogido por el
mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y
privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre
Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño
Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo
con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que
era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en
todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí
tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su
alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en
esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.
—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y
Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias
que por su intercesión pedimos en esta novena.
Oración para el día noveno.
Al contemplar vuestra justicia y santidad, ¡oh, esposo castísimo de
la Madre de Dios!;
al oír al mismo Dios, que os apellida, varón justo y os reconoce como tal en el
único acto de vuestra vida en que pudierais haber dado algún motivo a los
fariseos para mancillar en algo vuestro proceder de no delatar a vuestra
Esposa, y así pensabais hacerlo, porque la considerabais inocente e ignorabais
el incomprensible misterio de la Encarnación del Verbo, no puedo dejar de
tributaros un acto de admiración y alabanza y el deseo de que seáis glorificado
por todo y por todos.
¡Ah! Bien
merecisteis, como premio de vuestra justicia, y prudencia, perfectísimas, que
descendiera del cielo un ángel para aseguraros, en nombre del Eterno Padre, que
el altísimo misterio de la Encarnación del Verbo en las purísimas entrañas de
la Inmaculada y siempre Virgen María, vuestra Esposa, era obra del Espíritu Santo.
Admirando vuestra justicia prudentísima, y viéndoos dar a Dios lo que es de
Dios, al prójimo mucho más de lo que le es debido y, a vos lo que os mandaba el
Señor, deseoso de imitar vuestras virtudes, os suplico, varón justo y santo,
según el sentir de Dios, me alcancéis la hermosa virtud de la justicia, para
que, practicándola con la perfección con que vos la practicasteis, merezca
alcanzar de Dios, por vuestra intercesión, el ser fiel devoto vuestro hasta el
fin de mi vida: el aumento de vuestros verdaderos devotos: las gracias que os
he pedido en esta novena: la exaltación de la fe, el triunfo de la Iglesia y
del Vicario de Jesucristo, la unión en caridad perfecta del pueblo fiel y
cristiano, bajo la dirección de los prelados de la Iglesia, la conversión de
los herejes, cismáticos e infieles, y para todos vuestros devotos, la
perseverancia final en la gracia, como prenda segura de nuestra salvación. Amén.
—Pidamos al Santo, de
rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en
esta novena.
—Se hará la pausa de un Avemaría, y
después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días
con la oración final.
Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable
protector mío, San José!, que
jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado
vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro
poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.
¡Ah!, no
desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y
dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.
Oración para terminar todos los días.
Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida
con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con
devoción.
Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción
que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con
ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual
apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.
—Sea entre todas las
cosas bendito y alabado, etc.
—Ave María purísima.
—Sin pecado concebida.
APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.
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