viernes, 26 de octubre de 2018

MATER SALVATÓRIS.




MADRE DEL SALVADOR.


Pariet Filium, et vocabis nomen ejus Jesum: ipse enim salvum faciet populum suum. (Matth.1).

Parirás un hijo y le llamarás Jesús, porqué él mismo salvará a su pueblo.


CONSIDERACIÓN I.


   Representémonos a la Virgen santísima rodeada de los instrumentos de la pasión, para indicar al Salvador del mundo, a quien María engendró en el mundo, según el texto: “parirás un hijo, y le llamarás Jesús, porque él mismo salvará a su pueblo”. Por tanto, así como Eva introdujo la muerte al mundo por el pecado, así María, como Madre del Salvador le parió para el mundo la vida.

CONSIDERACIÓN II.


   Esther en otro tiempo se llamaba salvadora, pero solamente del pueblo judaico. Judith se gloriaba igualmente de este título; pero salvó esta heroína a sola la ciudad de Betulia; más la santísima Virgen es Madre de aquel que salvó, no una ciudad o reino; sino al universo entero, lo que ciertamente es más glorioso. Por tanto, si los judíos dieron grande honor a su salvadora Ester; si los habitantes de la ciudad de Betulia manifestaron suma gratitud a su libertadora Judith, mucho mayor honor y gratitud merece María Madre del Salvador.


CONSIDERACIÓN III.


   Los pastores al punto que les fue anunciado por el ángel el nacimiento del Salvador, corrieron al establo de Belén, y allí, no solo adoraron al recién nacido infante; mas también dieron grande honor a su Madre, y cuan justamente a la verdad; porque María como que dió armas a Cristo su Hijo con las cuales venció a la muerte y al diablo, y así nos redimió a los hombres. ¿Más cuáles son estas armas? Ninguna cosa se entiende por ellas qué el santísimo Cuerpo de Cristo que fue formado de la purísima sangre de María, y padeció por nosotros.


ORACIÓN


¡Oh gloriosísima María Madre del Salvador! Yo Sé que los padres y justos del antiguo testamento, esperaron ardientemente por muchos siglo la venida del Mesías, clamando sin cesar: cielos, mandadnos el roció, y las nubes lluevan al justo: mas no tenía efecto su clamor; pero tú, mujer fortísima, por la virtud de la humildad bajaste al Mesías del cielo al suelo para que el hombre subiera del suelo al cielo. Por esta tu virtud te ruego que me alcances la salud; oh ¡María!

Madre del Salvador, ruega por nosotros.


P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).   

jueves, 25 de octubre de 2018

LLEVAR EN SÍ A MARÍA.



   Era en una visita. Abriendo cierta persona un libro que manos descuidadas, quizás voluntariamente habían dejado en la sala de espera, tropezó con las siguientes líneas, rebosantes de sentido y de vida sobrenatural:

   ¡Lleva en ti a María!
   ¡Irradia en derredor tuyo a María!
   ¡Comunica a todos algo de María!

   ¡Qué de emociones se sucedieron en su alma, en su corazón, en todo su ser!
   Dejó caer el libro, y una gruesa lágrima brilló en sus pupilas y se deslizó por sus mejillas, y, ocultando luego el rostro entre las manos, se entregó por largo espacio de tiempo a dulces meditaciones.
   Durante todo aquel día dejaba escapar, sin cesar, de su corazón estos fervorosos afectos:

   ¡María!,
haced que os lleve en mí;
haced que os irradie en derredor mío;
haced que os a todos.
    
   Que también nosotros, piadosos hijos de nuestra dulce Madre; que también nosotros, amantes de María y deseando continuamente creer en este amor suavísimo, repitamos con frecuencia esa oracioncita tan corta, tan nuestra, y seguramente no menos grata a la Virgen sin mancha.


   Llevar en sí a María no es propiamente poseer ya las virtudes de María sino tratar de adquirirlas.
   Es portarse como una niña que estrena un vestido nuevo; con conciencia de nuestra intimidad, con prudencia y reserva, con temor de cometer alguna acción que manche los hermosos vestidos que nos embellecen. Y lo que nos embellece es la imagen de nuestra Madre, su recuerdo y el esfuerzo por copiar sus excelsas virtudes.

   Llevar en sí a María es respetar la presencia  de nuestra amadísima Madre; es vivir a su lado; es tratar de hacer, para agradarle, esas mil cosillas que a diario se ofrecen en la vida práctica.

   Llevar en sí a María es todavía algo más. Es verdad que no podemos recibir el cuerpo de María como recibimos el de Jesucristo; pero ¿no recibimos en la Sagrada Comunión a la vez que a nuestro divino Salvador, algo de María, parte de María? ¿No fue formada esa divina carne de Jesús, alimento de nuestra alma, de la carne y sangre de María? La carne de Cristo es carne de María.

   ¿No podemos, por consiguiente, afirmar que al llevar en nosotros a Jesucristo llevamos a María? Jesús y María… son dos cosas inseparables. No pienses hallar al dulce Hijo de la Virgen fuera de los brazos de su Madre. Ese es su lugar propio, su trono y su cielo.

   Llevar en sí a María es, por lo mismo, acercarse frecuentemente a la Sagrada Misa y acordarse luego, durante el día, cuando sea posible, de esa inefable intimidad de la mañana. ¡Oh María dejadme llevaros siempre en mí!

   Irradiar a nuestro alrededor a María dice algo más que llevarla en sí. Es, en cierta manera, haberla grabado ya en alma por la imitación de algunas de sus virtudes, tan dulces, tan atractivas y tan asequibles.

   Llevar en sí a María significa solo esforzarse en imitarla. 



   Irradiar a nuestro alrededor a María expresa ya la posesión de algunas de sus virtudes.
   Es mostrarse dulce y paciente en las pruebas y contrariedades.
   Hallarse siempre dispuesto a servir a los demás.
   Permanecer tranquilo y sonriente en medio de los mayores abatimientos.
   Es tener para con todos los que se acerquen a nosotros:

   una palabra cordial que los atraiga;
   una sonrisa que les dilate el corazón;
   un gesto que los reanime;
   una cogida benévola que los cautive;
   un trato amable que los eleve, los sobrenaturalice y los haga exclamar: ¡Oh,  mirad, cuánto ama a la Virgen!

   Se ha dicho de María que era la Custodia de Jesús. Que pueda también decirse proporcionalmente de nosotros que somos la Custodia de María.
   ¡Oh María! Permitid que os irradie en derredor mío a la manera que Vos irradias en derredor vuestro a Jesús.

   Dar a María a todos los que se nos acerquen no es, desde luego, que les podamos decir: “Os doy a María”, sino que indica sencillamente la voluntad y deseo firmes y actuales de darles a María; o en otros términos, el celo puesto al servicio de María, la necesidad de hacerla conocer y amar en todas partes.
   Dar a María significa no salir de casa, no dar paso ni hacer visita alguna, sin que brote de nuestro corazón esta oracioncita:

                    ¡Oh dulce Virgen María!
                    Venid y vivid en mí;
                    venid y vivid en mi corazón,
                    en mis labios, en mis manos,
                    a fin de que por mí:
                    Améis, iluminéis, habléis y trabajéis Vos.

   Yo solo nada puedo. Hagámoslo todo entre los dos: Vos como agente y como artífice; yo como pequeño instrumento.



   ¡Que inmenso bien podríamos hacer renovando asiduamente esos buenos deseos e intenciones!

   ¡Seriamos entonces distribuidores de María! Por ventura no siempre nos daríamos cuenta; pero, llegada la ocasión, la Madre de Jesús nos usaría, obraría, hablaría y se daría por nosotros.

   Con nuestros ejemplos, palabras, lecturas, cartas y conversaciones iríamos distribuyendo a María.

   Pasaríamos la vida haciendo amar a la Santísima Virgen; y hacer amar a la Madre  del Salvador es agradar a Jesús y asegurar la vida eterna. “Los que me dan a conocer poseerán la vida eterna”.

   ¡Oh, y cómo a su vez nos amará la Virgen!
   ¡Cómo nos sostendrá!
   ¡Cómo nos llevará en su Corazón!

   Llevemos, pues, a María en nosotros para que esta buena Madre nos lleve en sí, y de ese amor recíproco, y de esa intimidad mutua brotará como fruto espontáneo la santidad…

     ¿Y no es verdad que tal santidad está llena de consuelos, y el camino que conduce a ella es suave, fácil y corto? Basta con: 



Llevar en sí a María.
  
                 
   “Espíritu de la vida de intimidad con la Santísima Virgen”
R. P. L OMBAERDE —Misionero de la Sagrada Familia


miércoles, 17 de octubre de 2018

ANUNCIACIÓN Y ENCARNACIÓN.



   Enviad, Señor, os lo ruego, al que debéis enviar.
   Van a cumplirse las promesas hechas a los Patriarcas......

   El ángel Gabriel, dice el Evangelio, fué enviado por Dios a una Virgen que vivía en un pueblo de Galilea llamado Nazaret; María era el nombre de la Virgen. Y habiendo entrado el ángel en su habitación, le dijo: Te saludo; llena eres de gracia, el Señor es contigo y bendita eres entre todas las mujeres.

   Te saludo, exclama san Gregorio Taumaturgo, te saludo, templo de Dios vivo; parirás al que será la suprema alegría del Universo, y serás la gloria de las Vírgenes y la dicha da las madres.

   Llena de gracia: “Gratia plena”. Todas las ha recibido. Maria es la predilecta de Dios… La gracia ha bajado sobre ella como un rio inmenso...

   Esta es, dice S. Pedro Crisólogo, esta es la gracia que ha dado la gloria al Cielo un Dios a la tierra, fe a las naciones, muerte a los vivos, orden a la vida y regla a las costumbres.

   El ángel trajo esta gracia, continúa aquel gran Santo, y la Virgen la recibió, ella que debía dar la salvación a todos los siglos.

   Maria está llena de gracias, dice S. Agustín. Eva está purificada de su falta, y la maldición de Eva se convierte en bendición en María.

   El Señor está contigo: “Dominus tecum”. Estas palabras del ángel explican la plenitud de gracias con que estaba enriquecida María.

   Por esto dice S. Agustín al comentar estas palabras: El Señor, oh Maria, está con vos, está en vuestra alma, ha venido en auxilio vuestro, está en vuestro seno.

   ¿Qué extraño es, dice S. Bernardo, que María estuviera llena de gracia, estando Dios con ella? Lo que más bien debe admirarnos, añade aquel gran Doctor, es que el que había enviado el ángel fuese ya hallado presente por éste en Maria. Dios fué más ágil que el ángel, y se le adelantó. En verdad, Dios está con lodos los Santos; pero estaba especialmente con Maria, a la que se unió tan estrechamente que, no sólo dejó en ella su voluntad, sino su cuerpo, como si de su sustancia y de la de la Virgen formase un Cristo, que sin ser enteramente obra de Dios ni di; María, fuera a la par todo de Dios y todo de María, y no fuera dos hijos, sino un sólo hijo de uno y otra.

   San Bernardo enseña también que la Santísima Trinidad está con María. Dios el Hijo a quien cubrís con vuestra carne, exclama, no está sólo con vos, oh María; sino también Dios el Espíritu Santo por quien concebís, y Dios el Padre que ha engendrado al que concebís. Con vos está el Padre que ha hecho hijo vuestro a su Hijo; con Vos está el Hijo que cumple un admirable misterio de la Encarnación; y con Vos está el Espíritu Santo que, de acuerdo con el Padre y el Hijo, santifica vuestro seno virginal.

   Bendita eres entre todas las mujeres: “Benedicta tu in mulieribus”.

   María es verdaderamente bendita, dice S. Pedro Crisólogo: ella fué más elevada que el cielo, fué más poderosa que la tierra y más grande que el universo; pues ella sola ha abrigado en su seno al que el mundo entero no puede abrigar. Ha llevado al que lleva el mundo; ha engendrado a su Creador; ha alimentado al que alimenta todo lo que vive. En otro tiempo la bendición de los Patriarcas estribó en la fertilidad de la tierra. Ved ahí que a su vez nuestra tierra, el seno de María, da su divino fruto.

   Habiendo María oído al ángel, quedó turbada con sus palabras, y pensaba en si misma que salutación podía ser aquélla. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, has hallado gracia ante el Señor”.

   No temáis, oh María, dice S. Bernardo, ni os admire la llegada del ángel  Aquel que es más grande que el ángel viene también.

   No os admire la llegada del ángel, ¡con vos está el Señor del ángel! ¿Por qué no habéis de ver a un ángel, vos que vivís de una manera angélica? ¿Por qué no ha de visitar el ángel a la que imita su vida? La virginidad es la vida misma de los ángeles: los que permanezcan vírgenes, dice la Escritura, serán como ángeles de Dios. 



   Ved dijo el ángel a María, ved que concebiréis en vuestro seno, y pariréis a un Hijo a quien daréis el nombre de Jesús. Será grande y será llamado hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin. María contestó al ángel: ¿Cómo sucederá esto? porque no conozco a varón. (Luc. 1, 31-34). Y el ángel continuó: Bajará sobre vos el Espíritu Santo, y la virtud del Altísimo os cubrirá con su sombra. Por cuya razón, el santo fruto que de vos nacerá, ha de ser llamado hijo de Dios. (Luc. 1, 35).

   Por consiguiente la concepción de Jesucristo es santa.

   El Señor, dice S. Cirilo de Jerusalén, quiso nacer de una virgen, para indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu Santo, de la Iglesia, que también es virgen.

   Un Dios, dice S. Bernardo, no podía nacer sino de una virgen; y una virgen no podía concebir y parir más que a un Dios.

   Y la virtud del Altísimo os cubrirá con su sombra. (Luc. 1, 35). Es decir, según la explicación de S. Gregorio, el Verbo de Dios tomará en vos un cuerpo que será como la sombra de la Divinidad, y ésta quedará velada y oculta como una sombra. (Lib. XXX III. Moral., c. II).


   San Ambrosio entiende por la palabra sombra, la vida presente y moral que el Espíritu Santo dió a Jesucristo: ella es, en efecto, como la sombra de la verdadera vida de la eternidad. S. Ambrosio, S. Agustín. S. Hilario y muchos otros Padres, comentan estas palabras del Evangelio del modo siguiente: Como una sombra refrescante, la gracia del Espíritu Santo os defenderá, oh Virgen santa, del fuego de la concupiscencia carnal para que concibáis a Jesucristo bajo la sola impresión de un purísimo amor. El Espíritu Santo os cubrirá con su sombra, es decir, ocultará el secreto de los secretos, el misterio de los misterios que en vos se ha verificado, ¡oh María!

   Oigamos ahora a S. Bernardo: La maravillosa encarnación del Verbo era un misterio, y la Trinidad sola ha querido operarlo por sí misma en María sola, y con María sola. Sólo a la bienaventurada Virgen ha sido dado comprender lo que ella sola debía experimentar. ¿Por qué me preguntáis, le dijo el ángel, lo que pronto hallaréis en vos? Lo sabréis a ciencia cierta y lo sabréis con dicha infinita; pero lo sabréis por el que es autor del prodigio. Sólo he sido enviado para anunciaros vuestra concepción virginal y divina. (Serm. IV. Super Missus est).

   El fruto de la Virgen fue santo por la operación del Espíritu Santo y por su unión hipostática con el Verbo: fué hijo de Dios por naturaleza, al paso que nosotros lo somos sólo por gracia y por adopción...

   Y ved, continuó el ángel, que vuestra parienta Isabel ha concebido también en su vejez a un hijo; porque nada es imposible a Dios. (Luc. 1, 36 -37). El ángel confirma el milagro de la encarnación con otro milagro, a fin de que, como dice S. Bernardo, agregándose un milagro a otro milagro, fuera más intenso el regocijo y llegase a su colmo.

   Nada es imposible a Dios. En Dios, dice S. Bernardo, la palabra no es diferente de la intención: porque es la verdad; ni la acción de la palabra, porque es la omnipotencia, ni la manera del hecho, porque es la sabiduría.

   El ángel se detiene y se calla, aguardando respetuosamente la respuesta y el consentimiento de la Virgen. Adán, dice S. Bernardo, Abraham, David y todos los patriarcas y profetas, deseosos de la venida del Mesías y de la salvación de los hombres, aguardan aquel consentimiento. El universo entero, oh bienaventurada Virgen, lo espera prosternado a vuestros pies. (Serm. IV. Super Missus est). Y con muchísima razón, puesto que de vuestros labios ha de venir el consuelo de los desgraciados, la redención de los cautivos, la libertad de los hombres condenados, y finalmente la salvación do todos los hijos de Adán de todo el género humano.

   Dad, oh incomparable Virgen, dad pronto una respuesta afirmativa. (Serm, ejusd.). ¡Oh Señora mía, pronunciad la palabra que aguardan la tierra, los limbos y el cielo!  El Señor y el mismo Rey del universo desea vuestra respuesta y vuestro consentimiento, con tanto ardor como ha deseado gozar de vuestra hermosura; porque con este consentimiento quiere salvar al mundo.

   Cielos, limbos y tierra, alegraos, ¡María consiente! María dice: He aquí la criada del Señor; hágase según vuestra palabra. Fiat y en aquel momento dichoso y supremo se encarnó el Verbo: “Et Verbum caro factum est”. (Juan 1, 14). Dios se hace hombre, el hombre llega a ser Dios; el Cielo se baja, la tierra se eleva; Dios tiene una Madre, y una Virgen tiene por hijo a Dios. Los ángeles se admiran, la tierra se estremece y el infierno se espanta. ¡Todo se ha salvado!...



   Hágase según vuestra voluntad: “Fiat mihi secundum Verbum tuum”. (Luc. 1, 38). María llega a ser esposa de Dios y nuestra carne esposa del Verbo.

   Un ángel anuncia, dice S. Bernardo: la virtud de lo alto cubre a María, el Espíritu Santo obra, la Virgen cree, concibe, pare y permanece virgen.

   El ángel la dejó. El ángel se despidió después de haber terminado su misión y obtenido el consentimiento de María, y por consiguiente despues de la encarnación del Verbo. Se cree que al retirarse, el ángel Gabriel se prosternó a los pies de María, ya para venerar a la Madre de Dios, ya para adorar al Verbo divino encarnado en Ella. Por esto al pronunciar estas palabras: “Et Verbum caro factum est”, debemos inclinar la cabeza y doblar la rodilla...

   El milagro de la Encarnación encierra muchos milagros. El primero es que una virgen concibió permaneciendo virgen..., el segundo fue que el Espíritu Santo cubrió a María con su sombra, formó al punto en ella el cuerpo entero de Jesucristo, y colocó allí un alma perfecta…; el tercero es que el Verbo se unió de repente a aquella alma y a aquel cuerpo...; el cuarto es que se hizo hombre...; el quinto es que el hombre llegó a ser Dios...; el sexto es que en el mismo instante de la Encarnación el niño Jesús quedó lleno de sabiduría y de inteligencia...; el séptimo que fué concebido sin mancha original y lleno de gracia...; el octavo que el alma santa de Jesucristo, desde el momento de su creación, vio la esencia de Dios y se ofreció a Él para sufrir el suplicio del calvario y rescatar a los hombres...

   Eva, la primera virgen, fué formada del cuerpo del primer hombre virgen, y por el contrario Jesucristo, el primer hombre virgen, fué formado del cuerpo de la segunda virgen, la bienaventurada María.



TESOROS
de CORNELIO Á LÁPIDE.

domingo, 14 de octubre de 2018

EL PURÍSIMO CORAZÓN DE NUESTRA SEÑORA.




   María Santísima comenzó su viaje por el camino a la perfección a una altura a la que otros santos solamente llegan al final de una larga vida de santidad. En todos los demás hijos de Adán el pecado original ha impedido que la divina generosidad pudiera seguir libremente su camino. Pero Nuestra Señora fue creada inmaculada, y por lo tanto la gracia de Dios operó en su alma sin impedimentos ni obstáculos. Su impecabilidad, su pureza celestial, dirigió cada acción y cada movimiento suyo hacia Dios. Su corazón  era el patrón y el modelo de todas las virtudes y de toda pureza: “¡Bienaventurados los limpios de corazón!”.

   No tiene lugar en ella cosa manchada: como que es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad. Yo soy de mi amado, y mi amado es mío, el pastor entre los lirios.

Misal Diario Católico Apostólico Romano. (1962).
  

sábado, 13 de octubre de 2018

La abominación. La Profanación de Fátima.




Artículo basado en una charla dada por

el Padre Paul Kramer, B.Ph., S.T.B.,M. Div., S.T.L. (Cand.)



   La liturgia de la Iglesia conmemora la dedicación de la Basílica Laterana, la catedral del sucesor del Apóstol San Pedro, y de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, donde está la tumba de San Pedro, el primer Vicario de Jesucristo. Estos monumentos son un recuerdo visible de la promesa de Nuestro Santísimo Señor dada personalmente a San Pedro, que “las puertas de infierno” nunca prevalecerán contra la Iglesia. La Iglesia Católica, por lo tanto, es infalible (es decir, no puede equivocarse), y por lo tanto, también es indefectible, es decir, no puede nunca apartarse de las verdades divinamente reveladas y transformarse en una falsa religión.








La Iglesia Católica será perseguida




   Como católicos, nosotros profesamos nuestra Fe en que la Santa Iglesia Católica permanecerá fiel hasta el fin de los tiempos, cuando Cristo venga nuevamente a juzgar a los vivos y a los muertos.

   La Iglesia, sin embargo, será empujada a la clandestinidad por una violenta persecución. Una sangrienta persecución de la Iglesia ha sido profetizada por el Mensaje de Fátima. Cuando esto tenga lugar, la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica será forzada a volver a las catacumbas de la Cristiandad de la iglesia primitiva, como en los tiempos de las persecuciones de la antigua Roma.






La Iglesia falsificada



   Eso será cuando parezca falsamente que la Iglesia ha apostatado, cuando la iglesia falsificada – nominalmente católica pero en verdad una falsa secta ecuménica de inspiración masónica – parezca ocupar el lugar de la “antigua” Iglesia.

   Ese será el aspecto más espantoso del Gran Castigo: la aparente defunción del catolicismo tradicional y su ‘reemplazo’ por la “nueva Iglesia Católica ecuménica”, una monstruosidad pan-religiosa, pan-cristiana.


   Esa es la ‘Gran Apostasía’ predecida en la Sagrada Escritura y en el Tercer Secreto de Fátima. Eso ya está en proceso de concretarse y de ocurrir – la “Casa de Dios” está siendo profanada y violada por la herejía ‘cristiana’ y la idolatría pagana. La profanación de la Iglesia de Dios es la gran abominación predecida en la Sagrada Escritura.




Impresionante es el lugar



   La Consagración de una iglesia se conmemora en la liturgia con estas palabras, “terribilis est locus iste”, terrible es el lugar. En el propio sentido de la palabra, el Templo del Señor, Su Santuario, es un lugar tremendo, impresionante, donde uno es inducido a comprender y experimentar el Temor de Dios.


   El 9 de noviembre es la Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, la iglesia del Salvador, donde por siglos y siglos, ha sido la Iglesia Catedral del Romano Pontífice, el Obispo de Roma, quien es el Papa de la Iglesia Universal. El 18 de noviembre es la Fiesta de la dedicación de la Basílica Vaticana de San Pedro. Y así, conmemorando la dedicación de esas antiguas iglesias, la liturgia de la Iglesia invoca esas palabras “terríbilis est locus iste”, terrible es el lugar, porque la Iglesia es, como nos dice la liturgia, “la Casa de Dios y la Puerta del Cielo”. La Sagrada Liturgia refleja la naturaleza celestial y la santificación del Lugar Santo que es la “Casa de Dios y Puerta del Cielo”.

   Por lo tanto, el lugar es sagrado, puesto aparte, y por consiguiente cuando una iglesia está dedicada, está consagrada a Dios: apartada de todo lo que es mundano, de todo lo que es profano, de todo lo que es pagano, de todo lo que es falso, herético o apóstata. En tiempos antiguos, durante la Cristianización del Imperio Romano, los templos que habían sido construidos para los falsos dioses, más que destruidos, fueron remodelados y hechos lugares apropiados para morada de Dios. Santificados primero por estar exorcizados de sus demonios, dedicados al servicio de Dios, y luego santificados por la misma presencia de Jesucristo Nuestro Señor. El, quien es el Dios encarnado, baja en el Santísimo Sacramento y confiere a los Lugares Santos la definitiva santificación y glorificación de Dios.

   La glorificación de Dios es uno de los temas más prevalentes del Antiguo Testamento. Porque la gloria a Dios es para manifestar Su gloria y santificar Su nombre sobre la tierra, para hacer participar a la raza humana en Su santidad y en Su vida divina. Y así, Dios manifiesta Su Gloria, e impone la santificación de todo lo que está apartado y hecho sagrado, dedicado al servicio de Dios para la santificación de los hombres.




Todos los demonios deben salir




   Cuando Dios toma posesión de Su santo Templo, todos los falsos dioses deben salir. Cuando los españoles llegaron a México, destruyeron los ídolos, y pusieron en su lugar la imagen de la Santísima Virgen y del Niño Jesús. Los ídolos fueron todos derribados y destruidos, y aparentemente por intervención divina, Cortés y sus hombres quienes hicieron eso, resultaron indemnes contra una multitud enfurecida de paganos e idólatras.

   La manifestación del poder de Dios a través de Sus instrumentos humanos ha tenido lugar a lo largo de la historia de la Iglesia Católica y de la Cristianización de las naciones. Esa fue la orden de Jesucristo a Sus Apóstoles. Poco antes de ascender a los Cielos, Él dijo “id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado”. “El que creyere y fuere bautizado se salvará, más el que no creyere se condenará”. “Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo.” (Mt. 28:19-20; Mc. 16:15-16)






La Iglesia Católica es indefectible



   Con esta promesa, Jesús dejó en claro que Su Iglesia sería indefectible. Que Su Iglesia permanecería fiel hasta el fin del mundo. Dios no admitirá, no permitirá que Su Iglesia sea totalmente subvertida y ocupada por el diablo, y sea transformada en la Iglesia del Anticristo, de Satán, del diablo y sus ángeles, los falsos dioses de los paganos.

   Es por eso que nosotros sabemos que el gran castigo del que Nuestra Señora de Fátima nos advirtió, está muy cerca. Nosotros leemos en la escritura, en los Salmos, que Dios no permitirá que el cetro caiga en manos de los malvados, a menos que los justos tiendan sus manos a ellos. Dios no permitirá que Sus elegidos caigan en la deslealtad y se transformen en infieles.

   Nuestro Señor dice que las almas han sido puestas en Sus manos por Su Padre Celestial, y nadie las arrebatará de Su mano (Jn. 10:28-29). Así, Jesús promete que los elegidos permanecerán fieles, sin importar que puedan tener la apariencia del resto de mundo cristiano.




La defección de naciones enteras



   La defección de naciones enteras está profetizada en el Secreto de Fátima. El Tercer Secreto, la tercera parte de ese Secreto que Nuestra Señora reveló el 13 de julio de 1917, permanece oculta porque aquellos que tienen la custodia del Secreto son los mismos que son acusados por las palabras de Nuestra Señora de Fátima.

   Nosotros sabemos esto por ser el caso, que la porción del Secreto que fue revelada en junio de 2000 fue un fraude, presentado intencionalmente como todo el Tercer Secreto, porque el texto que fue revelado no contiene las palabras de Nuestra Señora. El Tercer Secreto, como es bien sabido, comienza efectivamente con las palabras de Nuestra Señora, “En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe,” y luego el texto del Secreto continúa con la misteriosa palabra, “etc.”

   Esas son las palabras del Secreto confiadas por Nuestra Señora a los niños de Fátima, “las palabras de Nuestra Señora confiadas como un Secreto,” a las que hace referencia el anuncio de prensa que hicieran desde el Vaticano en febrero de 1960, cuando anunciaron que el Secreto tal vez nunca sería revelado, nunca sería publicado.

   Ese, por supuesto, es su deseo, que nunca sea publicado, porque las palabras de Nuestra Señora confiadas a los tres niños pastores, Lucía, Francisco y Jacinta, son una acusación de su infidelidad. El Cardenal Ciappi, quien fue el teólogo papal, y que por eso conocía cual era el texto del Tercer Secreto, pero obligado por juramento de secreto, no podía decir nada más, excepto que en el Tercer Secreto de Fátima, “estaba profetizado, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzaría por la cima.”




Un día de campo para los herejes




   Eso es algo que nosotros vemos ocurrir hoy ante nuestros propios ojos. Los herejes, por ejemplo, están dando un rodeo y diciendo que no solo la Santísima Virgen no permaneció virgen después del nacimiento de Jesús, sino que Su divino Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, vivió en estado o de matrimonio o de algo menos que matrimonio. Algo no lo bastante legítimo como matrimonio, como si Él hubiera vivido en estado de vida conyugal secreta.

   Eso es, por supuesto, absolutamente absurdo, y no necesita ser refutado en ese punto, porque cualquiera que tenga un sólido conocimiento de la Escritura sabe muy bien que tal proposición no es solo falsa, sino absolutamente ridícula.

   Pero la respuesta de la Conferencia de Obispos Americanos es la que encuentro interesante. Eso es lo que debería ser alarmante para cualquiera, esa es una señal que ellos han perdido su Fe. ¿Cuál fue su respuesta? Fue algo totalmente evasivo, si yo pudiera parafrasear lo que ellos dijeron muy claramente: “No parece haber evidencia de uno u otro asunto en la Escritura”. Y allí es donde lo dejaron.

   ¿Sostener la verdad divinamente revelada? ¡De ninguna manera! Los obispos norteamericanos son cobardes, en el mejor de los casos; e infieles, parecería ser. Por si eso no fuera lo suficientemente malo, recordemos que no es de los más altos niveles de la Iglesia de quienes estamos hablando, después de todo, sino de los obispos americanos. El más alto nivel es el Papa en Roma y los miembros de la Curia Romana, quienes han sido delegados para participar en el ejercicio de la suprema autoridad del Papa.




La apostasía de los réprobos comienza en el 

Vaticano




   El Secreto de Fátima nos lo dice, Nuestra Señora nos lo dice, la Madre de Dios revela que la gran apostasía en la Iglesia comenzará desde allí, desde el Vaticano. Nosotros podemos conjeturar, y eso ha sido profetizado a lo largo de los siglos por los santos, que eventualmente Roma sería ocupada por un Anti-papa, quien no tendría absolutamente la Fe Católica, absolutamente hereje, a diferencia del actual ocupante de la Sede de Pedro, quien en su corazón quiere preservar y salvar la Iglesia, pero en su intelecto se comporta como si fuera el peor enemigo de la Iglesia, al promover las mismas cosas que llevarán a la destrucción de la Iglesia.

   El Ecumenismo y la libertad religiosa fueron proclamados por el Concilio Vaticano Segundo como algo católico, como algo perteneciente debidamente a la Santa Iglesia Católica. Sin embargo muchos de esos mismos errores han sido condenados solemnemente por la Iglesia, por los Papas de épocas anteriores. Esos errores fueron proclamados de manera no solemne, no definitiva, como si el Papa Paulo VI en su tiempo, y los obispos del mundo hubieran intentado proclamar esos errores en nombre de la Fe Católica; ellos no hablaron infaliblemente en nombre de Cristo.

   Y aunque ellos hubieran abusado de su oficio de Magisterio, fue Nuestro Señor Jesucristo quien instituyó el Magisterio docente de la Iglesia exclusivamente para enseñar la verdad. Por lo tanto, nunca puede decirse que un obispo, un concilio o incluso un Papa, ejerciendo su Magisterio – que es ejercer su oficio docente – si enseña el error, que su pronunciamiento es de algún modo perteneciente al Magisterio de la Iglesia. Eso puede compararse a cuando una persona lee la Sagrada Escritura y encuentra un texto en la Biblia que él comprende que significa algo, y acepta ese significado en verdad, o como él lo piensa.

   Pero la propia sustancia de la Fe es la verdad revelada. Y si la persona comete un error en su comprensión de la verdad revelada, sea en la Sagrada Escritura o en la Sagrada Tradición, una mala interpretación, una doctrina errónea, no es creída por la virtud de la fe porque es por la virtud teológica de la fe que nosotros estamos unidos a Dios como la verdad primera. La propia sustancia de la Fe es la verdad divina, y por consiguiente es imposible creer cualquier error en la Fe. Es el error de la mente humana, del intelecto humano, no es un acto de Fe profesar un error.

   De la misma manera, cuando un Papa o un obispo, ejerciendo su oficio de Magisterio, si enseña un error, él ha errado en su intento de ejercer su oficio de Magisterio. Porque su enseñanza no es el Magisterio de la Iglesia, su enseñanza es su propio error.




Los lamentables errores actuales enseñados 

desde la cima




   Tal es el caso de las enseñanzas no infalibles, desafortunadamente, y muy deplorablemente, incluso del Papa de hoy, Juan Pablo II. Dos ejemplos asoman en mi mente: cuando el Papa estaba dando una instrucción catequética el 11 de enero de 1989, él explicó el artículo del Credo de los Apóstoles refiriéndose a Nuestro Señor Jesucristo: “Descendió a los infiernos”. Su explicación de ese artículo, “descendió a los infiernos,” es precisamente esa enseñanza que fue explícitamente condenada por el Papa San Pío V, en el Catecismo del Concilio de Trento. Ese catecismo explica que el artículo de Fe, “descendió a los infiernos” no significa que fue enterrado en la tierra, como Juan Pablo II afirmó erróneamente, porque el Credo ya profesa que fue crucificado, muerto y sepultado; y por lo tanto, los Apóstoles no iban a repetir dos veces el mismo artículo. Lo que significa ese artículo es que cuando Jesucristo, Nuestro Señor, murió en la Cruz, mientras su cuerpo fue puesto en el sepulcro, Su alma fue al limbo de los Santos Padres, el cual es designado por la palabra general “infierno”, no el infierno de los condenados, sino el mundo de los muertos, que era algo separado del Cielo. Porque hasta que Jesucristo, Nuestro Señor abrió las puertas del Cielo, ninguna de las almas de los difuntos pudo entrar en el Cielo, y ellas debieron mantenerse en ese limbo que está referido en el Credo como el Infierno.

   El Catecismo del Concilio de Trento explica que mientras que el cuerpo de Cristo Nuestro Señor estaba en el sepulcro, Su alma estaba en el Infierno. El 11 de enero de 1989, el Papa Juan Pablo II enseñó la herejía que cuando Nuestro Señor murió en la Cruz, Su alma fue al Cielo, directamente al Cielo. Eso es herejía, uno no puede profesar eso, sabiendo que es contrario a la Fe Católica, y permanecer miembro de la Iglesia.

   La única forma en que uno puede permanecer miembro de la Iglesia es si uno es tan absolutamente ignorante de su Fe Católica, que no sabe que él está enseñando herejía. Dejo a Dios juzgar. Pero por mucho que nosotros pudiéramos juzgar, el Papa no conoce su doctrina católica.

   Entonces, él profesó la herejía de Pedro Abelardo, que las almas en el limbo fueron tocadas por el poder de la gracia de Cristo. De esa manera, Cristo no descendió en Su alma, sino en Su poder, por el poder de Su gracia. Esa es la herejía condenada, la enseñanza anatematizada de Pedro Abelardo.

   La proposición enunciada por Juan Pablo II el 11 de enero de 1989, a saber, que las palabras, “descendió a los infiernos” significan que Jesucristo descendió a los infiernos, significan que fue sepultado en la tierra: el Catecismo del Papa San Pío V las declara no solo ser un error, sino una enseñanza perversa. Esa es la enseñanza de un catecismo promulgado por el gran Papa San Pío V, que afirma clara y autorizadamente que la proposición enunciada por Juan Pablo II no es falsa o errónea, sino es una enseñanza perversa.




Los pecados más graves contra el Primer 

Mandamiento de la Ley de Dios




   La reunión de oraciones que tuvo lugar en Asís es algo que merece la venganza divina, aunque Dios, en Su divina misericordia, todavía es paciente. Pero El manifestó su ira en forma de un destructivo terremoto poco después que el Papa se reunió con los paganos para rezar juntos a su Dios, y ellos para rezar a sus dioses.






   El Primer Mandamiento dice: No tendrás dioses extraños ante Mí, y sin embargo el Papa invitó a los paganos a ir y a rezar a sus ídolos. Y el ídolo de Buda fue colocado sobre el tabernáculo, sobre el altar consagrado, en Asís. La iglesia fue así profanada, por este acto de culto pagano, en el lugar que había sido dedicado y consagrado a Dios para el servicio sagrado, para el servicio divino, del eterno Sacrificio de la Santa Misa, cual es el único acto de culto debido donde la divina Víctima es ofrecida a la Divinidad.



ÍDOLO de BUDA, COLOCADO SOBRE EL TABERNÁCULO, SOBRE EL ALTAR CONSAGRADO DE ASÍS.  



   El Papa invitó a todos los practicantes de las falsas religiones, dentro de las sagradas premisas católicas, a practicar todos los absurdos y abominaciones del misterio de Babilonia, en el Lugar Santo.



Destructivo terremoto poco después que el Papa se reunió con los paganos. 


   El Papa también declaró en 1987, a una reunión judía en Mainz, Alemania, que el Antiguo Testamento no ha sido revocado. “Nunca revocado por Dios”, para usar sus propias palabras. Otra vez el Papa habló herejía. Es enseñanza definida de la Iglesia Católica, profesada solemnemente en el Concilio de Florencia, que el Antiguo Testamento terminó con la venida de Jesucristo, y comenzó el Nuevo Testamento.

   Esa es la enseñanza, después de todo, de los Apóstoles, de San Pablo, quien afirma claramente bajo inspiración divina en la Escritura, que nosotros profesamos por verdad divinamente revelada, que la Antigua Alianza llegó a su fin. Juan Pablo II no dice eso, sino “nunca revocada por Dios”.

   Esa no es solo la herejía personal de Juan Pablo II, sino que es promovida, aunque cautamente, pero sin embargo vigorosamente, por el Vaticano, al que nosotros podemos verdaderamente llamar hoy ‘Roma apóstata’.

   Nuestra Señora de La Salette dijo, “Roma perderá la Fe y será sede del Anticristo”. Las naciones católicas que estuvieron sujeta a la ley de Dios y en las cuales la Iglesia Católica fue legalmente establecida, llegaron a secularizarse, debido a las presiones diplomáticas del Vaticano. Juan Pablo II proclama la separación de la Iglesia y el Estado, y el Vaticano promueve vigorosamente ese abominable error.

   El Papa San Pío X, por otra parte, condenó la Doctrina de Separación de la Iglesia y del Estado y señaló que el error de la separación de la Iglesia y del Estado había sido repetidamente condenado por los Papas, a tiempo y a destiempo.




La profanación de Fátima




   En nombre de la libertad religiosa, el Vaticano II enseña que todos tienen el derecho de profesar abierta y públicamente su religión, de acuerdo a su conciencia, cualquiera fuese esa religión, de acuerdo con esas enseñanzas condenadas y abominables, la libertad de conciencia, la libertad religiosa y el ecumenismo, ellos profanarían el lugar a donde fue Nuestra Señora, el que la Madre de Dios santificó con Su presencia. Ellos profanarán ese santo lugar con paganismo. El Vaticano tiene la intención de permitir que ese lugar se vuelva un ‘santuario’ diabólico del paganismo.



RITUAL HINDÚ EN EL SANTUARIO DE FÁTIMA.




   Ahora ellos quieren hacerlo un ‘santuario’ – o así ellos lo llaman, es una contradicción en los términos – para todas las religiones; donde todas las religiones puedan unirse. Eso es precisamente de lo que Nuestra Señora quiere salvar al mundo. Eso, después de todo, es la gran apostasía profetizada en el Tercer Secreto de Fátima. Y ahora el Vaticano permitiría la transformación de ese lugar santo en un santuario para la apostasía.



El ejemplo de San Columbano



   Cuan diametralmente opuesto es su programa para el Evangelio de Jesucristo. Los santos fueron a cristianizar el mundo, y condenaron la idolatría de los paganos. El Imperio Romano no fue cristianizado por el diálogo, sino por la intrépida predicación del Evangelio de Jesucristo, y de la audaz denuncia de la abominación del paganismo. Y luego, cuando se derrumbó el Imperio Romano, y fue invadido por paganos bárbaros, otra vez más fueron los santos quienes comprendieron la naturaleza de su llamado sacerdotal, y salieron de los monasterios y recristianizaron la Europa descristianizada.

   San Columbano dejó Irlanda y viajó a través de Europa estableciendo monasterios, y sus discípulos también establecieron monasterios. Y esos lugares se convirtieron en los grandes centros católicos de Europa. Si los monjes no hubieran recorrido Europa, llevando las Escrituras con ellos, el Imperio Romano hubiera sido derrotado, y la Cristiandad, con ese imperio hubiera muerto.

   Pero la Divina Providencia, cuando todo estaba siendo destruido por los bárbaros, a lo largo del antiguo imperio, todos los tesoros de la cultura latina, de la literatura latina y del saber sacro, fueron concentrados en Irlanda.

   Y los monjes de Egipto, y de muchos de aquellos lugares lejanos en el cercano Oriente, huyeron y se refugiaron en Irlanda. Y desde allí los monjes salieron y recristianizaron Europa, la que ahora había sido invadida por los bárbaros paganos. Ellos no dialogaron con los adoradores de Thor, y otros falsos dioses, ellos predicaron vigorosamente el Evangelio y alejaron a la gente de los errores de su idolatría.

   Los obispos de la Iglesia Romana permanecieron en la comodidad de sus palacios con unos pocos funcionarios del antiguo Imperio, la nobleza del Imperio que ya no existía en el Occidente. Ellos no se arriesgaron para predicar a los paganos, a los bárbaros, ellos se contentaron con permanecer en casa y vivir en la comodidad.

   Los monjes comprendieron que era su deber como sacerdotes de Jesucristo bautizar a las naciones; rescatarlas de la idolatría. San Columbano fundó monasterios, él y sus monjes predicaron en todo lo que es hoy Francia, Alemania y Austria, y llegaron hasta Kiev. ¿Qué recompensa recibieron? Fueron convocados a presentarse ante el sínodo de obispos en el año 603, porque aquellos que se llamaban a sí mismos los legítimos pastores no los habían autorizado a hacerlo así.

   Fue como que él no fue incardinado en una de sus diócesis, no autorizado por ellos, los obispos locales, y por consiguiente lo consideraron ilegítimo, irregular. San Columbano comprendió, sin embargo, que el sacerdocio es un llamado divino. Los sacerdotes no sirven a voluntad del obispo, ellos fueron enviados por Jesucristo.

   El sacerdote no puede simplemente permanecer en silencio porque el obispo dice “yo no quiero que usted predique más”. “¿Por qué no?” “Porque usted no me gusta”.





El error de cualquiera debe ser resistido




    Si el sacerdote está enseñando alguna herejía, entonces el obispo tiene la autoridad para detenerlo. Pero si el obispo y la alta jerarquía en Roma están promoviendo la herejía y el error y abominaciones, luego el sacerdote, tiene aún más el deber de combatir el error. Como dice San Roberto Belarmino, “el Papa, si está atacando la Fe debe ser resistido: y el instrumento divinamente señalado para resistir el error es la predicación del Santo Evangelio”.

   No importa si el Papa está tratando maliciosamente de destruir la Fe, o si en su ignorancia está haciéndolo inconscientemente. La Iglesia nos enseña que él debe ser resistido si está creando un peligro para la Fe.

   El peligro para la Fe en tiempos de San Columbano fue el incumplimiento total por parte de la gran mayoría de la jerarquía de obedecer la orden divina: “id, pues; enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. (Mt. 28:19) Casi todos los obispos parecieron pensar que esa orden no se aplicaba a ellos.

   Pero ellos eran los sucesores de los Apóstoles y tenían ese deber, y ellos no lo estaban cumpliendo. Fueron los monjes celtas quienes tomaron las cosas seriamente, bajo el liderazgo de santos como Columbano, y ellos iban a ser castigados por cumplir su deber ante Dios, por obediencia al divino mandato.

   Y así, San Columbano no compareció a la convocatoria ordenada por la autoridad de los obispos de la Iglesia Católica de presentarse y contestar a los cargos con una carta, como relata Thomas Cahill:

   “Columbano, quien no puede ser molestado para tomar parte en tal parodia, envía un carta de gran utilidad – una carta calculada para enviar a los obispos tras sus paredes bien enyesadas:

‘A los santos señores y padre – o mejor, hermanos – en Cristo, los obispos, sacerdotes y restantes ordenes de la Santa Iglesia, yo, Columba el pecador, envío saludos en Cristo.
‘Doy gracias a mi Dios porque por mi muchos hombres se han reunido para tratar la verdad de la Fe y las buenas obras, y, como tal corresponde, para juzgar sobre los asuntos bajo disputa con justo juicio, por juicios ajustados al discernimiento del bien y del mal. ¡Podrían hacerlo más a menudo’.”

    Y, por supuesto, él ignoró la convocatoria y continuó la obra divina de la evangelización de los paganos.




Los errores de los altos dignatarios de la Iglesia 

al presente




   La Iglesia Conciliar ha reemplazado el proselitismo con el diálogo ecuménico – ellos han rechazado la orden divina de “hacer discípulos en todas las naciones”. (Mt. 28:19)

   La herejía de la Iglesia Conciliar es ver a todas las religiones como buenas, y por lo tanto como verdaderas religiones, pero imperfectas y profesando errores. La Fe Católica admite que hay solo una verdadera Iglesia, una verdadera Fe y una verdadera religión. Todas las otras religiones son falsas. Fuera de la Iglesia solo hay herejes, infieles y paganos. La apostasía en la Iglesia, como profetizó Nuestra Señora de Fátima, se alza ante nosotros en la abominación de la mezcla de la sagrada religión de Cristo con la abominación del paganismo. La apostasía es precisamente eso: el intento de unir todas las religiones en una gran iglesia paganizada. Eso es lo que la Sagrada Escritura llama la abominación, el misterio de Babilonia.

   Esa clase de iniquidad es la que está siendo promovida por el Vaticano, y por muchos de los obispos; ellos van a transformar el santuario de Nuestra Señora de Fátima en un santuario pagano. Ella, quien es más terrible que un ejército formado para una batalla, cuyo Corazón Inmaculado triunfará, triunfará sobre la iniquidad paganizada que la Roma apóstata tratará de erigir. Es precisamente en el lugar donde Ella reveló el misterio de iniquidad en nuestros tiempos donde ellos intentan promover las abominaciones de la iniquidad pagana.

   Ellos convertirían ese lugar santo en un santuario para el diablo, para los falsos dioses quienes, como dice la Escritura, son demonios; el lugar donde todos los falsos dioses recibirán culto junto con Jesucristo Nuestro Señor. “No tendrás dioses extraños ante mí”. Como católicos, nosotros solo podemos ponernos de pie y denunciar eso como una abominación herética, como un acto de apostasía. La verdadera religión no puede ser practicada junto con las falsas religiones.




Nosotros debemos resistir activamente la 

apostasía



   Los que promueven o participan en tal abominación deben perder todo derecho moral a ejercer cualquier autoridad contra aquellos que todavía tienen la Fe Católica; aquellos que no se les unirán en la apostasía. Y aquellos de nosotros que lo comprendan, sean sacerdotes o laicos, tienen el deber de resistir. Resistir a los pastores, resistir a los obispos, y si es promovida por el Papa, resistir al mismo Papa, porque a nosotros se ha mandado aferrarnos a la Fe Católica, inviolada e íntegra: “íntegra e inviolada”, porque el Credo nos dice que a menos que perseveremos en nuestra Fe, íntegra e incontaminada, pereceremos por la eternidad.

   Especialmente a aquellos que son ministros del Santo Evangelio, es su deber denunciar la abominación, condenarla incondicionalmente y claramente. Porque, como sabemos por el Mensaje de Fátima, la apostasía comenzará desde la cima, desde el Vaticano. Y eventualmente de un Antipapa que abiertamente proclamará el misterio paganizado de Babilonia como la Iglesia Católica falsificada. Será católica en nombre, pero será pagana en su misma esencia.




La sangrienta persecución justo a la vuelta de la 

esquina




   Nosotros vemos que esa transformación ya está teniendo lugar. Y cuando cristalice, cuando tome su forma, tendrá lugar entonces la sangrienta persecución, la exterminación en masa de los católicos. Y se cumplirán las palabras de Nuestra Señora: “los buenos serán martirizados, el Santo Padre (el verdadero Papa) tendrá mucho que sufrir”. Nuestra Señora de Fátima dice, “Al fin Mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia”.





   Por ese acto de consagración, Rusia será transformada de ser un instrumento de persecución en un instrumento para sostener y salvar la Iglesia Católica y la Fe Católica de la iniquidad pagana que ha socavado la Iglesia de Roma. La Ortodoxia Rusa, incluso hoy, rechaza resueltamente cualquier diálogo con la Iglesia Romana, porque ellos ven que la Iglesia Romana está siendo paganizada.

   Ellos ni siquiera tolerarían un cambio menor de lenguaje en su liturgia. Eso para ellos es anatema. Cuando ellos ven la protestantización y la paganización de la Iglesia Romana, ellos tiemblan.






   Cuando el Papa consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María, cuando Rusia se vuelva católica, ellos serán verdaderamente la Santa Rusia, una Rusia católica, tradicional, intransigente, enemiga implacable de los errores del Vaticano II, que nos salvará de la iniquidad del paganismo que amenaza ahogar lo que una vez fue llamado Cristiandad.





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