jueves, 10 de junio de 2021

MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DÍA 9. Por: D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.




Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

 

 

   ¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.

 


 

DÍA 9

EL SAGRADO CORAZÓN,

MODELO DE DESPRENDIMIENTO

 

 

I

 

 

   La virtud que quiere enseñarte hoy, alma mía, el Sagrado Corazón de Jesús, es la muy heroica del desprendimiento. Tan desprendido de todo lo humano estuvo el Sagrado Corazón, que nada ejercía sobre él peso, ni influencia alguna, como no fuese la voluntad de su Padre celestial.

 

 

   Estuvo desprendido de todo interés material, hasta el punto de nacer privado de todo, en una cueva, y morir desnudo de todo, en la cruz y en el intermedio de su vida, nunca tuvo cosa que llamase suya.

 

 

    Las limosnas que le daba la piedad de los fieles, las volvía Él a los pobres, o las depositaba en poder de sus discípulos.

 

 

   En cuanto a los afectos de sangre, ninguno de ellos embarazó para nada la libertad y desprendimiento del adorable Corazón de Jesús. Niño aún, deja a su Madre y San José y se separa por tres días de su dulce compañía y si éstos se atreven a formular una queja “¿No sabéis, les dice, que a Mí me toca atender primero a las cosas de mi Padre celestial?”

 

 

   ¡Oh sublime libertad de espíritu! ¡Oh total desprendimiento de lazos humanos! ¡Oh soberana independencia del corazón entregado únicamente a Dios!

 

 

 —Medítese unos minutos.

 

 

 

II

 

 

   No es así ¡oh Jesús mío! mi pobre corazón, esclavo de tantos señores y atado a tan miserables cadenas, que de todas partes detienen su vuelo hacia Dios.

 

 

   Me ata el amor a los bienes temporales, me ata el ansia por las comodidades de mi persona; me ata el afecto exagerado a los amigos. Mi corazón ha echado tan profundas raíces en esta tierra vil que le rodea, que no sabe vivir sino con ella y por ella. Y así como la planta se nutre y forma de los jugos que bebe del suelo por medio de sus raíces, así mi corazón vive y se nutre sólo de la miseria del mundo por medio de los mil y un afectos que le tienen atado a él.

 

 

   ¡Oh! Desarraigad, Jesús mío, desarraigad mi alma de esta tierra de pecado, donde no crece, ni medra como debiera sólo para Vos. Viva yo en este mundo sólo corporalmente, pero viva espiritualmente fuera de él. No me llenen afectos humanos a mí, que estoy llamado a poseer un objeto divino. Haced que encuentre amargura y desabrimiento en todo lo que no seáis Vos, para que no se pegue mi corazón más que a Vos.

 

 

   Si con Vos tan sólo he de reinar eternamente, ¿Cómo soy tan fácil en entregar mi corazón a esas tristes criaturas que tan presto he de abandonar?

 

 

 —Medítese, y pídase la gracia particular.

 

 


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN.

 

 

   Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

 

 

   ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, ¡oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia. ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí, … Aprended de Mí ... Pedid, llamad ...” A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

 

 

—Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

 

 

MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DÍA 8. Por: D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.


 


Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

 

 

   ¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.




DÍA 8

EL SAGRADO CORAZÓN,

MODELO DE RECOGIMIENTO

Y MODESTIA

 

 

 

I

 

 

   ¿Qué ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu Divino Jesús? Ves el retrato más acabado del recogimiento y de la modestia cristiana. Mírale bien y aprende de El cómo has de ser en tu porte y maneras, si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón.

 

 

   Su voz es quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, Su andar grave y mesurado, su mirada recogida y bondadosa. El semblante de Jesús era tal, que inspiraba sentimientos de virtud a quien lo contemplaba, y era imposible verlo interiormente mejorado.

 

 

   Sus enemigos nunca pudieron tacharle de ligereza y desenvoltura. Los que sin cesar buscaban por agarrarle la palabra, jamás pudieron echarle en rostro una que fuese inconveniente. Su alegría era tan edificante como su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas, ni le vio desacompasados movimientos. Todo su exterior era el reflejo de orden, paz, igualdad y armonía en su divino interior.

 

 

 Dame a conocer ¡oh dulce Jesús! los suaves encantos de esta celestial virtud.

 

 

 —Medítese unos minutos.

 

 

 

II

 

 

   El rostro y los ademanes son el espejo de lo que pasa en el corazón, por eso, llevo retratados en ellos la disipación y el desorden del mío.

 

 

   ¿Soy cristiano o gentil? ¿Sirvo a Dios o al mundo su enemigo? Nadie creería lo primero, sino más bien lo segundo, oyendo tal vez mis conversaciones, mirando mis trajes, observando mis actitudes.

 

 

   ¿A qué tengo dedicados mis sentidos sino a culpables o por lo menos peligrosos devaneos? ¿Qué ley pongo a mis ojos, para que no tropiecen con escollos mil para la honestidad? ¿Qué freno aplico a mi lengua, para que no hiera la reputación ajena o no se deslice en mil y mil superfluidades? ¿Qué loma valladar he puesto a mis oídos, para que no se vayan tras la curiosidad y mundanos pasatiempos? ¡Ah! que estos medios que se me han dado para servir con ellos a Dios y al prójimo, sólo los empleo yo, para que me rinda y esclavice el mundo con todas sus vanidades.

 

 

 ¡Pobre corazón mío, abierto así sin el muro de la modestia a todos los embates del enemigo! ¡Pobre corazón, expuesto así por mi culpa a todas las oleadas de este mar de corrupción!

 

 

 Rodeadlo, Señor, de esta preciosa virtud como de fortísima muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entréis Vos, y nunca jamás vuestro enemigo.

 

 

—Medítese, y pídase la gracia particular.

 

 


 

 

ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN.

 

 

   Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

 

 

   ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, ¡oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia. ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí, … Aprended de Mí ... Pedid, llamad ...” A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

 

 

—Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

 

 

lunes, 7 de junio de 2021

MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DÍA 7. Por: D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.


 

Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

 

 

   ¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.

 

 

 

DÍA 7

EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE CELO

 

 

 

I

 

 

   Será hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Corazón de Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, y una actividad siempre en movimiento para conseguir esos objetos. ¿Quién podrá debidamente ponderar cuáles fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de Jesús? Un solo pensamiento era el suyo, uno solo el que le hacía palpitar noche y día: glorificar al Padre celestial y salvar al mundo. Si predica, si obra milagros, si anda a pie largas jornadas, si toma parte en los banquetes de los pescadores, si se transfigura glorioso en el Tabor o se deja aplastar como un gusano por sus enemigos, si muere, por fin, o si resucita, todo obedece a un mismo plan, todo tiene por blancoglorificar a Dios, salvar al hombre.

 

 

   El celo por esa empresa le tenía siempre inquieto y extasiado, y le hacía hablar de sus próximos sufrimientos como de gloriosos triunfos. Al dirigirse a Jerusalén la última vez para ser allí preso y crucificado admirabanse los discípulos de que llevase el paso más apresurado que de costumbre. Era su celo ardiente que le atraía como de sí a la realización de sus constantes deseos.

 

 

 —Medítese unos minutos.

 

 

 

II

 

 

    ¡Cómo contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con la frialdad ordinaria del mío! ¡Ah! Es verdad. También el mío se mueve, se agita, se acalora, se enciende, pero ¿es por la gloria de Dios? ¿es por el bien de mis hermanos? ¿O es al contrario por viles intereses del momento, por sutiles Puntos de honra, por miserables competencias del amor propio? ¡Ah! ¡que el celo que me devora no es tal vez sino ambición, codicia, vanidad, esto es, el celo del mundo!

 

 

   ¿Qué hago, en efecto, por la honra divina? ¿Cómo siento sus injurias? ¿cómo me esfuerzo en evitarlas o siquiera en repararlas? Si estuviesen tan amenazados mis intereses como lo están siempre los de Dios, ¿estariame tan tranquilo y sosegado como me estoy ahora en presencia de la guerra impía que se le hace? ¡Ojalá no sea yo de aquellos mimos que, con su flojedad y malos ejemplos, contribuyen a esa deshonra de la Religión y ruina de las almas!

 

 

   ¡Oh Señor! Dadme una centella, una centella sólo de ese fuego abrasador que consumió vuestro corazón; dádmela para que experimente como Vos la pasión de vuestro celo. Apóstol quiero ser de vuestra gloria y de vuestro nombre, en la medida que lo permitan mis fuerzas y condición. Con mi conversación, con mi porte exterior, con mi influencia, con mis relaciones, con mi dinero, con mi oración, procuraré trabajar cuanto pueda, para que seáis cada día más honrado y glorificado.

 

 

—Medítese, y pídase la gracia particular.



 

 

ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN.

 

 

   Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

 

 

   ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, ¡oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia. ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí, … Aprended de Mí ... Pedid, llamad ...” A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

 

 

—Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

 

 

domingo, 6 de junio de 2021

MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DÍA 6. Por: D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.


 

Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

 

 

   ¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.

 

 

 

DÍA 6

EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE MANSEDUMBRE

 

 

 

I

 

 

   Admira hoy, alma mía, la suma mansedumbre y benignidad de este adorabilísimo Corazón. Nunca dejó de mostrarse manso y cariñoso, para que en Él aprendieses tú los encantos de esta celestial virtud.

 

 

  Con este carácter lo habían ya de antemano retratado los Profetas; con este mismo le vieron después y nos lo retrataron los Evangelistas.

 

 

   Mira cómo trata a los pobres e ignorantes, cómo recibe a los pecadores, cómo acaricia a los niños. Muy contadas veces se pinta el enojo en su rostro, para darnos a entender que, si la indignación es buena alguna vez, casi siempre son preferibles la suavidad y mansedumbre. No se notan en Él ademanes imperiosos, ni se le oyen palabras de desdén, ni se le observa malhumor o fastidio.

 

 

   ¡Con qué dulzura tolera la rudeza de sus primeros discípulos! ¡Con qué palabras tan suaves alienta a la Magdalena! ¡Qué acentos tan delicados emplea con el mismo apóstol traidor! ¡Con que serena majestad contesta al interrogatorio de Pilatos!

 

 

   ¡Oh benignidad y mansedumbre del Corazón adorable de nuestro Jesús! ¿A quién no enamoran y atraen tan suaves hechizos?

 

 

—Medítese unos minutos.

 

 

 

II

 

 

   No me canso, oh Señor, de admirar en Vos esta delicada virtud. Pero ¡ay! ¡que a mi corazón se le hace siempre duro y difícil el practicarla!

 

 

   Mis palabras, mi rostro, mis ademanes traspasan muy a menudo las reglas de la caridad, que Vos me habéis impuesto en el trato con nuestros hermanos. La hiel de mi corazón rebosa frecuentemente en mis labios. Trato a mis superiores con altivez, a mis iguales con indiferencia mis inferiores con dureza. Soy en la prosperidad altanero, y en la aflicción ceñudo y malhumorado. Confundo muchas veces la viveza del celo con los arranques del amor propio.

 

 

   Dad me ¡oh Señor! la dulce caridad y afectuosa mansedumbre, distintivo de los Santos. Sea igual y blanda y serena mi condición, sin arrebatos ni decaimientos, sin ruidosas alegrías, ni enojosas displicencias. Vean mis prójimos en mi rostro y en mis palabras y acciones, la suavísima imagen de vuestro mansísimo corazón.

 

 

   Dad me esas bellas cualidades, para ganaros con ellas almas que en la tierra os sigan y os amen, y en el cielo os gocen y glorifiquen por toda la eternidad.

 

 

 —Medítese, y pídase la gracia particular.

 

 

ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN.

 

 

   Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

 

 

   ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, ¡oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia. ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí, … Aprended de Mí ... Pedid, llamad ...” A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

 

 

—Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

 

 

MES DE JUNIO DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DÍA 5. Por: D. FELIX SARDA Y SALVANY, Pbro.




Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN

 

 

   ¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.

 

 


DÍA 5


EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE GENEROCIDAD.

 

 

   Fijemos hoy los ojos del alma en esta especial virtud del Sagrado Corazón. Su generosidad ha sido para con nosotros tan grande, que ni mayor puede ya exigirla ni concebirla nuestra imaginación. Todo, todo, hasta sí mismo, nos lo ha dado generosamente el Sagrado Corazón de Jesús. Mientras vivió en carne mortal, se empleó todo en servicio del hombre; por él obró sus milagros, hizo su predicación, fatigosa, sudó, derramó lágrimas y sangre.

 

 

   Se acercaba la hora de su Pasión, y después de haberse empleado todo por el hombre, inventó un milagro especial para poder darse a él en su verdadero Cuerpo y Sangre por medio del Santísimo Sacramento.

 

 

   ¿Podría dar otra cosa? Sí, todavía otra cosa. Vio al pie de la cruz a una mujer Madre suya, y aun de ella nos hizo al morir, generoso legado. ¿Le quedaba aún algo que dar? Unas pocas gotas de sangre quedaban en su Corazón, y ya difunto, permite que se lo rompa un soldado, para que ni éstas dejen de derramarse en provecho nuestro. Aun hoy se nos da a todas horas en nuestros altares, a todos sin distinción, dispuesto siempre a ser generoso hasta con los más ingratos.

 

 

   De modo que, por su inefable generosidad, es nuestra su doctrina, es nuestra su propia Madre, son nuestros su Cuerpo y Sangre, es nuestro su cielo. Sí, porque después de habérsenos dado por maestro, por alimento y por redención, quiere por toda la eternidad ser El mismo, y no otro, nuestra recompensa. ¡Oh generosidad inmensa de tan generosísimo Corazón!

 

 

—Medítese unos minutos.

 

 

 

II

 

 

   ¡Cuán distante se halla de corresponder a esta sublime virtud del Sagrado Corazón de Jesús, el mezquino corazón mío! El suyo es todo generosidad; el mío es todo egoísmo. Tal vez sirvo a Dios, es verdad; pero midiendo y escatimando mis servicios, por temor de hacer siempre demasiado. Cuando no me liga precepto de pecado mortal, bástame eso quizá para creerme ya desobligado, Paréceme que amo ya lo suficiente cuando no agravio, o que soy ya el mejor de los amigos cuando no soy un traidor.

 

 

   ¿Qué hago por quien tanto hizo por mí? Cualquier sacrificio se me hace imposible; cualquier respeto humano basta para detenerme. Y cuando me resuelvo a hacer algo por mi Dios, ¿es desinteresado mi servicio? ¿Qué haría si no me amenazara El con el infierno? ¡Ah! Tal vez el mismo cielo no tuviera para mí bastantes atractivos.

 

 

   ¡Oh criado vil, que sólo sirve por temor o por la paga! ¡Oh! diré con la Imitación “¿Cuándo habrá uno, oh Señor, que se preste a serviros de balde?”

 

 

   Yo he de ser, ¡Jesús mío!, yo he de ser. Seré generoso, ¡oh buen Jesús!, no me limitaré a lo que manda vuestra ley, sino que me extenderé a todo lo que conozca ser de vuestro mayor agrado. Tomadlo todo de mí, ¡oh buen Jesús!, cuerpo, alma, salud, fuerza, libertad, honra, intereses, vida.

 

 

   De todo os hago don, y en todo quiero seáis Vos única y exclusivamente servido.

 

 

—Medítese y pídase la gracia particular.

 

 


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN.

 

 

   Rendido a vuestros pies, ¡oh Jesús mío!, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

 

 

   ¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, ¡oh soberano Maestro!, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia. ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidasteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: “Venid a Mí, … Aprended de Mí ... Pedid, llamad ...” A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

 

 

 

—Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave María y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

 

 

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