miércoles, 17 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA OCTAVO.

 


 

—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 





 

Oración para el día octavo.

 

 

   Excelsa, es, según lo que se ha dicho y mucho más que pudiera decirse, la grandeza que, cual antorcha divina, resplandece en San José por ser esposo de la Madre de Dios. ¿A qué alteza subirá por ser padre de Jesús? José, padre de Jesús... Así le llama la Escritura Santa, así los Santos Bernardo, Agustín, Juan Damasceno, Andrés Jerosolimitano, Epifanio y otros. Padre adoptivo de Jesús... Padre aceptado como tal por Jesús...; ¡Cuánta grandeza y plenitud de gracia supone este renombre!...

 

 

   Según Santo Tomás, cuando Dios da un nombre u oficio a una criatura, le da también las gracias que necesita y requiere el tal nombre y oficio. ¿Y quién podrá pensar siquiera los talentos y gracias que necesita el que hubo de ser padre de Jesús?

 

 

   ¡Qué sabiduría para enseñar! ¡Qué prudencia en dirigir! ¡Qué santidad en el ser!... ¡Qué amor y mutua correspondencia en amarse, en obedecer el Hijo al padre y el padre con más deber al Hijo!... ¡Qué llena de misterios está la correspondencia de amor!... Y la tiene que haber, según la promesa de Jesús: «Yo amo a los que me aman...» Y José amaba a Jesús como padre.

 

 

   Saludó un día la Madre de Dios a su prima Isabel, y esto bastó para llenarse de gozo la madre y quedar santificado el hijo antes de nacer. ¿Qué de gozo, gracia y santificación llevarían a José tantas salutaciones, abrazos y ósculos mutuos de amor del Hijo al padre y del padre al Hijo, especialmente cuando le llevaba en sus brazos y le mecía, en ellos? Y si se tiene en cuenta que el saludar de Jesús, y así el hablar, es infundir dones. y los ósculos y abrazos infunden en el alma amor. ¡qué lleno de dones y amor os considero, oh, padre tan amante de Jesús!...

 

 

   Santo mío, de esa, plenitud de gracia, y amor comunicadme la, que necesito para crecer en vuestra devoción, en la gracia y amor, como prenda de la gloria.

 

 

 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.


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