martes, 16 de marzo de 2021

NOVENA EN HONOR DE SAN JOSÉ. DÍA SÉPTIMO.


 

—Hecha la señal de la Cruz, hacemos el Acto de contrición:

 

 

   Trinidad Santísima, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, en quien creo, como en Verdad infalible; en quien espero, como en Poder infinito; a quien amo sobre todas las cosas, como a Bondad inmensa a quien me pesa de haber ofendido, por ser infinitamente digno de ser, amado; a quien adoro, como a mi Dios, y Señor; a quien deseo ver, como a centro de mi alma; y a quien alabo, como a mi Soberano bienhechor: gracias te doy con todo el afecto de mi corazón por la inexplicable dignidad a que sublimaste al Señor San José, escogiéndole para Padre adoptivo de Jesús, para dignísimo Esposo de María, y para Cabeza de la Casa de Dios en la tierra elevándolo después a muy sublime gloria, y poder en el Cielo. Por estos títulos que tuvo en su vida, animado yo, y muy confiado con lo poderoso de su intercesión, te pido el favor que ahora solícito, sí conviniere a tu gloría, y a mi salvación. Y por lo mucho que gustas, Dios mío, de que lo amemos, te suplico enciendas mi corazón, y los de todo el mundo, en el amor, y devoción para nosotros tan provechosa, del Sacratísimo Patriarca Señor San José y que nos des tu gracia para hacer con todo fervor esta Novena. Amén.

 

 

 

—Se dirá la siguiente oración para todos los días:

 

 

 

Oración para todos los días.

 

 

   ¡Oh, bienaventurado San José, escogido por el mismo Dios para ser digno esposo y fiel custodio de las grandezas, gracias y privilegios singularísimos de la augusta Madre de Dios, la Inmaculada y siempre Virgen María, Madre mía amantísima! ¡Oh, defensor y libertador invicto del Niño Jesús, a quien supisteis alimentar con el pan que ganabais con tanto trabajo con el sudor de vuestro rostro! ¡Oh, potentado divino, que tuvisteis poder sobre aquel que era omnipotente, el cual, no sólo os obedecía, sino que os estaba sujeto en todo!... ¡Qué grande, qué admirable aparecéis a mi vista, iluminada por la fe! Aquí tenéis a vuestros pies a este devoto, que os rinde el humilde homenaje de su alabanza y amor, y os suplica, le alcancéis del Señor la gracia que os pide en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y salvación de mi alma.

 

 

 

—Recemos un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, en honor del Santo, para que nos alcance del Señor las gracias que por su intercesión pedimos en esta novena.

 

 



 

Oración para el día séptimo.

 

 

 

   Vengo hoy, Santo mío, a vuestra presencia a contemplar lo que alcance mi inteligencia de la santidad que os corresponde como esposo de la Madre de Dios. Y he dicho lo que alcance, porque ¿quién podrá delinear siquiera la, anchura, ni la, alteza, ni la profundidad, ni la hermosura, ni el mérito de vuestra santidad?

 

 

   ¡Ah! Vuestra santidad es pura, verdadera, perfecta. Se funda en la justicia: santificado antes de nacer, según creencia, general, merecisteis del mismo Dios el sobrenombre de: Justo, y justo, según el decir de Dios, es santo... Y podemos decir que sublimasteis la justicia y santidad en la escuela, para vos siempre abierta, de la que es el asiento de la sabiduría y Reina de todos los Santos y vuestra Esposa. En esa escuela estudiasteis y de esa sapientísima maestra aprendisteis la ciencia de los Santos por espacio de treinta años continuos. ¿A qué sabiduría y conocimiento de Dios, y las cosas celestiales y divinas, y de las virtudes todas, subiría vuestro entendimiento, y a qué grado de amor vuestro manso y humilde corazón con magisterio tan divino? Y si el maestro da más al que más ama, y después de Dios y de su Hijo al que más amó en el mundo fué a vos, como esposo; os dio, sin duda, de la santidad de que estaba, llena la que cupo en vuestra dichosa alma y correspondía a vuestros altísimos destinos.

 

 

   ¡Qué santidad la vuestra, oh, José, esposo de la Madre de Dios, con la cual tratabais íntimamente!... ¡Ah! Si una palabra suya a Isabel la llenó de gozo y santificó a su hijo...; si unas cuantas palabras de la Virgen, que ha consignado Dios en la Escritura Santa, en su cántico del «Magníficat», meditadas por almas justas, tanto las han santificado, ¿a qué santidad levantarían la vuestra tantas palabras como brotarían de su purísimo corazón para enriquecer el vuestro? Recibid mi parabién, mi amor, mi devoción, y, en retorno, que aumente yo vuestra gloria llevándome vos a ella.

 


 

—Pidamos al Santo, de rodillas, la gracia que deseemos alcanzar del Señor, por su intercesión, en esta novena.

 

 

—Se hará la pausa de un Avemaría, y después se hará la siguiente súplica al Santo, que se repetirá todos los días con la oración final.

 

 

 

   Acordaos, ¡oh, castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío, San José!, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro socorro sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a vos con todo fervor.

 

 

   ¡Ah!, no desechéis mis súplicas, ¡oh, padre putativo del Redentor!, antes bien, acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

 

 

 

Oración para terminar todos los días.

 

 

   Os ofrezco, ¡oh, glorioso Patriarca!, esta novena, tan de vuestro agrado y enriquecida con tantas gracias y favores como venís concediendo a cuantos la hacen con devoción.

 

 

   Suplid vos, Santo mío, el fervor y devoción que me ha faltado, y dadme desde el cielo vuestra paternal bendición, y con ella la fidelidad y constancia en seros siempre devoto hasta la muerte, lo cual apreciaré como prenda de mi eterna salvación. Amén.

 

 

 

—Sea entre todas las cosas bendito y alabado, etc.

—Ave María purísima.

—Sin pecado concebida.



APOSTOLADO DE LA PRENSA —1926.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...