La Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí, con San Juan, a esa magna muchedumbre incontable de Santos, figurada en esas series de doce mil inscritos en el Libro de la Vida (con lo cual se indica un número incalculable y perfecto), procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales, revestidos de blancas túnicas y con palma en mano, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla.
Esta fiesta común ha de ser también la nuestra algún día, ya que, por desgracia, son muy contados los que tienen grandes ambiciones de ser santos y de amontonar muchos tesoros en el cielo.
Alegrémonos, pues, en el Señor, y al considerarnos todavía bogando en el mar revuelto, tendamos los brazos, llamemos a voces a los que vemos gozar de la tranquilidad del puerto, sin exposición a mareos, habiendo pasado por más recias luchas y penalidades que nosotros.
ORACIÓN.
Gocémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de todos los Santos: de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y ensalzan al Hijo de Dios. (Salmo).
MISAL DIARIO
Católico Apostólico Romano. (1962).