jueves, 4 de mayo de 2017

EL CONOCIMIENTO PROGRESIVO DE DIOS



¿Cuál  es  el  «personaje  principal» de  las  apariciones  de  Fátima?  Dios,  sin  duda alguna! «Dios mío, yo creo...». Dios en  tres  Personas.  Dios  Trinitario.  «Santísima  Trinidad,  Padre,  Hijo  y  Espíritu  Santo...». Todo se refiere a Él, el Dios Omnipotente. Todo debe volver a Él, el Padre  misericordioso  siempre  dispuesto a perdonar al pecador arrepentido.


Las   virtudes   enseñadas   a   Lucía,   Francisco   y   Jacinta   son virtudes   de   unión  a  Dios: la religión nos une a Él por  el  culto;  la  caridad  nos  une  a  Dios  por  el  amor.  Es  decir,  porque  pone  nuestra  voluntad  en  conformidad  con  la suya.


Pero para unirse hay que conocer... y  cuanto  mejor  se  conoce,  tanto  más  perfecta  y  durable  será  la  unión.  Por  esta razón toda la enseñanza de Fátima es  acompañada  de  una  profundización  del  conocimiento  de  Dios  en  un  grado  insospechado.  Después  de  la  aparición  de  Tuy,  Lucía  dirá:  «Sobre  el  misterio  de  la Santísima Trinidad he recibido luces que no me está permitido revelar».



EL ÁNGEL MENSAJERO DE DIOS


Durante  las  apariciones  del  Ángel,  los  pastorcitos  tuvieron  la  gracia  inmensa de experimentar los efectos de la presencia  de  Dios.  Tanto  en  sus  almas  como en sus cuerpos. Dios se manifestó a ellos con fuerza; esta presencia divina los empujó a un acto exterior de adoración y los puso de rodillas con la frente hasta el suelo. Los testimonios de Lucía al  respecto  son  impresionantes:  «La  atmósfera  sobrenatural  que  nos  envolvía  era  tan  intensa  que  durante  un  largo  rato  ni  nos  dábamos  cuenta,  casi,  de  nuestra  propia  existencia.  (...)  la  presencia  de  Dios  se hacía sentir de una manera tan intensa y tan íntima que ni siquiera osábamos hablar entre nosotros...». En la tercera aparición Lucía  dice: «la  fuerza de  la  presencia  de Dios era tan intensa que ella nos absorbía y nos aniquilaba casi completamente. Incluso parecía que nos privaba del uso de nuestros sentidos  corporales  y  eso  durante  un  largo  espacio de tiempo. Durante esos días ejecutábamos nuestras acciones materiales, como empujados  por  la  misma  fuerza  sobrenatural que nos llevaba a ello.»





La presencia de  Dios  supone  un  acto  de  adoración.  Es  igualmente  un  requisito  de  la  oración.  Y  esta  oración  enseñada por el Ángel se dirige a Dios directamente.  Oración   de   alabanza,   oración de reparación. «Ofreced sin cesar al Altísimo oraciones y sacrificios», será la orden del Ángel. Los sacrificios voluntarios  y  aceptados  son  también  ofrecidos a Dios. Un Dios triste al que se trata de consolar.


En la segunda aparición Dios se dio a conocer en su amor y en su misericordia hacia los pecadores: «Las palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu, dice Lucía, como una luz que nos hace comprender quién es Dios, cuánto nos ama y quiere ser amado de nosotros, el valor del sacrificio y cuánto éste le es agradable, cómo Dios convierte  los  pecadores  en  consideración  a  él.»


La  presencia  de  Dios  se  manifestó  más enérgicamente todavía en la tercera aparición.  ¿Fue  un  efecto  de  la  presencia  Eucarística?  Ese  día  Lucía  comulgó el  Cuerpo  de  Jesús.  Francisco  y  Jacinta  comulgaron  la  Preciosísima  Sangre.  Francisco  dijo  de  una  manera  inocente y profunda: «Sentí realmente que Nuestro Señor estaba en mí, pero yo no sabía cómo».





Ante  la  presencia  Real, el Ángel les enseñó  esta  oración  de  la  Santísima  Trinidad: «Santísima Trinidad, (...) os adoro profundamente y os ofrezco...».


Los  niños  gustaron  los  sabores  de  la unión a Jesús escondido: «¡Desconozco  cómo  ocurre  eso!  dijo  Jacinta, siento  a  Nuestro  Señor  dentro  de  mí,  comprendo  lo  que me dice y no Le veo ni Le escucho; pero, qué bueno es estar con Él!»




Conocimiento  de  los  efectos  de  la  presencia  de  Dios,  conocimiento  de  su  amor por los hombres, conocimiento de «Jesús escondido»: tales son las nociones profundizadas  durante  las  tres  apariciones del Ángel mientras les enseñaba la oración, el sacrificio y la Unión Eucarística. Pero los tres niños recibirían aún más luces sobre su Padre Celestial.




MARÍA, REFLEJO DE DIOS



¿Quién  mejor  que  María  –hija  del  Padre  y  esposa  del  Espíritu  Santo–  podrá ayudarnos más a conocer a nuestro Dios?  Durante  las  apariciones  del  Ángel, los niños fueron puestos en presencia  de  Dios.  Pero  sólo  experimentaron  los  efectos  «aniquiladores» de  esa  presencia.  Era  un  primer  paso  en  el  conocimiento  de  Dios.  Un  año  después,  la  Santísima Virgen les dará la gracia de avanzar  más  en  este  conocimiento  de  Dios.  Así,  desde  su  primera  aparición,  María  les  da  la  visión  de  Dios  por  un  reflejo que emana de Ella.



Sí,  María  es  el  reflejo  de  DiosEl Rey Profeta la llama «la Luz de la faz de Dios». Al final de la primera aparición, Lucía  escribe  que  «Nuestra  Señora  abrió  sus manos y nos comunicó, como por un reflejo que emanaba de ella, una luz tan íntima que, penetrando nuestro corazón y hasta lo  más  profundo  de  nuestra  alma,  Ella  nos  hacía  ver  a  nosotros  mismos  en  Dios,  que  era  esa  luz,  más  claramente  que  si  uno  se  viera en el mejor de los espejos». ¡LUZ QUE EXPULSA LAS TINIEBLAS!



En  esta  Luz  ellos  vieron  a  la  Trinidad: «Lo  que  impresionaba  a  Francisco,  dice  Lucía,  y  sobre  todo  lo  absorbía,  era  Dios  y  la  Santísima  Trinidad,  en  esta  luz  inmensa que nos penetraba hasta en lo más íntimo  del  alma».  Ante  esta  visión  los  niños  hicieron  un  acto  espontáneo  de  adoración y oraron de esta manera: «¡O SANTÍSIMA TRINIDAD, YO OS ADORO!».





Nuestra Señora de Fátima es la intermediaria entre Dios y los tres niños. Así como Ella les comunica la Luz divina, es Ella también quien recibe el «fiat» de los niños. Ante Ella aceptan «ofrecerse a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él querrá  enviarles,  como  acto  de  reparación  por los pecados que lo ofenden y de súplica por  la  conversión  de  los  pecadores» (13 de mayo).


Nuestra  Señora  enseña la devoción, la entrega generosa   a   Dios,   acaba   el  capítulo  de  la  virtud de   religión abierto   por   el  Ángel,  pero  no  espera  para  abrir  el  de  la  virtud  de  caridad:  «Decid  a  menudo  a  Jesús,  especialmente  cuando hagáis un sacrificio: Oh  Jesús,  es  por  vuestro  amor» (13 de julio). Luego Ella  enseña  a  los  niños  el  Cuerpo Místico, la Iglesia, «Jesús  extendido  y  comunicado».  Ella  es  el  Corazón  del Cuerpo Místico y Mediadora  entre  Dios  y  los  hombres.  Jacinta  dirá  tan  rica  como  sintéticamente: “Dios   quiere otorgarnos   sus  gracias  por  el  Corazón  Inmaculado  de  María. Hay que pedirlas a este Corazón Inmaculado».

Notemos  que  María  expresa  la  voluntad divina: «Dios quiere establecer en el  mundo  la  devoción  a  mi  Corazón  Inmaculado».


Dios ha confiado a María la paz de las Naciones y del mundo. A Ella y sólo a Ella. «Rezad todos los días el Rosario en honor  de  Nuestra  Señora  del  Rosario  para  obtener la paz del mundo. (...) porque Ella sola  podrá  socorreros» (13  de  julio).  La  conversión  de  Rusia,  por  la  que  «será concedido  al  mundo  un  cierto  tiempo  de  paz» depende de la consagración de esta gran nación al Corazón Inmaculado (13 de  julio).  ¡SÍ,  AL CORAZÓN INMACULADO!...  ese reflejo perfecto de la Santísima Trinidad. Reflejo de la actividad trinitaria: el  Padre  que  engendra  eternamente  al  Hijo,  el  Hijo  que  es  engendrado,  el  Espíritu  Santo  que  procede  del  Padre  y  del Hijo. Nuestra Señora de Fátima, ¿no es acaso el reflejo del «Filioque» (y del Hijo)? ¡Todo está  allí!  El  pueblo  ruso,  ortodoxo,  ¿no  sería así llevado a la verdadera doctrina sobre la Santísima Trinidad siendo consagrado al Corazón de María? ¿No podría  así  terminar  el  cisma  de  mil  años?  La unidad será recuperada ciertamente, ¡TRIUNFO DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA!



Como Mensajera de Dios, María expresará  a  los  tres  niños  la  satisfacción de Dios. “Dios está satisfecho de vuestros sacrificios» (13  de  septiembre).  Satisfacción, porque Él ha recibido lo que esperaba;  satisfacción  de  poder  ejercitar  su  misericordia  hacia  los  pecadores;  satisfacción  porque  la  ofensa  causada  por  los pecadores es reparada por los niños; satisfacción de Dios porque el Corazón Inmaculado  de  María  acude  provechosamente a socorrer a la Iglesia, al Cuerpo Místico completo.



CONCLUSIÓN



«Una   Dama   completamente   blanca,   más  brillante  que  el  sol  radiante,  más  clara  y  transparente  que  una  límpida  copa  de  cristal desbordante de agua cristalina atravesada por los rayos del astro más ardiente». Esa Dama fue vista por Lucía, Jacinta y Francisco. «ERA LUZ, LUZ, LUZ!». «LUZ», la única palabra en boca de Lucía.

No encontraba otra... ¿Acaso nos asombra el hecho de no poder describir a Aquella que está en el centro  de  todos  los  misterios  de  nuestra religión? Misterio de la Encarnación: María es Madre de Dios. Misterio de la Redención: María  es  Corredentora  con  Dios. Misterio de la Trinidad: María refleja toda su Luz. Y María la refleja tanto más  perfectamente  en  cuanto  su  Corazón es... Inmaculado!


El Corazón Inmaculado es el modelo más puro de la acción divina en el alma humana;  no  hubo  jamás  en  él  ninguna  sombra; ninguna mancha puso obstáculo a esa Luz ni a la Gracia. ¡Qué modelo admirable!





Tanto el lenguaje como la inteligencia humana son impotentes para expresar  cabalmente  estas  verdades...  Como  un  niño,  pues,  como  Lucía,  Jacinta  y  Francisco,  no  busquemos  las  palabras.  Contemplemos. María nos invita a contemplar  a  Dios.  A  contemplarlo  por  Ella.  Por  su  Corazón  Inmaculado.  Por  ese mismo Corazón que fue presentado a Lucía como «EL CAMINO QUE LA CONDUCIRÁ A DIOS» (13 de junio).



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