viernes, 7 de julio de 2017

EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO EN SU ORIGEN Y EN SU NOMBRE:



6 a ROSA: EL SALTERIO DE MARÍA

   Desde que Santo Domingo estableció esta devoción, hasta el año 1460, en que el beato Alano la restauró por orden del cielo, se la denominó el salterio de Jesús y de la Santísima Virgen. Porque contiene tantas avemarías como salmos tiene el salterio de David y porque los sencillos e ignorantes que no pueden rezar el salterio davídico sacan de la recitación del santo rosario tanto o mayor fruto que el que se consigue con la recitación de los salmos de David: 1. porque el salterio angélico tiene un fruto más noble, a saber: el Verbo encarnado, a quien el salterio de David solamente predice; 2.°, porque así como la realidad supera a la imagen y el cuerpo a la sombra, del mismo modo el salterio de la Santísima Virgen sobrepasa al de David, que sólo fue sombra y figura de aquél; 3.°, porque la Santísima Trinidad compuso directamente el salterio de la Santísima Virgen, es decir, el rosario, compuesto de padrenuestros y avemarías.

   El sabio Cartagena refiere al respecto: El sapientísimo de Aix-la-Chapelle —J. Bessel—, en su libro sobre la corona de rosas, dedicado al emperador Maximiliano, dice: «No puede afirmarse que la salutación mariana sea una invención reciente. Se extendió con la Iglesia misma. Efectivamente, desde los orígenes de la Iglesia y los fieles más instruidos celebraban las alabanzas divinas con la triple cincuentena de salmos davídicos. Entre los más humildes, que encontraban diversas dificultades en el rezo del oficio divino, surgió una santa emulación... Pensaron, y con razón, que en el celestial elogio —el rosario— se incluyen todos los secretos divinos de los salmos. Sobre todo, porque los salmos cantaban al que debía venir, mientras que esta fórmula se dirige al que ha venido ya. Por eso comentaron a llamar salterio mariano a las tres series de cincuenta oraciones, anteponiendo a cada decena la oración dominical, como habían visto hacer a quienes recitaban los salmos».

   El salterio o rosario de la Santísima Virgen se compone de tres rosarios de cinco decenas cada uno, con el fin: 1.°, de honrar a las tres personas de la Santísima Trinidad; 2.°, de honrar la vida, muerte y gloria de Jesucristo; 3.°, de imitar a la Iglesia triunfante, ayudar a la peregrinante y aliviar a la paciente; 4,°, de imitar las tres partes del salterio, la primera de las cuales mira a la vía purgativa; la segunda, a la vía iluminativa; la tercera, a la vía unitiva; 5.°, de colmarnos de gracia durante la vida, de paz en la hora de la muerte y de gloria en la eternidad.



“El secreto admirable del Santísimo Rosario”


San Luis María Grignion de Montfort




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