Nueve
días después del glorioso nacimiento de la inmaculada Virgen nuestra Señora,
que fue el diecisiete de setiembre, según la costumbre de los hebreos, fue
puesto a la soberana niña el nombre dulcísimo de
María, que
quiere decir excelsa y estrella del mar,
porque ella es excelsa señora de
todas las cosas criadas, y así como todas las criaturas reconocen a Dios por su
Creador, así han de reconocer a María por Madre del mismo Dios, y sujetarse con
profundo acatamiento a su imperio. También significa el nombre de María estrella del mar, porque,
como dice san Bernardo, ella es aquella estrella de Jacob cuyo fulgor destella
en los cielos, penetra en los abismos y recorre todo el orbe, e irradiando su
calor más sobre los espíritus que sobre los cuerpos, fomenta las virtudes y
abrasa y seca los vicios. “Oh tú, que entre las
ondas de este siglo andas fluctuando, si no quieres perecer en la tormenta, no
desvíes los ojos de este norte y de esta estrella. Si se levantaren los vientos
de las tentaciones, si fueres a dar en la roca de las tribulaciones, mira a la
estrella y llama a María. Si te arrebata la ola de la soberbia, de la ambición,
de la detracción o envidia, mira la estrella y llama a María. Si la navecilla
de tu alma zozobrare, y estuviere en peligro por la codicia o algún apetito
sensual, vuelve los ojos a María. Si te comienzas a ahogar por la gravedad de
tus delitos y la fealdad de tu conciencia, y espantado del juicio divino te
afliges y temes caer en el profundo abismo de la desesperación, piensa en
María. En los peligros, en las angustias, en las caídas congojosas, piensa en
María, llama a María. No se aparte de tu boca, no se aparte de tu corazón, y
para que alcances el favor que le pides, no dejes de imitar sus ejemplos;
porque siguiéndola no vas fuera de camino; rogándola no desesperas; pensando en
ella no yerras; teniéndote ella no caes; defendiéndote no temes; siendo tu guía
no te cansas, y siéndote ella propicia llegas al deseado puerto de tu eterna
felicidad.” Todo
esto es de san Bernardo. Y es cierto, que ésta Virgen castísima y Madre
benignísima toma debajo de sus alas y con especial amparo defiende a los que
con entrañable afecto se encomiendan a ella e invocan su santo Nombre; el cual
aunque en diversas partes de la cristiandad era ya venerado con señalado culto,
con todo el romano pontífice Inocencio XI, después de la insigne victoria que
los cristianos alcanzaron de los turcos, en Viena de Austria, por la invocación
del nombre de María, mandó que este santísimo y dulcísimo Nombre fuese
celebrado en todo el universo cristiano, en la dominica infraoctava del
nacimiento de nuestra Señora.
Reflexión: Los santos
doctores y teólogos enseñan que es singular gracia y favor de Dios y una como
prenda de salvación el invocar a la Virgen santísima, y acudir a ella con
confianza e imitar sus virtudes: de manera que el melifluo san Bernardo,
devotísimo de nuestra Señora, osa decir: Calle vuestra
misericordia, oh Virgen beatísima, si hay alguno que no haya hallado vuestro
favor, cuando os lo pidió en sus necesidades. Tengamos, pues, con ella
particular y filial devoción, invoquémosla en nuestros peligros y tentaciones,
y sea este dulce Nombre de María, el último que pronuncien nuestros labios
antes de cerrarlos la muerte.
Oración: Te rogamos, oh
Dios omnipotente, que tus siervos fieles que se alegran con la invocación y
protección de la santísima Virgen María, por su intercesión sean libres en la
tierra de todos sus males y merezcan llegar a la eterna felicidad de los
cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
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