La provincia de Entre
Ríos está bajo el patrocinio del Inmaculado Corazón de Nuestra Señora del
Rosario.
Al consagrar solemnemente, en 1944, su
dilatada arquidiócesis a la Santísima Virgen, el arzobispo de Paraná, Monseñor
Zenobio Guilland, optó por este título de la Soberana Señora.
Monseñor Zenobio Guilland,
Porque la Virgen del Rosario fue la fundadora y es la Patrona de la capital de Entre Ríos, y sus derechos de Patronazgo
se extienden a todo el territorio de esa provincia.
Nuestra Señora del Rosario es, pues, la Virgen
peculiar de los entrerrianos, y
todos le profesan acendrada devoción.
No resulto fácil a los conquistadores
establecerse en la orilla izquierda del Paraná,
a causa de la hostilidad de los indios; pero María Santísima no dejo en el
olvido ese rincón privilegiado de la Patria, que más tarde habría de llamarse Entre Ríos.
Algunos valerosos españoles empezaron a
establecerse en el sitio denominado Bajada
de Paraná, y en 1730 se creó la parroquia.
En 1813 dicha población fue declarada Villa, y en 1826 se le dio el título de
Ciudad.
Algunos colonizadores
más osados se adelantaron en el territorio de la provincia, confiando en la
protección de la Madre de Dios, cuya devoción era patrimonio común de españoles
y criollos.
El sacerdote santafesino Francisco Arias Montiel fue el hombre
providencial de los entrerrianos.
Nombrado párroco de la Bajada de Paraná,
llevó a dicha población una devota imagen
de Nuestra
Señora del Rosario, y la
entronizo en su humilde capilla. Puso también su feligresía bajo la protección
de la celestial Señora con tal advocación, consiguiendo hacer florecer la
piedad y la vida cristiana.
Abrió una escuela de primeras letras, y él mismo se encargó de la enseñanza y
educación de la niñez. Fue pues, el primer maestro que actuó en Entre
Ríos.
Su celo apostólico se extendió a todo el
territorio de la provincia y con el
amparo de la Virgen del Rosario,
logró no sólo pacificar a los indígenas sino también la conversión de muchos al cristianismo.
Múltiples veces Nuestra Señora del Rosario ha acudido en ayuda de los habitantes de Paraná.
En una oportunidad los libró del ataque que se habían propuesto llevar a efecto los
indígenas.
Enterado de sus propósitos, el Padre Arias Montiel, fue solo a
enfrentarlos. La Virgen del Rosario
les toco el corazón, desistieron de su
intento y los principales caciques acompañaron al sacerdote en su vuelta al
pueblo.
Congregados los fieles en la capilla, dieron
las debidas gracias a su celestial bienhechora.
Una prolongada sequía tenía agostados los
campos. El piadoso párroco organizo una devota procesión por las calles del
pueblo, con la imagen de la Virgen del Rosario.
Momentos después de terminado el acto
religioso, el cielo se cubrió de nubes que se resolvieron en copiosa lluvia.
El Padre
Arias Montiel falleció después de regentear 33 años el curato de la Bajada
de Paraná. Su desaparición fue muy lamentada, pues la acción sacerdotal,
civilizadora, cultural y progresista de este gran devoto de María se había
extendido por toda la provincia. Había
promovido de un modo especial la devoción
a la Virgen del Rosario, como el medio más eficaz para asegurar el éxito de
su ministerio.
Al morir, dejó un monumento de su devoción a la Madre de Dios: una iglesia, que se
mantuvo hasta 1829.
Para la realización de esta obra fueron
necesarias todo el tesón y abnegación del fervoroso sacerdote, pues contaba con
escasos elementos.
En 1822 fue nombrado párroco de Paraná el doctor
Francisco Dionioso Álvarez.
párroco de Paraná el doctor Francisco Dionioso Álvarez.
Pronto notó que la devoción a la Virgen del
Rosario había sufrido mengua, siendo sustituida parcialmente por las de San
Miguel y Santa Rosa de Lima.
Resolvió entonces efectuar un plebiscito
para fijar definitivamente quién debía ser la Patrona o el Patrono de Paraná. El 1ª de enero de 1825 se llevó a
efecto la votación, resultando electa, en primera término, Nuestra Señora del Rosario y, en
segundo, San Miguel Arcángel.
El plebiscito se extendió también a los
habitantes de Victoria y Alcaraz. En
ambas poblaciones los vecinos se pronunciaron por la Virgen del Rosario.
Después de la batalla de Caaguazú, ganada por el general José María Paz, la provincia de
Entre Ríos fue invadida por los ejércitos unitario, correntino y uruguayo.
La consternación de los entrerrianos era
general; sólo el Padre Álvarez
mantuvo el espíritu firme, exhortando a todos a confiar en la Virgen del Rosario y a implorar su protección.
Poco después las cosas cambiaron totalmente,
a causa de las desavenencias entre los jefes invasores.
La poderosa protección de la Virgen del
Rosario —decía el Padre Álvarez— se ha manifestado
visiblemente sobre el pueblo entrerriano.
ORACIÓN
a
la Santísima Virgen del Rosario
de
Paraná
Santísima Virgen del
Rosario:
Amada
por Dios desde toda la eternidad, viniste al
mundo llena de gracia y
sin la más ligera sombra de
pecado, para ser Madre
de Jesús y Madre nuestra.
Cuando
el ángel te saludó en nombre de Dios
respondiste SÍ a la invitación divina, y el Verbo se
hizo
carne en tu seno
virginal. Desde entonces comenzaste,
a vivir en íntima
comunión con ÉL los misterios todos
de su vida y te
convertiste en Nuestra Señora del
Evangelio, de la
Redención y dé la Gracia.
Junto a la Cruz bebiste con tu Hijo Dios el
cáliz
amargo del dolor y
unida a ÉL mereciste para todos
los redimidos la vida
eterna.
El Espíritu Santo descendió en Pentecostés
nuevamente sobre Ti y
te consagró Madre de la Iglesia.
Coronada ahora en el
cielo como reina y como Madre de
todo lo creado, tu
Corazón continúa aquí sobre la tierra.
En ÉL confiamos.
Madre del Rosario:
acércate aún más a nosotros.
Te pedimos por los que
no tienen fe o rechazan tu luz.
Por los que no aman.
Por los que no tienen pan.
Por los enfermos y por
los sanos. Por los que viven angustiados
o sufren sin esperanza.
Por los hogares que se elevan
y por los hogares que
amenazan ruinas.
Santifica y fortalece al Papa, “el dulce Cristo en la Tierra”,
a los Obispos y
Sacerdotes, a todos los llamados
a seguir más de cerca a
Jesucristo. Enciende en sus
corazones un fuego que
jamás se extinga.
Madre del Rosario:
únenos a TI
en la Tierra y llévanos contigo al Cielo. Así sea.
El general Urquiza compartía las mismas convicciones. Con toda sinceridad
aseguró un día que en diversas
oportunidades había impetrado el valimiento de Nuestra Señora del Rosario, de
quien era muy devoto, en favor de la integridad de la Patria y de la definitiva
organización nacional.
Como nuevos y luctuosos acontecimientos
amenazaran a Entre Ríos, el general Urquiza confió el éxito de las armas
federales y la suerte de la provincia a la excelsa y celestial Patrona de los
entrerrianos, y la proclamó solemnemente Protectora y Guía de sus actos de militar y gobernante.
En la batalla de Arroyo Grande las fuerzas federales triunfaron sobre las unitarias.
Urquiza expresó públicamente que atribuía
la victoria a una especial protección de la Virgen del Rosario.
Ordenó solemnes funciones religiosas en
acción de gracias e hizo entrega a la benignísima Patrona y Protectora de un notable estandarte tomado a los
enemigos, el cual fue colocado a los pies de su imagen en la iglesia matriz de Paraná.
La Virgen del Rosario
protegió visiblemente a Paraná al ser atacada cierto día por unos
piratas.
Los indefensos habitantes, no encontrando
remedio humano, acudieron a la iglesia para implorar la protección de la Madre
de Dios. Cuenta la tradición que los atacantes no lograron desembarcar, pues al
intentar hacerlo, vieron en la barranca ciertos “soldados misteriosos”, y emprendieron la fuga.
La Virgen María,
oyendo benignamente las férvidas súplicas de su pueblo, obró ese nuevo
prodigio.
“MARÍA, REINA Y MADRE
de
los Argentinos”
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