miércoles, 4 de octubre de 2017

SAN FRANCISCO DE ASÍS, fundador. — 4 de octubre (+ 1226)


El seráfico patriarca san Francisco, uno de los más grandes santos que venera la Iglesia, fue natural de Asís, en la provincia de Umbría, y nació en un establo como su divino modelo Jesucristo. Sus padres que eran mercaderes, le llamaron Juan en el bautismo, pero después le dieron el nombre de Francisco por la facilidad con que aprendió la lengua francesa, necesaria a la sazón a los negociantes de Italia. Pasó los años de su mocedad en el comercio y en las armas: y saliendo un día a pasearse a caballo por las cercanías de Asís, halló un pobre leproso que le llenó de asco y horror, más para vencerse a sí mismo, se apeó, abrazó y besó a aquel pobrecito y le dio todo el dinero que llevaba. Deshaciéndose un día en lágrimas de sus culpas, se le apareció Jesucristo crucificado como cuando estaba próximo a expirar; por lo que propuso desde aquel momento en su corazón imitar en su vida la pobreza y los trabajos de su adorable Redentor. Muchas veces trocó sus vestidos por los andrajos de los pobres: y siendo de edad de veinticinco años, oyendo en la iglesia el Evangelio en que Jesucristo dijo a sus discípulos: «No queráis tener oro, ni plata, ni dinero, ni en vuestros viajes llevéis alforja, dos túnicas, ni calzado, ni báculo…» (Mat. 10, 9-10), de repente se sintió tocado de Dios para tomar aquellas palabras por regla de su vida, y constitución de la orden que fundó con sus doce compañeros, llamados los penitentes de Asís. Aprobó Inocencio III su instituto, después de haber visto en un sueño misterioso cómo san Francisco sostenía sobre sus hombros la iglesia de San Juan de Letrán, que se desplomaba; y habiendo el santo recibido de los monjes de san Benito una pequeña posesión con una ermita llamada, de la porción de terreno, Santa María de Porciúncula, residió allí como en su primer convento, más creció tanto su orden que en menos de tres años se fundaron más de sesenta monasterios. Le tuvo santa Clara por maestro de su espíritu, y por autor de la Regla de sus religiosas, llamadas al principio Señoras pobres. Encendido en deseos del martirio, partió para Siria con algunos religiosos y llegado a Damiata se presentó al Sultán, y le declaró la falsedad de la ley de Mahoma, mas asombrado el príncipe infiel de la santidad de Francisco, le honró y le ofreció ricos presentes, rogando que le encomendase a Dios. Habiendo el santo renunciado al generalato, se retiró al monte Albernia, y hacia el fin de la cuaresma de san Miguel que hacía todos los años, recibió la impresión de las sagradas llagas en las manos, pies y costado, y desde allí en adelante todos le llamaban el Patriarca seráfico. Finalmente después de haber asombrado al mundo, con sus virtudes, austeridades y prodigios de todo género, quiso morir en suma pobreza y desnudez como Jesús; mas tomando por obediencia su túnica vieja, tendido en el suelo, y puestos los brazos en cruz entregó su alma al Creador a la edad de cuarenta y cinco años.


   Reflexión: Movidas de los sermones y de los ejemplos de san Francisco y de santa Clara, innumerables personas casadas de uno y otro sexo deseaban retirarse a los claustros: pero nuestro santo les enseñó como en todos los estados se podían santificar, y les señaló cierta forma de vida medida con su condición, y ésta fue la Tercera orden; la cual florece hoy en el mundo con grande honra de Dios y de la santa Iglesia.

   Oración: ¡Oh Dios! que por los méritos de san Francisco fecundaste a tu Iglesia con una nueva familia; danos gracia para que a su imitación despreciemos las cosas de la tierra y nos gocemos siempre en la participación de los dones celestiales. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORUM


DE LA FAMILIA CRISTIANA

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