martes, 24 de octubre de 2017

TERCER MISTERIO DOLOROSO



“LA CORONACION DE ESPINAS”

   Después de azotado Cristo, los soldados de la Corte romana lo maltrataron y befaron (burlaron), y Pílalos lo presentó al pueblo desde el balcón del Pretorio diciendo: “Aquí tienen al hombre”. La masa agolpada debajo gritó: “Crucifícalo”. Probablemente no era la misma gente que el Domingo de Ramos lo había recibido en Jerusalén con aclamación y palmas. El pueblo es variable en sus humores, inconstante y tornadizo. Las turbas o muchedumbres son esencialmente influenciables. Pero aquí no era la misma muchedumbre. Los amigos de Cristo, lo mismo que sus Apóstoles, estaban escondidos o apartados. 

"Aqui tienen al hombre"

   Esta vez atropellan a Cristo los soldados romanos que lo habían azotado, como dos horas antes los siervos del Pontífice, y los mismos Jueces que lo habían condenado. La “cohorte” romana era la décima parte de una “legión”, la cual constaba de unos 6.000 hombres. No estaban allí los 600 hombres de la corte por supuesto, pues se mudaban en turnos de guardia. Como habían oído que este hombre, que para ellos era simplemente un reo de muerte, había dicho ser el Rey de los Judíos, hicieron burla de él echándole encima un trapo color púrpura, poniéndole una caña en las manos a guisa de cetro y en la cabeza un trenzado de gruesas espinas como corona real; la cual golpeaban con cañas para clavarla. “Y venían a Él y decían: ¡Salud, Rey de los judíos y le daban bofetones”. 


Entretanto Pílalos había tratado de negociar la salvación de Jesús poniéndolo como candidato al indulto de Pascua enfrente de Barrabás; pero el pueblo eligió a Barrabás, influenciado por los sacerdotes, escribas y prelados. Les bastó decir a aquella gente bruta: “Si soltamos a éste, que es un sedicioso, vendrán los ejércitos romanos y nos destruirán” — que fue justamente lo que les sucedió 40 años después, pero no ciertamente por haber soltado a Cristo sino por haber elegido a Barrabás; y es lo que sucede a todas las naciones que sueltan a los criminales y castigan a los virtuosos.
   Pilatos pues hizo traer a Jesús en el estado lastimero en que estaba, encorvado de dolor y vestido de rey de burlas y mojiganga; y lo mostró a todos diciendo: “Ecce homo”: “aquí tienen al hombre”. Si lo dijo por ironía o por compasión, no sabemos; posiblemente las dos cosas. La Virgen miró a su Hijo desde abajo; Él tenía los ojos sellados de sangre; pero Él era el verdadero Rey y Pilatos era un monigote.
    — ¡Crucifícalo! ¡A la cruz ¡A la cruz!
   — ¿A vuestro Rey tengo que crucificar? (Esta vez con ironía)
   — ¡No tenemos otro Rey más que al César...! ... (Y el César los va a destruir dentro de poco).
   — Yo soy inocente entonces de la sangre de este Justo (dijo Pilatos: lo cual era mentira).
   — ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! (la cual cayó).
   Pilatos hizo traer una jofaina y se lavó ostentosamente las manos; pero no se lavó su culpa. Fue un mal juez, un hombre inicuo y un varón cobarde, que es una de las peores cosas que pueden existir. Su mujer, Claudia Porcia, le había mandado decir que por favor no se mezclara en la muerte de ese hombre, porque ese hombre era un justo; y el cobarde Gobernador dos veces había reconocido públicamente que era inocente. Y sin embargo se levantó, se sentó pro-tríbunali,  es decir, en la silla curul, y pronunció en voz alta la fórmula jurídica de la sentencia de muerte: “Ibis ad crucem”: “irás a la cruz”.

Pilatos hizo traer una jofaina y se lavó ostentosamente las manos
   Decir con las palabras que Cristo fue inocente no es lo mismo que decirlo con las obras. El 25 de abril de 1933 un tribunal judío compuesto de 5 jueces revisó en Jerusalén el antiguo proceso de Jesús de Nazareth, y pronunció solemnemente por cuatro votos contra uno que el acusado fue inocente, y que su muerte fue un enorme error de la raza hebrea, la cual se haría un honor en repararlo. Repararlo ¿cómo? Si Cristo fue inocente, Cristo fue realmente el Hijo de Dios. No dice la revista francesa donde se lee esto si los cuatro jueces se hicieron después cristianos; porque realmente si Cristo fue inocente dijo la verdad al decir que era el Hijo de Dios; pues si no dijo la verdad, entonces fue un blasfemo y según la Ley de Moisés debía morir: apedreado o crucificado, no hace al caso. Sería culpable, y no habría tal “enorme error”.
   Para reparar ese “enorme error” la raza hebrea va a tener que hacer una cosa enorme, que por ahora no se ve cerca; pero que creemos algún día hará. “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos en Ti” — “Creed en Mí y bajaré de la Cruz”.
   “La Santísima Virgen, posiblemente la única persona del mundo en ese momento, sabía que el “Ecce Homo” que tenía enfrente vestido de rey de burlas, era el Rey verdadero; y que Pilatos era la mojiganga. Sabía Marta que la corona de espinas se iba a transformar en corona de luz; que el cetro de caña se iba a volver vara de hierro; y el andrajo de púrpura, ropaje de resurrección. Saber eso no le impedía sufrir indeciblemente por los dolores de su Hijo y el crimen de su pueblo; pero le impedía doblarse bajo el sufrimiento. Allí estaba de pie, mirando al "gusano y no hombre, desprecio del vulgo y escarnio de la plebe" como lo llamó el Profeta; — en un éxtasis de dolor y de esperanza”.




AUCTO DE LAS DONAS QUE ENVIO ADAN A NUESTRA SEÑORA, CON SANT LAZARO
(Aquí se recitará un aucto, que trata de una carta y de unas donas. Y porque por el aucto se entenderá; fácilmente, les pido el acostumbrado silencio. Una estancia en casa de Nuestra Señora- Entra San Lázaro, con el cofre y carta).
Lázaro
Una nueva os vengo a dar,
hijuelos de Adán y Eva,
una nueva que su nueva
causa muy nuevo llorar,
¡Oh sacra Virgen sin par!
¿Qué he oído?
¡Madre de Dios! ¿qué he sabido?
¡Qué escopeta de pasión que te rasga el corazón
y te transporta el sentido!
Salga el justador pulido
a justar;
salga, empiece a cabalgar,
pues tiene el pie en el estribo;
salga el Redentor, Dios vivo,
con la cruz a rodilla.
Salga su Esposa a llorar
por su Amado;
salga, salga el Desposado;
salga a facer el convite
de su sangre, por confite,
de sus pies, manos, costado,
¡Oh Dios vivo, consagrado,
Infinito!
Tú, sin pecado, bendito,
¿por qué la muerte te encara?
Que sí Adán pecó, pagará,
pues fue el que hizo el delito.
¡Pena en nacer, pobrecito corazón!
¡Pena en su circuncisión!
¡Pena ahora, Graciaplena,
Madre de Dios, toda pena,
y ésta sobre colación!
Mi Dios y consolación,
¿qué sentís?
Siendo Dios, ¿por qué dormís?
Siendo Rey, ¿por qué tan pobre?..
Diréis: —Madre, porque cobre
las ovejas que me oís,
—Mi Dios; ¿por qué consentís
tal dolor?
¿Por qué consentís, Señor,
tantas muertes y dolores?
—Madre, por los pecadores,
que salí por fiador.
—¿No estaba ahí Adán, mi amor,
que muriera?
—No, que la palabra diera
mi Padre, y pues él la dio,
conviene que cobre yo
lo que el triste Adán perdiera.
—Más, morir Dios es quimera;
no es posible;
porque Dios es impasible,
aunque pasible tornado.
—Dios nunca hizo pecado,
mas morir es convenible.
—¡El divino incorruptible,
el sagrado.
El sin pecado engendrado,
el sin pecado venido
el sin pecado nacido,
a pagar nuestro pecado!
¡Salga el justador armado,
salga, sus,
salga el infante Jesús,
salga el verdadero Rey
enclavado en una cruz!
¡Salga el norte de la luz,
consagrado!
(Entra Nuestra Señora y la Humanidad)
Nuestra Señora
¿Qué haces, Lázaro amado?
Que mi Hijo y clara luz
por Adán se va a la cruz
para ser crucificado.
Aquel que te ha, de enterrado,
resurgido;
aquel dilecto querido.
Hijo del Eterno Padre;
aquel que yo, Virgen Madre,
sin pecado he concebido;
aquel maná florecido
verdadero;
aquel que, hecho Cordero,
a comer hoy se nos dio;
aquel que de mí nació
para morir en madero;
aquel divino lucero
nazareno;
aquel que en mi vientre bueno
amasé con levadura
de mi divinal fe pura,
en Belén puesto al sereno;
aquel que dormí en el heno,
¡se partió!
¡Ya se fue, ya me dejó?
¡Ya me dejó casi muerta!
¡Ya se fue a abrir la puerta
que Adán por pecar cerró!
Lázaro
De eso dolor siento yo,
y gran pesar.
¿Cómo con vuestro llorar
no le detuvisteis vos?
¿Cómo vos, Madre de Dios,
viva pudisteis quedar?
Nuestra Señora
Dijo; Voime a desposar al madero—
Díjele: —Santo Cordero,
¿Qué esposa lleváis, mi luz?—
Respondió: —Madre, la cruz;
que Adán fue el casamentero.
Humanidad
¿Y vuestro no fue primero?...
¿Qué os negó?
¿Qué otra vez se desposó?
Nuestra Señora
¡Ay, que otra vez se desposa,
para libertar la esposa
que Adán por pecar perdió!
Lázaro
Virgen, dame eso, do esto,
a sentir;
que Dios no querrá morir,
por no dar pena a la Madre.
Nuestra Señora
¿Ves que es obediente al Padre?
Su mandato ha de cumplir.
Lázaro
¿Todo esto ha de cumplir el Sol del día?
¡Oh sol de la jerarquía!
¡León del tribu de Judá
que hoy tu sangre desañuda
el ñudo que Adán tenía!
¡Esto quién comprenderá!
Humanidad (A San Lázaro)
Luego su esposo Mesía le dijera:
— Madre mía verdadera,
arca de mi Sacramento,
más sagrada y más entera
que del Viejo Testamento;
en barca de perdimento
(porque afano),
navega el género humano
con vela rota y sin luz,
llamando a Jesús en cruz:
“¡Remédianos, Soberano!”
Llámanle piloto ufano,
consagrado:
y han sus áncoras trabado
en mí, porque yo les muestre,
como gran contramaestre,
el puerto de mi costado.
Nuestra Señora
¡Oh Dios vivo, consagrado!
¡Oh ventana,
don de la luz soberana,
clara luz resplandeciente!
¡Oh costado refulgente,
media de natura humana!
Humanidad
Y si, divinal Diana,
os he dado
algún enojo penado
en mil años de pasión,
mira que mi corazón
al vuestro va traspasado.
Lázaro
¡Oh qué carta de cuidado
te daría,
que tu padre Adán te envía,
sellada con una cruz,
donde tu Hijo y tu luz
ha de morir este día!
Nuestra Señora
Dámela: sin alegría
quiero verla;
dáme a ver que viene en ella,
que un estoque de pasión
parece que el corazón
por mil partes me degüella.
¿Quién ha de poder leerla
sin llorar,
viendo esta cruz aquí estar
por firma de mi dolor,
donde a mi Hijo y mi amor
tienen de crucificar?
Mas con lloro y suspirar
quiero ver el sobrescrito,
y leer a quien dice.
Lázaro
—"Para vos,
la Esposa y Madre de Dios”
Nuestra Señora.
Luego a mí debe de ser.
Di ¿qué me hace saber?
Lázaro
“Hija mía,
Sagrada Virgen María,
Hija y Madre de Dios vivo,
yo, tu padre Adán, te escribo
con más pena que alegría:
el cual, Estrella del día,
primavera,
te ruega seas placentera
que tu hijo, Gracia plena,
para libramos de pena,,
hoy crucificado muera”.
Nuestra Señora
¡Ay, que espada lastimera me hirió!
¡Oh madre que tal oyó!
¿Cómo puede vivir punto,
con el triste contrapunto
que Adán, tu padre, apuntó?
Lázaro
Esfuerza.
Nuestra Señora
Ya muerta so.
Lázaro
Pues levanta
que poco dolor te espanta.
Nuestra Señora
Hijo, déjame espirar;
tú la puedes acabar,
deja morir esta infanta.
Lázaro
“Consiente, divina planta,
en su pasión;
hazlo. Reina de Sión,
que si él es Hijo y tú Madre,
también mi Hijo, y yo padre:
sus carnes mis carnes son.
Y si tienes compasión
en oír
la muerte que ha de morir
nuestro hijo Jesucristo,
mi propia carne le visto
y en mi carne han de ferir.
No te debes afligir,
Hija amada,
que sí su muerte es llegada
y tú sientes su litijo,
yo también, porque es mi Hijo,
siento su pasión doblada.
Por tanto estad consolada.
Amor mío,
y ese cofre que os envío
lleno de donas, colmado,
presentadlo al Desposado
que nació en Belén al frío”.
Nuestra Señora
Pasión con tal desafío
me das, carta;
gran dolor y pena harta;
y pues. Hijo, si dijiste,
aunque al dolor yo me parta,
cumple lo que prometiste.
Humanidad
Abre aqueste cofre triste,
Oh María;
saca las donas que envía
la madrina y el padrino;
saca el collar de oro fino,
sembrado de pedrería.
Saca esa argentería
de tu Amado.
Nuestra Señora
¡Ay! dineros ha enviado...
¡Qué moneda tan rabiosa!
Son las arras que a su Esposa
ha de dar el Desposado.
Humanidad
Por eso será comprado
tu placer;
son por los que han de vender
tu Hijo a los carniceros.
Ellos son treinta dineros,
los cuales puedes bien ver.
Nuestra Señora
Esta soga al parecer
mucho espanta.
¡Ay que el alma me quebranta,
que nunca tal dona he visto!
Humanidad
Pues con ella a Jesucristo
desollarán la garganta.
Nuestra Señora
¿Hay dolor y pena tanta?
¡Ay, mi Amado!
¡Qué collar de oro tirado
Adán, vuestro padre, os da!
¡Collar qu'él os rasgará,
mi Dios y mi Hijo amado!
Lázaro
Este tafetán morado
con botones,
son lancetas de pasiones,
para atar a la cintura.
Humanidad
Son azotes de amargura
con que le den los sayones.
Nuestra Señora
¡Quién supiese qué varones
le han de dar!
¡Quién los pudiera hablar,
para decirles: Señores,
dadme a mí esos dolores
que a mi Hijo habéis de dar!
¡Oh celestial Rey sin par,
y sin pecado!
Humanidad
La guirnalda que ha enviado
Adán, toda aljofarada,
esta ha de llevar hincada,
porque no se caiga a un lado.
Nuestra Señora
Fantástico irá mi Amado,
si es así.
Tocármela quiero a mi;
dad, sayones, con tas cañas;
traspásenme las entrañas
las puntas que van allí.
Lázaro
Nuestra Virgen, torna en ti.
Nuestra Señora
¿Caña, Adán,
es el estoque galán
para que lleve ceñido?
¿Veis qué cetro tan pulido?
¡Oh vara de capitán!
Lázaro
Cata la cruz.
Nuestra Señora
¡Oh, qué afán!
¿Para qué es?
Lázaro
Para do claven los pies.
Nuestra Señora
¿Y qué pies?
Lázaro
Los de Jesús.
Nuestra Señora
¡Oh mi consuelo y mi luz.
muerta soy ya de esta vez!
Humanidad
Las manos de mi Juez
consagradas,
aquí han de ser enclavadas.
Nuestra Señora
¿Enclavadas tienen de ir?
¿Cómo lo podrá sufrir
madre de las más penadas?
¿Qué en cruz de cedro y de palma
mi placer,
amor mío y mi querer,
hijo mío y de mi alma
¿Que en cruz de cedro y de palma
crucificado has de ser?
Humanidad
Aún más donas hay que ver.
Clavos son.
Nuestra Señora
¿Para qué? Dame razón.
Humanidad
Para clavadle las manos
aquellos lobos alanos,
con martillos de pasión.
Nuestra Señora
Tanta pasión, corazón,
se os ordena;
¡tanta pena, vista buena!
¿Clavos por espuelas tristes?
Adán, ¿qué mula le distes
que deis espuelas de pena?
De dolor y angustia llena
triste esto.
¡Ay, qué dona le envió a mi Hijo,
Adán, veré!
¡Clavos que rasguen los pies,
y el alma a quien le parió!,,.
¿Qué es aquesto que veo yo?
¡Oh gran mal!
Humanidad
Ha de ser cetro real
que lleve el Emanuel.
Es don de vinagre y hiel,
que en la cruz beba mortal.
Nuestra Señora
¿Hiel por vino angelical
a mi Amado?
¿Vinagre y hiel, Desposado,
dan al desposorio vuestro?
¿Hiel y vinagre, Maestro?...
¡Vos maná les habéis dado!
Agua dulce habéis manado
del Jordán,
y vinagre y hiel os dan;
al mar Bermejo de veras
abristeis doce carreras;
mas dos mil en vos harán.
Esta bocina, galán,
¿qué ha de ser?
¿Es flauta para tañer
al desposorio sagrado?
¿Es arpa de desposado
o dulzaina de placer?
Lázaro
Con ésta verás tañer
dos mil sones
que quiebren los corazones,
cuando prendan al Cordero,
y digan en los pregones:
“¡Muera, muera el hechicero”
Nuestra Señora
¡Qué dolor tan lastimero
de pasión!
¡Oh qué penoso clarión
y que triste sacabuche
Adán me envía que escuche,
por dar pena al corazón!
Humanidad
Mira, Reina de Sión:
ves aquí.
Nuestra Señora
¡Ay! ¿Martillo viene ahí?
Lázaro
Aqueste martillo es
para que enclaven los pies
y las manos, dando ansí.
Nuestra Señora
Pues dame con él a mí!
¡Ay, tenazas!
Muerte, ¿para qué amenazas

a mi vida y corazón?
Di me, cofre de pasión,
¿para qué ágora me emplazas?
¿Quedan ya más añagazas?
¡Quién muriera!
¿Para qué es esta escalera
toda llena de escalones,
que así suben mis pasiones
de aquesta propia manera?
El dolor en delantera
sube aquí;
lleva la pena tras sí.
Siete escalones traías,
que son siete angustias mías;
¡mas cincuenta están en mí! —
¿Quedan ya más donas? Di.
Humanidad
No, María.
Nuestra Señora
¡Yo pensé que más había!
No que el cofre está vacío.
Nuestra Señora
¡Oh mi Dios y Señor mío,
muera con vos yo este día!
Lázaro
Esfuerza, Señora mía,
tu dolor.
Nuestra Señora
No me puede ser mayor
Que el cofre que me trajistes.
No fuiste tú embajador
Que otro Ave me dijistes.
Lázaro
Señora, si entristeciste
tu corazón
por mí, te pido perdón.
Nuestra Señora
Yo, Lázaro, te perdono,
y a ti, Humanidad, endono
estas donas de Pasión.
Humanidad
Señora, para mí son.
Dámelas;
que tú en tu Hijo verás
de otra forma dolorida,
que en ellas pierdas la vida
y otras mil que tengas más.
Vámonos, descansarás
de llorar.
Pues ha de resucitar
y no morir de hoy en más.
Tres días sola estarás —
y te vendrá a consolar.

(ANONIMO del siglo XV)


P. LEONARDO CASTELLANI.

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