DIOS HIJO, REDENTOR DEL
MUNDO.
LETANÍAS LAURETANAS.
Scio quod. Redemptor meus
vivit.
Job.
19.
Sé que vive mi Redentor.
CONSIDERACION I.
Aunque a Cristo única y propiamente convenga
el título de Redentor, también María santísima no menos participa un algo de
este título, y puede llamarse en cierto modo Redentora del mundo, así porque
para el bien del mundo dio a luz a su Redentor, como también porque con su
intercesión libra a innumerables pecadores de la muerte eterna. Por tanto todo
aquel que desea tener propicio al Redentor, hágase primero propicia a su
santísima Madre, diciéndola muchas, veces: Dios te guarde Madre de
Dios Hijo.
CONSIDERACION II.
Consta que por la sentencia que en otro
tiempo había dado el Rey Asuero contra los judíos debían haber muerto todos en
un día; pero no obstante estar pronunciada esta sentencia, alcanzaron la gracia
de la vida por la intercesión de Esther. Esta Reina fue figura de
María, abogada poderosísima dé los pecadores. Aunque el Padre celestial haya
como decretado castigar los pecados del mundo; si los pecadores imploran a María,
si esta tiernísima Señora manifiesta sus pechos a su Hijo, y el Hijo muestra
sus llagas a su Padre, entonces la ira se mitiga, perdonase la pena, y la
misericordia prevalece a la justicia.
CONSIDERACION III.
Ciertamente que cualquier pecador hablando
con verdad debe decir: sé que vive mi Redentor. ¿Más de donde sabe
esto? De que la obra de la redención todavía dura
virtualmente. A la verdad que
Jesucristo es crucificado de nuevo todos los días por nuestros pecados, y con
todo eso perdona a los penitentes, ruega por sus enemigos como en otro tiempo
lo hizo desde la cruz, y manifiesta gran misericordia hacia los pecadores,
principalmente hacia aquellos por quienes María intercede.
ORACION.
¡Señor mío Jesucristo!, que con el inestimable rescate de tu
preciosísima sangre redimiste a las almas de los hombres que por el pecado de
nuestros primeros padres estaban subyugadas al poder del demonio, y con tu
muerte las libraste de la eterna: concédeme propicio, que yo en adelante cuide
y estime en más mi alma comprada y redimida con tan gran precio; y para conseguirlo te ruego por María tu
Madre santísima:
Dios Hijo Redentor del
mundo, ten misericordia de nosotros.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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