sábado, 18 de noviembre de 2017

QUINTO MISTERIO DOLOROSO



“LA SOLEDAD DE MARIA”

   Cristo había muerto. Murió cuando quiso y como quiso, conforme había dicho poco tiempo antes, después de una de las cuatro intentonas de darle muerte tumultuosamente, de la que salió: “Ninguno me quita la vida si yo no quiero; yo la entrego. Tengo poder de entregarla y tengo poder de retomarla”, y a san Pedro, en el Huerto: “¿Crees que puedo pedir a mi Padre siete legiones de ángeles que me libren de estos? Vuelve tu espada a su vaina”. Y mostró su poder haciendo que los ruines captores cayeran dos veces al suelo al solo sonido de su voz.
  

   Los cuatro evangelistas notan que la última palabra fue arrojada por Cristo “con una grande voz”, como quien está en posesión de todas sus fuerzas. Entregó así su vida; para retomarla.

   Como al conjuro de ese gran grito, tembló la tierra, se partieron las piedras, se rasgó de arriba abajo el velo del templo y saltaron las lápidas de muchos sepulcros. La gente bajó del monte despavorida, y huyeron; los primeros probablemente los que habían sido más insolentes. El jefe de la Guardia Romana dijo: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”.


   José de Arimatea y Nicodemus, dos discípulos ocultos de Cristo, se presentaron audazmente a Pilato y le pidieron el cuerpo del Señor. Pilatos se extrañó que hubiese muerto tan pronto. Los judíos por su parte se hicieron presentes también a decirle: “Has puesto allí ‘Rey de los Judíos’. NO ES Rey de los Judíos. EL DIJO que era Rey de los Judíos”. Pilatos se negó a cambiar el letrero: “Lo que he escrito, queda escrito”. Y ciertamente Dios lo quiso: que la verdadera causa de la muerte de Jesús, y no las causas calumniosas, quedase allí grabada. Le dieron muerte porque no quisieron recibirlo por lo que Él era. La vida de Cristo fue tal, que los judíos, o bien tenían que aceptarlo como el Mesías, o bien tenían que darle muerte. Lo mismo que hoy día, por lo demás: o bien hay que decir que ha sido el mayor criminal que ha sido en el mundo, o bien que ha sido el Hijo de Dios. No hay término medio posible, sí uno quiere atenerse a la lógica de los hechos. Para poder decir que fue un gran moralista o un gran poeta algo perturbado, hay que cambiar o tergiversar los hechos —como hacen no pocos “racionalistas bíblicos” actuales que para poder decir eso negando su Divinidad, mutilan, tergiversan, y hacen mangas y capirotes con la tela de los Evangelios; a los cuales pretenden “estudiar científicamente”.


   Los dos nobles judíos descolgaron cuidadosamente el cadáver de Cristo y lo entregaron a la Madre. Aquí comienza la “soledad de María” que el pueblo cristiano contempla en la noche del Viernes Santo. Había perdido todo, como si hubiera perdido su vida misma: su pena era grande como el mar y nadie la podía compartir: estaba más allá de las palabras. Miguel Ángel hizo en su juventud “la Pietà”, que es probablemente la mejor escultura que existe: la Virgen está allí apesadumbrada, silenciosa y serena. El poeta Gerardo Diego escribió sobre ella estas líneas:


‘‘He aquí helados, cristalinos
En el maternal regazo
Muertos ya para el abrazo
Aquellos miembros divinos.
Fríos cierzos asesinos
Helaron todas las flores
Oh madre mía, no llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde ese día
La Virgen de los Dolores”.


   La Virgen podía contar todos sus huesos; los resabios de las escenas terribles que había presenciado surgían en ella en oleadas a la vista de todas las heridas. “Lo hemos visto como un leproso, no había en él dignidad ni hermosura, como un herido de Dios y humillado”, había dicho el Profeta. Y la maldad de los hombres atormentaba a María tanto como el aspecto lastimoso de su Primogénito; porque todos los hombres se habían convertido en sus hijos segundos.


   Ella sabía que había de resucitar; pero eso no suprimía su pena, que era presentemente demasiado grande. Una aflicción muy grande llena y domina el alma, y no deja lugar para otro sentimiento. Tenemos experiencia de eso o incluso puede que lo hayamos pasado. ¿Acaso una madre que ha visto morir a su hijo cesa en su lloro por pensar que él ahora está en el cielo? El consuelo futuro se hace como lejano, como inexistente; y la pena presente lo cubre todo. Hombres que sufren depresión síquica profunda que dura un día, la experiencia que tienen de que dura solo un día y que mañana estarán bien, no los alivia en nada; les parece que nunca saldrán dese estado, que nunca han estado en otro, y recuerdan tan solo todos los males pasados y todos los que han de venir. Será una especie de locura, si ustedes quieren; pero así es con el alma humana.

   “Cristo ‘bajó a los infiernos’ dice el Credo: palabra misteriosa que no está en los Evangelios. El alma de Cristo fue al lugar donde estaban las almas de los muertos, que el Evangelio llama ‘el seno de Abrahán’, y libertó las almas de todos los justos que allí esperaban la Redención, desde nuestros primeros padres Adán y Eva, hasta el ladrón arrepentido que había muerto a su lado en la Cruz. Si bajó también al infierno de los condenados, alivió sus penas y aterró a los demonios, algunos santos Padres lo suponen — no lo sabemos”.


   Anochecía, y los que acompañaban a la Virgen le dijeron había que sepultar a Cristo. Se formó una pequeña procesión llevando en una sábana el Sacramento del cuerpo exánime del Dios Hombre, hacia la falda del monte donde José de Arimatea poseía un sepulcro nuevo, no usado: una gruta cerrada con una gran lápida circular, en cuyo interior había un hoyo cuadrangular del tamaño de un cuerpo de hombre. Vertieron sobre el cuerpo apresuradamente algunos perfumes y bálsamos que por caso tenían; y volvieron a rodar la piedra. La Virgen se quedó con sus recuerdos; y probablemente tuvo que ocuparse de recoger las ovejas perdidas, los Apóstoles que volvían al Cenáculo derrotados y desconcertados; pues no tenían la fe de María; como se ve en el hecho de que aún después de resucitado Cristo, a lo primero no hacían más que descreer todo lo que les contaban. Empezó María Santísima a ejercitar su nueva Maternidad.


   Esto pasó hace 19 siglos y medio, casi 2.000 años, y está ahora presente a nuestros ojos, arrancando todavía lágrimas. Esta “tragedia del Calvario” es el suceso más recordado de la Historia, el único suceso que permanece vivo. Hirió al tiempo del hombre en el centro y lo partió en dos partes; llenó con sus ecos todos las Continentes; y permanecerá como el rumor eterno de las olas del mar hasta que “no haya más Tiempo”, como dijo el Ángel del Apocalipsis. Y más allá todavía.



EL DIA DE LA PASION

La luz filtrada, de la Virgen pura
miró la melancólica cabeza
que en ella se volvió luz de ternura,
de esperanza, de paz y de tristeza.
Y alrededor, en círculo inefable,
más bien que luz, junto a sus sienes bellas,
compusieron un flanco incomparable
la sombra, el sol, la luna y las estrellas.
Brillaba así del tiempo en la gran hora
de frente maternal fulgor querido,
mezcla de luz de una naciente aurora
y reflejo de un sol desvanecido.
Sol de la augusta redención del mundo
alumbró los misterios de aquel día
un brillo extraño, virginal, profundo,
que un ángel lo llamó luz de María.
Rodeado de esta luz inmaculada
el “Consumatum est”. Cristo murmura,
y ve ante sí tendiendo una mirada,
la soledad, el odio y la amargura.
Bendice con su vista el mundo entero,
le da un beso mental, suspira y muere;
el verdadero amor, si es verdadero,
besa al morir la mano que le hiere.

RAMON DE CAMPOAMOR
(Español - Siglo XIX)



PENULTIMA ESTACION

¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mí mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano

GERARDO DIEGO
(Español - Siglo XX)


STABAT MATER
 
Stabat Mater doloroso
Luxta crucem lacrimosa
dum pendebat Filiús.

Estaba la Dolorosa
junto al leño de la Cruz.
¡Qué alta palabra de luz!
¡Qué manera tan graciosa
de enseñarnos la preciosa
lección del callar doliente!
Tronaba el cielo rugiente.
La tierra se estremecía.
Bramaba el agua…María
estaba sencillamente.

JOSE MARIA PEMAN
(Español - Siglo XX)



MADRE DOLOROSA

Tú, Virgen de los Dolores
Conciencia del Universo,
Da a mi doloroso verso
La eternidad de las fiares,
Sueños del último amor;
Dormir sin pena ni gloria
Es la nada sin historia;
La conciencia es el dolor.
El que no pena no siente
El que no siente no vive
Y al no vivir no concibe
Cosa que al hacerle frente
Le haga de nada ser cosa
Y se pierde en la hondonada
Del no ser, que no es, es nada,
Virgen Todopoderosa.

MIGUEL DE UNAMUNO
(Español - Siglo XX).




MEDITACION DE LA SOLEDAD DE MARIA
Composición de lugar

Palidecidas las rosas
de tus labios angustiados;
mustios los lirios morados
de tus mejillas llorosas;
recordando las gozosas
horas idas de Belén,
sin consuelo ya y sin bien
que sus soledades llene...
¡Miradla por donde viene,
hijas de Jerusalén!

Meditación

Virgen de la Soledad:
rendido de gozos vanos,
en las rosas de tus manos
se ha muerto mi voluntad.
Cruzadas con humildad
en tu pecho sin aliento,
la mañana del portento,
tus manos fueron. Señora,
la primer cruz redentora:
la cruz del sometimiento.
Como tú te sometiste,
someterme yo quería:
para ir haciendo mi vía
con sol claro o noche triste.
Ejemplo santo nos diste
cuando, en la tarde deicida,
tu soledad dolorida
por los senderos mostrabas:
tocas de luto llevabas,
ojos de paloma herida.
La fruta de nuestro bien
fue de tu llanto regada:
refugio fueron y almohada
tus rodillas, de su sien.
Otra vez, como en Belén,
tu falda cuna le hacía,
y sobre El tu amor volvía
a las angustias primeras...
Señora: si tú quisieras
contigo lo lloraría.

Coloquio

Por tu dolor sin testigo,
por tu llanto sin piedades,
Maestra de soledades,
enséñame a estar contigo.
Que al quedarte Tú conmigo,
partido ya de tu vera
el Hijo que en la madera
de la Santa Cruz dejaste,
yo sé que en Ti lo encontraste
de una segunda manera.
En mi alma, Madre, lavada
de las bajas suciedades,
a fuerza de soledades,
le estoy haciendo morada.
Prendida tengo y colgada
ya mi cámara de flores.
Y a husmear por tos alcores
por si llega el peregrino
he soltado en mi camino
mis cinco perros mejores.
Quiero yo que el alma mía,
tenga, de sí vaciada,
su soledad preparada
para la gran compañía.
Con nueva paz y alegría
quiero, por amor, tener
la vida muerta al placer
y muerta al mundo, de suerte
que cuando venga la muerte
le quede poco que hacer.

Oración final

Pero en tanto que El asoma,
Señora, por las cañadas,
— ¡por tus tocas enlutadas
y tus ojos de paloma! —
recibe mi angustia y toma
en tus manos mi ansiedad.
Y séame, por piedad,
Señora del mayor duelo,
tu soledad sin consuelo
consuelo en mi soledad.

JOSE MARIA PEMAN
(Español • Siglo XX)




P. LEONARDO CASTELLANI.

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