viernes, 16 de marzo de 2018

VIA CRUCIS O CAMINO DE LA CRUZ






   Origen y excelencia de esta devoción



   Apenas se hallará práctica más agradable a Dios, más útil y meritoria que la del Vía Crucis. Ésta, dice el Papa Benedicto XIV, es una de las principales devociones del cristiano, y medio eficacísimo, no sólo de honrar la pasión y muerte del Hijo de Dios, sino también de convertir a los pecadores, enfervorizar a los tibios y adelantar a los justos en la virtud. En ella meditamos el doloroso camino que anduvo Jesús desde el pretorio de Pilatos hasta el monte Calvario, donde murió por nuestra Redención. Dio principio a esta devoción la Virgen Santísima; pues, según fue revelado a Santa Brígida, no tenía mayor consuelo que el recorrer los pasos de aquel sagrado camino regado con la sangre de su preciosísimo Hijo. Pronto innumerables cristianos siguieron su ejemplo, según atestigua San Jerónimo: y así ¡cuántos peregrinos surcaban juzgarte, vengan a tu encuentro con los mares y exponían la vida para ganar las muchas indulgencias con que la Iglesia había enriquecido los santos lugares de Jerusalén! Mas, viendo esta solícita Madre, por una parte el copioso fruto que de tan pía devoción sacaban los fieles, y por otra la imposibilidad en que muchos se hallaban de emprender viaje tan largo y peligroso, varios Sumos Pontífices, en particular Clemente XII, Benedicto XIII y XIV y León XII, franqueando largamente los tesoros de la Iglesia, concedieron que, visitando las Cruces bendecidas con especial facultad del Sumo Pontífice y autorización del Prelado diocesano, ganasen los fieles las mismas indulgencias que habían concedido a los lugares santos de Jerusalén.

Ejercicio preparatorio
V) Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
R) Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

R) Amén.




ACTO DE CONTRICIÓN


¡Oh Dios y Redentor mío! Vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.


V) Miserere nostri, Domine.

Ten piedad de nosotros, Señor.


R) Miserere nostri.

Ten piedad.




Madre llena de aflicción,
de Jesucristo las llagas
grabad en mi corazón.


Stábat Mater dolorosa,
Juxta crucem lacrymosa,
dum pendébat Fílius.




Oración preparatoria



Por la señal de la santa cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Oh amabilísimo Jesús mío, heme aquí postrado ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia en favor de tantos pecadores infelices, de las; benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia universal. Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Vía Crucis. Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en sufragio de los difuntos a quienes tengo más obligación.

   Y tú, afligidísima Madre mía, por aquella amargura que inundó tu corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al Calvario, haz se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces animada. Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación del pecado, y valor para que, abrazando la cruz, siga las huellas de tu amable Jesús. No me niegues esta gracia, oh Madre mía: haz que tomando ahora parte en tu dolor logre un día acompañar a tu Hijo en el triunfo de la gloria. Amén.


Al ir de una estación a otra, unos cantan el Jesu, Rex mitis, o las preces de la Pasión, otros una estrofa del Stabat Matar; pero nada mueve ni entusiasma tanto al pueblo como el Perdón, oh Dios mío, o estas estrofas cantadas con pausa y devoción. Su autor fue el P. Ramón García, de la Compañía de Jesús; y el estribillo común a todas las estaciones, es el siguiente:


Llevemos animosos
las cruces abrazadas;
sigamos sus pisadas
con llanto y compasión.



Los que hicieren devotamente el Vía Crucis pueden conseguir:


1) Indulgencia Plenaria cuantas veces lo hicieren.
2) Otra Plenaria si en el mismo día, en que lo hicieron o bien dentro del mes, realizado 10 veces el Vía Crucis, se acercaren a la Sagrada Comunión.
3) Indulgencia de 10 años por cada una de las Estaciones si comenzando el ejercicio, se hubiere de interrumpir por cualquier causa razonable.


   Para ganar estas indulgencias se requiere como condición indispensable la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y el trasladarse de una estación a otra, salvo el caso de que se haga en común por todos los fieles que están en la iglesia, pues entonces basta ponerse de pie y arrodillarse en cada estación.

   Conviene advertir que el rezar en cada una de las Estaciones el Adoramos te, Christe, etc., los Padre nuestros y Avemarías con el Miserere nostri, Dómine, etc., es tan sólo piadosa y laudable costumbre, pero no es necesario para ganar las Indulgencias, para lo cual basta meditar en la Pasión de Jesús.

   Los que, por enfermedad u otra causa, se hallaren impedidos de recorrer las estaciones del Vía Crucis, pueden ganar las Indulgencias rezando 14 Padre nuestros, Avemarías y Gloria, junto con la meditación de la Pasión; además, otros 5 Padre nuestros, Avemarías y Gloria, a las Llagas de Jesús; y uno según la intención del Sumo Pontífice, teniendo entre las manos un Crucifijo bendecido por un sacerdote que tenga la facultad de aplicar dichas Indulgencias. Si no pudieren rezar todos los Pater, Ave y Gloria prescriptos para la Indulgencia plenaria ganarán una parcial de 10 años por cada Pater, Ave y Gloria. Los enfermos que no puedan hacer el Vía Crucis en la forma ordinaria ni en la arriba indicada lucran las mismas indulgencias con tal que con afecto y ánimo contrito besen o contemplen el Crucifijo bendecido para este fin, que les fuera mostrado por el sacerdote u otra persona y recen si pueden alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. (Clemente XIV, Audiencia 26 de Enero de 1773; S. C. Indulg. 16 de Septiembre de 1859; S. Penit. Apost. 25 de Marzo de 1931, 20 de Octubre de 1931 y 18 de Marzo de 1932).


PRIMERA ESTACIÓN




Jesús condenado a muerte



V) Idoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

Te adoramos, Señor, y bendecimos.



R) Quia per sanctam Crucera tuarn redemisti mundum.

R) Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.


¿Lo ves, alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un facineroso, oyendo la más ignominiosa sentencia. ¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, Autor de la vida condenado a muerte! ¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, condenado a morir en un infame patíbulo, como el más insigne malhechor! ¡Ay! ¡Qué amor tan grande el vuestro, y qué ingratitud tan monstruosa la mía, pues os condeno de nuevo a la muerte cada día. ¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite. . . por un mezquino interés. . . por un qué dirán!


Perdonadme, dulcísimo Jesús mío; y por esa inicua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecerían mis pecados.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


V) Miserere nostri, Domine.
     Ten piedad de nosotros, Señor.


R) Miserere nostri.
     Piedad, Señor, piedad.


V) Fidelium, animoe per misericordiam Dei requiescant in pace.
    Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.


V) Ten, Señor, piedad

R) Amén.




Por mí, Señor, inclinas
El cuello a la sentencia;
Que a tanto la clemencia
Pudo llegar de Dios.

Oye el pregón, oh Madre,
Llevado por el viento,
Y al doloroso acento
Ven del Amado en pos.

Llevemos, animosos
las cruces abrazadas;
sigamos sus pisadas
con llanto y compasión.





SEGUNDA ESTACIÓN




Sale Jesús con la cruz a cuestas



Adoramus te, Christe, etc., (como en la primera estación).


¡Y queréis, inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo cual otro Isaac, el instrumento del suplicio! ¡Estáis exhausto de fuerzas! ¡Vuestras espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes! ¡La cruz es larga y pesada! ¡Y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo!. . . Sin embargo, la aceptáis, y besándola la abrazáis y lleváis con inefable ternura por mi amor.

¿Y aborrecerás, tú, pecador, la ligera cruz que Dios, te envía? ¿Querrás tú ir al cielo por los deleites y regalos, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dolorosísimo camino de la cruz?. . .



Reconozco mi engaño, Salvador mío; enviadme penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


V) Miserere nostri, Domine.
     Ten piedad de nosotros, Señor.



R) Miserere nostri.
     Piedad, Señor, piedad.



V) Fidelium, animoe per misericordiam Dei requiescant in pace.
    Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.


V) Ten, Señor, piedad


R) Amén.




Esconde, justo Padre,
La espada de tu ira.
Y al monte humilde mira
Subir el dulce Bien.

Y tú, Señora, gime
Cual tórtola inocente;
Que tú gemir clemente
Le amansará también.

Llevemos, animosos
las cruces abrazadas;
sigamos sus 
pisadas
con llanto y compasión..






TERCERA ESTACIÓN





Jesús cae por primera vez



Adoramus te, Christe, etc.


   No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la cruz. Lo que me pasma y hace llorar a los Ángeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos. Si cae un vil jumento se le tiene compasión, lo ayudan a levantarse. Pero cae el Rey de los cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor. . .

¿Y qué hacíais, en qué pensabais entonces, dulce Jesús mío?. . . En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría. Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio. ¿No estás todavía satisfecho?. . . ¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas? Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes sobre mí.


No, Jesús mío, no; antes morir que volver a ofenderos.



Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


V) Miserere nostri, Domine.
     Ten piedad de nosotros, Señor.


R) Miserere nostri.
     Piedad, Señor, piedad.


V) Fidelium, animoe per misericordiam Dei requiescant in pace.
    Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.


V) Ten, Señor, piedad


R) Amén.



Oh, pecador ingrato,
Ante tu Dios maltratado,
Ven a llorar herido
De contrición aquí.

Levántame a tus brazos
¡Oh bondadoso Padre!
Ve de la tierna Madre
Llanto correr por mí.

Llevemos, etc.




CUARTA ESTACIÓN






Jesús encuentra a su Santísima Madre




Adoramus te, Christe, etc.


   Qué sentiste, oh angustiada Señora, a ver aquel trágico espectáculo! ¡El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal! ¡Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús! ¡Los soldados y sayones en dos filas, y en medio de dos malhechores!... ¡ay! ¿Le conoces, oh Madre amantísima? ¿Es ése tu Hijo benditísimo? ¿Es ése el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los cielos y la alegría de los Ángeles? ¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo nació en Belén? ¡Ay! ¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces le adoraban? ¿Qué se han hecho los Espíritus celestiales que entonaban entonces himnos de alabanza? ¡Ay! ¡Qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de lágrimas y sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga! ¡Oh María, afligida entre todas; las mujeres! ¡Oh Madre, la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán!



   ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a este ingrato, a este pecador, a este monstruo, causa de tanta amargura.



Padre muestro Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc. …



Cercadla, Serafines,
No acabe en desaliento.
No muera en el tormento
La Rosa virginal.

¡Oh acero riguroso!
Deja su pecho amante
Vuélvete a mí cortante,
Que soy el criminal.

Llevemos, etc.




QUINTA ESTACIÓN





Jesús ayudado por el Cireneo


Adoramus te, Christe, etc.


   Temiendo los judíos no se les muera Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quien le ayuda a llevar la cruz, y no la encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres, y sólo Simón Cireneo acepta este favor, y aun por fuerza. ¡Y así te desamparan, oh Jesús mío! ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste por cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, paralíticos, y enfermos que sanaste? ¡Y nadie quiere llevar tu cruz! ¡Y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu misericordia, la longitud de tu justicia, la sublimidad de tu poder y lo profundo de tu sabiduría infinita! ¡Oh misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina; más pocos gustan de padecer contigo.


   Teman, pues, los enemigos de la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.




Toma la cruz preciosa,
Me está el deber clamando;
Tan generoso, cuando
Delante va el Señor.

Voy a seguir constante
Las huellas de mi Dueño;
Manténgame el empeño,
Señora, tu favor.

Llevemos, etc.




SEXTA ESTACIÓN




La Verónica enjuga el rostro de Jesús



Adoramus te, Christe, etc.



¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubiertos de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre; y movida de compasión, se quita la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado. ¡Ay¡ ¡cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos, que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh, dichosa Verónica, y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca!


   ¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes? Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Vía Cruz; y no dudes que Jesús grabará en tu alma  un fiel traslado de sus virtudes y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá en el cielo.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.



Tu imagen, Padre mío,
Ensangrentada y viva,
Mi corazón reciba,
Sellada con la fe.

¡Oh Reina! de tu mano
Imprímela en mi alma,
Y a la gloriosa palma
Contigo subiré.

-Llevemos, etc.




SÉPTIMA ESTACIÓN




Jesús cae por segunda vez




Adoramus te, Christe, etc.


   Sí; Jesús cae por segunda vez con la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el infierno desahogara contra Él todo su furor; mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud? No, no; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios, baja de la Cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá hasta morir.


   ¿Y cuándo, Señor, imitaré vuestra heroica constancia? ¡Ah! no siendo coronado, si no el que peleando legítimamente persevere hasta el fin, ¿de qué me serviría abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algún día? Cueste, pues, lo que  cueste, quiero, con vuestra gracia divina, amaros y serviros hasta morir.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.
Yace el divino Dueño
Segunda vez postrado:
Detesta ya el pecado,
Deshecho en contrición.

Oh Virgen, pide amante
Que borre tanta ofensa
Misericordia inmensa,
Pródiga de perdón.

Llevemos, etc.





OCTAVA ESTACIÓN





Jesús consuela a las mujeres



Adoramus te, Christe, etc.



   ¡Qué caridad tan ardiente! ¡Olvidando sus atrocísimos dolores, sólo se acuerda de nuestras penas el amante Jesús! Hijas de Jerusalén, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando: no lloréis mi suerte; llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos.


   Pero, ¿puede haber objeto más digno de llanto que la pasión y muerte del Hijo de Dios?. . . Sí, cristiano; hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado. Pues el pecado es la única causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal, mal infinito de Dios y de la criatura. ¡Y no obstante tú pecas con tanta facilidad! ¡Y te confiesas con tanta frialdad! ¡Y recaes tan a menudo en el pecado! ¡Y pasas tranquilo días, meses y hasta la vida entera en el pecado!


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.




Matronas doloridas,
Que al Justo lamentáis,
¿Por qué, si os lastimáis,
La causa no llorar?

Y pues la cruz le dimos.
Todos los delincuentes,
Broten los ojos fuentes
De angustia y de pesar.

Llevemos, etc.




NOVENA ESTACIÓN




Jesús cae por tercera vez




Adoramus te, Christe, etc.



   ¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos, resplandor de la gloria del Padre, consuelo de los Mártires, hermosura y alegría del cielo, Vos, caído en tierra, primera, segunda y tercera vez! ¿No sois Vos la fortaleza de Dios? . . .

“¿Y qué, hijo mío, no has pecado tú más de dos o tres veces? ¿No recaes cada día, innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio? Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados; ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades. ¡Ay! yo caigo por segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas; caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo, para que, temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo, en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del infierno”.

   Gracias, Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dadme fuerza, os suplico, para que me levante por fin del pecado, y camine firme y constante en vuestro sano servicio.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.



Al suelo derribado
Tercera vez el Fuerte
Nos alza de la muerte
A la inmortal salud.

Mortales, ¿qué otro exceso
Pedimos de clemencia?
No más indiferencia,
No más ingratitud.

Llevemos, etc




DÉCIMA ESTACIÓN



Jesús despojado de sus vestiduras



Adoramus te, Christe, etc.


   Cuando te curan una herida, por fino que sea el lienzo que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¿qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva? ¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras? Como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a un cuerpo llagado; vienen los verdugos y las arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado. . . ¿Y en qué pensabais, oh purísimo Jesús, al veros desnudo delante de tanta muchedumbre?

   “En ti pensaba, pecador; en los pecados impuros que sin escrúpulos cometes; por ello ofrecía yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz. Sabía cuánto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad criminal; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”.


   ¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con desenfrenada licencia; nunca más pecar.



Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.




Tú bañas, Rey de Gloria,
Los cielos en dulzura;
¿Quién te afligió, Hermosura,
Dándote amarga hiel?

Retorno a tal fineza
La gratitud pedía;
Cese ya, Madre mía,
De ser mí pecho infiel.

Llevemos, etc.




UNDÉCIMA ESTACIÓN




Jesús clavado en la cruz



Adoramus te, Christe, etc.


   ¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre el lecho del dolor, ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre; más esto es poco. Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban la otra mano ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la cruz; los atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos. ¡Qué dolor! ¡Qué tormento!


    Todo lo contempla su Madre amantísima; ningún alivio, ni una gota de agua puede dar a su Hijo; ¿y vive todavía?


    ¿Y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tormento?


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.



El manantial divino
De sangre está corriendo;
Ven, pecador, gimiendo,
Ven a lavarte aquí.

Misericordia imploro
Al pie del leño santo:
Virgen, mi ruego y llanto
Acepte Dios por ti.

Llevemos, etc.




DUODÉCIMA ESTACIÓN



Jesús muriendo en la cruz



Adoramus te, Christe, etc.


   Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el buen ladrón! Sin embargo, dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino”; y al instante oye: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina, si quisieses arrepentirte de veras!

   Pero si dejas tu conversión para la muerte, ¡ay! teme no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él; tenía a sus pies a la abogada de pecados, María Santísima; a su lado estaba Jesucristo, el sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir; oye la exhortación de su compañero; ve toda la naturaleza estremecida; y sin embargo, muere como ha vivido; continúa blasfemando, y se condena eternamente.


   ¡Ay! no permitas, Jesús mío, que sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para la muerte.


Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.



Muere la vida nuestra
Pendiente del madero:
¿Y yo, cómo no muero
De amor, o de dolor?

¡Ay! casi no respira
La triste Madre yerta.
Del cielo abrir la puerta
Bien puedes ya, Señor.

Llevemos, etc.



DECIMOTERCERA ESTACIÓN



Jesús muerto en brazos de su Madre


Adoramus te, Christe, etc.


   ¡Ay! ¡Adonde iré, oh afligida Madre mía! Tu Hijo ha muerto, y mis pecados son los verdugos que le enclavaron en cruz y le dieron muerte inhumana. ¡Ay, infeliz de mí! Yo he apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón. Sí, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas; yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo, que tienes en tus brazos. ¡Ay! Reo de tan horrendo deicidio, ¿a dónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre y yo soy tu hijo. Jesús acaba de transferir en mí los derechos que tenía a tu amor. Me arrojo, pues, en tus brazos con la más viva confianza. No me desprecies, oh dulce refugio de pecadores arrepentidos; mírame con ojos de bondad, y ampárame ahora y en el trance de la muerte.



Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.



Dispón, Señora, el pecho



Para mayor tormenta;
La víctima sangrienta
Viene a tus brazos ya.

Con su preciosa Sangre
Juntas materno llanto:
¿Quién, Madre, tu quebranto
Sin lágrimas verá?

Llevemos, etc.



DECIMOCUARTA ESTACIÓN




Jesús puesto en el sepulcro


Adoramus te, Christe, etc.


   Contempla, alma cristiana, como José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el dulce objeto de sus caricias, y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra. ¡Ah! ¡Cuál sería el dolor de la Virgen! Sin duda: grande era corno el mar su amargura cuando vio a su Hijo ensangrentado, enclavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía; tal vez le abrazaba y lavaba con sus lágrimas. Mas ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo. ¡Oh sepulcro afortunado! ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón. Sea éste, Dios mío, el sepulcro donde descanséis; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que os envuelvan, y los aromas, que os recreen. En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos.



Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.


Miserere nostri, etc.




Al Rey de las virtudes
Pesada losa encierra
Pero feliz la tierra
Ya canta salvación.

Sufre, un momento, Madre,
La ausencia del Amado:
Pronto, de ti abrazado
Tendrásle al corazón.

Llevemos, etc.



A N C O R A
DE
S A L V A C I O N

Por el
R. P. JOSÉ MACH, S. J.

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