jueves, 28 de mayo de 2020

MES DE MAYO… MES DE MARÍA. DÍA VIGECIMOCTAVO.




S. S. el Papa Pío VII concedió, el 21de marzo de 1885, y el 18 de junio de 1822, 300 días de indulgencia por cada día a todos los fieles del mundo católico que pública o privadamente honraren en el mes de mayo, a la Virgen Santísima con particulares obsequios, devotas oraciones u otros actos. Indulgencia plenaria por una vez, en el referido mes, en uno de los primeros ocho días de junio el día en que, confesados y comulgados, rogaren al Señor por la Santa Iglesia y demás intenciones de su Santidad.


MODO DE CELEBRAR EL PIADOSO EJERCICIO


Si es posible, se reza la tercera parte del Santo Rosario, con misterios cantados. Después de la Salve.

Por la señal. . .

Acto de contrición. . .


Oración Preparatoria


   Estamos a tus plantas, ¡oh dulce Madre Nuestra! Venimos a admirar tu excelsa dignidad y tus privilegios; a ensalzar tu nombre mil veces bendecido: a estudiar tus virtudes incomparables para alabar a Dios que te llenó de gracias y pedirte tu ayuda misericordiosa a fin de imitarte.

   Queremos recrearnos en tu grandeza, en tu hermosura, regocijarnos en tus bondades, quedar más y más embriagados de tu dulzura y de tu amor.

   Somos indignos de estar en tu presencia; pero eres buena y perdonarás nuestro atrevimiento.

   Si el pecado nos impide llegar hasta tí, aborrecemos el pecado con todo nuestro corazón y lo detestamos con todas nuestras fuerzas.

   Ilumina, purifica, enciende, consuela nuestras almas.

   Tuyas son, te pertenecen, te aclaman y quieren amarte durante toda la eternidad.

   Muéstranos tu vida angelical, tus virtudes, tus excelencias y tus bondades.

   ¡Oh augusta Madre de Dios!, te alabamos, te bendecimos y te glorificamos.

   ¡Oh Madre tierna de los hombres! te suplicamos nos consigas el remedio de todas nuestras necesidades, la gracia santificante y la perseverancia final.

   Queremos vivir sirviéndote, morir amándote y estar en la eternidad cantando en tu comparsa las misericordias del Señor. Amén.







DÍA VEINTIOCHO (28 de mayo).



MEDITACIÓN. —MARÍA Y LA GRACIA.


Punto Primero. —La Virgen es la repartidora de todas las gracias porque:

a) es la Madre de Cristo, la gracia por esencia y mediador universal;
b) porque tuvo ella los dones del Espíritu Santo en su alma sacratísima;

c) porque así la invoca la Iglesia con profunda veneración y confianza. (Breve pausa.)


Punto Segundo. —María consigue la gracia:

a) a los pecadores para que se arrepientan;

b) a los justos para que perseveren;

c) a todos para que se salven. (Breve pausa.)


Punto Tercero. —¿Pides el auxilio de María par a conseguir las gracias que necesitas? ¿Contradices con tus cobras tus palabras? Arrepiéntete, enmiéndate. (Breve pausa.)


Fruto. —No poner obstáculos a las gracias del Señor.


Aspiración. — ¡Oh María, Madre de Dios, Madre de la Gracia, Madre de misericordia! en la vida y en la muerte ampáranos, protégenos, líbranos de todo mal.



Lectura. —La Humildad.


   Aplicad la eficacia asombrosa de la humildad a los que recitan el Rosario. Entonces se anonada el católico ante la humildísima Virgen de Nazaret. Le dice, ciento cincuenta veces: eres abogada, eres intercesora, eres reina; y yo, átomo de polvo, humo que se evapora, esclavo que gime al peso de sus cadenas. Eres pura, yo pecador; eres princesa de los cielos, Augusta Emperatriz del Universo, yo soy mísero reptil, cloaca de vicios, vil gusano que se enloda en los fangos de su nada.

   Eres poderosísima, yo soy la imposibilidad misma; eres pura, fúlgida, esplendorosa como la luz del sol en el cénit; y yo ennegrecido y sucio, soy foco inmundo que todo lo infesta.



Oración: Al Santuario de Ntra. Sra. de la Salud de Pátzcuaro.


   Vengo a buscar, ¡oh Señora! salud para mi cuerpo y para mi alma.

   La han encontrado aquí innumerables creyentes que viven todavía y otros que han pasado el dintel de la Eternidad.

   Ellos atestiguan lo que la fe me enseña: que eres medicina eficaz y dulce regeneradora de tus hijos.

   Cuando el cuerpo desfallece y ha perdido fuerzas y lozanía, tú lo alientas y le infundes vigores para que continúe su peregrinación sobre la tierra. Cuando el espíritu yace en la tristeza, en la desolación o en el pecado, lo haces surgir tú a la vida de la gracia, de la santa alegría y de la perfección.

   No hay enfermedad que no cures, no hay infortunio que no alivies, no hay desgracias que no conviertas en manantial de beatificación.

   Animado de lo que sabes, de lo que puedes y de lo que quieres, vengo a pedirte, ¡oh Madre de la Salud! el remedio de mis necesidades. Sabes cuales son, puedes curarlas y quieres hacerlo porque eres bondadosa.

   Gracias mil anticipadas, seré un testigo más de los prodigios que dispensas y un propagandista de esta advocación consoladora con la que te aclaman y bendicen conmigo infinidad de hermanos que en este santuario han conseguido la salud.



ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


  
   Acuérdate ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir, que alguno de los que han acudido a tu protección, implorado tu auxilio y pedido tu socorro, haya sido abandonado. Animado con esta confianza a tí también acudo, ¡oh Virgen de las Vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, me atrevo a aparecer ante tu presencia soberana, no deseches mis súplicas, antes bien escúchalas y acógelas benignamente. Amén.







MES DE MARÍA
Por el Pbro. Cantu Corro. (1918).

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