martes, 30 de julio de 2024

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA ÚLTIMO)

 


Recopilado por el P. Dr. Vicente

 Alberto Rigoni, Cura Párroco de

 Santa Ana en Villa del Parque

 (Buenos Aires), el 12 de Mayo de

 1944. Tomado de RADIO

 CRISTIANDAD.

   

  

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


 

   Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.




DÍA ÚLTIMO —31 de julio.


 

MEDITACIÓN: Poder de Santa Ana y

 su Protección a Favor de sus

 Devotos.

 

 

Si es muy cierto, en decir, del Angélico Doctor, que la gracia es la medida de la gloria: ¡qué gloria más sublime que la de Santa Ana, que recibió tanta gracia, hasta merecer, como dice la Iglesia, el ser madre de la gran Madre de Dios! Madre de Aquella que impera en el Cielo y en la tierra y ve sometido a Ella hasta el Hijo excelso de Dios; de Aquella de quien los ángeles y los hombres tienen el honor de ser humildísimos siervos. Y entonces, ¿quién podrá igualarla en gloria después de haber concebido a Aquella que concibió a su Creador? Como ninguno, después de su Hija, podrá superarla en la tierra, así ninguno sino Ella podrá excederla en gloria y en poder. Si las leyes conceden derecho de potestad a los ascendientes sobre sus descendientes en línea recta, mientras Ana lo ejerza sobre María, lo tendrá también sobre Jesús y juntamente sobre los ángeles y santos, que en Jesús y María reconocen a su Rey y a su Reina; Ella y Joaquín –dice Juan Gersón– formaron aquí en la tierra la estirpe de la familia de Jesús, y a esa misma familia pertenecen también en el Cielo. María la llama madre, y como a madre la honra; y Jesús la recompensa con abundancia de honores.

  

Admiremos el gran poder de nuestra gloriosa Santa la singular predilección que Dios tuvo para con Ella constituyéndola Madre de María y de aquí Abuela de su divino Hijo Jesús. Como Madre de María Santísima, que es la Tesorera y Dispensadora de las gracias del cielo, nada puede y sabe negar a quien la invoca. Su nombre fue bendecido y glorificado por todos; la Iglesia le ha tributado siempre sumo honor, gran veneración, como lo demuestran los templos, altares y monumentos a Ella dedicados; votos colgados ante sus imágenes, sus reliquias; asociaciones benéficas que llevan su nombre, que la escogieron por Patrona especial.

 

A tanta gloria nosotros no debemos ser extraños: al terminar este mes a Ella consagrado, formemos propósito de querer imitarla en virtud, de ser sus verdaderos, fervientes y constantes devotas y así experimentar su valiosísimo patrocinio sobre nosotros en vida y especialmente en la hora de la muerte.

   

Ahora ve, cristiano, qué bien pone su confianza el que vive bajo el manto de la protección de Santa Ana. Sublimísima en gloria y en poder, quiere tener donde está ella a todos sus devotos. Una sola palabra, una señal sola, tiene el valor de un mandato para Aquella que es la tesorera de la gracia y la puerta del Cielo. Como el Rey de la gloria, por honor de su Madre, la sienta a su lado, haciéndola omnipotente en la súplica, así es María con Santa Ana. María fue la primera que la honró; invita a todos a tributarle homenajes, y será en esto tu modelo. Ella escuchaba su voz; prevenía sus preceptos, porque la amaba con todo el corazón. Así es que imitarás a María en honrar a Santa Ana cuando de todo corazón copies en ti los ejemplos de su vida. No hagas, pues, que esta devoción a Santa Ana pase con el terminar del mes; el amor de María dura siempre y durará por todos los siglos eternos. Sé perseverante; así del honor de la tierra, pasarás a honrarla eternamente.

    



EJEMPLO:

 

Como Santa Ana conduce al cielo las almas por ella amadas, lo prueba la siguiente revelación, que los Bolandistas narran, hecha por la Santa a un hombre extraviado, pero después convertido, que la invocó siempre con gran afecto y de un modo especial al fin de la vida. “Hijito, le dice Santa Ana, echa de ti todo temor, toda ansiedad, Tú has sido devoto mío y me invocabas con fervor, ahí tienes toda mi protección en esta hora decisiva; alégrate, he venido a tomarte para llevarte conmigo al cielo. Y, a todos aquellos que para honrarme practicaren cualquier acto de virtud o hagan limosna o hagan oración en mi honor, yo les obtendré la gracia de que se conduzcan como cristianos, de ser prontamente librados de todo peligro en vida y eficazmente socorridos en la hora de la muerte”.


  

OBSEQUIO: Prometamos a Santa Ana consagrarle cada año el mes de Julio.

  


JACULATORIA: Gloriosísima Santa Ana, escribid mi nombre entre vuestros devotos.

  



ORACIÓN



   ¡Oh excelsa Santa Ana!, yo me congratulo y me congratularé siempre con Vos, porque nos disteis, deseada vara de Jesé, de la que brotó la flor nazarena. ¿Y qué habría sido de nosotros sin esta cara esperanza y este poderoso refugio? ¡Ah! ¡Bendita nuestra hija, que es el ornamento y apoyo de los cielos y de la tierra! He aquí por qué las generaciones, al invocarla no cesarán de alabaros, agradeceros y bendeciros. El Señor, al haceros digna madre, os colmó de dones y favores señaladísimo, de toda gracia y virtud que debían redundar en gloria de tan grande Hija y después de haberos constituido en la tierra sobre todas las demás mujeres, os elevó un trono singular en el Cielo. Gozaos, pues, en tanta gloria, debida a vuestra dignidad y a vuestro mérito, pero dirigid una mirada a vuestros devotos que imploran vuestra protección ¡Oh madre de la Reina de misericordia!, tened piedad de nosotros pobres pecadores. ¡Oh estrella del Cielo!, haced que os amemos siempre por el amor y con el amor de vuestra Santísima Hija. Amén.

 

—Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

   

Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.


Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.


       

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 30)

 


Recopilado por el P. Dr. Vicente

 Alberto Rigoni, Cura Párroco de

 Santa Ana en Villa del Parque

 (Buenos Aires), el 12 de Mayo de

 1944. Tomado de RADIO

 CRISTIANDAD.

   

  

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


   Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.





DÍA TRIGÉSIMO —30 de julio.


 

MEDITACIÓN: Santa Ana en el Limbo.

 

 

Santa Ana acogida con alegría y bendiciones por los Patriarcas y Profetas, se encontró en el Limbo esperando con Ellos la venida del común Libertador.

 

Y, mientras aquella multitud gozaba de su presencia con inefable alegría, con armonía angelical, con júbilo de amor, con himnos de gozo por haber dado al mundo la divina Depositaria de los celestes arcanos, Ella daba gracias al Señor porque la liberación no podía tardar.

 

Los sentimientos de nuestra gran Santa en el Limbo fueron una constante y fervorosa súplica, a fin de que pronto apareciera en aquel lugar la esperada y eterna Luz, Luz que debía llenar de gloria a todos los elegidos.

 

Consideremos la dignidad sublime a que nuestra cariñosa Santa fue elevada en el cielo. Ella superó en méritos no sólo a todos los Santos, sino también a los mismos Serafines, obtuvo como Madre de María una gloria y un honor especial. Por esto los Santos no cesarán nunca de tributarle homenajes, alabanzas y bendiciones por la misión cumplida de Madre de la Madre de Dios; y Jesús la llenará con mayor profusión de aquella luz que, emanando de Él forma la felicidad del cielo. La belleza, la grandeza, el esplendor de María se refleja también en Ella, su ternísima Madre y con Ella contribuirá a formar la alegría de los bienaventurados. A gozo tan singular ha sido levantada nuestra Madre Santa Ana y de este mismo gozo podrán participar todos y cada uno de sus devotos.

 

Quien sepa imitar la santidad y el amor a Dios de nuestra Santa, será indudablemente asistido y guiado por Ella al cielo y allí gozarla eternamente.

 

Esta consideración nos servirá como ejemplo para afirmar nuestras convicciones, fortificar nuestra fe, sin espantarnos de los peligros y adversidades y para aprender a trabajar, como leales y esforzados atletas, en propagar el amor de Dios, la caridad para con el prójimo, la práctica de la virtud, el valor para defender la Santa Iglesia. Así mereceremos las bendiciones de Dios en el tiempo y en la eternidad.

    


EJEMPLO:

 

Un joven, algunos años, alejado de la Iglesia, llevaba una vida disoluta, empero conservaba un especial cariño a Santa Ana.

 

Una tarde, después de una jornada pasada en sus habituales desarreglos, sin pensarlo siquiera, su corazón se llenó de remordimientos a causa de sus pecados y, mientras su pensamiento volaba hacia Santa Ana, a quien había invocado siempre en sus mejores años, decidió mudar de vida. Se dirigió sin tardanza a una Iglesia cercana, pero apenas entró el mismo lo contó a un sacerdote, le asaltó una fuerte tentación de salir de allí y continuar la vida libre que hasta entonces había llevado. Mas sin saber cómo, se encontró delante del altar de Santa Ana; miró la sagrada imagen, repitió la acostumbrada oración; se sintió compungido y empujado sin poder resistir a los pies de un padre confesor, el cual le devolvió con la gracia del Señor, aquella tranquilidad y aquella paz que el mundo no le supo dar y que tanto tiempo no había gustado.

 

Se lee que un maestro de obras que dirigía la construcción de la iglesia dedicada a Santa Ana en Trapani, se enfermó gravemente y fue desahuciado por los médicos. Recibidos los últimos Sacramentos, ya en agonía aquí unos padres franciscanos pensaron en recomendarlo a la poderosa Santa Ana, siendo preciosa la existencia de aquel para terminar las obras empezadas y por la generosidad de prestar sus trabajos sin estipendio alguno. Mientras con toda confianza pedían a la Santa esta gracia, el moribundo exclamando: “estoy curado”, quiso levantarse del lecho y al siguiente día con maravilla de cuantos le conocían, emprendió de nuevos sus trabajos, profundamente agradecido a Santa Ana, de la cual había recibido tan señalado favor.

  

OBSEQUIO: Prometamos a Santa Ana difundir en su honor la devoción del mes de Julio.

  

JACULATORIA: Ejemplarísima Santa Ana, aumentad en nosotros vuestro amor.

  

ORACIÓN

 

   ¡Oh excelsa Santa Ana! Sea bendita la diestra del Omnipotente, que obró en Vos tantos prodigios, para haceros digna madre de la Madre de Dios. Dios os otorgó gracias exquisitas y dones especiales, para que precedieras la Mística Aurora y entraseis en estrecha relación de parentesco con el Verbo humanado. Alabanzas constantes sean dadas a Aquel que desde la eternidad os escogió y destinó para una dignidad tan sublime. ¡Ah gloriosa Ana!, como el Señor fue tan generoso como Vos, sedlo vos con vuestro siervo, indigno hijo de vuestra Hija. Haced que viva con gran limpieza de corazón y que marche entre las vicisitudes del mundo, de tal modo, que jamás me olvide de mi eterna salvación. Amén.


— Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

   

Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.

Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

       

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

lunes, 29 de julio de 2024

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 29)

 


Recopilado por el P. Dr. Vicente

 Alberto Rigoni, Cura Párroco de

 Santa Ana en Villa del Parque

 (Buenos Aires), el 12 de Mayo de

 1944. Tomado de RADIO

 CRISTIANDAD.

   

  

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

   Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.

    



DÍA VIGESIMONOVENO —29 de julio.

 

MEDITACIÓN: Preparación y Muerte

 de Santa Ana.

 

La preparación de Santa Ana a la muerte fue una continua aspiración a Dios. La vejez con sus ineludibles enfermedades conducía al ocaso a aquella existencia vivida tan santamente y rica en tantos méritos.

 

Como los grandes Santos y más que éstos, la Madre de la excelsa Madre de Dios, aceptaba humildemente las tribulaciones inherentes a su edad y encontraba en ello un motivo de perfeccionar el alma y hacerla más grata al Creador.

                                       

El cuerpo perecía, más el alma se rejuvenecía. La muerte era esperada por Ella como natural tributo de la culpa original, según la clara visión y la convicción de todos los Santos.

  

Ni una angustia, ni una nube turbó su muerte y tranquila afrontó los últimos momentos, llenos de luz y de dulzura, con la presencia de su amada Hija que, transportada por los Ángeles, como afirma la piadosa tradición, se acercó a su lecho confortándola en aquellos últimos instantes.

 

Se durmió acariciada por María en el dulce y místico sueño de los justos y su alma voló entre los Patriarcas y los Profetas que, llenos de júbilo, vieron en Ella la cercana venida del Redentor prometido.

 

Las almas escogidas no sienten el dejar la tierra; sólo desean lo que es de Dios y así se sienten a Él imperiosamente atraídas.

 

Dulce es también la muerte a los justos, porque saben que se unirán a Dios, fin de todos sus ardientes deseos.

 

Pero al mismo tiempo debía ser doloroso el sacrificio hecho por Santa Ana en su muerte, pues sabía que no dejaba a su Santísima Hija para subir al cielo, sino para bajar al Limbo y allí esperar al Mesías libertador.

 

No olvidemos esta verdad, es necesario, por medio de la muerte, entrar en la vida eterna, para la cual hemos nacido. Amargo y penoso es el tránsito, pero saludable y dulce cuando se mira el querer divino. Si cristiano, inevitable es la muerte y ninguno puede librarse de ella. Para que no te sea amarga, como suele serlo a los amadores del mundo, acostúmbrate a vivir resignado con la voluntad divina, que la manda cuándo, cómo y dónde le place. Mira esta tierra como lugar de pasaje y no te ligues a ella con afecto; suspira por el Cielo, que es nuestra patria eterna.

 

Permanece en el amor divino, porque el que teme a Dios tendrá buen fin, o como dice San Agustín: “Vive bien y habrás aprendido a morir bien”. Pero con tu cuerpo débil y dolorido, con tu mente lánguida y confusa, ¿qué harás?, ¿qué dirás? Acostúmbrate a decir ahora lo que entonces dirías por librarte, y procurarte el valioso patrocinio de la gloriosa Santa Ana.

    


EJEMPLO:

 

Al principiar la guerra del año 1870 la mayor parte de los soldados bretones se pusieron bajo la protección de Santa Ana, a la cual llamaron “buena Madre”. Y su confianza no fue vana.

 

El párroco del Santuario de Aurag recibió un día una carta de un soldado que contenía esta noticia: “Estábamos el otro día cuatro soldados bajo una misma tienda de campaña y rezadas nuestras oraciones, entre éstas una fervorosa plegaria a Santa Ana, nos quedamos dormidos. Cerca de media noche una inesperada llamada nos despertó: se debía avanzar. Consternados, nos preparamos para la marcha, después de haber desarmado la tienda; y he aquí que una voz llena de autoridad, pero amable, nos gritó: “Adelante, hijitos míos, no temáis”, y esté cierto Padre que todos oímos aquel mandato, todos unánimes creímos que fue Santa Ana. Poco después se tomó contacto con el enemigo, combatimos valerosamente y lo pusimos en fuga. Atribuimos la victoria a nuestra buena Madre, y pedimos la publicación de este milagro”.


  

OBSEQUIO: Proponeos tributar a Santa Ana honores especiales en todos los martes, para tenerla propicia a la hora de la muerte. Este día es consagrado especialmente a ella.

  


JACULATORIA: Poderosísima Santa Ana, a Vos confiamos los últimos instantes de la vida.


  

ORACIÓN

 

   ¡Oh bienaventurada Santa Ana! Era muy justo que vuestra vida, así mezclada de humillaciones y de penas, se acabase bajo la mirada de Aquel que sostiene y conforta a todos los atribulados y afligidos y a todos les da la tranquila calma. Yo me alegro con Vos, porque vuestra muerte se me asemejó a un tranquilo sueño. Ea por aquellas consolaciones que sentisteis al ver a vuestra Hija, al abrazarla y al exhalar en sus brazos el último suspiro, haced que mi muerte sea la de los justos. Si la multitud de mis culpas me hace temer que Vos no recibiréis mi súplica, al pensar que sois la Madre del refugio de pecadores, tengo razón de esperar. ¡Oh Clementísima Señora, ahora y siempre encomiendo a vuestra piedad mi alma! Cuando mis ojos eclipsen y jadeante y afanoso exhale mi último suspiro, corred en mi auxilio y dulcificad con vuestra presencia mi muerte. Amén.

 

— Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

   

Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.

Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

       

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

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