Recopilado por el P. Dr. Vicente
Alberto Rigoni, Cura Párroco de
Santa Ana en Villa del Parque
(Buenos Aires), el 12 de Mayo de
1944. Tomado de RADIO
CRISTIANDAD.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos,
líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo
nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que
distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos
humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra
amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y
Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito
pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros
ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que
vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.
DÍA DECIMOCUARTO
—14 de julio.
MEDITACIÓN: Vivísimo Deseo de Santa Ana del nacimiento de María.
Cuán vivo y ardiente
fuese el deseo de Santa Ana de ver nacer a su prole, se puede deducir de los
ayunos, de las súplicas, de las limosnas y de los sacrificios con que la pidió.
Si una madre goza en la expectación de
ver a su criatura, ¿qué alegría inefable no debía sentir Santa Ana, cuyo
corazón era centro de la acción directa de la gracia, cuya alma estaba renovada
de energía superior?
¡Es dulce imaginarla en supremo éxtasis
resplandeciente de amor en el deseo de abrazar a su privilegiada Hija,
contemplar su angelical rostro y enajenarse con los perfumes de aquellas
virtudes que debía exhalar aquel Corazón que nunca tocó la culpa y en aquellos
deseos derramar lágrimas de júbilo!
Unámonos a la gloriosa Santa Ana en el ardor de la plegaria, a fin
de que nos obtenga el gozo de ver un día a Aquella que es la alegría del cielo.
Mira, ¡oh,
cristiano!, cuánto
valen las constantes plegarias de los justos. Dios, por ellos, manda a su Hijo,
sobreabundando, con infinita misericordia, a la suma maldad que cubría la
tierra. ¡Oh, y en qué míseros tiempos ahora nos hallamos!
La tierra ha llegado a ser
abominable a los ojos del Cielo, por el descuido de la religión y el desprecio
de la fe. Y Dios, irritado contra el hombre, lo abandona en manos de su
iniquidad, que es el castigo más grande que suele mandar. ¿Será posible que no haya quien pueda mover a Dios a
misericordia? Sólo
las almas justas pueden inclinarlo con sus oraciones. Muchos suspiran y
lamentan el diluvio de iniquidad y de pecados, del cual ellos mismos son
también causa. Muchos querrían ver el fin casi sin despegar los labios.
Justifiquémonos primero, roguemos con asidua humildad y lo obtendremos todo.
EJEMPLO:
El siguiente pasaje revela de cuánto
auxilio sirve a los que se dedican a la vida contemplativa la meditación de la
vida retirada y devota de los santos Joaquín y Ana, que contribuye eficazmente
al adelanto de la senda de la perfección. Refiere el Venerable Luis de Granada,
en el tomo segundo de sus Sermones sobre los Santos, que un religioso dominico,
para gozar mejor de la soledad, lejos del bullicio de las criaturas, se retiró
a la gruta de Marsella. Un día, mientras oraba, se le apareció María Magdalena,
que le informó sobre muchas cosas realizadas con ella en ese mismo lugar. Le contó, entre otras cosas que San Miguel
Arcángel le trajo del Cielo una cruz, en la que se veían pintados los
principales misterios de la Pasión de Nuestro Señor; y, además, escrita por
manos angélicas, la historia de los santos progenitores de María, Joaquín y
Ana. Y que en verdad el ángel le había dejado esa cruz para fortalecerla.
OBSEQUIO: Prometamos
a Santa Ana aumentar nuestro amor a María.
JACULATORIA: Augustísima Santa Ana, hacednos devotos de vuestra
Santísima Hija.
ORACIÓN
¡Oh
igualmente bienaventurados esposos Joaquín y Ana!, a los que todas las criaturas os son
deudores por el don de los dones, que obtuvisteis para la tierra en vuestra
excelsa hija y Madre de Dios; vuestra virtud, vuestras súplicas alcanzaron tan
gran tesoro. ¡Ay! en vista de don tan amable y tan precioso,
obtenednos el espíritu de gracia y de oración, a fin de que, detestando
nuestras culpas y santificándonos en nuestro estado, aplaquemos con nuestros
ruegos la ira de Dios y logremos paz en la tierra. Si vos lo queréis, la gracia
está concedida, porque es omnipotente cerca del trono divino la voz de vuestra
hija, y cerca de Ella es omnipotente la vuestra. Rogad, pues, por nosotros, que
con razón en Vos confiamos. Así sea.
—Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
℣. Ruega por
nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que
seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh
Dios, que
te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro
Unigénito Hijo, haz,
por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya
fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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