miércoles, 3 de julio de 2024

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 3)

 


Recopilado por el P. Dr. Vicente

 Alberto Rigoni, Cura Párroco de

 Santa Ana en Villa del Parque

 (Buenos Aires), el 12 de Mayo de

 1944.

 

  

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

 

Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana!, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.





DÍA TERCERO —3 de julio


 

MEDITACIÓN: De la Devoción a Santa Ana.

 


   Dios desde la eternidad había escogido para su divino Hijo encarnado una Madre digna de Él y por lo tanto destinó para Esta una Madre que, refulgente de preclaras virtudes y de santidad eminente, respondiera al supremo oficio a que era llamada. Imposible imaginar con que caudal de gracias especiales llenó Dios el corazón de nuestra querida Santa Ana al ensalzarla a ser Madre de la Inmaculada María.

   

   Así como la aurora anuncia la belleza del día, así Ana debía anunciar la espléndida belleza de María, fruto de sus entrañas. Demos gracias al Señor que ha glorificado a nuestra bondadosa Madre Santa Ana y congratulándonos por el grande honor conferido, le repitamos lo que un piadoso autor escribió: “Grande sois Vos, gloriosa Santa Ana, porque grande es el oficio a Vos confiado e inmenso el cúmulo de favores que el buen Dios ha escondido y sembrado en vuestro corazón”.

   

   Aquí reflexiona, ¡oh cristiano!, que los Evangelistas, callando el nombre de la gloriosa santa Ana, le hicieron gran elogio insinuando que fue digna madre de la Madre de Dios. ¿Quién es el que no sabe que por la calidad del fruto se conoce el mérito de la planta? ¿Quién es el que ignora que las alabanzas y glorias de María son las alabanzas y glorias de Santa Ana? Sin que los Evangelistas pongan el nombre, tú sabes que ella es la madre de la Madre de Dios. ¿Qué elogio más breve y grande quieres que éste? El silencio te enseña también la singular modestia de Ana, que buscó una gloria escondida y cerrada en su interior. Aprende entonces de ella a juntar tesoros escondidos para la otra vida. Las riquezas manifestadas están en continuo peligro de ser robadas. ¡Oh dichoso tú si puedes decir con Santa Ana: mi Dios y mi todo!

   

EJEMPLO:

 

   Un mahometano hallábase en grave enfermedad; las personas que le asistían, pusieron en práctica todo cuanto sabían para persuadirle a que abrazase la santa religión cristiana, pero todo parecía inútil. Las oraciones más fervorosas alternaban con los argumentos y razones más persuasivas; no obstante, continuaba obstinado en su secta saliendo de sus labios horribles blasfemias.

  

   Pensaron entonces en recurrir a Santa Ana con incesantes súplicas para obtener la suspirada gracia. He aquí que una noche el infiel vio en sueños a Santa Ana, que, con imperio mezclado con suave dulzura, le dice: “Hazte cristiano”. Este mandato y la divina belleza de Santa Ana le despertó y quiso, sin pérdida de tiempo, cumplir el querer de Ella, aplicándose al estudio de la religión cristiana. Se le administró el Bautismo, la Confirmación, y la Santísima Eucaristía estando de rodillas, aunque bastante enfermo. Vivió después de este hecho diecisiete días, al fin de los cuales, confortado con Jesús Eucaristía, expiró tranquilamente.

  

   Admirable ejemplo de cuánto vale la intercesión de Santa Ana para alcanzar la conversión de los pecadores y para obtenerles una santa muerte.

  

OBSEQUIO: Recitar tres Gloria a la Santísima Trinidad, dándole gracias por los privilegios concedidos a Santa Ana.

   

JACULATORIA: Dulcísima Madre Santa Ana, hacednos devotos de vuestra querida Hija María.

  


ORACIÓN

 

   ¡Oh bendita Santa Ana, jardín florido de gracia y virtud! yo me alegro con Vos y con el más tierno afecto de amor y gratitud alabo y rindo gracias a la Santísima Trinidad porque os dio por hija al refugio de los pecadores y causa de nuestra alegría. Bendita Vos y el fruto purísimo, que es el renuevo de vida, alabado y encomiado por la tierra y el Cielo. ¡Oh gloriosa madre de tan grande Virgen! Por su amor y honor, hacedme cada día más agradable a tan excelsa Señora; así viviendo y muriendo en su servicio y el vuestro, tendré la suerte de alabaros por siempre en el Cielo. Así sea.

 

—Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

   

. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.

. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

       

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


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