sábado, 14 de diciembre de 2024

DEPRECACIONES A SANTA MARÍA DE GUADALUPE.

 

 


TIERNOS CLAMORES

 

DEPRECACIÓN Y DEVOCIÓN AL DULCE NOMBRE DE MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE.

 

CONTRA LAS PESTES

 

Compuesto por el presbítero D. Luis Becerra Tanco

 

México, 1866

 

ORACIÓN

 

   Señor mío Jesucristo, que justamente irritado, dejaste caer sobre nosotros el azote de tu indignación: contemplando el lastimoso paso de tus agonías en el Huerto, me das aliento y confianza para preguntarte con humildad y reverencia ¿dónde se ha escondido la verdad? ¿Por qué huyó de los pueblos la justicia? ¿Qué se ha hecho la misericordia? ¿Quién apartó la obediencia? ¿A dónde se fue la paz? ¿Qué le sucedió a la abundancia? Rotas las cadenas de oro que unían las doce tribus, se devoran divididas entre sí las de Israel y Judá, y por todas partes corre el odio, la venganza, la muerte, el robo, la miseria y la guerra civil que acaba, Señor, con la heredad de tu Santísima Madre, circunstancia que me anima a exclamar: ¿Qué la nación interiormente separada se asolará? ¡que! ¿ha de ser la América otro Tiro, que infunda a las naciones espanto con esa ruina? ¡que! ¿no han de suspender la de Jerusalén pecadora los Jeremías que se levantan en la primeria vigilia a cantar tus alabanzas, derramando como agua su corazón y sin prestarse descanso, ni callar la pupila de sus ojos, sean día y noche un torrente de lágrimas que mezclan con tu sangre para apagar tu enojo? ¡que! ¿te has de olvidar de la Arca del Testamento, y se ha de acabar la gloria de Israel? Por mi Señor, vino la terrible tormenta en que naufraga la nave, pues no cumplí tus preceptos, arrójame en el mar de tu sangre, y sácame en tu costado a las playas de Nínive, o a la observancia de tu ley, para que se aplaque tu ira. Si la sangre del inocente Abel pedía la venganza del fratricida Caín, la tuya que es el grande precio del hombre, clama por los pecadores que te crucificamos, con estas dulces voces: Padre perdónalos, porque no saben lo que hace. Nosotros, como los hermanos de José, te rogamos perdones la iniquidad a los siervos del Dios de tu Padre Jacob, señala con tu sangre nuestras puertas, para que el ángel exterminador no llegue a nuestras casas. Por tu misericordia no estamos consumidos, ya pasó el tiempo en que ponías una nube para que la oración no legara a tu Majestad: ya no eres León de Judá, sino manso Cordero, ya te quedaste con nosotros hasta la consumación de los siglos, tu amparo y favor no falta, tu bondad es para el que en ti confía, y para el alma que te busca ansiosa, eres mi parte, y esperaré, por tanto, pondré mi boca sobre el polvo, y aguardaré con silencio tu salud. Amén.

 

 

 

Pues del contagio común

 

Fuiste exenta, María,

 

Alcánzanos de Jesús,

 

Que la peste no prosiga

 

 

 

DEPRECACIÓN

 

Al considerar que por donde quiera que volvamos lo ojos no encontramos más que enfermedades, miserias, impiedad y otras muchas más desgracias, efecto sin duda de la justicia divina, y motivos de dolor y aflicción para nosotros el corazón se contrista en extremo, se abate y llega a veces a vacilar sobre su remedio en los humanos, sin quedarle otro desahogo que elevar sus clamores a la divinidad, fuente verdadera de todo bien. ¿Cómo será posible que no ocurramos al remedio de nuestros males, teniéndolo en la mano, y pudiendo usar de el con tanta felicidad, nos dejemos abatir de la desconfianza, dando con esto un completo triunfo a los que se aprovechan de todas estas desgracias, para perseguir nuestra católica iglesia? No, no será así, existe un Dios, cuyo amor sin límites hacia los hombres solo se ocupa en llenarlos de socorros y regalos, principalmente en sus mayores necesidades. Hay todavía un brazo fuerte lleno de poder, que acabaría en un solo instante con todos sus enemigos, si así le agradara. Y hay, en fin, una Virgen llena de gracia, que sin algún interés propio bajo del cielo en una forma la más humilde y sencilla, a consolar y santificar a los mexicanos, prometiéndoles por conducto del dichoso Juan Diego, toda la protección de una Madre, y toda la intercesión de una mediadora ante la Divina Misericordia, oferta que sola al oírla llena de consuelo y esperanza. Movidos, pues, de un afecto tan dulce, acojámonos a esta Divina Señora, y para mover a la que interponiendo sus ruegos nos alcance de la Majestad de Dios el remedio de nuestros presentes males, y muy particularmente el triunfo contra nuestros enemigos de la religión, ofrezcámosle este pequeño ejercicio.

 

—Se reza un Ave María y un Gloria Patri y luego esta:

 

 

 

ORACIÓN

 

   Recurrimos a tu asistencia Santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te hacemos en nuestras suplicas, más, líbranos siempre de todos los peligros, Oh Virgen llena de gloria y bendición.

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