jueves, 19 de diciembre de 2024

LA EXPECTACION DEL PARTO DE LA SANTISIMA VIRGEN, QUE TAMBIEN SE LLAMA LA FIESTA DE LA 0. —18 de diciembre.

 


   

   Se celebra este día en la Iglesia de España, y en muchas iglesias de Francia, una fiesta particular en honra de la santísima Virgen, que en España se llama la fiesta de la Expectación del parto de la santísima Virgen, y en Francia se llama la semana de preparación; porque esta fiesta comienza ocho días antes de Navidad, y continúa esta devoción todos los días hasta el del sagrado parto de la santísima Virgen; de suerte que esta fiesta es propiamente una octava antes de Navidad, destinada toda a prepararnos para el nacimiento del Salvador por medio de una devoción particular al parto de su santísima Madre.

 

   Como la Anunciación de la Virgen era a un mismo tiempo la encarnación del Verbo y la concepción de Jesucristo, se celebraba su fiesta en la Iglesia desde los primeros tiempos el 25 de marzo con una solemnidad general; pero como esta fiesta caía algunas veces en Semana Santa, aun en Viernes Santo, o en la semana de Pascua, se hallaba no sé qué inconveniente en celebrar la encarnación del Verbo en un tiempo que estaba destinado a solemnizar la triste memoria de su pasión y de su muerte, o el triunfo de su resurrección gloriosa. En el compendio de los cánones que compuso Harmenópulo se encuentra todavía una constitución del patriarca Nicéforo, que dice que, si la fiesta de la Anunciación cae en Jueves o Viernes Santo, se podrá sin escrúpulo comer de pescado y beber vino: Non peccamus, si tunc vino et piscibus utatur: No pecamos si luego utiliza vino y pescado.

 



   Este inconveniente obligó a los obispos del concilio décimo de Toledo, celebrado el año 656, a trasladar esta fiesta al día 18 de diciembre, ocho días antes de Navidad, como a un tiempo únicamente consagrado a celebrar la encarnación del Hijo de Dios, y la divina maternidad de la santísima Virgen. No pareciendo conveniente, dicen los Padres de aquel Concilio, celebrar la encarnación del Verbo en un tiempo en que se solemnizan la fiesta de su muerte y de su resurrección gloriosa, los Padres juzgaron debían ordenar que ocho días antes de Navidad se celebrara en España con toda la celebridad posible la fiesta particular de la Madre de Dios, para que, así como la fiesta de Navidad tiene una octava solemne, así también la fiesta de la Madre de Dios no careciese de esta santa solemnidad. ¿Por ventura, añaden los mismos Padres, la encarnación del Verbo no es una de las mayores fiestas dé la Madre? La Iglesia de España tuvo por conveniente trasladar esta fiesta de la maternidad divina de la santísima Virgen a este día, para darle una solemnidad perfecta y una octava entera en tiempo de Adviento, el que no es propiamente otra cosa que una continuada fiesta del misterio de la Encarnación y de la augusta maternidad de la Virgen. Esta fiesta, dice el mencionado Concilio, estaba ya establecida en España y en otros muchos reinos del orbe católico: In multis namque Ecclesiis, a nobis el spatio remotis et terris, hic nos agnoscitur retineri: Porque en muchas iglesias, alejadas de nosotros en el espacio y en las tierras, aquí se nos reconoce retenidos.

 

   No obstante, habiendo juzgado después la Iglesia de España que era más conveniente conformarse con la Iglesia romana, que es la madre y maestra de todas las otras, y que siempre había perseverado celebrando la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, como que era el día en que se había obrado el misterio de la Encarnación, quiso sin embargo retener la fiesta de la Madre de Dios ocho días antes de Navidad, a la que desde entonces dio el nombre de la fiesta de la Expectación del parto de la santísima Virgen. Aunque la Iglesia católica no haga otra fiesta de la Anunciación fuera de la del 25 de marzo, sin embargo, la iglesia de Toledo celebra siempre las dos, la una a 25 de marzo, por conformarse con la Iglesia romana, que es la madre y maestra de todas las otras iglesias, la otra a 18 de diciembre, ocho días antes de Navidad, según el establecimiento de la iglesia de Toledo, recibido después por todas las iglesias de España, en donde esta fiesta se celebra con mucha pompa y devoción. Las palabras de este decreto son dignas de notarse: Quamvis Annuntiationis beatæ; Mariæ festum suum solum nunc teneat, et octavo kalendas aprilis in universa Ecclesia catholica celebratur; Toletana tamen ecclesia utramque retinet solemnitatem; alteram mense martio, ut romanæ Ecclésiæ, quæ magistra omnium ecclesiarum et mater est, sanctissimum institutum sequatur; alteram octavo ante natalem Domini die; tum quod hæc solemnitas ab ipsa Toletana ecclesia instituta fuerit, et magna veneratione ab aliis ecclesiis suscepta, per universam Hispaniam hactenus celebratur; tum vero, etc.: A pesar de la Anunciación; Ahora sólo la fiesta de María se mantiene firme, y el octavo día de abril se celebra en toda la Iglesia católica; La iglesia de Toledo, sin embargo, conserva ambas solemnidades; el segundo en el mes de marzo, para seguir la santísima institución de la Iglesia Romana, que es maestra y madre de todas las iglesias; el otro al octavo día antes del cumpleaños del Señor; y que esta solemnidad fue instituida por la misma iglesia de Toledo, y fue recibida con gran veneración por otras iglesias, y todavía se celebra en toda España; entonces efectivamente, etc.

 


   San Ildefonso, sucesor de san Eugenio en la silla de la iglesia de Toledo, y uno de los más devotos de la Madre de Dios, y muy celoso de su culto, confirmó este establecimiento, y fue quien le dio el nombre de Expectación del parto de la Virgen santísima, para dar a entender a los fieles que, aunque en todo el Adviento deben pedir y desear fervorosamente con la Iglesia el nacimiento del Salvador; pero particularmente deben en estos ocho días aumentar sus deseos , sus votos, sus ansias, sus suspiros por el sagrado parto de la santísima Virgen. El papa Gregorio XIII aprobó después esta fiesta, la que

bien pronto pasó a Francia y a otras partes, y se celebra todavía hoy con mucha magnificencia en muchas iglesias. En España se celebra por ocho días continuos con no menos pompa que piedad. Se dice todos los días una misa solemne por la mañana, a la cual todas las mujeres preñadas, de cualquiera calidad y condición que sean, procuran asistir, y el no hacerlo se mira como una especie de irreligión; y así puede decirse que son ocho días de fiesta para ellas.

 


Esta fiesta de la Expectación de la Virgen se llama también la fiesta de la O, a causa de los grandes deseos que manifiesta la Iglesia durante estos ocho días de ver nacer al Salvador del mundo, y por los ardientes votos que hace y explica por medio de antífonas particulares, que comienzan todas por la letra O: O Sapientia, O Adonai, O radix Jesse, O clavis David, O Oriens splendor, O Rex gentium, O Emmanuel, y que acaban todas con un Veni. Venid a enseñarnos el camino de la prudencia. Venid, Señor, a redimirnos con la fuerza de vuestro poderoso brazo. Venid, hijo de David, a ponernos libertad, y no tardéis. Venid, llave de David y rey de Israel, y sacad de la cárcel a los que gimen en las tinieblas y sombra de la muerte. Venid, luz del eterno día, sol de justicia, y disipad las tinieblas en que vivimos. Venid, Rey de las naciones, y salvad al hombre que formasteis de la tierra; finalmente, venid, Manuel, Dios grande, que queréis venir a habitar con nosotros, venid a salvarnos, pues sois nuestro Señor y nuestro Dios. Esto es lo que se llama las Oes; las que, como se ve, no son otra cosa sino unas cortas pero ardientes súplicas, sacadas todas de los más notables pasajes de la Escritura, por las cuales la Iglesia, entrando en el espíritu y en el sentido de los antiguos Patriarcas y de los más santos Profetas, manifiesta, a imitación de estos santos personajes, los ardientes deseos que tiene de ver nacer de la santísima Virgen aquel divino Salvador, a quien Jacob llama la esperanza o expectación de las naciones, y el deseado de los collados eternos (Gen. XLIX ): y el profeta Aggeo le llama el deseado de las naciones. (Agg. II). Esta misma expectación hacia prorrumpir á Isaías en estas expresiones que tienen o parecen tener tanto de entusiasmo: Cielos, enviad de lo alto vuestro rocío, y hagan las nubes que el Justo baje como una lluvia; ábrase la tierra, y brote al Salvador, y nazca la justicia al mismo tiempo: Rorate cæli desuper, et nubes pluant Justum. Aperiatur terra, et germinet Salvatorem. ¡Ojalá rompieras los cielos y bajaras! Utinam disrumperes cælos, et descenderes: Ojalá rasgaras los cielos y descendieras; a imitación de este hablan todos los otros Profetas.

 

   Si todos los Santos del Antiguo Testamento suspiraron con tanto ardor, con tanta ansia por el nacimiento del Salvador del mundo, ¿cuáles serían los deseos de la que este Señor había escogido para ser su Madre, sobre todo cuando vio que se acercaba el tiempo de su dichoso parto? ¿cuál la santa impaciencia de esta divina Madre durante los ocho días que precedieron a su santo parto? ¡Con qué ardor, con qué ansia suspiraría por aquel feliz momento en que debía dar al mundo a su divino Salvador, su Dios, la alegría del universo, la esperanza de todas las naciones, y la salud de todos los hombres! Pues todo esto sabia era el fruto bendito de su vientre. No se duda que la santa Virgen pasó todos estos ocho días en transportes de amor, en los más ardientes deseos, y en una continuada contemplación de las maravillas encerradas así en el misterio de la Encarnación como en el del nacimiento del Mesías. Estos votos reiterados de la criatura más santa, más amada de Dios, estos deseos inflamados de la Hija muy amada de la santísima Trinidad, estas ansias amorosas de la inmaculada Madre del Verbo encarnado, esta santa preparación, esta expectación entusiástica de su parto son el objeto de la fiesta de este día, a la cual san Ildefonso dio el nombre de Expectación, bajo cuyo nombre se celebra el día de hoy.

 

   En el día del sagrado parto de la Madre de Dios, dice Gerson, fueron oídos los deseos de los Patriarcas y Profetas; este dichoso día, añade el mismo, puede llamarse la primera y principal fiesta de la santísima Trinidad, pues es el día de sus más pasmosas maravillas: Hodie completa sunt omnia desideria. Hodie primum est et principale Trinitatis festum: Hoy todos los deseos se cumplen. Hoy es la primera y principal fiesta de la Trinidad.

 


   Entremos en el sentido de esta fiesta; honremos los ardientes deseos de la Madre con unos afectuosos deseos de ver nacer al Hijo. La devoción a la santísima Virgen es la más eficaz preparación para todas las fiestas del Salvador. El culto que damos a la Madre atrae sobre nosotros las gracias de predilección, que son tan necesarias para celebrar con fruto los más santos misterios. Acordémonos, dice san Bernardo, de que, así como no hay señal más sensible de predestinación que esta tierna y religiosa devoción a la santísima Virgen, así tampoco hay socorro más eficaz para la salvación que el suyo. Busquemos la gracia, añade el mismo Padre, y busquémosla por María, porque ella encuentra lo que busca, y nunca deja de alcanzar lo que pide: Quæramus gratiam, et per Mariam Quæramus; quia quod quærit invenit, et frustrari non potest: Busquemos la gracia, y busquémosla por María; porque encuentra lo que busca y no puede frustrarse. Esta obtuvo la reparación de todo el mundo, esta es la que alcanzó la salud de todos los hombres; porque es constante que tuvo mucho cuidado de que se salvara todo el género humano. Por si queréis agradar a María, concluye el mismo Padre de quien es cuanto vamos diciendo, si tenéis una verdadera devoción para con ella, manifestadla imitando su vida y sus virtudes: Si Mariam diligitis, si vultis ei placere, æmulamini: Si amas a María, si quieres complacerla, emítala.

 

AÑO CRISTIANO

ESCRITO EN FRANCÉS

POR EL P. JUAN CROISSET,

DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS,

Y TRADUCIDO AL CASTELLANO

por el P. José Francisco de Isla,

de la misma Compañía


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