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Ejercicio
dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los
días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de
doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual
Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
MES DEDICADO
AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
DÍA NOVENO —9 de enero
MEDITACIÓN: DEL INFIERNO, Y LAS PENAS DE LA ETERNIDAD.
PRIMER PUNTO. Los
mayores males cuando pasan presto, se deben juzgar pequeños; y los pequeños,
si duran mucho, son grandes; pero si son eternos, son
sumos. ¿Qué serán, pues, unos males, que son todos los males sin remisión, y sumamente crueles por sí mismos, a que se añade el ser eternos? Aumenta en tu consideración los castigos de los
condenados todo lo que se pueda imaginar. Señálales el término de su duración tan lejos como
tu pensamiento le puede concebir, y que entonces se hayan de acabar; el
Infierno no fuera Infierno, y estos infelices no lo fueran más, porque tendrían
alguna esperanza. Quítales al contrario una grande
parte de las penas que padecen, alíviales una gran parte de sus dolores; pero
si les dejas, el que lo que les quedare ha de ser eterno, el Infierno siempre
será Infierno: y no obstante disminución de las
penas, serán condenados e infinitamente infelices, porque lo serán eternamente.
SEGUNDO PUNTO. La
eternidad entra en todas las penas de los condenados: es la que las hace Infierno esta. Si pudiesen pensar
que su mal no había de ser eterno, o a lo menos, si pudiesen interrumpir la
eternidad por un solo momento, ese momento no serían condenados. La eternidad
para los condenados es como un globo inmenso cuyo peso les ahoga, porque el
globo puesto sobre otra cosa, aunque no la toca más que en un punto, la carga
de todo su peso. Los condenados, dice Tertuliano, cada
momento sufren el peso de la eternidad toda entera (Pondus
æternitátis sústinent: Ellos llevan el peso de
la eternidad.): sus entendimientos parecen se juntan con
la Justicia de Dios para atormentarles, representándoles cada instante todos
los males futuros, haciéndoselos de alguna manera presentes, y viendo toda la
eternidad en un punto para atormentarlos. Sufren
cada instante todo lo que temen, temen todo lo que prevén, y prevén todos los
males que han de sufrir toda la eternidad. Temámoslos
ahora, pues este santo temor nos los puede hacer evitar; y para evitarlos, el
mejor medio es pensar en ellos. ¿No mereces hallarte en
este estado si omites un medio tan seguro y capaz de librarte?
TERCER PUNTO. ¡Siempre! ¡Jamás! ¡Qué terribles voces,
cuando se habla del Infierno! ¡No tener jamás ningún bien de los que se deben
desear! ¡Tener siempre, y juntos todos los males que se deben temer! ¡Siempre
padecer! ¡Siempre con desesperación! ¡Jamás poder esperar! Esto es a lo que un
condenado se halla reducido, esto es lo que encierra la eternidad de un
Infierno. Después de tantos millones de siglos, como hay granos de arena
en el mar, gotas de agua en el Océano y átomos en el aire, un condenado se
hallará tan al principio como en el día que entró, todavía no hace más que
empezar. Después de haber echado más lágrimas, que fueran menester para la formación
de un Océano muchísimo más grande que el que conocemos, toda esta agua no
bastaría para disminuirle un poco el ardor del fuego que padece. ¡Ay, que una
sola lágrima echada de un verdadero arrepentimiento le puede apagar ahora para
nosotros! ¡Oh eternidad, eternidad de un Infierno, que los hombres te creen
poco y que te conciben menos! Y
esta es la razón porque te temen poco, y esta es la razón porque aplican pocos
medios para evitarte. No esperemos a creer y temer
esta eternidad cuando la experimentemos, y nos atormente sin poderla remediar.
FRUTO. Toma la resolución de que no
pase día sin pensar en la eternidad, y cuando te sintieres con alguna
tentación, de cualquiera género que fuere, di: «No merece un
gusto, que se ha de acabar, que yo me exponga por él, a arder por una eternidad».
«Cogitávi dies antíquos, et annos ætérnos in mente hábui» [Yo he pensado los días pasados, y he meditado continuamente los años eternos] (Salmo
LXXVI, 6).
«Hic ure, hic seca, hic
non parcas, ut in ætérnum parcas» [Quema, Señor, corta, y no tengas piedad de mí en esta vida, con tal que te apiades de mí en la otra] (San
Agustín).
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
JACULATORIAS:
¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
—Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo. Amén.
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