Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores
DÍA VEINTE: 20 de mayo.
Visita a la Imagen de
NUESTRA SEÑORA DEL RAYO, que se venera en el convento de Jesús-María en la
ciudad de Guadalajara.
El convento de
religiosas de Jesús-María en la ciudad de Guadalajara, fué en su origen solamente
un colegio de niñas, y en él había una Imagen de la Santísima Virgen,
representando su gloriosa Asunción a los cielos; pero cuando las religiosas
dominicas fundaron allí su convento, lo cual fué el 30 de Mayo de 1722, quedó
la Santa Imagen, convertida en Efigie de Nuestra Señora del Rosario.
Las religiosas la tenían colocada en la cabecera
de un ambulatorio, que quedaba sobre la portería del convento, y en la noche
del día 12 de Agosto de 1808 cayó sobre ella un rayo, que la puso enteramente
negra. Al estruendo terrible que produjo el rayo, acudió el capellán de las
monjas, y cuando estas bajaron a la portería para abrirle, notaron que la
puerta estaba cubierta de peñascos, cal, tierra y otra multitud de escombros,
por lo que suplicaron al capellán que al día siguiente mandara unos peones que
la desembarazaran. Fueron en efecto los peones; pero al ir a comenzar su obra,
se llenaron de admiración y de pasmo, porque no pudieron comprender de dónde provenía
aquella grande multitud de escombros, pues las bóvedas y paredes estaban
intactas y sin la más pequeña lesión; y entonces fué también cuando notaron que
estaba del todo ennegrecida la Santa Imagen, que comenzó desde luego a ser
advocada con el título de Nuestra Señora del Rayo, y a cuya intercesión
atribuyeron todos el prodigio que acabamos de referir.
El señor gobernador de la Mitra mandó que, al
siguiente día, 14 de Agosto, se dijese una misa solemne en acción de gracias a
Nuestra Señora del Rayo, en la iglesia del convento. En ese mismo día un
eclesiástico enfermo pidió y consiguió que le llevaran a su casa la prodigiosa
Imágen, y el día 15 la volvió al convento, mandando que a sus expensas se le
dijera otra misa solemne, en agradecimiento de que le había dado salud.
Entonces las monjas, llenas ya de veneración hacia la Santa Imágen, la colocaron
en el coro bajo, y allí permaneció todavía ennegrecida, hasta el 17 del mismo
mes; en este día, cuando las monjas iban a rezar el Oficio divino, se adelantó
una de ellas, y vio todo el coro lleno de una luz vivísima, cuyo origen no podía
descubrir, hasta que buscando la Imágen, no vio más que una luz todavía mas viva,
que circuía el espacio que debía ocupar la estatua. Otras muchas monjas que
sucesivamente entraron, presenciaron también el prodigio, y cuando acabaron de
entrar, desapareció la luz, y vieron todas penetradas de admiración y de reconocimiento
que la Santísima Imágen estaba completamente renovada, tan blanca, tan agraciada
y tan hermosa como hasta el día se conserva. La noticia de tan asombroso acontecimiento,
se divulgó luego por toda la ciudad de Guadalajara, y los habitantes acudían en
multitud a venerar la Sacratísima Imágen. A poco tiempo se le dedicó una decente
capilla en el interior del convento, y de allí se lleva a la iglesia grande,
para la solemne función que anualmente se le hace el día 17 de Agosto.
Es la Imágen de talla, y su tamaño como de una
vara; tiene en sus brazos un hermoso Niño, y toda su actitud es como de Virgen
del Rosario, con cuyo título se advocaba, según dijimos ya; y está vestida de
talla, pero encima se le acomodan ricos y hermosos trajes de tela.
Todos los habitantes de aquella ciudad experimentaron
luego la protección y amparo de María Santísima en esta su prodigiosa Imágen, siendo
muchísimos los portentos que ha obrado en su favor, de los cuales referiremos
los siguientes:
Había en el mismo convento de Jesús-María una
Monja llamada Sor María de Jesús, que hacía muchos años que estaba enteramente
paralítica. Una ocasión, después de la fiesta que, según se dijo ya, se hace
anualmente a Nuestra Señora del Rayo el día 17 de Agosto, llevaron la Santa
Imágen al coro bajo, y la pusieron en el suelo sobre una alfombra para poderla
desnudar con comodidad; pero la religiosa que siempre había estado encargada de
hacerlo, llamada Sor María Engracia, sin saber ella misma la causa, no se
atrevió a desnudar a la Santísima Virgen aquel día, sino que se quedó hasta el
siguiente en el lugar dicho. Entonces Sor María de Jesús pidió que la llevaran
al coro, y la pusieran a los pies de la Santísima Imágen: se le concedió, y
allí permaneció hasta la hora de comer; pero ella no quiso ir a hacerlo, sino que
suplicó que la dejaran sola con Nuestra Señora; y cuando las monjas salieron
del refectorio, encontraron a Sor María de Jesús completamente buena, y
corriendo llena de gozo por los ambulatorios; la hicieron entonces vestir con
la debida decencia, fué a dar gracias a Dios con toda la comunidad, y ella
misma bajó abrir la portería a los señores canónigos Padilla, Tovar y Ramírez,
que fueron comisionados por el Lllmo. Sr. Obispo de Guadalajara para cerciorarse
por sí mismo del prodigio.
Doña N. Gómez, también tullida hacía muchos
años, vivía frente al convento de Jesús María, y una ocasión, al tiempo que
Nuestra Señora del Rayo salía de la Iglesia para la portería del convento,
después de su función anual, la invocó dicha señora con mucha fe, y sintió luego
que la bañaba un copiosísimo sudor; salió como maquinalmente de la cama, y ya
completamente buena, se arrodilló en el balcón para dar gracias a la Virgen,
que en aquel momento se hallaba con el rostro vuelto hacia el balcón.
Hace muy pocos años que D. Mariano Castillo también
estaba paralítico hacía más de cinco años, en términos de que estaba obligado a
tener las rodillas junto a la boca, sin poderse siquiera sentar en alto; de
suerte que después de haber visto a casi todos los médicos, resolvió ya no
volverse a curar. Un día, estando muy afligido, rogó de todo corazón y con
grande confianza a Nuestra Señora del Rayo, que le diera la salud; sintió luego
que comenzaba a sudar abundantemente, y ya pudo sentarse en una silla baja, después
pudo también hacerlo en una más alta, y por fin, se vio completamente bueno.
VIDA DE MARÍA
María durante la predicación del Salvador.
Apenas
hizo María Santísima a Jesucristo que obrara el primer milagro en las bodas de
Caná, cuando se retira a su albergue de Nazareth, desde donde escucha
únicamente la voz de la fama que pregona las glorias de su Hijo Santísimo. Pero
esta Virgen admirable, no por eso va en busca de Jesús para participar de su encumbramiento,
no la mueve siquiera una vana curiosidad, sino que permanece en su retiro con
la abnegación más completa y absoluta, con la modestia más grande y asombrosa.
Siempre que Jesús padece, María lo acompaña; siempre que la gloria lo encumbra,
María se retira; María huye del Tabor, y busca ansiosa el Calvario. ¡Oh
incomprensible y nunca bien ponderada modestia! ¡oh ejemplo, que, si la
imitáramos, pudiera hacernos felices en el tiempo y en la eternidad!
RETIRO DE MARÍA
María, bellísimo Alhelí.
(Cheirantus cheiri)
Se propaga lozano
el alhelí en parajes los más apartados y solitarios, con lo cual nos simboliza
muy bien el retiro de María Santísima durante la predicación de su Divino Hijo;
ya vemos el alhelí
en las hendeduras de rocas solitarias, ya en las desiertas paredes de edificios
arruinados, y desde esa altura contempla, no obstante, su aislamiento, lo que
pasa en torno; así como María, que desde su oculto albergue contempla todos los
pasos de su Hijo; adherido el alhelí a las paredes o a las rocas, solo se ostenta
en los jardines, arrancado de allá por la mano del hombre, por lo cual los
poetas lo hacen simbolizar la fidelidad en la desgracia; y todavía en esto
vemos a María unida siempre con su Hijo en todas sus desgracias y oculta y retirada
en sus encumbramientos; y si alguna muy rara vez se
presentó cuando Jesús era glorificado, fué porque fué llamada, o porque la condujo
una mano superior.
ORACIÓN
¡Humildísima y modestísima Virgen María, mi
Señora! hoy te contemplamos admirados en tu oculto albergue durante la
gloriosa predicación de tu Santísimo Hijo, y te rogamos con el mayor encarecimiento,
que te dignes hacernos fieles imitadores del ejemplo que con esto nos diste,
haciéndonos conocer la vanidad de las perecederas glorias del mundo, para que
las huyamos, y en su lugar abracemos la Cruz de Jesucristo; y para conseguir
esto, envía sobre nuestros corazones un rayo de la divina gracia para que los
renueve, destruyendo enteramente al hombre viejo, asi como renovaste a tu
Sagrada Imagen del Rayo, y entonces, cumpliendo en esta vida con la ley de
Dios, iremos a la otra a bendecirte y acompañarte por todos los siglos de los
siglos. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Contemplemos admirados la belleza de María: observémosla cerca del Salvador siempre que padece, desde
Belén hasta el Calvario, y lejos de su Majestad siempre que es enaltecido.
2º—Imitemos tan santo ejemplo, seguros de que, al hacerlo, marchamos por el único camino
que puede conducirnos a la felicidad eterna y aun temporal, pues las glorias y
grandezas del mundo no son más que humillaciones y pesares, y su persecución
una dicha muy grande, porque no puede tocar ni el alma ni el corazón.
3º—Continuemos pensando en la vanidad de las
glorias del mundo, recordando todos los placeres,
de cualquiera especie que sean, todas las riquezas, todas las elevaciones, y,
en suma, todos los que el mundo llama bienes que hayamos tenido en la vida, y
veremos que son más deleznables que la arena, mas fugaces que el relámpago, etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Ya predica Jesús el Evangelio,
Asombrando los cielos y la tierra,
Y al hondo y fiero abismo
Que le hace cruda pero inútil guerra.
A su palabra santa
El ciego ve la luz, anda el tullido,
Tiene consuelo el misero afligido,
Y las puertas quebranta
El muerto del sepulcro, y se levanta;
Y toda la natura reverente
A Jesús obedece prontamente,
Y victoria a victoria
En su carrera espléndida eslabona;
Y viendo tanta gloria
Cantos el pueblo en su loor entona,
Y de David el grande
Ceñirle quiere la imperial corona.
¿Y en medio a tanta
dicha,
A tanto aplauso y á
victoria tanta,
Irá su Madre Santa
Compartiendo con él esa
ventura,
Como partiera siempre la amargura?
No, que humilde y modesta
Bien sabe que la gloria es humo vano,
Que se disipa luego
Cual de relámpago el violento fuego;
Y vive en su retiro solitario,
Que vuelvan, esperando,
Los tiempos de pesares para su Hijo,
Y de dolor entonces espirando,
De verla habremos con afán prolijo
En las sangrientas rocas del Calvario.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Pronuncia respetuosamente el nombre de María,
siempre que oigas dar alguna hora.