Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.
DÍA DIEZ: 10 de mayo.
Visita a la Imagen de NUESTRA
SEÑORA DE GUANAJUATO, que se venera en su iglesia Parroquial en la ciudad de
este nombre.
Esta Imágen celebérrima y portentosa es, a no dudarlo, la más antigua de cuantas se veneran, no solo en la República Mexicana, sino en todo el Nuevo mundo, pues existía en España, por lo menos desde el sétimo siglo de la era cristiana, y era tenida en gran veneración en la ciudad de Santa Fe de Granada; por lo que, en el año de 714, que fué la España invadida por los moros, los piadosos granadinos la ocultaron en una cueva subterránea, para libertarla de los desacatos que pudieran cometer los infieles. Allí permaneció por unos ocho siglos y medio, siendo en esto de admirar un estupendo portento, pues ocho siglos y medio de estar donde se quiera, pero muy especialmente en un subterráneo húmedo y sin ventilación, son muy mas que bastantes para destruir la más firme madera; y, sin embargo, la Santísima Imágen no padeció la más leve lesión, conservándose intacta, para venir a ser luego la protectora dulcísima de la ciudad de Guanajuato.
Fué, por fin, descubierto ese tesoro
inestimable hacia la mitad del siglo diez y seis; y muy poco tiempo después,
sabiendo el Rey Felipe II la asombrosa riqueza de Guanajuato, le mandó la
Santísima imágen, como un presente mil veces más rico que las entrañas de sus
montes; la entregó a un caballero llamado Perafan de Rivera, quien la trajo con
la mayor veneración; pero estando como tres leguas distantes de Guanajuato, en el
punto llamado la Yerba-Buena, ya entrada la noche, y no sabiendo por donde
continuar, porque ignoraba el lugar fijo de la ciudad, hizo alto allí con sus
compañeros; y en tal conflicto, ocurrieron a la Santísima imagen, de que eran
portadores, y colocándola sobre un tambor, y encendiéndole dos velas, le
suplicaron afectuosamente los alumbrara para conocer el lugar de su destino. Los
escuchó la Señora benignamente, pues luego que amaneció, vieron en el campo dos
palomas de donde infirieron que había cerca algún poblado, por lo que
consiguieron la dirección que las palomas le marcaban, y con esta guía llegaron
a Guanajuato, a donde eran destinados. Y desde luego comenzaron los
guanajuatenses a tener especial devoción, y a venerar con singular afecto esta Imágen.
Fué colocada en el templo que entonces era parroquia,
y hoy se llama los Hospitales, y allí permaneció más de un siglo, hasta que, en
1696, que se dedicó la actual Iglesia Matriz de Guanajuato, fué trasladada a
ella con gran pompa, y colocada en el crucero del Evangelio, del cual se le
formó una capilla magnifica, con sacristía particular, hermoso camarín a la
espalda, y las muchas y ricas alhajas que describen el «Zodiaco
Mariano» y el padre D. José Gudiño: estuvo en el crucero hasta el año de
1814, que fué trasladada al altar mayor, el cual fué construido de nuevo en
1858, formándose en su centro, y expresamente para la Señora un magnífico
ciprés con tres altares, en donde hasta hoy permanece.
Para describir la Santísima Imágen, copiaremos
a los ya citados «Zodiaco Mariano» y padre
Gudiño, que se expresan en estos términos:
«La
celebérrima Imágen de que aquí tratamos, no tiene otro título con que los
fieles la invoquen, que el de Nuestra Señora de Guanajuato, porque según lo que
parece, el artífice que la hizo no pretendió figurar en ella algún misterio de
su vida, sino solamente hacer una perfecta Imágen de la Virgen. La materia de que
está formada, es incorruptible, lo cual se prueba con la dilatada experiencia
de tantos años, en que no se le halla lesión alguna; pero no se ha podido averiguar
ni determinar, si es de cedro, pino u otra madera. Es de cuerpo entero, y su estatura
de poco más de vara y media; el manto y túnica con que se adorna, es de la
misma talla y madera; pero esto no impide que se mantenga siempre con uno de los
riquísimos mantos de costosas y diversas telas que tiene, el que con las
extremidades laterales, le abraza y cubre desde su soberano pecho hasta su sagrado
vientre, quedando este por uno y otro lado casi del todo cubierto de admirables
figuras y rosas de perlas tinas, de muchísimos diamantes y demás ricas piedras,
encasquilladas en oro de los mejores quilates; pero abundan tanto sus costosos
adornos, que no es muy fácil decir la multitud de preseas y alhajas de inestimable
valor que la devoción le ha tributado. En la mano derecha tiene una rosa de la
misma madera, y sobre el brazo izquierdo mantiene sentado a su benditísimo
Niño, unido a la misma estatua de la Señora: tiene la manecita derecha abierta
y levantada ante el pecho de la Virgen; la izquierda, vuelta hacia abajo,
cogiendo con ella un pajarito verde, todo de la misma madera, y de una pieza
con la misma Señora, con tal arte y maravilla, que el piececito derecho lo
tiene casi dentro del sagrado vientre de la Madre, y el izquierdo fuera, adornado
con uno de los muchos calzados que tiene de oro, siendo de la misma materia la corona
imperial, embutidas en ellas muchas perlas finas y riquísimas piedras de valor.
«Por
algún tiempo tuvo la Santísima Imagen un rosario en la mano derecha; pero por
justos motivos se lo quitaron, con facultad y aprobación del ordinario, y en su
lugar se le puso un cetro de oro, afianzándolo con un taladro que se hizo en
medio de la rosa de madera. Su cabeza está ricamente adornada con una corona
imperial, también de oro, cuyo maravilloso artificio y adorno, es igual al que
dije de la del Niño. Le sale como de los pies, que no se le ven por la túnica
que se los cubre, una media luna de oro muy bien trabajada, teniendo cada
cuerno más de una tercia. A más del pedestal en que estriba la Virgen, que es
de plata, tiene de la misma materia su peana, casi de una vara de alto, de un
aventajado arte; siendo la Señora en cara, aspecto y talle, hermosísima y amabilísima,
de suerte, que se arrastra con dulce violencia los corazones de todos los que la
miran, y ella con los ojos bajos y alguna inclinación de la cabeza, a todos los
mira, para beneficiarlos a todos.»
Es extraordinario el culto que le profesan
los guanajuatenses, siendo todo su querer, consuelo, y como hechizo y encanto;
y con mucha frecuencia se le hacen solemnes triduos y novenarios; pero la
función principal es la del Patrocinio de Nuestra Señora, que se solemniza con
un magnífico octavario, con vísperas, maitines y sermones el día y la octava, y
diariamente dos solemnísimas misas a las nueve y a las doce, y tres magníficos rosarios:
en estos días se gana indulgencia plenaria, concedida por Nuestro Santísimo
Padre Benedicto XIV. Para esa festividad se saca de su nicho, y se coloca en un
elevado trono de plata de martillo, siendo todo este tiempo de extraordinario
regocijo para Guanajuato.
Todos proclaman a una voz los innumerables beneficios
que le deben, y es demasiado notorio, para intentar referirlo, el modo tan
patente con que proteje en las revoluciones, y en las pestes y demás
calamidades públicas, a aquella hermosa y opulenta capital; solo haremos
mención, por ser de un modo todavía más particular, de la manera asombrosa con
que manda el agua, aun en los años más estériles, con solo sacarla en
procesión; habiéndose repetido por tres veces la maravilla, de que estando ya
muy avanzado el año, y no habiendo llovido absolutamente nada en los días
anteriores, al ir la sagrada Imagen en la procesión, ha comenzado a caer el
agua con tal abundancia, que ha sido preciso depositarla, una vez en el templo
de los Dieguinos, otra en el de los Franciscanos, y otra en el de los Felipenses,
en los cuales se le ha repelido otro solemne novenario. Y las ocasiones que ha
llovido con muy grande abundancia, acabando de entrar la Señora a su templo,
son innumerables.
Finalmente, servirá de gran motivo para la mayor
veneración de Nuestra Señora de Guanajuato, el reparo que muchos han hecho, de que
en trescientos años que hace que se venera por los guanajuatenses, no ha
permitido la Gran Señora que se pierda alguna cosa dedicada a su servicio,
cuando muchísimas veces han intentado robarle sus ricas preseas; algunas veces
las han sacado del templo, y han parecido antes de veinticuatro horas. En una ocasión.
refiere el «Zodiaco Mariano» llegaron en el
silencio de la media noche a querer profanar la Santa Imágen, quitándole las
joyas que la adornan; pero dando tan fuertes como repetidos golpes en la
vidriera para quebrarla, siendo materia tan frágil, no pudieron lograrlo; y al
ruido despertó un sacristán, quien saliendo al punto para ver si cogía a los
ladrones, no lo consiguió, antes bien fué por ellos cosido a puñaladas; pero
invocando a Nuestra Señora de Guanajuato, no solo no murió de las heridas, sino
que dentro de muy poco tiempo estuvo del todo sano. Invoquémosla nosotros igualmente, y nos defenderá
de las agresiones del común enemigo, y nos llevará a disfrutar de su presencia por
toda la eternidad.
VIDA DE MARÍA
Viaje de Nazareth a Belén.
Dispuso César Augusto
que todas las familias se inscribiesen en el padrón del lugar de su nacimiento,
y siendo José oriundo de Belén, tuvo que marchar allá para obedecer la orden
del Emperador; era el mes de los
hielos, era Diciembre, y los santos esposos estaban en la mayor penuria, por lo
que solo encuentran una pobre jumentilla, sóbrela cual camina la Reina del
cielo y de la tierra, por muchos días, sin encontrar posada en los caminos, en
medio de la nieve, por las más escarpadas montañas; los ángeles llenos de
asombro, vienen a servir a su Reina, y ayudan al Santísimo José a dirigir la
jumentilla; solo el mundo está sordo a los ruegos de su Señora y Soberana, solo
los hombres no reconocen a la Madre de su Criador, pues aun la jumentilla dobla
humilde la rodilla para que pueda María subir a ella; y entretanto la Madre del
Mesías calla resignada, permite a los elementos que en ella ceben sus rigores,
y nos da un ejemplo de paciencia tan heroico, que el mismo santo Job no llegó
nunca a practicar, no obstante sus eminentísimas virtudes.
PACIENCIA DE MARÍA
María, hermosísima flor de Belén.
(Balsamina hortensis.)
En la grande finura
de los pedúnculos de que es la pendiente, y en la exquisita delicadeza de la
flor, nos representa el Belén a la purísima Virgen María, cuyo finísimo cuerpo
y delicado cutis no han tenido ni tendrán semejante; y en el abatimiento lánguido con que
decae cuando la hieren los elementos o le falta el riego, simboliza muy bien
los padecimientos de María en las jornadas que hizo de Nazareth a la ciudad de
David; pero, no obstante, el Belén conserva, aunque abatido, el jugo vital, que
lo hace resistir las intemperies y revivir con el riego, así como María, en medio de sus grandes sufrimientos,
conserva inalterable su paciencia, con cuyo fuerte escudo resiste las
intemperies que la hieren, y asombra a los espíritus celestiales, y presenta a los
hombres el más sublime ejemplo en los padecimientos y adversidades.
ORACIÓN
¡Oh piadosísima Virgen María, Madre y Señora
Nuestra! ¡qué ejemplo de paciencia
ofreces hoy a nuestra consideración!, en tu viaje de Nazareth a Belén; todo
tienes en tu contra, la proximidad de tu purísimo parto, el intenso frio de Diciembre,
la mucha escasez que te obliga a caminar en una jumentilla, y la dureza de los
hombres que le cierran sus puertas en todo el tránsito; y tú, Señora, tú,
modelo inimitable de paciencia, callas humilde y resignada, cuando podías
mandar a los elementos que no te ofendieran, y a los ángeles que te prepararan
una posada digna de tu grandeza; nosotros te admiramos, Señora, y te rogamos
nos impartas tu auxilio para imitarte en lo posible, no dudamos un punto que
así lo harás pues bien claramente has demostrado tu anhelo por ampararnos, por
medio de tu portentosa Imagen de Guanajuato; y así como defiendes incesantemente
aquella dichosa ciudad de cuantos peligros la amenazan, asi nos defenderás a
nosotros, que hemos consagrado el presente día a tan milagrosa Imágen, para que
sufriendo con paciencia los trabajos de esta vida, te gocemos en la otra por
toda la eternidad. Amén.
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Admiremos los inescrutables decretos de la
Divina Providencia, que hace todo servir para su gloria, y se valió de la
vanidad de Augusto, que quiso saber el número
cierto de sus vasallos, para hacer que se cumplieran las profecías, que vaticinaban
que el Mesías nacería en la cuidad de Belén.
2º—Contemplemos la paciencia de María, manifestada
de un modo tan admirable, en las jornadas de Nazareth a Belén, examinando detenidamente lo numeroso y grande de los padecimientos,
para asombrarnos más de la paciencia con que fueron sufridos.
3º—Pidámosle que en los trabajos y adversidades
que nos rodean, nos conceda un destello de su paciencia, y hagámosle la
súplica, por medio de su portentosa Imágen de Guanajuato, de la cual se ha
valido su bondad para derramar beneficios sin cuento. Confiemos en el éxito de nuestra petición, pues la que ha
obrado el prodigio de conservar su Imágen más de doce siglos, ya en los altares
de Granada, ya en el oscuro subterráneo, ya en los mares y caminos, y ya, por
último, en su ciudad de Guanajuato, en un momento nos dará la gracia que le
pedimos, y nos hará perseverar en ella por el muy corto espacio de nuestra
vida, etc.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Parte de Nazareth la Virgen pura,
Acompañada de su santo esposo,
Sumisa y obediente a la ley dura
Del César poderoso.
Mas no en carroza de marfil y de
oro,
No con un tren que al desvalido humilla,
Va sola con José, va sin tesoro,
Y en pobre jumentilla.
Y no por amplia ni por fácil vía.
Sí por angosta senda tortuosa,
Y aumenta el duelo y crece la agonía,
La noche tenebrosa.
Porque no tiene albergue ni posada
Donde llegar con su querido esposo,
Para cubrirse al fin de la jornada
Del cierzo rigoroso.
Y asi pasa la noche en llanto y
duelo,
Que el hombre, puerta y corazón le cierra;
Tiene por techo el pabellón del cielo,
Por lecho dura tierra.
Y un día y otro día y otros nueve,
Sigue andando a Belén la Virgen pura,
E iguales todos son y en todos bebe
El cáliz de amargura.
Pero María no opone resistencia
Á tan duro y terrible sufrimiento,
Y con heroica sin igual paciencia
No exhala un solo acento.
Á una palabra suya ni una gota
De nieve sobre si descendería,
Y al aire yerto que en su rostro azota,
Calor suavizaría.
Pero quiere sufrir para enseñarnos
A soportar del mundo los rigores,
Y un alto ejemplo que imitemos darnos
En penas y dolores.
Y así llega a Belén, dónde no hay
tampoco
Un techo amigo que hospedarla pueda,
Y en un establo de miseria foco,
Entre los brutos queda.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Reza dos Ave Marías a los purísimos ojos
de María Santísima, cuantas veces entres o salgas
de casa.
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