domingo, 5 de octubre de 2025

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A LA DEVOCIÓN DEL SANTÍSIMO ROSARIO. DÍA 4.

 

Por el Presbítero Ildefonso Portillo, Cura y Vicario Foráneo de Guanajuato.

León 1901.

Tip. Guadalupana de Camilo Segura.

El llmo. Sr. Dr. Atenógenes Silva, Dignísimo Arzobispo de Michoacán, se ha dignado conceder ochenta días de indulgencias a todos los fieles cristianos de su provincia por la práctica de las oraciones y meditaciones correspondientes a cada uno de los días de este mes, consagrado a la devoción del Santísimo Rosario.

 

 

Visto el dictamen favorable del Sr. Promotor fiscal, Pbro. D. Marino de J. Correa, concedemos Nuestra licencia para que, el Sr. Cura de Guanajuato D. Ildefonso Portillo imprima y publique el manuscrito intitulado «Mes de Octubre consagrado a la devoción del Santísimo Rosario,» con calidad de que no vea la luz pública, sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el mismo Sr. Censor. Lo decretó y firmó el llmo. Sr. Obispo. M. F. El Obispo.

Ángel Martínez. (Srio)

 

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere; y por vuestro amor perdono a todos mis enemigos; ofrezcoos mi vida, Obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, asi confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

  

ORACIÓN PREPARATORIA


   Señor mío Jesucristo, mi padre y sumo bien a quien amo con todo mi corazón y de lo íntimo de mi alma te pido humildemente que ostentes en mi favor tus misericordias, perdonando mis pecados y dándome tu gracia para meditar con fruto los sagrados misterios que se nos proponen en el Rosario, y de esta meditación se inflame mi corazón en tu divino amor, procurando imitar las virtudes que resplandecen en ellos; logrando la enmienda de mi vida y la sujeción de todas mis inclinaciones a tus adorables mandamientos, como lo espero de tu clemencia paternal.

   Convierte tu alma al Señor.

   Vuelve alma mía hacia tu centro y no pierdas estos momentos que tu Dios te concede para obrar tu salvación. El pasado ya no existe; el futuro es incierto, y el presente no dura más que un momento, y este presente se te concede para que medites en las finezas del amor de tu Dios, te inclines á El y ganes la eternidad. Tres pensamientos deben ocuparte ¡oh alma mía! Dios te ve: Dios te oye: Dios está cerca de tí.

   Dios te ve. ¡Ah, Señor! ¿qué veis? Un ser muy débil, miserable y enteramente indigno de ponerse ante tus ojos. ¡Ay! que tus miradas, al menos, no se muestren ofendidas de mi ligereza y flojedad.

   Dios te oye. ¿Qué oyes Dios mío? el lenguaje de una pobre criatura aquejada por mil y mil pesares que no sabe cómo decirlos.

   Dios está cerca de tí. Si te hallases en presencia de un rey de la tierra ¿cuál sería tu respeto y prudencia? Estás delante de Dios, presente en las aras: el Rey por quien los reyes ocupan sus tronos, el Rey de los reyes. ¿Tendrás bastante osadía para mostrarte ligero y distraído?

   Espíritu Santo, á tí toca el derramar las luces para aclarar la inteligencia, encender el amor en el corazón, y el espíritu de piedad en el alma entera. Dame, Señor la abundancia de tus dones, a fin de que sea menos indigno de acercarme a un Dios que me llama hacia sí. Permíteme, ¡oh Señor! que mi atención se fije en los puntos que voy a meditar.

 

ORACIÓN


   Os adoro, Dios mío, con todo el afecto de mi alma y os pido gracia para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de vuestra divina Majestad.

   Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza.



4 DE OCTUBRE.

 

MEDITACIÓN

 

SOBRE LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGENA SU PRIMA SANTA ISABEL.

 

PUNTO 1

 

   Considera que tres motivos determinaron a María a hacer esta visita. Primero, la fidelidad a la inspiración divina. María Santísima no va a ver a Isabel por asegurarse de cuanto el Ángel le había dicho: su fe es perfecta: mucho menos con intención de participar a su parienta el misterio que en ella se había obrado: lo esconde a su mismo Esposo, a quien parece que estaba obligada por tantas razones a manifestarlo; mas, atenta y dócil sigue en todo los movimientos del Espíritu Santo que la guían, y por esto visita a Isabel, juzgando que el Señor tiene en esto sus designios. Los tenía en efecto: quería santificar al Precursor, manifestar la gloria y el poder de su Hijo, desde los primeros momentos de ser concebido, y llenando a ambas madres de una nueva abundancia de gracias, hacerles gustar los más dulces consuelos. En los buenos movimientos que Dios nos inspira, cuantas gracias se hallarán en las que se manifiesta la gloria de Dios, o que sean útiles para provecho del prójimo o para nuestra perfección y consuelo; pero nosotros las hacemos inútiles por nuestra resistencia. Tememos que Dios enojado nos retire sus gracias. La amistad es el segundo motivo que determina a María Santísima a hacer el viaje, María e Isabel eran parientes: las dos habían llegado a ser madres por milagro, bien que de orden diferente. Las dos llevan en su seno, la una al Mesías, y la otra al Precursor. ¿Qué nudos más dulces podían formar una tierna unión entre estas dos afortunadas Madres? Los santos no son insensibles a los alicientes de la amistad fundada en la virtud, sobre la semejanza de las gracias recibidas, y sobre la conformidad de la vocación; antes son más capaces de gustar sus dulzuras, y más exactos en cumplir sus deberes. Examinemos si nuestras amistades se fundan en la virtud; si no es así separémoslas de nosotros para no perder la amistad de Dios. La caridad es el tercer motivo que empeña a María a hacer esta visita. Isabel era mujer entrada en edad y avanzada en su interesante estado, y en la situación en que se hallaba su marido, tenía necesidad en casa, de una persona de confianza que la pudiese ayudar y consolar: este es el fin que determina a María a emprender su viaje. El amor de Dios, el espíritu de humildad, la frecuencia de la oración la tenían retirada; pero la caridad con el prójimo la hace salir de su retiro. Esta virtud la guía y la anima, y es la que debemos de pedir en esta consideración.

 

PUNTO 2

 

   María Santísima deja el retiro y quietud de su casa y sube a las montañas de Judea, para que conozcamos que, cuando Dios viene a un alma, no viene para tenerla ociosa, sino para que, levantándose del ocio y descanso, suba por el ejercicio de las virtudes, y especialmente por la caridad, al reino de los cielos. Este es el camino de aquellos (dice San Ambrosio) que, estando llenos de Dios, porfían por subir a la altura de la perfección, y para eso dejan lo mundano, huyen de lo bajo, desprecian lo terreno, renuncian el descanso, y por el trabajo de la caridad procuran avecindarse en el cielo. María, cuando se trata de socorrer a un prójimo, no ve ni el cambio que se ha operado en su persona. La Sierva del Señor no conoce aquellas leyes del mundo, que la conveniencia y dignidad han establecido, y que la vanidad hace observar con tanta exactitud. Está bien lejos de aquel orgullo que muchas veces nos impide cumplir nuestras obligaciones con el prójimo. María muestra un ánimo y un valor heroico, que nada puede vencerlo, ni el rigor de la estación, ni la dificultad de los caminos, ni los peligros de las montañas que tenía que atravesar. Su situación, su juventud, la delicadeza de su sexo no son para ella motivos de dispensarse de cumplir con la caridad de Dios, y de volar a donde el deber la llamaba. La caridad luego que está en un corazón, lo mueve y lo estimula a hacer por el prójimo todos los servicios de que es capaz, a no mirar a las propias penas ni a las propias inquietudes, y sobre todo a unir a los oficios de la amistad los nobles y sublimes efectos de la caridad. Procuremos subir con ligereza a Dios por el ejercicio de esta preciosa virtud.



ORACIÓN PARA DESPUES DE LA MEDITACIÓN

 

   Gracias te doy, Señor, porque te dignaste recibir en tu presencia a la más pobre y más débil de tus criaturas. Me prosterno a tus pies para pedirte perdón de mis distracciones y de mi indolencia. Confío ¡Dios mío! a tu bondad las buenas resoluciones que me has inspirado: solo tú puedes hacerlas eficaces con tu concurso poderosísimo: no me las niegues.

   ¡Oh María! la más tierna de las madres. Ven también en mi ayuda y no me abandones; alcánzame la gracia de permanecer fiel a tus promesas y de poder cumplir exactamente las resoluciones que he tomado, a las plantas de mi Dios.

   ¡Oh Ángel bondadoso de mi guarda! suplicóte que me recuerdes mis resoluciones y ayúdame a seguirlas fielmente. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

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