martes, 7 de octubre de 2025

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A LA DEVOCIÓN DEL SANTÍSIMO ROSARIO. DÍA 6.

 


Por el Presbítero Ildefonso Portillo, Cura y Vicario Foráneo de Guanajuato.

León 1901.

Tip. Guadalupana de Camilo Segura.

El llmo. Sr. Dr. Atenógenes Silva, Dignísimo Arzobispo de Michoacán, se ha dignado conceder ochenta días de indulgencias a todos los fieles cristianos de su provincia por la práctica de las oraciones y meditaciones correspondientes a cada uno de los días de este mes, consagrado a la devoción del Santísimo Rosario.

 

 

Visto el dictamen favorable del Sr. Promotor fiscal, Pbro. D. Marino de J. Correa, concedemos Nuestra licencia para que, el Sr. Cura de Guanajuato D. Ildefonso Portillo imprima y publique el manuscrito intitulado «Mes de Octubre consagrado a la devoción del Santísimo Rosario,» con calidad de que no vea la luz pública, sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el mismo Sr. Censor. Lo decretó y firmó el llmo. Sr. Obispo. M. F. El Obispo.

Ángel Martínez. (Srio)

 

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere; y por vuestro amor perdono a todos mis enemigos; ofrezcoos mi vida, Obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, asi confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

 

 

ORACIÓN PREPARATORIA



   Señor mío Jesucristo, mi padre y sumo bien a quien amo con todo mi corazón y de lo íntimo de mi alma te pido humildemente que ostentes en mi favor tus misericordias, perdonando mis pecados y dándome tu gracia para meditar con fruto los sagrados misterios que se nos proponen en el Rosario, y de esta meditación se inflame mi corazón en tu divino amor, procurando imitar las virtudes que resplandecen en ellos; logrando la enmienda de mi vida y la sujeción de todas mis inclinaciones a tus adorables mandamientos, como lo espero de tu clemencia paternal.

   Convierte tu alma al Señor.

   Vuelve alma mía hacia tu centro y no pierdas estos momentos que tu Dios te concede para obrar tu salvación. El pasado ya no existe; el futuro es incierto, y el presente no dura más que un momento, y este presente se te concede para que medites en las finezas del amor de tu Dios, te inclines á El y ganes la eternidad. Tres pensamientos deben ocuparte ¡oh alma mía! Dios te ve: Dios te oye: Dios está cerca de tí.

   Dios te ve. ¡Ah, Señor! ¿qué veis? Un ser muy débil, miserable y enteramente indigno de ponerse ante tus ojos. ¡Ay! que tus miradas, al menos, no se muestren ofendidas de mi ligereza y flojedad.

   Dios te oye. ¿Qué oyes Dios mío? el lenguaje de una pobre criatura aquejada por mil y mil pesares que no sabe cómo decirlos.

   Dios está cerca de tí. Si te hallases en presencia de un rey de la tierra ¿cuál sería tu respeto y prudencia? Estás delante de Dios, presente en las aras: el Rey por quien los reyes ocupan sus tronos, el Rey de los reyes. ¿Tendrás bastante osadía para mostrarte ligero y distraído?

   Espíritu Santo, á tí toca el derramar las luces para aclarar la inteligencia, encender el amor en el corazón, y el espíritu de piedad en el alma entera. Dame, Señor la abundancia de tus dones, a fin de que sea menos indigno de acercarme a un Dios que me llama hacia sí. Permíteme, ¡oh Señor! que mi atención se fije en los puntos que voy a meditar.

 


ORACIÓN


   Os adoro, Dios mío, con todo el afecto de mi alma y os pido gracia para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de vuestra divina Majestad.

   Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza.

 




6 DE OCTUBRE.


MEDITACIÓN

 

SOBRE EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS.

 

PUNTO 1

 

   Considera como César Augusto mandó a todos sus vasallos que se empadronase cada uno en su país. Para obedecerle María y José pasan a Belén. Admiremos la obediencia que el Hijo de Dios ha querido prestar a aquel Príncipe, que promulgaba el edicto para conocer las fuerzas de su imperio, y para imponer a sus vasallos un nuevo tributo. Jesús nació por la obediencia, y por la obediencia también quizo morir: esta es la primera y última lección que nos ha dado. María y José que obraban por impulso de aquel divino Niño, no discurren acerca del edicto, ni pretenden eximirse de obedecer a aquel Príncipe, aunque tenían consigo al Rey de la tierra y del cielo. No se excusan por el rigor de la estación, la distancia del camino, la situación de María ya próxima al parto; antes bien obedecen ciegamente a Dios en la persona de sus ministros: obedecen con intrepidez en una cosa ardua y al mismo tiempo de grande humildad: obedecen prontamente y sin dilación y le obedecen con alegría, sin murmurar y sin quejarse. ¿Es así como nosotros obedecemos a Dios y a nuestros superiores? Llegan a Belén, buscan hospedaje; pero no pudieron hallarle, porque eran pobres. ¿Por qué María busca hospedaje para su hijo Jesús? Por el respeto con que le miraba. ¡Alma mía, ve aquí a Jesús que desea entrar y hospedarse en tu corazón! ¿Le negarás la entrada? ¿Lo enviarás a que se aloje en un establo? ¿Qué hubieras hecho, si estando tú en Belén, María y José te hubiesen pedido que los recibieses en tu casa? ¿No eres tú más culpable que los judíos, que no le conocían? ¿Cuánto tiempo hace que Jesús llama a la puerta de tu corazón? ¿Cuántas veces le has negado la entrada, y cuántas le has arrojado después de haberle recibido? ¡Miserable! ¡si supieras quién es el que te pide hospedaje! ¡Oh, y cuánto más digno de lástima, si lo sabes y no lo recibes! ¿Qué le responderás en el día del juicio universal, cuando echándote en cara tu ingratitud te dirá: «Estuve peregrino en la tierra y no me hospedaste?»


 

PUNTO 2

 

   María y José, no habiendo hallado quien los quisiera admitir en su casa, se vieron obligados a salir de la Ciudad y recogerse en un establo descubierto, en una cueva al pie de una colina que servía de albergue a los animales. La Reina de los cielos entra en aquel palacio de pobreza, con una modestia angélica, sin quejarse ni hablar contra aquellos habitantes, y mucho menos contra la divina Providencia. Habiendo entrado, se pone de rodillas y da gracias a Dios por haberla reducido a aquel estado de pobreza, de humillación y de paciencia: se prepara para el parto, y a la media noche, cuando estaba en oración, y todo el mundo en silencio, dio a luz a su hijo Jesús, que salió de sus purísimas entrañas, como pasa el sol por un cristal, sin manchar, ni ofender su pureza. ¡Oh Dios y Señor mío cuán profundos son vuestros juicios y cuán admirable vuestra conducta! ¡Quién hubiese creído jamás que este Niño fuese vuestro Hijo, viendo lo poco que le cuidabais en la apariencia, no deparándole para su nacimiento sino un establo! ¿Qué motivo tengo yo para quejarme de la pobreza y de las otras miserias de la vida mortal, viendo la conducta que observáis con estas tres personas que os eran las más amadas del mundo? ¡Oh Virgen Santísima! ¡Qué sentimiento me causa el vero tan mal tratada de los hombres, y en la precisión de retiraros a un lugar que tan mal conviene a vuestra condición! ¡Oh, si nosotros hubiésemos vivido en aquel tiempo, y os hubiésemos conocido como os conocemos ahora, cuanto nos hubiésemos regocijado de recibiros en nuestra casa! Empero, también podemos ahora tener la misma dicha, y prestaros el mismo servicio, recibiendo en nuestro corazón a vuestro divino Hijo. Venid, pues, Santa Madre nuestra: traednos ese divino Niño y pedidle que entre en nuestra alma. En verdad, es un establo bien pobre miserable; pero ya que ha preferido el establo de Belén a los palacios magníficos de los reyes, no se desdeñará de entrar en nuestros corazones, si vos se lo pedís. Venid ¡oh Sabiduría de Dios! ¡Oh raíz de Jesé! ¡Oh llave de David! ¡Oh Emmanuel! ¡Oh legislador y reparador del mundo! Venid á libertarnos de la esclavitud del demonio. Venid a sacarnos de las tinieblas del pecado en que vivimos sepultados tantos años: venid ¡sol divino! a ilustrarnos con vuestras luces y a encendernos en vuestro amor. Venid ¡Salvador divino! cumplid la promesa que nos habéis hecho por vuestra Santa Iglesia; arrojad vuestros enemigos de nuestro corazón: borrad con vuestra gracia todos nuestros pecados y reinad en nosotros pacíficamente en el tiempo y en la eternidad.

 

ORACIÓN PARA DESPUES DE LA MEDITACIÓN

 

   Gracias te doy, Señor, porque te dignaste recibir en tu presencia a la más pobre y más débil de tus criaturas. Me prosterno a tus pies para pedirte perdón de mis distracciones y de mi indolencia. Confío ¡Dios mío! a tu bondad las buenas resoluciones que me has inspirado: solo tú puedes hacerlas eficaces con tu concurso poderosísimo: no me las niegues.

   ¡Oh María! la más tierna de las madres. Ven también en mi ayuda y no me abandones; alcánzame la gracia de permanecer fiel a tus promesas y de poder cumplir exactamente las resoluciones que he tomado, a las plantas de mi Dios.

   ¡Oh Ángel bondadoso de mi guarda! suplicóte que me recuerdes mis resoluciones y ayúdame a seguirlas fielmente. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 


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