miércoles, 8 de octubre de 2025

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A LA DEVOCIÓN DEL SANTÍSIMO ROSARIO. DÍA 7.

 

Por el Presbítero Ildefonso Portillo, Cura y Vicario Foráneo de Guanajuato.

León 1901.

Tip. Guadalupana de Camilo Segura.

El llmo. Sr. Dr. Atenógenes Silva, Dignísimo Arzobispo de Michoacán, se ha dignado conceder ochenta días de indulgencias a todos los fieles cristianos de su provincia por la práctica de las oraciones y meditaciones correspondientes a cada uno de los días de este mes, consagrado a la devoción del Santísimo Rosario.

 

 

Visto el dictamen favorable del Sr. Promotor fiscal, Pbro. D. Marino de J. Correa, concedemos Nuestra licencia para que, el Sr. Cura de Guanajuato D. Ildefonso Portillo imprima y publique el manuscrito intitulado «Mes de Octubre consagrado a la devoción del Santísimo Rosario,» con calidad de que no vea la luz pública, sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el mismo Sr. Censor. Lo decretó y firmó el llmo. Sr. Obispo. M. F. El Obispo.

Ángel Martínez. (Srio)

 

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere; y por vuestro amor perdono a todos mis enemigos; ofrezcoos mi vida, Obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, asi confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

 

 

ORACIÓN PREPARATORIA



   Señor mío Jesucristo, mi padre y sumo bien a quien amo con todo mi corazón y de lo íntimo de mi alma te pido humildemente que ostentes en mi favor tus misericordias, perdonando mis pecados y dándome tu gracia para meditar con fruto los sagrados misterios que se nos proponen en el Rosario, y de esta meditación se inflame mi corazón en tu divino amor, procurando imitar las virtudes que resplandecen en ellos; logrando la enmienda de mi vida y la sujeción de todas mis inclinaciones a tus adorables mandamientos, como lo espero de tu clemencia paternal.

   Convierte tu alma al Señor.

   Vuelve alma mía hacia tu centro y no pierdas estos momentos que tu Dios te concede para obrar tu salvación. El pasado ya no existe; el futuro es incierto, y el presente no dura más que un momento, y este presente se te concede para que medites en las finezas del amor de tu Dios, te inclines á El y ganes la eternidad. Tres pensamientos deben ocuparte ¡oh alma mía! Dios te ve: Dios te oye: Dios está cerca de tí.


   Dios te ve. ¡Ah, Señor! ¿qué veis? Un ser muy débil, miserable y enteramente indigno de ponerse ante tus ojos. ¡Ay! que tus miradas, al menos, no se muestren ofendidas de mi ligereza y flojedad.


   Dios te oye. ¿Qué oyes Dios mío? el lenguaje de una pobre criatura aquejada por mil y mil pesares que no sabe cómo decirlos.


   Dios está cerca de tí. Si te hallases en presencia de un rey de la tierra ¿cuál sería tu respeto y prudencia? Estás delante de Dios, presente en las aras: el Rey por quien los reyes ocupan sus tronos, el Rey de los reyes. ¿Tendrás bastante osadía para mostrarte ligero y distraído?


   Espíritu Santo, á tí toca el derramar las luces para aclarar la inteligencia, encender el amor en el corazón, y el espíritu de piedad en el alma entera. Dame, Señor la abundancia de tus dones, a fin de que sea menos indigno de acercarme a un Dios que me llama hacia sí. Permíteme, ¡oh Señor! que mi atención se fije en los puntos que voy a meditar.


 

ORACIÓN



   Os adoro, Dios mío, con todo el afecto de mi alma y os pido gracia para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de vuestra divina Majestad.

   Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza.



7 DE OCTUBRE.

 

MEDITACIÓN

 

SOBRE EL MISTERIO DEL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS.


 

PUNTO 1

 

   Jamás se ha mostrado Dios tan grande como cuando se ha hecho pequeño, ni se ha dejado ver tan poderoso como cuando se ha mostrado débil, ni ha parecido más amable, que cuando le hemos visto pobre y menesteroso. Cuando vemos a un Dios que se hace hijo del hombre, consideramos que el hombre puede llegar a ser Dios, y esto nos consuela. Cuando le vemos en un establo, concebimos que es menester humillarnos, y esto nos asombra; cuando le vemos sobre pajas, conocemos que todas las grandezas de la tierra son basura, y esto nos obliga a despreciarlas; cuando lo vemos llorar, gemir y temblar de frío, inferimos que es necesario padecer, y esto nos da ánimo para abrazar las mortificaciones y padecimientos. Alma mía mira el cuerpo de ese Niño, es el templo augusto de la sabiduría: todas sus acciones son reglas de sabiduría; lecciones sus gemidos y elocuentes expresiones sus lágrimas. La sabiduría tiene allí su escuela y academia en el establo, su trono en el pesebre, su voz es el silencio y su sueño el éxtasis de excelsa virtud. Entra, pues, en ese establo y aprende de tu divino Maestro el desprecio de todo lo que estima el mundo. ¡Oh Dios de Sabiduría, que habéis escogido un establo para palacio de vuestra Majestad, y un pesebre para trono de vuestra gloria! ¿En dónde me ocultaré de vuestra presencia? ¡Qué confusión para un soberbio, ver a su Dios sobre un poco de heno! ¡Que arrogancia en un gusano de la tierra, querer levantar la cabeza, viendo a un Dios tan humillado! ¡Oh, no! la sabiduría divina no puede engañarse ni engañarnos; el mundo es el que nos burla, cuando estima lo que vos despreciáis, y desprecia lo que vos estimáis. Os he tenido siempre como Dios; pero ahora me veo obligado a amaros bajo la forma de hombre, y de un pequeño niño. El Señor es grande. ¿Quién puede no alabarle? El Señor se hace pequeño. ¿Quién puede no amarle?

 

 

PUNTO 2

 

   ¡Oh Jesús mío! ¡Cómo se engaña y se alucina el mundo! Mas ¿Jesús puede engañarse? ¿A cuál de los dos debemos creer? Jesús ha condenado todo lo que ha desechado, y si yo amo lo que aprecia el mundo, seré condenado con él. Mas, si no me asemejo a este Niño, jamás me salvaré. ¡Oh divino Niño! ¡Oh el deseado de todas las naciones que estamos esperando tantos siglos! ¿Cómo entráis vos en el mundo? ¿Cómo os reciben vuestros vasallos? ¿Es éste el magnífico aparato con que debíais aparecer en la tierra? ¿Quién hubiese creído jamás que un Dios queriendo hacerse hombre, naciera en un establo y llorase como un niño? ¡Oh lágrimas de mi Salvador, como consoláis a los afligidos y amedrentáis a los voluptuosos del siglo! Ahora ¿no tendrás compasión de este Niño que comienza a pagar tus deudas, y que satisface con su llanto a la justicia de Dios que tú has irritado? ¿Es posible que aún busquéis los deleites sensibles, viendo a tu Dios que empieza y acaba su vida padeciendo? ¿Gustarás todavía de los honores y bienes de la tierra, viéndole tan pobre y despreciado? Ama lo que él ama; desprecia lo que él desprecia; has lo que él hace; sufre lo que él ha sufrido, porque mira que ha venido al mundo a instruirnos con sus palabras y con sus ejemplos; que es el camino, la verdad y la vida, y que, si no sigues sus pasos, te extraviarás de la verdad y no llegarás nunca a la vida eterna. ¡Oh amado Hijo de María! venid a mis brazos, descansad en mi corazón: bañadme con vuestras lágrimas: bendecidme con vuestras manecitas. Me olvido de lo que soy, viendo que vos os habéis olvidado de lo que eráis. ¡Oh Jesús y Salvador mío! me estremezco cuando os considero en el trono de vuestra gloria; pero, cuan penetrado me siento de alegría, de amor y de confianza, cuando os veo fajado en un pesebre ¿Os habéis hecho niño para que os teman? ¿Os habéis hecho hombre para condenarme? ¡Ah! si me pierdo no será por vuestra culpa, sino por la mía; pero no permitáis, Señor mío, que esto suceda, ya que habéis bajado del cielo a la tierra para buscarme, no huyáis de quien os busca, ni consintáis que me condene, porque viniste al mundo para salvarme.



ORACIÓN PARA DESPUES DE LA MEDITACIÓN


 

   Gracias te doy, Señor, porque te dignaste recibir en tu presencia a la más pobre y más débil de tus criaturas. Me prosterno a tus pies para pedirte perdón de mis distracciones y de mi indolencia. Confío ¡Dios mío! a tu bondad las buenas resoluciones que me has inspirado: solo tú puedes hacerlas eficaces con tu concurso poderosísimo: no me las niegues.


   ¡Oh María! la más tierna de las madres. Ven también en mi ayuda y no me abandones; alcánzame la gracia de permanecer fiel a tus promesas y de poder cumplir exactamente las resoluciones que he tomado, a las plantas de mi Dios.


   ¡Oh Ángel bondadoso de mi guarda! suplicóte que me recuerdes mis resoluciones y ayúdame a seguirlas fielmente. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

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