sábado, 29 de abril de 2017

EXIGENCIAS DE LOS CINCO PRIMEROS SÁBADOS DEL MES PEDIDO POR LA VIRGEN DE FÁTIMA



     Son cuatro las exigencias para cumplir el fervoroso deseo de la Madre de Dios expresado en Pontevedra:


-         CONFESAR

-         COMULGAR

-         REZAR CINCO MISTERIOS DEL SANTO ROSARIO

-         MEDITAR 15 MINUTOS SOBRE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO.



     Y todo esto durante cinco primeros sábados de mes consecutivos, con la intención de consolar a María Santísima y de expiar los pecados con los cuales Ella es ofendida.


LA CONFESIÓN




     Es recomendable recibir el sacramento de la Santa Confesión en el tiempo comprendido dentro de los ocho días anteriores o posteriores al primer sábado. Pero, si ello fuera imposible, este plazo puede ser extendido, siempre y cuando, el día mismo del primer sábado el alma se halle en estado de gracia.


     En efecto, el 15 de febrero de 1926, al aparecérsele el Niño Jesús, Sor Lucía le presentó:


   “las dificultades que tenían algunas almas de confesarse en sábado y pidió que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús respondió: –Sí, puede ser de muchos días más todavía, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María. Ella preguntó: ––Jesús mío, ¿y las que olvidan tener esta intención? Jesús respondió: ––Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse”.


     Aquí cabe plantear la siguiente pregunta: ¿Cómo una buena confesión puede reparar las ofensas cometidas contra el Corazón Inmaculado de María?


     Las ofensas contra Dios no pueden ser separadas de las que se cometen contra la Santísima Virgen. Si se ofende a Dios, se ofende también a la Bienaventurada Virgen María, y viceversa. Es por eso que la Madre de Dios exige en sus apariciones esta doble expiación.


     En su primera aparición del 13 de mayo de 1917, Nuestra Señora, después de haberles prometido el Cielo, preguntó a los pequeños videntes:


     “¿Queréis ofrecer a Dios sacrificios y aceptar todos los sufrimientos que Él os envíe en reparación de LOS TAN NUMEROSOS PECADOS QUE OFENDEN A SU DIVINA MAJESTAD? ¿Queréis sufrir para obtener la conversión de los pecadores, para reparar las blasfemias, así como también TODAS LAS OFENSAS HECHAS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA? ––Sí, queremos–– responde Lucía, con entusiasmo, en nombre de los tres.”



   ¿Cuáles son estas ofensas de las cuales habla la Madre de Dios?



     Hay que considerar que María es incomparablemente la más grande benefactora de los hombres. Es Ella quien dio a luz a nuestro Salvador. Es Ella quien, como Corredentora, padeció al pie de la cruz. Todas las gracias de la Redención que Nuestro Señor Jesucristo, Salvador por esencia, nos ha merecido a través de su amarga Pasión, Ella, como Corredentora, también las ha co-implorado y co-merecido. Finalmente, Dios queriendo recompensar los inigualables méritos de la Madre Dolorosa, la honró instituyéndola Mediadora de Todas las Gracias.


     Sin embargo, por el pecado no solamente se ofende a Dios, sino que se rechaza su gracia. Y al rechazar las gracias de Dios se rechazan también vilmente las gracias que Ella, sumergida en la Pasión junto a su Divino Hijo  en el mar del dolor, nos ha co-merecido. El pecado y la frialdad e indiferencia frente a Dios resultan también, por lo tanto, una amarga ingratitud e injusticia que ofenden el tierno Corazón maternal de María y por las cuales Dios exige reparación.


     En primer lugar, entonces, una confesión puede desagraviar al Corazón Inmaculado de María si, aparte del habitual pedido de perdón por los pecados cometidos contra Dios, se tiene también la intención de pedir perdón por haber ofendido con esos mismos pecados al Corazón de María.


     En segundo lugar, una confesión puede consolar el Corazón Doloroso de María en cuanto el alma, al expresar así su voluntad de recibir los frutos  de la Redención en toda su plenitud, no solamente alcanza el perdón de sus pecados, sino que aumenta en sí misma la gracia santificante, procurando de este modo que la Madre de Dios, al menos para sí misma, no haya padecido en vano.



“FATIMA ROMA MOSCÚ"


Padre Gérard Mura.




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