viernes, 12 de mayo de 2017

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE FÁTIMA. DÍA 9.





“No se aparte María de tu boca,
No se aparte de tu corazón; y para
Conseguir la ayuda de su intercesión,
No te desvíes de los ejemplos de su
Virtud. Si la sigues, no te extravías;
Si la ruegas, no desesperas; si en
Ella piensas, no te pierdas. Si Ella
Te tiene de su mano, no caes; Si Ella
Te protege, nada temas; si Ella te
Guía, no te fatigas; si Ella te
Ampara, llegas al puerto…”
(San Bernardo).




DÍA NOVENO (12 de mayo)




Por la señal…  +
Acto de contrición…



ORACIÓN PREPARATORIA
(Para todos los días)



     Santa maría, Reina de los cielos, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y de la Iglesia, mírame a tus pies humildemente postrado, contemplándote como arco iris de paz, de bondad y de misericordia. Acudo a suplicarte protección, porque sé que nadie se libra de males, ni consigue salvación, ni logra gracia alguna, a no ser por tu poderosa intercesión.

     Concédeme, oh Madre de piedad, aquellas interiores disposiciones que inculcaste a los tres niños pastorcitos por medio del Ángel de la Paz. Unido a ellos, quiero hacerte esta novena para obtener la solución favorable en los conflictos que me afligen (o para darte las más rendidas gracias por los beneficios alcanzados).


     Por eso quiero también con ellos y con el Ángel repetir fervorosamente:


     “Oh Dios mío, creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman”.


     “Santísima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco, con adoración profunda, el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes que se os infieren”.


     “Por los méritos infinitos de tu Sagrado Corazón y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pecadores”, y las gracias que solicito en esta novena. Así sea. 




LA SANTÍSIMA VIRGEN PIDE QUE VIVAMOS DE ACUERDO CON LAS VERDADES ETERNAS



CONSIDERACIÓN. — La recomendación de la Sagrada Escritura: “Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás”, se aviene perfectamente con las palabras de la Virgen a la vidente Jacinta: “Si los hombres supieran lo que es eternidad, harían todo lo posible para cambiar de vida”.


     La Virgen hace referencia a la muerte.


     Así dice Jacinta: “La Santísima Virgen ha venido a vernos y nos dijo que vendría pronto  a buscar a Francisco para ir al cielo. A mí me preguntó si quería convertir a más pecadores. Le contesté que sí, y me anunció los sufrimientos que tendría que pasar”.


     “Vendrá pronto a buscar a Francisco. Lucía permanecerá más tiempo aquí abajo. Jesús quiere servirse de ella para hacerle conocer y amar. El Inmaculado Corazón será su refugio y el camino que la conducirá a Dios.”


     La Virgen les habla del cielo, asegurándoles que viene del cielo, que es su país, y les promete llevarlos al cielo.


     También les mostró un océano de fuego, y en él, demonios y almas en forma humana, semejantes a brasas, y rugiendo con aullidos, desesperantes.


     Jesús, durante su vida mortal, predicó muchísimas veces sobre la verdad del infierno. La Virgen de Fátima viene a confirmarlo: “Habéis visto el infierno donde van a parar las almas de los pobres pecadores.” Rogad por ellos así: “¡Oh Jesús mío, presérvanos del fuego del infierno!”




     Según Lucía, el infierno es “una fosa llena de bestias con un fuego muy grande, donde son echados aquellos que hacen pecados y que no se confiesan antes, y donde arderán siempre”.


     La vista del infierno había aterrorizado de tal manera a Jacinta, que todas las penitencias y mortificaciones eran para ella una nonada, con tal de preservar del infierno a una sola alma. Quería que la Virgen mostrase el infierno a todos los hombres, para que huyeran del pecado.




     El cielo consiste en ver a Dios y gozar de Él. El infierno consiste  en la privación de la vista de Dios y en el fuego eterno.


     La muerte, el juicio, el infierno y la gloria, deben ser el objeto de nuestras continuas meditaciones. Sólo ahondando en esas verdades comprenderemos la gravedad del pecado.


     Reflexiona en estos pensamientos del poeta cristiano: 


“Yo, ¿para qué nací? Para salvarme;
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible.
Posible;  ¿y río?,  ¿y duermo?,
¿y quiero holgarme?
Posible: ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
Loco debo ser, pues no soy santo.”


“¡Pecador, alerta!,
Que la muerte se acerca.
No te acuestes en pecado,
¡no amanezcas condenado!”




MEDITA. — Pide tener un recuerdo continuo de las postrimerías (muerte, juicio, infierno o gloria).




EJEMPLO


   La doctora Juana Rendl, de Viena (Austria), nos escribe la siguiente carta fechada en 16 de julio:

“El 13 de junio del corriente año estuve en Fátima con la peregrinación de Linz, a pesar de tener mi consultorio en Viena. Por haberme presentado al dirigente  de nuestro viaje, hice algunos certificados  en el hospital a nuestros enfermos. Yo misma sufría, hacía 9 años, de eczema seco en las dos manos, sin conseguir curarme.

     El 13 de junio me lavé con agua de Fátima, sin gran devoción y con poca esperanza, pues no se trataba de un caso grave. Más experimenté y observé. Después de 14 días estaba curada. Esto pudo comprobar mi marido, que también es médico, pero no cree en milagros.

     Yo tenía el eczema desde hacía 9 años, estaba desanimada, pues me estorbaba mucho en mi profesión. Tenía fases de estar irritado, que las células subcutáneas quedaban al descubierto, abriendo llagas y surcos profundos  y dolorosos, hasta el punto de pasar noches sin dormir, sin hallar medicamentos que lo suavizasen. Mucho, pues tengo que agradecer a la Madre de Dios.”






ORACIÓN FINAL



     Oh dulcísima Reina del mundo, Madre de Dios y nuestra, que, al aparecerte con rostro dolorido a los tres niños pastorcitos, nos has pedido la fiel observancia de los mandamientos divinos, el rezo cotidiano del Rosario, la reparación y la consagración a tu Inmaculado Corazón, a fin de conseguir la ansiada paz mundial; impulsado por el filial anhelo de complacerte, acudo a prometerte la real correspondencia a tus deseos y a implorar que protejas al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y demás fieles cristianos. Orienta, bondadosa Reina de la paz, a los gobernantes; convierte a los pecadores y paganos; consuela a los afligidos y perseguidos. Cura, oh Virgen de las fuentes milagrosas, a los enfermos; asiste a los agonizantes y alivia a las almas del Purgatorio. Te ruego, en fin, oh Blanca y Peregrina Señora del Rosario, por todas mis necesidades… (Pida cada uno la gracia que desea alcanzar).
     Yo, confiado en tu omnipotencia suplicante, me abandono en tus amorosos brazos. Recíbeme, como hijo, en tu maternal regazo. Y no me desampares en la vida ni en la muerte.
     Así sea. 




     NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, REINA DE LA PAZ,
         RUEGA POR NOSOTROS.



     NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, REINA DEL ROSARIO,
        RUEGA POR NOSOTROS.



  NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, SALUD DE LOS ENFERMOS, RUEGA POR NOSOTROS.



NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, CONSUELO DE LOS DESAMPARADOS, RUEGA POR NOSOTROS.




¡OH DULCE CORAZÓN DE MARÍA, SED LA SALVACIÓN DEL ALMA MÍA!







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