domingo, 7 de mayo de 2017

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE FÁTIMA. DÍA 5.






“No se aparte María de tu boca,
No se aparte de tu corazón; y para
Conseguir la ayuda de su intercesión,
No te desvíes de los ejemplos de su
Virtud. Si la sigues, no te extravías;
Si la ruegas, no desesperas; si en
Ella piensas, no te pierdas. Si Ella
Te tiene de su mano, no caes; Si Ella
Te protege, nada temas; si Ella te
Guía, no te fatigas; si Ella te
Ampara, llegas al puerto…”
(San Bernardo).





DÍA QUINTO (8 de mayo)





Por la señal…  +

Acto de contrición…





ORACIÓN PREPARATORIA
(Para todos los días)


     Santa maría, Reina de los cielos, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y de la Iglesia, mírame a tus pies humildemente postrado, contemplándote como arco iris de paz, de bondad y de misericordia. Acudo a suplicarte protección, porque sé que nadie se libra de males, ni consigue salvación, ni logra gracia alguna, a no ser por tu poderosa intercesión.
     Concédeme, oh Madre de piedad, aquellas interiores disposiciones que inculcaste a los tres niños pastorcitos por medio del Ángel de la Paz. Unido a ellos, quiero hacerte esta novena para obtener la solución favorable en los conflictos que me afligen (o para darte las más rendidas gracias por los beneficios alcanzados).


     Por eso quiero también con ellos y con el Ángel repetir fervorosamente:


     “Oh Dios mío, creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman”.
     “Santísima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco, con adoración profunda, el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes que se os infieren”.
     “Por los méritos infinitos de tu Sagrado Corazón y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pecadores”, y las gracias que solicito en esta novena. Así sea.





LA VIRGEN MARÍA PIDE VIDA DE PENITENCIA




CONSIDERACIÓN. En consecuencia con el Antiguo y Nuevo Testamento, así como con la hagiografía cristiana, la Santísima Virgen pide en Fátima penitencia para estos tiempos de placeres y de libertades excesivas. La vida de Jesús fue cruz y martirio, y tema de su predilección aquella advertencia: “Si no haces penitencia, todos por igual pereceréis”. La vida de la Virgen está entreverada de gozos y dolores, de aquella misteriosa espada que atravesara su Corazón. De ahí que aparezca en la Salette lamentando la violación de las leyes del ayuno y abstinencia, y en Lourdes, haciendo comer yerbín amargo a Bernardita y reclamando la necesidad de la penitencia.

     Los tres niños videntes de Fátima comprendieron enseguida la necesidad de la vida mortificada, al contemplar el rostro dolorido de la Señora que se les aparecía.

     Cumplirán ante todo sus obligaciones, con su deber. Guardarán el secreto que la Virgen les confiara. Dirán siempre la verdad. Se resignarán en las persecuciones y enfermedades. Darán sus meriendas a los pobres, hasta a las ovejas. Comerán bellotas amargas. Sujetarán su cuerpo con una soga como cilicio. Todo para reparar propios y ajenos pecados.

     Dos puertas tiene el paraíso: la inocencia y la penitencia. Habiendo perdido la mayoría de los hombres la primera, no le queda otra solución  que emprender la senda de la expiación y de la mortificación, considerada por los santos como termómetro de la perfección.










     El jardín debe estar amurallado; el campo, encerrado por alambres de púas; el lirio, circundado de espinas; el cofre, asegurado con doble llave; y el redil, vigilado por fieles pastores.


     ¡Cuánto más precisan ser custodiados los imponderables tesoros de la gracia, de que son portadoras  nuestras almas, y que llevamos en los frágiles y quebradizos vasos de barro, que son nuestros cuerpos, siempre expuestos a los peligros, a las debilidades, a las miserias y a las cobardías!

     Nuestras fatigas, mortificaciones y trabajos, por pequeños que sean, si los soportamos bien, se convertirán en flores y piedras preciosas, que adornarán nuestras cabezas en la vida eterna.

     ¿Has comenzado tú por cumplir con todos los mandamientos de la Ley de Dios, con los preceptos de la Iglesia Católica? ¿Haces las obras de misericordia, espirituales y corporales? ¿Añades algo más de supererogación?...


MEDITA. — Pide esa vida penitente.




EJEMPLO


   Rufina Manzanares Zarco, niña de 12 años, natural de Madrid, calle Sagasta n° 22, hacía dos años sufría ataques epilépticos que duraban hasta cinco horas. Padecía además enfermedades desconocidas. Tenía días con 14 ataques. Se le retorcían brazos y piernas. Entre varios hombres no la podían sujetar. El 30 de mayo de 1949, en la plaza de la Armería de Madrid, se honraba a Nuestra Señora de Fátima. Allí piden madre e hija la curación. La Virgen Blanca y Peregrina les hizo la gracia. Nunca más fue atormentada Rufina por las frenéticas convulsiones, que le hacían  perder el conocimiento. La fe ardiente en el poder de la oración, hecha con alma limpia y arrepentida, llega al trono de Dios, y más, cuando se pone por intercesora a Nuestra Señora de Fátima.





ORACIÓN FINAL



     Oh dulcísima Reina del mundo, Madre de Dios y nuestra, que, al aparecerte con rostro dolorido a los tres niños pastorcitos, nos has pedido la fiel observancia de los mandamientos divinos, el rezo cotidiano del Rosario, la reparación y la consagración a tu Inmaculado Corazón, a fin de conseguir la ansiada paz mundial; impulsado por el filial anhelo de complacerte, acudo a prometerte la real correspondencia a tus deseos y a implorar que protejas al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y demás fieles cristianos. Orienta, bondadosa Reina de la paz, a los gobernantes; convierte a los pecadores y paganos; consuela a los afligidos y perseguidos. Cura, oh Virgen de las fuentes milagrosas, a los enfermos; asiste a los agonizantes y alivia a las almas del Purgatorio. Te ruego, en fin, oh Blanca y Peregrina Señora del Rosario, por todas mis necesidades… (Pida cada uno la gracia que desea alcanzar).

     Yo, confiado en tu omnipotencia suplicante, me abandono en tus amorosos brazos. Recíbeme, como hijo, en tu maternal regazo. Y no me desampares en la vida ni en la muerte.
     Así sea. 



     NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, REINA DE LA PAZ,
         RUEGA POR NOSOTROS.


     NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, REINA DEL ROSARIO,
        RUEGA POR NOSOTROS.


  NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, SALUD DE LOS ENFERMOS,
     RUEGA POR NOSOTROS.


NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, CONSUELO DE LOS DESAMPARADOS, RUEGA POR NOSOTROS.




¡OH DULCE CORAZÓN DE MARÍA, SED LA SALVACIÓN DEL ALMA MÍA!




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