“LA ORACION DEL HUERTO”
Los
cinco misterios dolorosos contemplan toda la Pasión y Muerte de Cristo con los
ojos de María Santísima; la cual estuvo presente a todos, menos a la Oración
del Huerto; que sin duda el Apóstol Juan le narró en el amanecer de aquella
terrible noche; después de lo cual siguió a su hijo, acompañada de san Juan, en
todos los pasos de la Vía Dolorosa hasta la Sepultura; ella oyó a Pilatos
cuando dijo: “Lo voy a azotar y después os lo entregaré” lo vio después
azotado y coronado de espinas cuando el Procurador Romano dijo: “Aquí tienen al hombre” y oyó los gritos de “¡Crucifícalo!”; lo
acompañó en la terrible subida con la cruz a cuestas hasta la cima de la loma
llamada “de
las Calaveras”; presenció el atroz acto del enclavamiento y la
suspensión del moribundo en el aire; y cuando la luz volvió después del
eclipse, el remezón de la tierra y la huida de la gente, vio allí a la Virgen
de pie al lado del muerto. Participó en su corazón de todos los dolores de Cristo, y esa
fue la espada que la traspasó; por lo cual es llamada con razón la Co-Redentora: pagó junto
con Cristo por nuestros pecados.
La
Redención del hombre es un Misterio. Solemos decir
que Cristo con sus dolores pagó por nuestros pecados. Esa es una
metáfora o comparación tomada de las costumbres jurídicas de los romanos. Tiene
el inconveniente de presentar a Dios como un Acreedor implacable, que se cobra
de cualquier manera que puede, Otra
metáfora usada por san Pablo es mejor: Cristo rompió el aguijón de la Muerte, que pesaba sobre la
Humanidad: el Pecado es una
cosa seria, es la ruptura del orden creado por Dios y la relación filial entre
Dios y el Hombre, en forma tal que el hombre por sus fuerzas esa rotura no la
puede componer; porque el pecado es una cosa en cierto modo infinita. El Pecado
aumenta el poder del demonio en el mundo, el cual se ha ido robusteciendo y
solidificando desde el pecado de Adán a los nuestros. Fue necesario
que todo el poder del mal se concentrase en una punta, y cayese sobre un hombre
que era Dios, y ese hombre lo resistiese y allí se rompiese: digamos que fue necesario un
hombre pasase el infierno por los otros hombres, y resistiese sin blasfemar ni
desesperarse; y así el Poder del Príncipe de este Mundo
fuese vencido. Y dese modo pasó esta tragedia única, en que la
maldad, la crueldad y la demencia del hombre instigado por el diablo llegan a
su colmo; y un verdadero hombre, armado
de la gracia de Dios, derrotase esa demencia, muriese voluntariamente y
resucitara, como cabeza de todos los demás mortales. Algo
así fue la Redención del hombre; pero ella continúa siendo un Misterio.
Esta
lucha de Cristo con el demonio, el pecado y la muerte comenzó después de la
Ultima- Cena, cuando yendo con sus Apóstoles al Monte Oliveto, a orar como era
Su costumbre, anunció a sus compañeros: “MI ALMA ESTA TRISTE HASTA LA MUERTE”; y
su rostro, su voz y sus ademanes mostraron los afectos de su alma, abandonada
de su Divinidad, que eran “el terror, el tedio y la tristeza”. Su alma pasó
en una hora toda la Pasión anticipada; y dejando a sus Apóstoles aparte, se postró
en tierra y oró diciendo: “Padre, si es posible,
pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Este
voto de la voluntad humana de Cristo, no fue concedido; pero su voluntad divina
estaba firmemente unida con la del Padre; y nos dejó el modelo de todas
nuestras oraciones. Tres veces oró, cada
vez con mayor ansia; dos veces se levantó y volvió a los Apóstoles, que estaban
dormidos, los despertó y amonestó, y volvió a su oración; hasta que su Padre le
mandó un Ángel que lo robusteció; quizás recordándole el salmo 21, donde
está descrita su Pasión pero también los admirables frutos de su Pasión; y que
El recitó en la cruz, antes de morir.
Entonces se levantó y recogiendo a sus
atemorizados Discípulos, salió al encuentro de Judas, y los que con él venían a
arrestarlo, armados de espadas, cuchillos y garrotes, como quien va a reducir a
un peligroso criminal.
El
terror, el tedio y la tristeza lo acompañaron durante todas esas terribles 15
horas hasta que dijo: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”:
Terror de los tormentos que iba a pasar,
una verdadera tempestad de atrocidades; los cuales a veces hacen sufrir más
en la imaginación que después en el efecto, como vemos en algunas operaciones
quirúrgicas.
Tedio
de los pecados y maldades del mundo, que él había tomado sobre sus hombros,
comenzando por las maldades que entonces tenía presentes; y que tanto lo habían
indignado y aburrido durante su vida.
Tristeza
destas dos cosas, y del amargo pensamiento de que incluso este milagro
divino que es la Redención, iba a ser inútil para muchos, por culpa de ellos;
conforme a lo que había dicho el Profeta: “¿Qué utilidad dio mi sangre?” Parece mentira que
haya tanta maldad en el mundo después que Cristo ha venido.
Un
japonés le dijo en el siglo XVI a un misionero:
“Si es
verdad eso que Ud. nos cuenta ¿cómo es posible que los europeos sean tan
sinvergüenzas?” Pero los que hicieron sinvergüencerías en
el Japón no eran los misioneros ni por regla general los católicos: fueron
los mercaderes holandeses luteranos y la imprudencia de un naviero portugués
botarate quienes produjeron o bien dieron ocasión allí a la cruel persecución
del Emperador Taiko- sama, que exterminó sangrientamente a los convertidos,
pero al mismo tiempo puso el cimiento a la actual pequeña y fervorosa
cristiandad.
Esa objeción se repite no pocas veces hoy
día: “el
cristianismo ha fracasado, fíjese Ud. cómo está el mundo”. Pero si
el mundo está como está, no es por causa del catolicismo, sino al contrario
porque él ha sido en gran parte abandonado o adulterado. Como decía el gordo Chesterton: “Si el mundo hoy anda mal, la Iglesia tiene
razón”.
Eso
lo vio también Cristo con terror, tedio y tristeza entre los Olivos del Huerto,
y eso lo hizo “sudar sangre, que corrió hasta la tierra”, bañándola como
la sangre de los sacrificios en el Templo de Jerusalén, que era figura de la
muerte propiciatoria del Cristo. Este fue el primer bautismo destas tierra,
llena de abrojos y espinas de pecados.
De en medio desta agonía se levantó
animosamente la oración de Cristo, esa fórmula eterna de todas las oraciones,
incluso del Padre Nuestro, donde también pedimos se haga la voluntad del Padre
Celestial, y el
Avemaría, donde recordamos y nos resignamos a “nuestra
muerte”.
Esta
es la buena oración: “Dios mío ¿qué te costaba haberme concedido lo que te
pido hace 30 años? Pero sí Tú lo quieres, está bien”.
AUXILIUM
CHRISTIANORUM
El nombre de María
vivas mieles
que significa el MAR solemne y santo
rompió como un mar
bravo allá en Lepanto
y destrozó el poder de
los infieles.
Un relente de rosas y claveles
Azulceleste veste y blanco manto,
pero también el Ímpetu y espanto
contra los viles, contra los luzbeles.
Porque Ella es Reina y
Madre todo junto,
del poder del amor vivo
presunto,
y como Reina tiene sus
cuarteles.
Como una flota camuflada en flores
y como Madre tiene sus furores
cuando le tocan sus hijitos fieles.
L. CASTELLANI
(Argentino – Siglo XX)
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