Vio
Santa Gertrudis a la Reina de los cielos que tenía bajo su manto y cobijaba con
singular cariño a un gran número de almas que con especial fervor se habían
preparado a la fiesta de la Asunción ¡Ah! ¿Qué
gracias no recibirían los hijos amantes de María, si se dispusiesen a las fiestas
de esta amorosa Madre con alguna fervorosa novena? Sólo
encargo que cada uno procure sacar algún fruto especial de cada festividad,
como sería alcanzar la virtud que más resplandece en aquel misterio. Así vemos
que naturalmente inspiran:
La Concepción, amor a la pureza;
La Natividad, odio a la tibieza, y renovación del fervor;
La Presentación, desprendimiento de las criaturas;
La Anunciación, humildad profunda;
La Visitación, caridad al prójimo;
La Purificación, exacta observancia de ley divina;
La fiesta de los Dolores, paciencia y resignación en los
trabajos;
La Asunción, deseo de una santa muerte.
Si alguno no tuviere novenas para celebrar dichas
festividades con más fervor; oyendo Misa, visitando alguna imagen de María,
haciendo algunas de las meditaciones, o rezando cada día alguna de las oraciones
que ponemos aquí en honor de la Virgen, y recibiendo al fin los santos sacramentos,
podrá hacer muy bien la novena y celebrar con mucho fruto las fiestas de María.
Obsequios
que los hijos amantes de María suelen tributar a esta amabilísima Madre; y
pueden servir de flores espirituales para el mes de María:
1.
Consagrarle
el mes de mayo, o mes de María. Apenas hay ya en el mundo católico
región alguna donde no se haga el mes de María; ¿y la nuestra nación predilecta
de la Virgen, poseería aún dilatadas comarcas que no uniesen sus alabanzas y
obsequios a los obsequios y alabanzas que todo el universo tributa a nuestra
Señora durante el hermoso mes de Mayo?
2. Tener adornada
una imagen de María en casa, y obsequiarla lo mejor que se pueda. Gusta
tanto esta Señora del culto que tributamos a sus imágenes, que restituyo a San
Juan Damasceno la mano que los herejes iconoclastas le habían cortado en odio
de los escritos en que defendía las sagradas imágenes.
3.
Saludarla
afectuosamente al pasar delante de una iglesia o imagen de María ¡Qué dicha la de San Bernardo! Saludábala según su costumbre, y un día esta
tierna Madre le devolvió la salutación diciéndole: “Dios te salve, Bernardo”.
4.
Pedirle la
bendición al levantarse por la mañana, y al acostarse por la noche.
Pues, ¿no lo hacen con sus padres los hijos bien educados? Así lo hacía San
Estanislao de Costka, y mereció en dos ocasiones comulgar de mano de los Ángeles,
y que María Santísima pusiese al niño Jesús en sus brazos.
5.
Al salir de
casa pide a la Virgen que bendiga tus pasos y acciones. Habiéndole practicado así el gran patriarca Santo
Domingo, logró convertir a innumerables almas, y que María, asistiendo a su
muerte, se lo llevase con su Hijo a la patria celestial.
6.
Inspirar la
devoción de María a otros, sobre todo a los hijos y dependientes. Predicando un día de las glorias de esta Madre
uno de sus más fervientes hijos, San Alfonso Ligorio, fue visto de pronto
arrobado en éxtasis, y el semblante todo refulgente con la luz celestial que
una imagen de la Virgen reflejaba en su rostro.
7.
Decir con
grande afecto, el Ave María cuando diere el reloj. Este es el mejor modo de saludarme, dijo Nuestra
Señora a Santa Matilde; y decía el eximio doctor Francisco Suárez que hubiera
dado toda su ciencia por el mérito de una sola Ave María rezada
con devoción.
8.
En los
peligros y tentaciones acogerse al manto de la Virgen invocando su auxilio. Hízolo
así el beato Sauli, al verse molestado de una tentación impura, y
apareciéndosele la Reina de las vírgenes, le puso la mano en el pecho, y quedó
al instante libre de la tentación.
9.
Decir mañana
y tardo un Ave María con alguna oración a la Virgen. Por este medio se convirtieron jóvenes impuros y
pecadores muy desalmados, y esto es lo que movió a Pío IX a conceder a esta
práctica muchas indulgencias.
10.
Decir con
toda confianza el Memorare para alcanzar una buena muerte. Con esta oración obtuvo el apostólico varón P.
Bernardo la conversión de muchos fascinerosos obstinados, y hasta la de uno que
de un puntapié le había arrojado de la escalera del patíbulo.
11.
No dejes
pasar día alguno sin ofrecer tu familia y tus dependientes a la Virgen. Ofrecíale
un día San José de Calasanz los niños de las Escuelas Pías, y apareciósele esta
cariñosa Madre con el Niño Jesús en los brazos, dando al Maestro y a los
discípulos su preciosa bendición.
12.
Hacer a
María administradora de la casa y de sus intereses. Nombrando Santa Teresa a la Virgen, Superiora, y
poniendo a sus pies las llaves de los conventos que fundaba, salió victoriosa
de gravísimas e innumerables dificultades.
13.
Llevar
siempre algún Escapulario de la Virgen. Luis
XIII llevó también esta santa librea del Carmen, desde que en el sitio de Montpellier
vio a un soldado que, habiendo recibido un balazo, quedó ileso, aplastándose la
bala en el santo Escapulario.
14.
Oír o hacer
celebrar Misa en honor de María Santísima.
Cuan acepta sea esta devoción al Señor dícenlo bastante los Ángeles, que
oraban mientras San Isidoro estaba oyendo Misa; y su esposa Santa María de la
Cabeza, que, viniendo de una ermita de la Virgen pasó un caudaloso torrente a
pie enjuto.
15.
Visitar
alguna iglesia o altar consagrado.
La Presentación, desprendimiento de las
del piadoso rey San Enrique al llegar a los pueblos, y María se lo recompensó,
volviéndole la visita a la hora de la muerte.
16.
Dar limosna
a los pobres en obsequio de esta Señora, encargándoles que recen un Ave María. Siendo niña Santa Isabel reina de Hungría, daba a
los pobres el dinero que recibía de sus padres para juguetes y diversiones; ¿y qué favores
no alcanzó por ello de esta amantísima Madre?
17.
Visitar y
consolar o algún enfermo por amor a María.
Acompañaba el beato Alonso Rodríguez a un Padre de la Compañía en este
acto de caridad; y al subir una cuesta muy agria con gran trabajo y fatiga en
el rigor del verano, se le apareció María Santísima, y se dignó enjugarle el
sudor que manaba de su rostro.
18.
Socorrer a
las ánimas del Purgatorio más devotas de María. A Santa Brígida, que tenía esta devoción, dijo la
misma Virgen que este era uno de los obsequios que más la complacían.
19.
Entrar en
alguna Congregación de la Virgen y observar fielmente sus estatutos.
Preguntando el P. Lesio a su penitente el inmortala inmortal Justo Lipsio, que estaba
para morir, qué cosa le daba más consuelo en aquella hora, contestó: “El haber sido en
vida fiel congregante de María”.
20.
Llevar
alguna medalla de la Virgen, y, apretándola, de cuando en cuando al corazón,
decirle: Yo os lo entrego para siempre, oh Madre
mía. El gran Padre san Ignacio de
Loyola, que solía hacerlo a menudo, mereció ser más de treinta veces visitado
por la Virgen, y que le dictase, según piadosamente se cree, el admirable libro
de los Ejercicios.
21.
Compadecerse
de los dolores de la Virgen y rezar en su honor siete Ave Marías. Santa
Margarita de Cortona alcanzó señalados favores del Cielo, por la compasión que
tuvo a los dolores de esta afligida Madre.
22.
Tener los
sentidos, principalmente la vista, recogidas en honor de la Virgen. El
angélico joven San Luis Gonzaga, que no se atrevía a mirar a la reina, ni aun a
su propia madre, mereció en Madrid que la Virgen del Buen Consejo le hablase y
mandase entrar en la Compañía de Jesús.
23.
Rezar el
Ángelus, aun en público al toque de las Ave Marías. San Carlos
Borromeo hasta se apeaba del caballo, y se hincaba de rodillas en el lodo para
tributar este obsequio a María.
24.
Ejercitarse
en algún acto por amor a María. Los placeres
del mundo causan náuseas y el corazón se derrite de amor, cuando digo: Ave,
María, El entorpecimiento desaparece y la sensualidad se agota cuando digo:
Ave, María. Se aleja la tristeza y nos empapa nueva alegría, cuando digo: Ave,
María. Se aumenta la devoción y renace el fervor, cuando digo: Ave, María. Se
alienta la esperanza y se derrama el consuelo, cuando digo: Ave, María (Bto.
Alano).
25.
Ofrecer de
cuando en cuando las penas y trabajos a María. Amasando Santa
Catalina de Sena pan para los pobres en obsequio de esta Señora, se le apareció
y la ayudó, dando al pan un sabor exquisito.
26.
Imitar las
virtudes de la Virgen, y para esto preguntarse a menudo: ¿qué haría esta Madre puesta en las circunstancias en que yo
me hallo? Esta imitación fue precisamente la que mereció a los
Santos favores tan señalados de la Madre, y tan alta recompensa del Hijo de
Dios.
27.
Ofrecer el
corazón a la Virgen. Hacíalo así
el P. Ruiz de Montoya, apóstol del Paraguay; y aceptándoselo un día esta buena
Madre, le entregó el suyo.
28.
Trabajar en
la conversión de algún pecador. Excitando la Virgen al V. P,
Bernardo Cornago, de la Compañía de Jesús, a hacer esto, le dijo: “Este es el
obsequio que más me agrada”.
29.
Refrenar la
lengua en honor de María. Observando
este precioso silencio el gran devoto de la Virgen San Juan Silenciario,
mereció que toda la posteridad extasiada hablase favorablemente de él.
30.
El principal obsequio y el más agradable
a María es perseverar
en su devoción, cualquiera que sea. Habiendo omitido el V. Tomás de
Kempis las devociones que solía rezar a la Virgen, vio en sueños como esta
dulcísima Madre abrazaba a sus compañeros; más en llegando a él, le dijo con
rostro severo: “¿Qué
guardas tú, que has dejado mi devoción?”.
31.
Los sábados
y vigilias de las festividades de María ayunar o hacer alguna mortificación en
honor suyo. No pudiendo Santa
Juliana de Falconieri recibir el Santo Viático, por los continuos vómitos que
padecía, pidió le llevase a lo menos el Santísimo Sacramento. Hácenlo así:
desaparece la Hostia consagrada entrándose en el corazón de la Santa;
recompensado Dios con esta milagrosa refección los muchos ayunos que Juliana
hacía en obsequio de María Santísima.
Indulgencia del mes de Mayo o mes de María.
1)
Los que asistieren a los actos realizados PÚBLICAMENTE en el mes de Mayo o mes
de, María, lucrarán:
a)
Indulgencia de 7 años, por cada día.
b)
Indulgencia plenaria, si asistieren por lo menos de 10 días, confesando, comulgando
y rezando a intención del Sumo Pontífice.
2)
Los que en dicho mes hicieren PRIVADAMENTE oraciones u otros obsequios de
piedad al honor de la Sma. Virgen, lucrarán:
a) Indulgencia de 5 años una vez cada día del
mes.
b)
Plenaria si lo hicieren todo el mes. Mas donde dicho mes se realiza
públicamente, tales indulgencias lucrarán sólo aquellos Qué están impedidos
legítimamente de asistir al público ejercicio.
(Socret.
Mem. 21 de Mayo 1815; S. C. ind. 18 de
Junio de 1888; S. Penit. Apost. 28 de Marzo de 1933).
ANCORA DE SALVACION
Por
el
R.
P. JOSÉ MACH, S. J. (Marzo 31 de 1949).
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